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La inversión transnacional en tierras, o lo que los activistas llaman “acaparamiento global de tierras”, ocupa los titulares de prensa en todo el mundo. Si bien la atención se ha centrado en los fondos de inversión libre, los fondos soberanos de inversión y las adquisiciones foráneas de vastas porciones de tierra en África y Asia, la investigación reciente está descubriendo un patrón más amplio.

Al aumentar el valor de la tierra, la propiedad se concentra incluso en donde se han registrado pocos casos de acaparamiento. Los negocios de tierras guiados por la expansión de capitales nacionales e internacionales se dan en zonas caracterizadas por la inequidad, el racismo y el conflicto. Con frecuencia en manos de élites locales, estos negocios son de especulación inmobiliaria, minería, producción de agrocombustibles, explotación forestal industrial y producción de “cultivos flexibles”. Los modos de operación del despojo son más profundos y amplios, y tienen mayor potencial de devastación para las comunidades marginadas.

Las repuestas al acaparamiento de tierras –hasta ahora documentos académicos, reportajes en los medios, movimientos locales de resistencia y campañas globales para la transparencia y los códigos de conducta e inversión responsable en agricultura– han ayudado a llamar la atención pública sobre este problema. Mientras los hechos de acaparamiento se extienden alrededor del mundo, queda claro que emitir regulaciones y escribir acerca de ello es insuficiente: el acaparamiento de tierras debe ser detenido. El reto está en lograr que las comunidades se movilicen por sus derechos a la tierra y el territorio antes de que comiencen a ser asediadas por los especuladores, los fondos de inversión libre o las industrias extractivas. Esto requiere una estrategia proactiva que vaya más allá de las simples reacciones como respuesta al acaparamiento de tierras, y que avance activamente con proyectos alternativos y alianzas para el uso y la propiedad de la tierra que protejan a las comunidades vulnerables. Se requiere también la vigilancia del conjunto de elementos políticos, legales y de infraestructura que suelen preceder al acaparamiento de tierras, de modo que las comunidades puedan prepararse para resistir.

Para revertir las tendencias de acaparamiento se necesita una respuesta fuerte e integral de las comunidades afectadas, la sociedad civil y los movimientos sociales; esto es, la construcción de un movimiento global-local proactivo basado en el derecho de las comunidades y los pueblos a modos de vida sostenibles con base en el territorio; a su derecho democrático de expresarse sobre cómo debe ser utilizada la tierra en la que viven, y a su derecho a obtener una parte equitativa de los beneficios sociales, ambientales y económicos de la tierra. En suma, se requiere un movimiento amplio y sólido por la soberanía territorial que, al igual que la soberanía alimentaria, agrupe las demandas de movimientos sociales del Sur y el Norte, urbanos y rurales.

El acaparamiento de tierras debilita los esfuerzos de los proyectos de seguridad alimentaria y de agricultura sostenible. Las organizaciones de agricultores, los movimientos sociales y las ONG de desarrollo necesitan encontrar un “terreno común” para proteger a los agricultores campesinos, familiares y urbanos; a los habitantes de los bosques y a las comunidades indígenas, de la devastación causada por el despojo de sus tierras.

Eric Holt-Gimenez
Director ejecutivo de Food First / Institute for Food and
Development Policy.
Correo-e: eholtgim@foodfirst.org

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