Son estas potencialidades las que sustentan las iniciativas emprendedoras que publicamos en este número de la revista, y que muestran cómo la producción agrícola a partir de recursos locales, organización y conocimiento puede revertir la situación de marginación y pobreza del agricultor campesino.
La agricultura campesina ha sido siempre empresaria: primero garantiza su propio sustento y luego produce para vender. Para salir de la pobreza lo principal es que la potencialidad productiva se mantenga, tanto por el estado de salud del agroecosistema (suelo, agua, biodiversidad) y la valoración del conocimiento agrícola tradicional –que por siglos ha permitido la producción agraria en equilibrio con la naturaleza– como por el acceso oportuno a la información (sobre el clima, precios, etc.), a la tecnología adecuada a los contextos culturales y ambientales específicos, y a la organización para la producción y representación política de los intereses de los productores campesinos. Tal como lo expresan Matman y Schrader en el artículo introductorio (páginas 4-9), la iniciativa empresarial no es algo nuevo para el agricultor campesino, si bien la tendencia general de las políticas de desarrollo es convertir al campesino en empresario agrícola, donde la producción de alimentos no constituye la principal motivación sino que lo que se busca (y a corto plazo) es la rentabilidad de la inversión mediante la producción orientada exclusivamente al mercado.
Internacionalmente se reconoce que a nivel de países y regiones estamos en crisis climática, económica y, por ello también, social y política. Pero en nuestras conversaciones directas con agricultores campesinos hemos percibido que la crisis siempre ha estado presente y que son ellos mismos quienes han afrontado y superado situaciones de crisis por adversidad de la naturaleza o derivadas de políticas contrarias a sus expectativas y derechos (bajos precios por la competencia desleal de la invasión masiva de alimentos importados producidos con subsidios, violencia terrorista y guerra, etcétera). Muchos de ellos no temen a la crisis sino que han decidido mantener su producción a pequeña escala pero hacerla rentable y para ello han optado por la producción de alimentos orgánicos o ecológicos. Buscan garantizar una subsistencia de calidad para la familia y conservar las condiciones de fertilidad y salud de sus chacras o fincas a través de la práctica de la agroecología, para luego comercializar sus productos directamente –con nula o mínima intermediación– en los mercados locales y nacionales de consumidores informados, que buscan alimentos de calidad a precios adecuados.
La incorporación de su producción en la “cadena corta de valor”, de la que habla Silverio Trejo, presidente de la Asociación Nacional de Productores Ecológicos del Perú, en la entrevista incluida en este número, es un objetivo prioritario que los campesinos quieren lograr como garantía para la viabilidad económica de su producción orgánica o ecológica de pequeña escala. ¿Lo entenderán los gobiernos, locales y nacionales, y los organismos bilaterales de apoyo al desarrollo?
Estos productores rurales demandan apoyo oportuno y normas adecuadas. Para ello es importante y necesario que los funcionarios de las instancias oficiales vinculadas a la producción rural tengan mayor conocimiento de la potencialidad que representa la pequeña producción campesina y también un compromiso con la función vital que esta desempeña en la conservación de la ecología y la seguridad alimentaria.