1. La severa crisis alimentaria experimentada en los últimos años demuestra que la seguridad alimentaria mundial no puede ser alcanzada y mantenida por los mercados internacionales de commodities. La crisis ha generado un amplio consenso de que una agricultura familiar vibrante y vigorosa es la clave para que los mercados internos sean abastecidos y que en las zonas rurales se generen empleos e ingresos (Silva, 2014).2. La agroecología prospera continuamente, ya sea desde el punto de vista científico o desde el político. Ante la necesidad de adaptarse al cambio climático, es un enfoque que ayudará a hacer frente al desafío de eliminar el hambre y la malnutrición en todas sus formas (FAO, 2014).
Para llamar la atención sobre la complejidad de la actual crisis alimentaria, que no puede ser entendida en forma disociada de la crisis ambiental, energética, climática y social, este reconocimiento oficial sin precedentes pone de relieve el hecho de que soluciones del tipo “más de lo mismo” no serán suficientes para enfrentar esta conjunción de crisis que confronta la humanidad en un momento crítico de su trayectoria histórica. Según la propia FAO, la demanda mundial de alimentos podría ser integralmente atendida con los actuales volúmenes producidos (FAO, 2015). En este sentido, la argumentación que sostiene que solo el incremento de la producción a través de una segunda Revolución Verde será capaz de satisfacer las necesidades crecientes de alimentos en el planeta, no es coherente con el diagnóstico que señala la persistencia y aumento del hambre en un mundo con abundancia de alimentos.
Superar este escenario paradójico requiere profundos cambios en los sistemas de producción, distribución y consumo de alimentos. Movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil sostienen que estos cambios deben estar orientados por el principio político de la soberanía alimentaria. A nivel micro, en el ámbito de las unidades de producción y de las comunidades rurales, estos cambios deben guiarse por racionalidades económicas y ecológicas capaces de superar el sesgo productivista impuesto por la lógica de los mercados globalizados.
Afortunadamente, estas racionalidades alternativas no tienen que inventarse. Son ellas las que, históricamente, constituyen el fundamento de las estrategias de reproducción de la agricultura familiar, un universo sociocultural extremadamente diverso que gestiona 500 millones de establecimientos rurales en el mundo (ver recuadro). Materializadas en prácticas altamente productivas, sostenibles, sencillas, flexibles, innovadoras y dinámicas, que se concretan según las peculiaridades socioecológicas de los lugares en los que se emplean, esas estrategias hacen que la agricultura familiar sea reconocida como el segmento social protagonista de la promoción de la soberanía y seguridad alimentarias y nutricionales, para la dinamización de las economías locales y para construir la resiliencia económica, ecológica y social de las comunidades rurales.
Pero para que estas cualidades multifuncionales de la agricultura familiar sean efectivas y se desarrollen, es necesario crear y consolidar condiciones institucionales adecuadas. Garantizar el derecho al acceso a los bienes de la naturaleza de los agricultores –mujeres y varones– para que puedan reproducir sus medios y formas de vida, es una de las medidas indispensables ante las tendencias de concentración corporativa de la tierra y la privatización de los recursos genéticos e hídricos. Además, es esencial que las políticas públicas contribuyan a impulsar las virtudes de la agricultura familiar en la gestión de los recursos naturales, económicos y culturales. Esto implica la necesidad de una reformulación sustancial de los conceptos económicos en los que se basan las políticas para el desarrollo rural. Ya sea en países desarrollados o en desarrollo, la experiencia histórica de las últimas décadas muestra que las cualidades positivas de la agricultura familiar son restringidas o destruidas, cuando es inducida a adoptar estrategias de reproducción basadas en economías de escala o dependientes de los paquetes tecnológicos de la modernización agrícola, que hacen obsoletas las funciones de los ecosistemas y de la biodiversidad, así como los conocimientos campesinos asociados.
Dado este contexto político e institucional, los debates promovidos por la FAO sobre la internalización de la perspectiva agroecológica en las políticas agrícolas y agrarias, asumieron gran importancia en el Año Internacional de la Agricultura Familiar. La agroecología surgió como enfoque científicotecnológico al identificar, sistematizar y apoyar el desarrollo de estilos de reproducción de agroecosistemas relativamente autónomos e históricamente garantizados que, al mismo tiempo, generan múltiples beneficios para las sociedades contemporáneas (Gliessman, 2000; Ploeg, 2008 y 2014).
Teniendo en cuenta la necesidad de referir la perspectiva agroecológica a realidades socioecológicas locales y regionales, la FAO decidió profundizar las discusiones iniciadas en Roma mediante seminarios descentralizados en los diferentes continentes. El Seminario Regional sobre Agroecología en América Latina y el Caribe (Seminario), celebrado en junio de 2015 en Brasilia, contó con la participación de funcionarios públicos, académicos y representantes de organizaciones y movimientos sociales de 21 países de la región. Los contenidos clave discutidos en el Seminario se presentan secuencialmente mediante la reproducción de las intervenciones hechas en la plenaria y de partes extraídas de la declaración final del evento.
La emergencia y los desafíos de la institucionalización de la agroecología en América Latina y el Caribe
“La agroecología en la región se está construyendo en la práctica desde hace décadas por los movimientos sociales de los agricultores campesinos, las comunidades tradicionales, los pueblos indígenas y originarios, los pescadores artesanales, los pastores y los recolectores” (Seminario, 2015).
Al empezar, la declaración del Seminario destaca el papel activo de los movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales en la construcción y defensa de la agroecología, y deja en claro que la propuesta agroecológica debe entenderse como una reacción social, crítica y activa, frente a los efectos sociales y ambientales negativos generados por el proyecto de modernización agrícola implantado en los países de la región desde la década de 1960. Esta reacción también moviliza una parte creciente del ámbito científico-académico involucrado en la sistematización y el desarrollo teórico de la agroecología. A través de este desarrollo descentralizado, que conecta actores de diversos ámbitos sociales, hoy en día la agroecología está concebida como una práctica, como ciencia y como movimiento social.
En respuesta al surgimiento de estas fuerzas sociales, varios gobiernos de América Latina y el Caribe tomaron la iniciativa de crear políticas y programas públicos diseñados según diferentes aproximaciones al enfoque agroecológico. El Seminario en Brasilia fue una excelente oportunidad para la presentación y reflexión crítica sobre estas iniciativas gubernamentales a la luz de los desafíos cruciales que aquejan al continente, entre ellos la promoción de la soberanía y la seguridad alimentaria y nutricional, la superación de la pobreza, la conservación de los ecosistemas y sus funciones ecológicas, la adaptación al cambio climático, la participación social y la promoción de la equidad de género y del protagonismo de los jóvenes en la gestión del desarrollo rural.
La promoción de la soberanía y la seguridad alimentarias y nutricionales
Las intervenciones en el Seminario fueron coincidentes en el sentido de establecer fuertes conexiones teóricas, prácticas y políticas entre el principio de la soberanía alimentaria y el paradigma de la agroecología. Cuando el Ministro desarrollo Agrario de Brasil (MDA), Patrus Ananías, se refirió a la producción de alimentos en la ceremonia de apertura, señaló que “necesitamos cantidad, pero también calidad. Necesitamos alimentos que promuevan eficazmente la salud y la vida, no la enfermedad y la muerte, como lo estamos viendo debido al uso de agrotóxicos y semillas transgénicas”. En la misma línea de argumentación, Maria Emília Pacheco, presidenta del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONSEA), en Brasil, denunció las falsas soluciones promovidas por las grandes empresas del sector agroalimentario. Según su interpretación, “las alternativas ofrecidas por los principales agentes del mercado se basan en el enfoque nutricionista y la medicalización de los alimentos”. Para ella, gracias a la intensa participación social en la construcción de la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional en Brasil, el concepto oficial de la seguridad alimentaria y nutricional incorpora los principios de la soberanía alimentaria y el derecho humano a una alimentación regular y saludable. Al concluir dijo que la Política se vincula directamente con la perspectiva de la agroecología.
Efraín Edmundo Narváez, del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca de Ecuador y representante de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), señaló que el cambio de la constitución en Ecuador ha trazado el camino para que el Estado sea garante del derecho de los individuos y de las colectividades a tener acceso permanente a alimentos seguros y saludables, nutritivos y en cantidad suficiente, de preferencia producidos localmente y en consonancia con los conocimientos y las tradiciones culturales. Según su interpretación, los campesinos son los únicos que pueden garantizar alimentos de estas características en la región.
Concordando con este punto de vista, Yorlis Luna, representante de Vía Campesina de Nicaragua, dijo que para hablar de la soberanía alimentaria tenemos que dar prioridad a la agricultura campesina y a la agroecología. Por otro lado, no se puede hablar de agroecología sin hablar de soberanía alimentaria. Para ella, “la soberanía alimentaria es el horizonte y la agroecología es la estrategia operativa”.
La superación de la pobreza
“Luchamos por cambiar las estructuras de producción con la distribución de la tierra y de la riqueza. No habrá agroecología ni planeta sostenible si algunos tienen mucho y otros no tienen nada”. Con eso Adriana Mezadri, del Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC) y representante brasileña de la Alianza por la Soberanía Alimentaria de América Latina y el Caribe, resumió la relación que la agroecología tiene con el desafío de superar la pobreza.
En representación de la CELAC, el ecuatoriano Efraín Narváez señaló la importancia de crear políticas que permitan que la agroecología sea una herramienta para la erradicación de la pobreza y destacó la enorme contribución que aporta a las pequeñas economías familiares y a la economía de los países. No obstante, “para que estas economías puedan desarrollarse es esencial que la agricultura campesina tenga sus derechos territoriales garantizados”. Esa fue la idea resaltada por Nuri Martínez, representante de Vía Campesina en Colombia, al mencionar la necesidad de una reforma agraria integral y popular. Del mismo modo, el ministro brasileño Patrus Ananías dijo que “es necesario defender el principio de la función social de la propiedad”.
Las cuestiones ambientales y el cambio climático
Los participantes del Seminario fueron unánimes en cuanto a los catastróficos impactos ambientales causados por la agricultura basada en los principios de la Revolución Verde. También resaltaron la contribución de la agroecología a la conservación ambiental, ya que sus prácticas están basadas en los ciclos de la naturaleza y tienen como fundamento el principio del cuidado para la recomposición de los recursos que necesita la producción.
Además, los sistemas agroecológicos contribuyen a hacer frente a los efectos del cambio climático. Clara Nicholls, presidenta de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA, ver recuadro, p. 34), presentó varias evidencias empíricas de que los sistemas agroecológicos son más resistentes a las perturbaciones de origen climático y, aunque hayan sido afectados, muestran mayor resiliencia en comparación con los sistemas convencionales. Por esta razón, los participantes argumentaron que los gobiernos y los organismos multilaterales deben asignar recursos para el desarrollo de la agroecología como parte de las políticas que garantizan la soberanía alimentaria ante el cambio climático. También sostienen que deben crearse las condiciones institucionales para restringir la práctica del monocultivo, el uso de agrotóxicos y la concentración de la tierra, con el fin de propiciar el escalamiento de la producción campesina de base agroecológica en la región (Seminario, 2015).
La participación social en la gestión del desarrollo rural
Ya en su primera recomendación a los Estados y organizaciones multilaterales, la declaración del Seminario apunta a la necesidad de “promover políticas públicas para el fomento de la agroecología y la soberanía alimentaria, definidas, ejecutadas y monitoreadas con la participación activa de los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil, asegurando el presupuesto necesario para su aplicación” (Seminario, 2015). Como destacó la argentina Alicia Alem, del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), las políticas públicas para la agroecología deben considerar a los movimientos sociales como protagonistas.
El estadounidense Peter Rosset, representante de Vía Campesina, resaltó otra dimensión esencial al afirmar que una familia puede cambiar su forma de producir, pero si no se inserta en un proceso de organización, solamente cambia esa familia. En cambio, si es parte de un proceso de construcción con la intencionalidad de un movimiento social, como el “campesino a campesino”, este éxito puede convertirse en un proceso más amplio de transformación social.
La colombiana Nuri Martínez, representante de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC / Vía Campesina), recordó que los movimientos del campo no podrán superar los grandes desafíos por sí mismos y destacó la importancia de la coordinación con los movimientos de las ciudades, la academia y los gobiernos.
La innovación tecnológica y la construcción del conocimiento
Clara Nicholls mencionó que los conocimientos indígenas y campesinos nutren a los agroecosistemas tradicionales que han persistido a través de los siglos y son un punto de partida estratégico para la construcción de la agroecología. Antonio González, de Guatemala, representante de MAELA señaló que la agroecología no es reduccionista o determinista y por lo tanto debe ser desarrollada como ciencia a partir de enfoques creativos, integradores y sensibles a la diversidad de la agricultura. En la práctica, la agroecología es construida en el territorio por los campesinos y los pueblos indígenas (ver recuadro, p. 35).
Eric Holt-Giménez, de la ONG Food First (EUA), dijo como complemento que la historia de la agricultura no industrial está basada en técnicas ancestrales, con gran conocimiento cultural y ambiental. Según su percepción, solo recientemente los científicos han comenzado a darse cuenta de que están tratando con una reserva milenaria de conocimientos que debe ser valorada y desarrollada a través de enfoques metodológicos basados en el diálogo de saberes.
Varias experiencias exitosas en esa dirección realizadas en el continente aportan caminos fecundos para la acción integrada entre las instituciones dedicadas a la investigación, la enseñanza y la extensión, y las organizaciones de agricultores y agricultoras. El movimiento “campesino a campesino”, citado a menudo a lo largo del Seminario, debe su eficacia a los procesos colectivos de construcción y transmisión del conocimiento agroecológico. Para Holt-Giménez, el movimiento camina sobre dos pies: la innovación y la solidaridad, y a dos manos: la producción de alimentos y la protección del medio ambiente. A la luz de estos principios, la declaración del Seminario recomienda fomentar las dinámicas territoriales de innovación social y tecnológica a través de la creación y fortalecimiento de los núcleos interdisciplinarios de agroecología con capacidad de articular los procesos de enseñanza, investigación y aprendizaje. Además aboga por el reconocimiento oficial de los conocimientos ancestrales, tradicionales, el conocimiento local y la identidad cultural como fundamento de la agroecología. Para ello, los institutos públicos de investigación deben respetar y valorar los conocimientos tradicionales promoviendo el diálogo de saberes en sus programas de investigación (Seminario, 2015).
Promover la equidad de género y el protagonismo de la mujer
Representantes del movimiento de mujeres presentes en el Seminario señalaron que el modelo agrícola dominante refuerza los sistemas de poder patriarcal, genera violencia contra las mujeres y rechaza su empoderamiento político y económico, así como el de los jóvenes. Por esto es un modelo incompatible con el objetivo de construcción de sociedades democráticas.
Elizabeth Cardoso (Brasil), en representación de la Marcha Mundial de las Mujeres, señaló que “solo avanzaremos en la construcción de la agroecología si nos enfrentamos al machismo que impera en nuestras instituciones, sean las del Estado o las de la sociedad”. Concluyó afirmando “que sin feminismo no hay agroecología”.
El Seminario recomendó la institucionalización de “políticas específicas que promuevan la organización productiva de las mujeres, apoyando sus iniciativas agroecológicas, su fortalecimiento para superar los obstáculos que enfrentan, como son la sobrecarga de trabajo y la discriminación, y el reconocimiento de su papel en la promoción de la agroecología y la soberanía alimentaria” (Seminario, 2015).
Avances, perspectivas, desafíos
“Necesitamos avanzar en la coordinación de una agenda regional para el fortalecimiento de capacidades para promover la agroecología. Este Seminario fue un éxito y no podemos parar aquí”, evaluó Tito Díaz, secretario de la Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe y coordinador de la Iniciativa Regional de la Agricultura Familiar de la FAO. Al informar que el documento final del Seminario será presentado en la próxima reunión de ministros de agricultura familiar de CELAC, reafirmó el apoyo de la FAO a los países de la región en la construcción de una agenda concreta para la inserción de la perspectiva agroecológica en sus políticas públicas.
Expectativas en el mismo sentido fueron expresadas por los participantes en la declaración final del Seminario. El documento recomienda la inclusión de la agroecología como punto permanente en la agenda del Grupo de Trabajo sobre la agricultura familiar y el desarrollo rural de la CELAC, y con esta inclusión, el aumento de la participación en este grupo de los movimientos sociales, la sociedad civil organizada y la academia. También propone la creación de un grupo de trabajo específico en la Reunión Especializada de la Agricultura Familiar de Mercosur (REAF) sobre agroecología, y un programa de intercambio de agroecología y semillas de la familia del Grupo de Trabajo (Seminario, 2015).
Para que la agenda política propuesta en el documento final del Seminario tenga un avance, los participantes instaron a la
FAO a continuar y profundizar el debate sobre los procesos de institucionalización de la perspectiva agroecológica en las políticas públicas y los marcos legales de los países de la región. Para ello, sugiere que esta agenda sea incorporada como prioridad en la Conferencia Regional de la FAO, que se celebrará en 2016.
En consonancia con la Declaración del Foro Internacional de Agroecología (Foro, 2015), un evento que reunió a representantes de los movimientos sociales de todos los continentes, en febrero de 2015, en Nyéléni, Mali, los representantes de la sociedad civil presentes reiteraron su defensa de la agroecología como un enfoque para la promoción de cambios estructurales en los sistemas agroalimentarios. Con esto, expresaron su rechazo a todo intento de reducir la propuesta agroecológica a un conjunto de tecnologías diseñadas para suavizar los impactos ambientales negativos de la agricultura industrial. En este sentido, afirman que las nociones de “agricultura climáticamente inteligente” y de “intensificación sostenible” que entran en boga en los debates internacionales, no pueden ser confundidas con la propuesta agroecológica. Afirman que la agroecología no debe ser reducida a una propuesta de organizar un nicho de mercado para productos orgánicos en beneficio de unos pocos productores y consumidores. La agroecología solamente cumplirá su función como enfoque orientador de cambios en las sociedades actuales y de sus relaciones con la naturaleza, si se emplea al servicio del fortalecimiento de la agricultura familiar campesina, los pueblos y las comunidades tradicionales y los pueblos indígenas.
Paulo Petersen
Coordinador-Ejecutivo de AS-PTA y Miembro de la Junta Directiva de ABA-Agroecologia (Brasil)
paulo@aspta.org.br
Flavia Londres
Secretaria Ejecutiva de Articulación Nacional de Agroecología (Brasil)
Referencias
FAO. Simposio Internacional de Agroecología para la Seguridad Alimentaria y Nutrición. http://www.fao.org/about/meetings/afns/es/ [consultado el 09/10/2015].
FAO. Agriculture Must Change. http://www.fao.org/news/story/en/item/278192/icode/ [consultado el 25/10/2015].
Foro Internacional de Agroecología. Declaración. Nyéléni, 2015.
Gliessman, S., 2000. Agroecologia: processos ecológicos na agricultura sustentável. Porto Alegre, UFRGS.
Ploeg, J. D. van der, 2008. Camponeses e impérios alimentares; lutas por autonomia e sustentabilidade na era da globalização. Porto Alegre, UFRGS.
Ploeg, J. D. van der., 2014. Dez Qualidades da Agricultura Familiar. Rio de Janeiro, AS-PTA.
Seminario Regional sobre Agroecología en América Latina y el Caribe, 2015. Recomendaciones finales. Brasilia, FAO/MDA.
Silva, J.G., 2014. Forewords. En: FAO, Deep Roots. Roma. El Seminario Regional sobre Agroecología en América Latina y el Caribe fue promovido por la FAO en conjunto con el MDA de Brasil, en el ámbito del Plan de Acción de Agricultura Familiar de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Reunión Especializada de la Agricultura Familiar de Mercosur (REAF). Contó con la colaboración de la Alianza por
la Soberania Alimentaria de América Latina y el Caribe y de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA).