¿Podría resumirnos brevemente las ideas centrales de su presentación del día de ayer?
EG:
Lo que hemos discutido en estas jornadas con los productores ecológicos latinoamericanos es la inminencia del cambio climático global. Un proceso que está en marcha y que va a afectar el régimen de temperaturas y de precipitaciones y, por lo tanto, van a haber grandes cambios, a escala planetaria, en la producción agropecuaria. Consecuentemente ocurrirán cambios también dentro de América Latina. Hay varios modelos de análisis y prospectiva que indican que, por ejemplo, en algunas zonas del continente, como la cuenca del Plata, habría un aumento en las precipitaciones medias mientras que en otras zonas, como los Andes centrales o la costa del Caribe, se espera una reducción en las precipitaciones. También tendremos un incremento de los extremos de temperatura, con mayores heladas y más días con heladas, y también con una mayor frecuencia de ondas de calor. Así, se va presentando un escenario de alta incertidumbre y alta variabilidad climática. Por lo tanto, la producción va a estar muy afectada.
LEISA:
¿Los productores ecológicos se verán igualmente afectados por el cambio climático?
EG:
En este contexto de alta variabilidad de las condiciones climáticas la agroecología es una de las mejores alternativas para enfrentar el riesgo. ¿Por qué? Porque aprovecha el saber local, el saber tradicional con mejores tecnologías, por ejemplo, para la captación y el manejo del agua, para evitar la erosión y una mejor gestión de los suelos. Además, porque aprovecha la variabilidad genética de diversas especies adaptándola a diferentes condiciones climáticas, de temperatura y de suelos. Por lo tanto, la agroecología está mejor preparada en este contexto de alta incertidumbre. Y lo que hemos explorado también es que en el futuro, en un mundo sin petróleo, de nuevo la agroecología está mejor preparada.
LEISA:
¿Se están aprovechando estas ventajas de la agroecología para incorporarla en los planes de desarrollo agropecuario en nuestros países?
EG:
Justamente, si la agroecología está mejor preparada y es la mejor opción en la actualidad, el debate ya no debe ser solamente sobre cuestiones específicas, a nivel de prácticas agronómicas, por ejemplo de manejo de suelos, sino que hay que dar un salto cualitativo y tratar de articular e introducir la agroecología en las discusiones sobre desarrollo y sobre políticas agropecuarias. Y esto se refuerza por la circunstancia específica de América Latina, donde la principal fuente de emisión de gases con efecto invernadero no es el sector industrial, la combustión de motores de automóviles y el transporte, sino que en nuestro continente sucede a la inversa de los países ricos. La principal fuente de emisiones está en la producción agropecuaria y en la deforestación que casi siempre está asociada al avance de la frontera agropecuaria. Por lo tanto, discutir cambio climático en América Latina es discutir desarrollo agropecuario.
LEISA:
¿Conoce usted algunas experiencias interesantes de recuperación de los sistemas de manejo tradicional que hayan sido recogidos por la academia o los investigadores? ¿Experiencias de diálogo entre estos dos tipos de conocimiento?
EG:
Hay experiencias de aprovechamiento, de revisión, de otro abordaje sobre conocimiento tradicional, saberes locales y tecnologías apropiadas que se han utilizado desde hace mucho tiempo y de alguna manera han sido menospreciados o mirados con cierto desdén por la academia tradicional. Entonces ya hay algunos procesos de diálogo. En Perú, se acaba de publicar un informe sobre experiencias de cambio climático y agua que incluye estudios de caso de varios países andinos. Eso tiene que ver, por ejemplo, con el manejo de andenes o terrazas, con sistemas tradicionales de captación de agua, de riego, etc. Ahora, también hay que reconocer que persiste un problema importante con el mundo académico convencional, donde hay un cierto divorcio de estos estudios, que en algunas universidades son tomados como parte de la extensión universitaria o de la extensión rural, y siguen teniendo una carencia de reputación, de financiamiento adecuado, de promoción en la carrera académica. También hay un problema muy importante en la publicación de estos resultados. El mundo académico convencional sigue enfocado en la publicación de artículos muy específicos en inglés, en revistas extranjeras del hemisferio norte, que están muy vinculados a la agropecuaria convencional y sobre todo a la discusión académica de los países del norte. Entonces, hay un déficit de producción de nuestro propio conocimiento, que no consiste en rechazar el conocimiento de las ciencias agronómicas modernas, sino en cómo adaptarlo y crear un diálogo con otras prácticas y otros saberes. Se necesita un papel mucho más activo de las universidades, de los docentes y de los investigadores. Y en la fase de publicación de los resultados, necesitamos nuestras propias revistas académicas en español, en portugués, del más alto nivel y la mayor rigurosidad, en nuestras lenguas y enfocadas en nuestros problemas; y luego necesitamos de una mejor metodología y un mayor esfuerzo para difundir estos resultados a los grupos locales, a las comunidades, a las asociaciones de campesinos y de agricultores.
LEISA:
En esa perspectiva, en nuestro contexto existen experiencias tanto para enfrentar problemas climáticos como para mejorar la productividad desde un punto de vista agroecológico, pero se pierden porque no se recogen y sistematizan. Hay, a veces, algunas tesis en esta dirección, pero restringidas a una visión pura y una carencia de sistematización de los procesos de innovación ante los retos del contexto rural y agropecuario actual.
EG:
Este tema de las sistematizaciones es clave. Por eso es importante LEISA, donde se presentan experiencias en agroecología de manera accesible y a la vez rigurosa. Es necesario fomentar ese tipo de sistematizaciones, pero no solo hay un problema de falta de sistematizaciones dentro de cada país, sino que a eso se suma una dificultad de diálogo entre países. Muchas veces los procesos de aprendizaje, los estudios de caso, etc., quedan dentro del país y resulta sorprendente que a veces se encuentra que, por ejemplo, en Bolivia tienen más conocimiento sobre directrices en agroecología de Holanda que sobre las prácticas, dificultades o éxitos de lo que está ocurriendo en Perú. Entonces, una vez más, la sistematización es importante que esté en español y que se amplíe su difusión, para lo cual están internet y todas las nuevas tecnologías que ofrecen una oportunidad excelente.
LEISA:
¿Cuál es la visión desde CLAES del análisis y las políticas
ambientales en América Latina?
EG:
En el trabajo que hemos hecho en CLAES durante el último año, preparando el reporte de tendencias ambientales en América Latina, hemos encontrado que la agenda ambiental en gran medida se ha enfocado en el cambio climático. Otros temas, los que tienen que ver con biodiversidad, áreas protegidas, manejo de recursos naturales, han quedado en un segundo, tercero, cuarto puesto en algunos países. Existe un sesgo muy importante en la agenda de las políticas ambientales, en su visibilidad y en la discusión pública, que se agrava porque la temática del cambio climático es en buena parte producto de lo que se ve diariamente en la prensa y enfatiza las cuestiones vinculadas a las emisiones de fábricas o de automóviles, aprovechando por ejemplo documentales o informes que vienen de los países industrializados. Pero esa no es la principal fuente de emisiones en nuestro continente. La discusión del cambio climático en América Latina tiene que ver con agricultura, deforestación y cambio de usos del suelo. Pero en muchos países ese vínculo entre cambio climático y uso de la tierra y prácticas agropecuarias, y sus consecuencias en la biodiversidad, no está claro en las discusiones nacionales. Y esto se refleja en la falta de coordinación de las políticas sobre cambio climático, producción agropecuaria y biodiversidad, que siguen estando en compartimentos estancos. Así, por un lado actúa el ministerio de agricultura, casi siempre promoviendo la agroindustria exportadora, con impactos en el sector rural y en la biodiversidad por la expansión en la frontera agropecuaria, y por el otro lado, muy distantes, las políticas en áreas protegidas y biodiversidad que intentan frenar algunos de estos efectos negativos. Paradójicamente, en el año de la biodiversidad, esa temática está pasando desapercibida. La agenda pública está dominada por la discusión sobre cambio climático, sin entender que en nuestro continente ese tema está íntimamente ligados al destino de la biodiversidad en las áreas naturales, de los sitios silvestres, de nuestra fauna y de nuestra flora.