Eduardo Zegarra
LEISA: ¿Cómo se puede describir la evolución de las relaciones entre lo urbano y lo rural en América Latina?
Eduardo Zegarra: Pienso que en el último siglo, en América Latina la relación entre lo urbano y lo rural ha sido muy desfavorable para lo rural. Y creo que ese es un rasgo central del capitalismo industrial. Lo urbano tiene enormes ventajas económicas en un sistema capitalista, en comparación con lo rural. Cualquier actividad en un sector urbano tiene mucho más facilidades logísticas, de crédito, de movilización, de marketing, de mercado. Entonces, por definición son dos ámbitos que tienen asimetrías muy fuertes. Por lo tanto, si dejamos que esto lo dirija solo el mercado, la tendencia más clara es que lo rural va a estar deprimido, y lo urbano va a crecer mucho más rápido y va a atraer los recursos más valiosos de la sociedad. Por eso es que los jóvenes se van de las zonas rurales, porque ahí no ven oportunidades. En ese contexto, el tema de la comercialización es aún más dramático porque con esta profunda debilidad de lo rural, los canales de comercialización tienden otra vez a favorecer mucho más lo urbano que lo rural. Los comerciantes, toda la cadena de intermediarios, terminan llevándose la mayor parte del precio del producto agroalimentario. Y eso es natural en un sistema capitalista, así funciona.
LEISA: Hay investigadores que sostienen que con el aumento de la interrelación urbano-rural han aumentado significativamente los ingresos rurales.
EZ: Desde el punto de vista económico, uno podría decir que la tendencia es ir a una mayor articulación. De alguna forma, el avance en la infraestructura de carreteras, de comunicaciones, la transición demográfica, la menor tasa de fertilidad y natalidad en las mujeres rurales, están llevando a tener un sector rural que está en mayor capacidad de llegar a mercados urbanos. Entonces, si se compara con la situación de hace cincuenta años, obviamente al mirar el largo plazo, hay más relación. El problema es que la relación es profundamente asimétrica y desventajosa. Entonces no termina de generar los impactos y los incentivos adecuados para que el campo se recapitalice, genere dinámica y retenga población valiosa. Para mí lo más grave de la depresión rural es que expulsa a los jóvenes y descapitaliza al sector de productores rurales y lo hace inviable. Mientras podemos decir que ha aumentado la relación urbano-rural, también han aumentado las asimetrías y las desventajas para los pobladores rurales y eso es una fuente de problemas bastante complicados, especialmente en países con población rural grande como los de América Latina. Estas condiciones estructurales no se resuelven con el libre mercado sino que, más bien, el libre mercado agudiza la situación. Esa es una fuente de inestabilidad y de grandes problemas sociales. Pero más grave que eso es que las potencialidades que tiene lo rural no las aprovechamos. Lo rural tiene mucho que darle a la sociedad, una alimentación más saludable que la que ofrece la dieta industrializada, un manejo ambiental más favorable y una variedad y diversidad que no está en capacidad de ofrecer la agricultura ultra industrializada.
LEISA: Para la seguridad alimentaria de la población urbana, ¿cuál es el grado de importancia de la producción agrícola en las zonas rurales cercanas a las ciudades?
EZ: Primero quisiera hablar de los cambios que se están dando en los patrones de consumo porque eso es lo que marca un poco la pauta. Creo que en Latinoamérica podemos distinguir algunos países que han entrado mucho más fuerte a la dieta de alta industrialización, como México, Brasil, Chile y Argentina. Países que han adoptado con mucha más fuerza la dieta de productos de alto procesamiento industrial, alto contenido de azúcar y de insumos ultra procesados. Y justamente esos países están teniendo serios problemas de salud pública: obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares.
Ese patrón de consumo ultra industrializado ha sido en parte importado de los Estados Unidos, que tiene mucha influencia en la industria alimentaria. Luego diría que hay países que, aunque siguen una tendencia similar, han mantenido una dieta que todavía se apoya mucho más en la alimentación natural, en la producción de la agricultura familiar, de la pequeña agricultura. Creo que eso tiene algunas ventajas, pero también hay que ver que la tendencia es ir hacia la dieta de industrialización. En ese contexto, yo creo que todavía tenemos un espacio muy importante para fortalecer y ampliar el rol de la agricultura familiar y de las alternativas naturales, ecológicas. No solo para exportar, sino para mejorar la alimentación interna de la población.
LEISA: ¿Cómo reacciona el consumidor ante estas tendencias en el consumo de alimentos?
EZ: El consumidor tiene poca información, porque la alimentación es un proceso muy complejo y porque le ha dicho la industria que si él tiene obesidad, es su culpa. La industria no asume la culpa de lo gravísimo que ha pasado, por ejemplo, de que ya tengamos bebés obesos. No es un tema solo de responsabilidad de las personas. La industria ha montado un modelo de negocio de penetración en los hogares, de penetración en el consumo de la gente, sumamente poderoso y no deja que nadie lo toque, que está generando gravísimos problemas de salud. Entonces el consumidor no tiene ninguna soberanía, puesto que está sometido a enormes presiones publicitarias; los padres no tienen tiempo para que sus hijos se eduquen adecuadamente y la escuela no educa en estos temas. Así nuestros consumidores están inermes, no tienen información, no tienen las capacidades, no tienen mecanismos para enfrentar algo tan poderoso como la industria de alimentos. Al mismo tiempo, la clase media empieza a darse cuenta de los graves problemas de salud de la dieta hiper industrializada. Y de que la oferta orgánica, natural, la producción ecológica, tiene enormes ventajas alimenticias y de salud. Y eso es un proceso. Ahí hay que trabajar en más información.
LEISA: ¿Qué rol puede jugar la organización de los agricultores familiares?
EZ: Evidentemente parte de la desventaja que enfrenta lo rural, los agricultores, es la fragmentación, la pequeña escala y los grandes costos de transporte. Además su producción es estacional, perecible. Lo que les puede dar posibilidades es organizarse, asociarse y competir, eso les daría mayor capacidad de colocar sus productos. Y también certificar y hablar de origen. En los países desarrollados los certificados de origen les dan poder a los productores agropecuarios. Por otro lado, en muchos países de América Latina la representación de lo rural en la política es casi nula. Generalmente lo rural ha sido captado por ideologías clientelistas o extremistas. Así, lo rural no está representado políticamente. Lo rural necesita de la ciudad pero sería mejor tener ciudades intermedias, porque generan un nivel de demanda adecuado para los agricultores de su entorno y los costos de transporte no son tan brutales como cuando se trae todo a las grandes ciudades o cuando se exporta. Entonces, un buen sistema de ciudades intermedias es una manera de enfrentar el desafío de lo rural.
LEISA: En el caso peruano existen varias experiencias de ferias ecológicas, pero quienes acceden a esos productos saludables, con precios altos, son personas de mayores recursos, mientras la población de menores recursos come pruductos de bajo precio que no son certificados como orgánicos o ecológicos.
EZ: Hay que buscar formas más creativas de llegar a la gente en los sectores populares. No se trata solo de que vayan a comprar a la feria orgánica, sino que la gente sepa distinguir y apreciar por qué lo natural, lo no procesado, la va a alimentar mejor. Además, dada la pobreza de nuestros agricultores, la mayoría de lo que producen es prácticamente orgánico porque no tienen dinero para comprar agroquímicos. Entonces lo que tiene que aprender la persona que cocina, es la capacidad nutricional, la riqueza, la diversidad de los alimentos y encontrar los lugares donde puede adquirirlos. Uno de los problemas más graves que han tenido los países industrializados es que la gente dejó de cocinar, con lo cual perdió totalmente el control de su alimentación. Y ha delegado ese control de la alimentación a la industria. Esa es una falla gravísima. En América Latina todavía la gente cocina, las mujeres cocinan, las abuelas cocinan, aunque cada vez menos. Y hay que trabajar sobre esa base.
LEISA: ¿Cómo se podrían revertir los efectos de la relación urbano-rural en favor de los productores rurales desde las políticas públicas?
EZ: Es una cuestión de decisión para revertir políticas nefastas que hemos tenido por muchos años, no solo del modelo neoliberal, también de los modelos basados en la industrialización o en las exportaciones. Son muchos años de descapitalizar a las zonas rurales y eso se ha exacerbado con la globalización, la liberalización extrema de la economía, los tratados de libre comercio, el abandono de toda especie de soberanía para enfrentar los problemas. Y esas son situaciones parecidas en nuestros países. En donde he podido conocer, los países de la región enfrentan dilemas similares: poblaciones rurales grandes, abandonadas, reciben algunas dádivas de la política económica, como programas sociales asistencialistas, pero realmente sin entender al poblador rural como un agente económico y político pleno. Aún estamos lejos. Tendríamos que repensar esa relación y la ciudad tiene, en mi opinión, que subsidiar a lo rural, transferir recursos, porque si eso se deja al libre mercado, esos recursos nunca van a ir al sector rural. Si aceptamos el sistema tal y como está, lo rural va a ser siempre algo marginal. Son generaciones enteras que pueden ser sacrificadas y a las cuales no les ofrecemos nada.
Eduardo ZegarraEconomista, investigador principal en el Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), Lima, Perú.
ezegarra@grade.org.pe