septiembre 2014, Volumen 30, Número 3
El paisaje y la agricultura familiar campesina

Gestión del paisaje y el agua en los Andes

TEOBALDO PINZÁS | Página 24-25
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Entrevista con Andrés Alencastre, director ejecutivo de la Asociación Agua en Cuencas (AGUA-C)

En Las Amunas de Sansari, a 4.400 msnm, se van congregando los comuneros que participarán en la ceremonia de las amunas. Víctor Mallqui¿Cómo se puede entender el tema de la gestión social del agua y el paisaje en los Andes?

Hay tres temas que mencionar para centrar el tema. Uno es el concepto de territorio que desde nuestro entender, tiene que ver con la relación de la sociedad y la naturaleza a partir de un momento de la evolución de la sociedad humana. Por tanto el territorio es una construcción social. El otro tema es el ciclo del agua. El Perú es un país definido por las características de su ubicación en América Latina, con la influencia de la corriente de Humboldt, la cordillera de los Andes y la amazonía, de cuya interacción resultan una costa desértica, valles interandinos y una vertiente oriental. En ese escenario funciona un conjunto de ecosistemas donde la megadiversidad biológica es lo característico. Allí se han desarrollado las sociedades andinas –y este es el tercer concepto– que han entendido la dinámica de la estacionalidad, la climatología, la verticalidad de la montaña, la megadiversidad biológica, para poder incorporar todo ello en un aprovechamiento sostenible.

Han entendido su entorno en tanto que ecosistema…

Diferentes ecosistemas de acuerdo a la región o la altitud… Ello significa entender que los ecosistemas no son manchas planas que están alrededor, sino más bien franjas dentro de las cuencas. Entender que la cuenca también es un ecosistema de ecosistemas altitudinales. Las respuestas que se han dado para la costa, la vertiente occidental, son distintas a las del valle interandino o la vertiente oriental. Y en todo momento se ha tratado de organizar a la sociedad para vivir en esas condiciones de ladera, de pendiente. Por lo tanto, entonces, el concepto es el paisaje vertical. Es decir, todo su mundo estaba absolutamente centrado en manejar la adecuación de los espacios tan escasos en términos planos para la agricultura y tenían que construir el espacio plano en la ladera. Por lo tanto, la localización de los pueblos, de las unidades urbanas, su articulación con el conjunto de tecnologías sociales para la gestión de la agricultura y del agua y la organización de los espacios deliberadamente dejados como las pasturas y los bosques, formaban una composición que enriquecía la oferta natural, porque exacerbaban la combinación de ecosistemas.

¿Cómo se manejaba esta diversidad de ecosistemas?

Si ya la naturaleza en las condiciones de la montaña daba vida a una diversidad de ecosistemas, la sociedad humana exacerbaba deliberadamente la coexistencia de especies y comunidades de especies en altitudes y latitudes en las que naturalmente no hubieran podido coexistir. Así se tiene la chacra, el ayllu, la llaqta, que eran las jerarquías de ocupación del espacio y construcción de territorio. La chacra era de la unidad familiar; en ella había una composición de una variedad de especies domesticadas, tanto de fauna como de flora. En toda acción de las sociedades andinas, producto de esta búsqueda de equilibrios y armonías, el paisaje fluía como una construcción natural. Por ejemplo Machu Picchu, absolutamente adosado a la pendiente y en todas sus escalas y no algo extraño construido dentro de la montaña, sino más bien embelleciendo a la propia montaña y la composición de todas las montañas que están en su entorno, era una manera muy normal de hacer las cosas. Ante esto cabe señalar que, como se vio en el Segundo Congreso Internacional de Terrazas, realizado en Cusco entre el 19 y el 22 de mayo de este año, el estudio de los andenes andinos se ha centrado en los aspectos físico-constructivos sin prestar la misma atención a la cultura, la cosmología, la religiosidad, todos aquellos aspectos culturales que sustentan la construcción y el uso de los andenes.

Tú has estudiado en profundidad prácticas ancestrales de manejo de la precipitación. En el caso de las amunas, ¿algo tan interesante y tan bueno tiene posibilidades de sobrevivir en la situación actual, al igual que otras prácticas de manejo del agua de las precipitaciones?

La fiesta ya es completa y con las herramientas y en plena lluvia se continuará la faena de la limpia de las acequias amunadoras. Víctor MallquiTodas las tienen. Lo que pasa es que los organismos que tienen esta responsabilidad tuitiva de mantener el patrimonio cultural, con contenidos de paisaje, contenidos densos de historia acumulados allí, no lo están haciendo. Tienen una proclividad a la tecnología moderna, a la inversión en grandes proyectos, a la fracturación de los espacios mediante reservorios de altura e irrigación en la parte baja, desarticulación con los espacios del entorno, etcétera. Una demostración de en qué consiste esa articulación, son las amunas. Las amunas son una infiltración artificial deliberada del agua de lluvias de un gran espacio, en sitios de la montaña donde hay alta permeabilidad. Esto se hace a 4.600 metros sobre el nivel del mar, para que luego de los meses de transporte del agua dentro de la montaña, en el acuífero, afloren los puquiales, manantiales u ojos de aguas en las quebradas que están un kilómetro, kilómetro y medio o dos debajo de esta cota. La infiltración por supuesto que es muchísimo mayor que el afloramiento, pero en Tupicocha, que es el sitio en que hemos estudiado siete amunas de las 22 que existen en toda esa región de Huarochiri, están relacionadas con un conjunto de manantiales que en general aportan, al final, cuando ya han terminado su aprovechamiento, de 500.000 a 800.000 metros cúbicos, lo cual significaría una caudal de permanente atención para esa época. De esa manera se ha articulado una zona de carga del acuífero para una zona de alimentación. Pero las amunas no son solamente infraestructura, son toda una organización, toda una jerarquía y una ritualidad que tendrían que ser entendidas en cada lugar e intercambiadas para que funcionen porque la repetición y continuidad son lo que ha permitido que se mantenga esta tecnología social. Al otro lado, sus respuestas no son las amunas, son las terrazas, que recogen la infiltración de sus superficies planas, que las mantienen como pasturas, pero el principio es entender el ciclo hidrológico del agua en el lugar para aprovecharlo al máximo. Las amunas conviven con los reservorios, que no tienen más de 20 años de construidos, y con un largo canal de irrigación que es producto de acuerdos intercomunales extradistritales de varias comunidades que mantienen una composición del manejo del agua de lluvias. No hay pozos para todos, hay reservorios individuales, reservorios comunales, reservorios prediales, de las parcialidades, etcétera. Hay una jerarquía de manejo.

Sería importante que se puedan articular, para conectar los sobrantes de agua de una zona…

Todo se articula. Los reservorios son llenados en la época de abundancia por el canal de Huillcapampa, a 50 kilómetros de distancia. Las amunas riegan donde el sistema de riego del canal del Huillcapampa y de los reservorios que se han construido no lo están haciendo. No dependen de un solo sistema sino de varias tecnologías y varias superficies asociadas, pero todas relacionadas con las familias que están en esos pisos y en esos ámbitos de influencia del sistema. Actualmente están trabajando en la forestación y el levantamiento y mejoramiento de sus terrazas. A todo eso se le llama afianzamiento hídrico integral, producto del entendimiento de la dinámica del territorio, del ciclo del agua y de la cuenca. Porque todo eso está escurriendo de la pendiente. Y cuando uno habla de cuenca en los Andes, está hablando de pendientes. Una pendiente central y unas pendientes laterales. Entonces, necesitamos tener una política que recoja todas las lecciones de la investigación de terrazas, de andenes, de galerías, de amunas en la parte alta y en las zonas de inundación.

Una pregunta final: las modalidades amamanteos y socollos, ¿en qué consisten?

En los dos casos son maneras de alimentar el acuífero de la montaña para poder utilizarlo más abajo. En un caso son retenciones deliberadas de las escorrentías para que allí se acumule y filtre; ese es el amamanteo, que se hace en Huamantanga, en la provincia de Canta. Y en las alturas de Andamarca, Ayacucho, hay depresiones donde se acumula el agua –en los llamados “espejos”– y las comunidades las cierran para que no se desembalsen naturalmente en las épocas de lluvias porque han verificado que están conectadas con la vertiente de las venas de la tierra hacia determinados sitios de afloramiento, lugares donde hacen las chacras. Entonces se tienen nombres distintos y muchísimas respuestas para el manejo del agua de la precipitación y para eventos largos. Un último elemento es el actual modelo de organización para la gestión, que no sirve para los desafíos de una estructuración mayor de la vinculación, de la articulación de los espacios y las organizaciones. Nuestro patrón es sectorial, fragmentado, disperso e inconexo. Cada uno se relaciona con su ascendiente –ministerio, municipalidad, región, empresa– de manera unilateral, sectorial y fragmentada. El Consejo de Cuenca que implementan las autoridades debería tener mayor apertura, ser un nuevo modelo de organización para la toma de decisiones y la inversión, tanto pública como privada y comunal. Esa sería una respuesta para poder articular el  conocimiento localizado que da paisaje, sostenibilidad, seguridad y prevención en las cuencas. En un país de montañas, las cuencas señalan cómo debe ser la organización para su manejo.

Entrevista por Teobaldo Pinzás

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