Buscamos entender qué queremos decir con “cambio” y, sobre todo, a qué o a quiénes nos referimos como los sujetos y objetos que han de cambiar para que el desarrollo rural no sea solamente un enunciado y se concrete en una realidad dinámica asumida por todos los actores de la vida social, política y económica de las zonas rurales de nuestros países.
El reconocimiento de la importancia de la función que cumple la educación en el desarrollo rural es cada vez mayor y existen importantes iniciativas de implementación de modelos educativos alternativos de comprobada eficiencia en el fortalecimiento de la capacidad de los agricultores para analizar el estado de sus propias fincas en el contexto de sus agroecosistemas y del ecosistema mayor, así como identificar sus propias posibilidades para elevar su productividad y la calidad de vida de su familia y de la comunidad, y las carencias y prácticas erróneas que han de cambiar para lograrlo.
Principalmente mencionamos las experiencias de los programas “Escuelas de Campo de Agricultores” y “De Campesino a Campesino”, que ponen énfasis en la educación, no como una mera transmisión de conocimiento e información para sujetos pasivos sino, por el contrario, como un actuar interactivo entre los protagonistas ‘externos’ –portadores del conocimiento académico– y los ‘internos’ –agricultores depositarios y generadores del conocimiento local– principalmente a través del diálogo de saberes. Esto es de gran importancia cuando los actores, internos y externos, tienen historias y trayectorias culturales diferentes.
Pero estos avances educativos, aún no suficientemente difundidos entre los programas de generación de capacidades y habilidades para los agricultores, al transgredir el clásico modelo top-down de la “extensión rural” tienen que afrontar muchas barreras que aún limitan su expansión, y una de las principales es la educación universitaria, donde no se reconoce todavía el saber campesino a pesar de las múltiples evidencias de su valor para la sostenibilidad de la producción agrícola aún en condiciones adversas. Sin embargo, pensamos que está en marcha un cambio de “paradigma” –término usado por Víctor Manuel Toledo en su conferencia del curso internacional “Agroecología, Resiliencia y Seguridad Alimentaria” previo al IV Congreso SOCLA, 2013 (youtube.com/leisaal), para referirse al modelo de educación e investigación prevaleciente en la mayoría de las universidades, como se demuestra en varios artículos sobre las experiencias de programas y proyectos universitarios en países de América Latina y otros sitios del mundo (Texeira y otros, p. 5; Villacorta, p. 8; Landini y otra, p. 12; Amikuzuno, p. 15; Altieri y otra, p. 17).
Estos cambios de modelo educativo no se circunscriben a la educación superior universitaria sino que, vinculadas a las perspectivas de realización social y económica de los actuales jóvenes y niños de las familias campesinas agricultoras, existen iniciativas de educación rural con larga experiencia de éxito en varios países de la región, tanto a nivel técnico (Rodríguez y otro, p. 24) como de educación básica escolar, donde la enseñanza y participación no se limita a los alumnos sino que toda la comunidad educativa está involucrada: docentes, padres de familia y aun vecinos de la localidad como consumidores de los productos agroecológicos cultivados o procesados en la escuela (García y otra, p. 21).
En este número existen también opiniones que van más allá del concepto de educación como “fortalecimiento de capacidades”. Los autores son críticos de su propio quehacer como profesionales del desarrollo y anuncian un cambio drástico en su visión y en su praxis al optar por ser ellos mismos agricultores familiares; dejan de ser profesionales abstractos y se someten a los riesgos de vivir de la agricultura y la enseñanza, compartiendo en la misma finca su conocimiento con sus vecinos, también agricultores o consumidores interesados por la producción agroecológica.
La educación en las escuelas rurales ha sido con frecuencia motivadora del desarraigo de las jóvenes generaciones con su propia cultura y su medio natural y ha incrementado la enorme brecha entre la urbe y el campo. Las iniciativas que publicamos en este número son ejemplos de una educación para el cambio que puede contribuir a la sostenibilidad de la producción basada en la agroecología, permitiendo a las familias agricultoras enfrentar los grandes retos de hoy, como son la seguridad alimentaria, el acceso al mercado con productos de calidad, el cambio climático, la conservación y defensa de sus recursos naturales y de sus territorios.