junio 2012, Volumen 28, Número 2
del campo del agricultor a Rio+20

Entrevista: Manuel Gonzalez de Molina Navarro

PAULO PETERSEN | Página 22-23
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Manuel González de Molina Navarro es doctor en historia y catedrático de de historia contemporánea en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), donde dirige el Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas y donde desarrollan su investigación historiadores, ecólogos, economistas y agrónomos con una orientación transdisciplinar.

 

Junto con Víctor Manuel Toledo, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó recientemente la obra Metabolismos, naturaleza e historia: Hacia una teoría de las transformaciones socioecológicas (Barcelona, Icaria, 2011), donde presenta el enfoque del metabolismo social como una herramienta potente para el análisis de la relación entre el ser humano y la naturaleza.

En esta entrevista el autor presenta los potenciales del uso de la perspectiva conceptual y metodológica del metabolismo social para el desarrollo de sistemas agroalimentarios más sostenibles.

Los estudios sobre metabolismo social han ganado terreno en la última década. ¿Qué nuevas aportaciones conceptuales y metodológicas suponen?¿En qué pueden ser útiles para el diseño de sociedades más sustentables?

La propuesta teórica y metodológica del metabolismo social viene a llenar un hueco importante. Hacía falta una herramienta conceptual que fuera común a las distintas disciplinas que tienen por objeto el estudio del medio ambiente. Del mismo modo que han surgido “disciplinas híbridas” del maridaje entre distintas ciencias, como por ejemplo la agroecología, la propuesta del metabolismo social constituye una teoría también híbrida entre ciencias sociales y naturales, entre ecología, economía, historia, sociología, termodinámica, etc. La transdisciplinariedad exige, por economía cognitiva, instrumentos conceptuales comunes que permitan abordar la complejidad de las interacciones entre la sociedad y la naturaleza y faciliten el entendimiento entre los distintos especialistas.

¿Como el análisis del metabolismo agrario puede ser útil para orientar el rediseño de los sistemas agroalimentarios?

La aplicación de la propuesta del metabolismo social a los agroecosistemas ha dado lugar a un “metabolismo agrario” que constituye una herramienta sumamente útil para el estudio de la sostenibilidad agraria. Con ella se consigue integrar no solo los aspectos ambientales o agronómicos sino también los económicos y sociales, es decir, los arreglos institucionales que facilitan u obstaculizan el logro de la sostenibilidad. El enfoque metabólico de la actividad agraria permite además, distinguir las diversas escalas (cultivo, finca, local, nacional o global) en las que conviene actuar para conseguir que ese objetivo se mantenga en el tiempo y sobre todo que adquiera una dimensión lo suficientemente relevante como para contrarrestar la crisis ambiental en el campo.

Por ejemplo, en España hemos aplicado este enfoque al sistema agroalimentario (véase el no. 10 de la Revista de Economía Crítica: http://revistaeconomiacritica. org/) y los datos son concluyentes: la agricultura solo es responsable de un tercio de la energía primaria que se emplea en la alimentación de los españoles. Los dos tercios restantes corresponden a los gastos de transporte, procesado, conservación y cocinado que exige una cadena alimentaria con enormes distancias entre productor y consumidor. Incluso, dentro de la agricultura, la producción de nitrógeno sintético, la utilización de piensos concentrados cuyas materias primas provienen de muy lejos y el consumo de combustibles suponen casi el 90% del consumo energético.

El estudio ha puesto de manifiesto tres cosas muy importantes para el diseño de un sistema agroalimentario sostenible: en primer lugar, que la manera en que los españoles nos alimentamos es muy costosa en términos ambientales y que está por encima de nuestros recursos, de tal manera que el primer objetivo de una propuesta alternativa debe ser el de reducir drásticamente la cantidad de energía consumida. En segundo lugar, que la insostenibilidad no está solo en la producción de alimentos sino también en nuestras pautas de consumo, que exigen la inversión de ingentes cantidades de energía y materiales. Y en tercer lugar, que no basta con sustituir los insumos químicos por orgánicos para elevar la sostenibilidad del sistema; es necesario un manejo agroecológico que cierre los ciclos y use fuentes de energía local y renovable si se quiere reducir sustancialmente el coste energético de la alimentación de los españoles.

Desde el punto de vista del enfoque del metabolismo socioecológico, que análisis hace sobre la noción de economía verde tal como viene siendo propuesta en la Conferencia Rio+20.

Muchos organismos internacionales están promocionado la llamada economía verde como un intento de dar respuesta a las crecientes demandas sociales de una economía más sostenible. Incluso algunos estados y grandes corporaciones han visto en esta “nueva economía” una gran oportunidad de negocio. Sin embargo, la implantación de este tipo de economía no va resolver la crisis ecológica. Esta economía llamada verde se asienta en la sustitución a través del mercado de tecnologías sucias por otras limpias sin realizar cambios socioeconómicos profundos.

Detrás de ello subsiste la idea de que la crisis será superada mediante sucesivos aumentos de la eficiencia en el uso de la energía y de los materiales, estimulados por los precios relativos y el funcionamiento autorregulado de los mercados. No está claro, sin embargo, que ello suponga una disminución del ya de por sí elevado consumo de recursos naturales, especialmente en los países ricos. Es más, Jevons nos advirtió ya en el siglo XIX que sucesivas ganancias en eficiencia en el uso de un recurso podían redundar paradójicamente en un consumo mayor del mismo. Sin un cambio social que instaure un nuevo modelo económico no habrá sostenibilidad.

Esto lo tiene claro la agroecología, que ha apostado siempre por una concepción fuerte de la sostenibilidad, no solo tomando en cuenta soluciones agronómicas, es decir tecnológicas, sino también socioeconómicas y políticas. Es más, sin ese cambio no habrá tampoco garantía de que la innovación tecnológica vaya por el camino adecuado. Por ejemplo, las dificultades para llegar a un acuerdo que limite la emisión de gases de efecto invernadero y mitigue el cambio climático no es sólo un problema de voluntad política de los gobiernos, es también un problema de las reglas del juego.

Los agentes económicos carecen de las regulaciones y de los incentivos que puedan hacer viables las alternativas tecnológicas sostenibles. Sin un marco institucional que fomente los canales cortos de distribución de alimentos, por ejemplo, será imposible un sistema agroalimentario sostenible. La manera en que están regulados actualmente los mercados alimentarios favorece claramente canales largos y una relación poco equitativa entre agricultores y distribuidores de alimentos.

¿Cómo puede esta perspectiva analítica apoyar el desarrollo de arreglos institucionales favorables a la transición agroecológica de los sistemas agroalimentarios?

La propuesta metabólica es también una magnífica herramienta política. Al mostrar los puntos críticos del sistema agroalimentario señala a los movimientos sociales los principales objetivos de la acción y a los gobiernos la orientación de las políticas públicas. De hecho, el enfoque teórico y metodológico del metabolismo social, al integrar los aspectos físicobiológicos con los sociales y económicos se convierte en una base idónea para dotar del necesario enfoque político a la agroecología.

Para que un diseño institucional sea favorable a la sostenibilidad alimentaria debe asentarse en un análisis lo más riguroso posible de la realidad y el enfoque metabólico lo hace posible. Mientras la “huella ecológica” es un instrumento pedagógico que calcula, por ejemplo, el impacto virtual del sistema agroalimentario en términos ecológicos, la metodología metabólica es una potente herramienta que ayuda a describir en términos físicos todos los procesos que tienen lugar desde la finca del productor hasta la mesa del consumidor final.

Ello permite identificar dónde se encuentran los focos de insostenibilidad del sistema agroalimentario y cuáles son los agentes económicos que se benefician de su configuración actual. Así, se pueden diseñar con rigor y eficacia políticas públicas que avancen por el camino de la sostenibilidad.

Entrevista: Paulo Petersen

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