marzo 2009, Volumen 24, Número 4
Respuestas al cambio climático

Consideraciones sobre el papel de los ecosistemas agrícolas en la mitigación del cambio climático

Maikel Márquez Serrano, Nelson Valdés Rodríguez, Dunieski Pérez Costa, Ernesto Miguel Ferro Valdés y Yoán Rodríguez Zamora | Página 14-16
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La satisfacción de gran parte de las necesidades humanas depende de la agricultura. Esta, con el aumento de la población mundial, el cambio de uso de la tierra y la producción intensiva, se ha convertido en uno de los principales elementos con incidencia directa y significativa sobre el cambio climático que, además de ser un problema global inminente, afecta negativamente el desarrollo agrícola en sí mismo.

Campesino de la zona mostrando su diversidad de sorgo / Foto: Ernesto M. Ferro

Una de las alternativas emergentes para mitigar el efecto negativo del cambio climático sobre la agricultura, y al mismo tiempo disminuir su impacto en el clima, es la adopción de prácticas agrícolas amigables con el medio ambiente.

Más del 80% de los alimentos que se producen en Cuba provienen de los pequeños agricultores. Desde 1960 a 1990, estos productores se dedicaron al monocultivo intensivo motivados por la posibilidad de contar con insumos importados procedentes del campo socialista europeo, pero al comenzar la década de los 90 se encontraron ante la necesidad de buscar autosuficiencia productiva a partir de las posibilidades que brindan sus agroecosistemas.

A partir del 2000 se puso en marcha un proyecto de Fitomejoramiento Participativo (hoy Programa de Innovación Agropecuaria Local PIAL) liderado por el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), en combinación con universidades y centros de investigación del país. Este programa tiene como objetivo promover la adopción de todas las variantes de buenas prácticas, el empoderamiento de los agricultores, la innovación agropecuaria local y su institucionalización de modo que se involucren todos los actores y acciones que pueden hacer posible que la agricultura, además de ser una fuente de bienes para el ser humano, contribuya a mitigar los efectos negativos sobre el clima y el ambiente.

El retardo de las temporadas de lluvia, las sequías prolongadas, la mala calidad de los suelos, la reducción del número de especies y variedades, el aumento de la temperatura, la mayor incidencia de plagas y enfermedades, y la reducción de los rendimientos son algunas de las evidencias por las que los campesinos han comenzado a darse cuenta de que el cambio climático afecta sus actividades de trabajo y pone en peligro su permanencia en las zonas rurales.

El presente artículo se propone exponer los logros que han alcanzado los campesinos del Valle de San Andrés, municipio La Palma , en la provincia Pinar del Río, involucrados en dicho proyecto como actores vitales en el secuestro de carbono, eficiencia energética y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

El valle tiene una superficie total de 192 km 2 y cuenta con una población de 10.313 habitantes. Se encuentra a una altitud de 120 msnm, y presenta temperaturas promedio anuales de 23,8 ºC con un promedio de precipitaciones de 1.600 a 1.800 mm en la época lluviosa y de 300 a 400 mm en época seca y una humedad relativa de 90 a 95%.

Entre las principales prácticas que emplean los campesinos de la localidad se encuentran las siguientes:

– Conservación de suelos
– Utilización de una alta biodiversidad
– Reforestación
– Rotación y asociación de cultivos
– Reciclaje de nutrientes
– Manejo integrado de plagas y enfermedades

Conservación de suelos
La adopción de nuevas prácticas, tales como sistemas de labranza de los suelos de laderas siguiendo las curvas de nivel, la aplicación de fertilizantes orgánicos, la elaboración de compost y la reducción de la mecanización, ha permitido mejorar la calidad de los suelos y, por tanto, de las cosechas. También debido al aumento de materia orgánica, la capacidad del suelo para retener carbono ?un gas con efecto invernadero? es ahora mayor.

Figura 1. Relación profundidad efectiva y porcentaje de materia orgánica en las fincas evaluadas

El aumento de los niveles de fertilidad de los suelos y de su actividad microbiana, asociado a la producción de fertilizantes orgánicos en sus diferentes variantes, permite la disminución de fertilizantes químicos que tienen un alto contenido de óxidos de nitrógeno.

Al comenzar el proceso de restauración de los suelos en las fincas evaluadas alrededor del año 2000, el promedio de la profundidad efectiva ?que constituye la capa de suelos donde se desarrolla el sistema radical de la mayoría de las especies agrícolas? era de ocho centímetros y en muchas de ellas el contenido de materia orgánica no superó el orden de error de los ensayos químicos para análisis de suelo. En los muestreos realizados en 2008 se comprobó que con la utilización de las nuevas prácticas agrícolas la profundidad efectiva del suelo aumentó, alcanzando valores entre los 9 y 26 cm (Figura 1). También el contenido de materia orgánica entre 0,9 y 1,9 % hace posible, sin duda, la retención de carbono.

Secuestro de carbono con la diversidad forestal
El almacenamiento y la fijación de carbono es uno de los servicios ambientales de los ecosistemas forestales y agrícolas (Brown y Lugo, 1982; Segura, 1997). Se consideraron como especies forestales los árboles leñosos y los frutales que tienen una permanencia prolongada dentro de los ecosistemas. Es característico de la zona el que las familias campesinas tengan en sus patios un jardín con plantas frutales, las cuales cumplen un importante rol en la regulación del ecosistema. Ninguna de las fincas evaluadas tiene una orientación forestal pues su finalidad es la producción agrícola. Sin embargo, los árboles aislados que se encuentran en estas fincas cumplen funciones vitales para el ecosistema, como son el secuestro de carbono en biomasa, el aporte sostenido a la seguridad alimentaria y nutricional (sobre todo los frutales) y como franjas hidroreguladoras y embalses de suministros de agua.

En las fincas estudiadas se encontró que las que menos diversidad agrícola manejan son las que mayor cantidad de árboles aislados poseen y, de esta manera, secuestran mayor cantidad de carbono en biomasa.

Diversidad agrícola
El incremento sostenido de diversidad ha constituido un importante baluarte de la contribución de la pequeña propiedad de producción agrícola a la regulación ambiental. Cada propietario de las fincas evaluadas ha convertido a estas en un Banco Local de Semillas, que conservan alrededor de 20 especies agrícolas y 70 variedades por especie; este resultado es muy superior a los encontrados hace cinco años (Miranda y otros, 2003) donde los cultivos en la zona eran principalmente arroz, fríjol, maíz, yuca, malanga ( Colocasia esculenta L. Schott) y tabaco. El uso de la agrobiodiversidad ha contribuido a cambiar los tipos de fertilizantes y disminuir sus dosis, reducir en 50% el riego acostumbrado, sustituir los insecticidas químicos por plantas repelentes y también a la asociación y rotación de cultivos, así como a la mejor utilización del área agrícola en tiempo y espacio.

Todo ello disminuye la incidencia de la agricultura sobre el ambiente y sostiene la seguridad alimentaria y nutricional al mismo tiempo que aumenta la capacidad productiva de las tierras.

Balance energético
El uso de la energía es un tema muy ligado al cambio climático (Vlek, 2003). Se deriva del uso irracional de energía fósil y las actuales tasas de acumulación de gases de invernadero. Como la agricultura orgánica evita la utilización de agroquímicos industriales, es obvio que se ahorra una gran parte de la energía invertida en la elaboración de estos insumos. Los sistemas orgánicos tienden a ser energéticamente más eficientes. Encontramos entonces un gran potencial para disminuir la energía invertida durante la producción y transporte de insumos externos, caso de fertilizantes químicos, plaguicidas o concentrados alimenticios.

Figura 2. Diversidad de variedades por productor en diferentes categorías agrícolas

En las fincas evaluadas, el uso de las prácticas amigables con el ambiente, enumeradas anteriormente, ha repercutido directamente en el desempeño energético de los agroecosistemas. En primer lugar se ha disminuido la cantidad de fertilizantes químicos de alto valor energético y la energía invertida en horas de trabajo humano y animal en la preparación de suelos, producto de la mejora de su estructura. En segundo lugar, el incremento de la diversidad ha permitido que los campesinos desarrollen piensos locales para la alimentación animal con productos de la misma finca a la vez que han disminuido la utilización de concentrados alimenticios industriales.

Instrumentos jurídicos y cambio climático
Los responsables de políticas juegan un papel crucial en la forma en que la agricultura puede lograr una sinergia positiva frente al cambio climático. El enfoque participativo de las decisiones y la capacitación a todos los actores relacionados con el tema son mecanismos que han demostrado ser muy eficaces en el proceso de transformación agrícola en la región estudiada. A pesar de que existen algunas formas de incentivos por servicios ambientales, aún son insuficientes ya que se remiten solo a la conservación de suelos y cuidados de áreas forestales.

En estos momentos, el PIAL se encuentra enfrascado en recopilar evidencias sobre cómo la adopción de prácticas agrícolas amigables con el ambiente puede contribuir a la regulación ambiental y de qué forma se puede incentivar cada una de estas prácticas. Esto, sin duda, incidirá en la extensión y adopción de dichas prácticas a todo el territorio y a la permanencia del campesinado en las zonas rurales.

Conclusiones
La integración de prácticas de manejo de suelos aseguran la mejoría de su estructura, aumento de la diversidad, capacidad para la retención de carbono, aspectos que se asocian además con los rendimientos agrícolas y, por tanto, la contribución del ecosistema a la mitigación del cambio climático. El necesario equilibrio entre la diversidad agrícola y forestal en ecosistemas productivos debe constituir una importante herramienta para la evaluación del papel de los ecosistemas agrícolas en la reducción de los gases de efecto invernadero y la mitigación de sus efectos. El logro de un adecuado funcionamiento energético en ecosistemas productivos es premisa indispensable para su certificación con relación a la regulación ambiental.

 

Maikel Márquez Serrano, Nelson Valdés Rodríguez, Dunieski Pérez Costa, Ernesto Miguel Ferro Valdés y Yoán Rodríguez Zamora

Nelson Valdés Rodríguez
Universidad de Pinar del Río. Cuba.
Correo electrónico: nvaldes@af.upr.edu.cu

Maikel Márquez Serrano
Universidad de Pinar del Río. Cuba.
Correo electrónico: maikelm@famsa.upr.edu.cu

Dunieski Pérez Costa
Universidad de Pinar del Río. Cuba.
Correo electrónico: dperez@af.upr.edu.cu

Ernesto Miguel Ferro Valdés
Universidad de Pinar del Río. Cuba.
Correo electrónico: emferro@af.upr.edu.cu

Yoán Rodríguez Zamora

Referencias
– Brown, S y A. E. Lugo, 1982. The storage and production of organic matter in tropical forests and their role in the global carbon cycle . Biotropica 14: 161-187.
– Miranda, S., D. Soleri, R. Acosta y H. Ríos, 2003. Caracterización de los sistemas locales de semillas de fríjol y maíz de La Palma , Pinar del Río. Cultivos Tropicales, Vol. 24, 4: 41-47.
– Segura, M., 1997. Almacenamiento y fijación de carbono en Quercus costaricensis , en un bosque de altura en la Cordillera de Talamanca. Tesis de licenciatura en Ciencias Forestales, Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica.

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