diciembre 2008, Volumen 24, Número 3
Agroecología para la inclusión

Notas sobre pequeños proyectos de generación de renta para la agricultura familiar

ANA PAULA GOMES DE MELO, EDUARDO MAGALHÃES RIBEIRO Y FLÁVIA MARIA GALIZONI | Página 13-16
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Experiencias asociativas
La dificultad de comercialización en la agricultura familiar es un asunto serio para la investigación y la extensión rural, al menos desde de los años 70. En esa época ya se indicaba que la asociación era eficaz para enfrentar el problema: las familias rurales que actuasen en conjunto venderían más volumen, tendrían más facilidades para captar recursos, crearían canales para acceder a la extensión rural y a los programas de crédito.

Los sindicatos de trabajadores rurales, agencias públicas y organizaciones mediadoras animaron experiencias asociativas de comercialización, principalmente a través de pequeños proyectos comunitarios. Estos se han vuelto el principal medio de apoyo a la comercialización y desde entonces se expandieron, recibieron más recursos y formaron parte de muchos programas.

A partir de los años 90, las experiencias de los pequeños proyectos colectivos han sido colocadas en un nuevo contexto, con la participación cada vez más activa de los movimientos sociales y de las organizaciones no gubernamentales, estimulando la generación de ocupación y renta. Las organizaciones manifestaban gran interés por la asociación relacionada con pequeños proyectos. Esto también era común en las agencias públicas y de cooperación internacional que incentivaron las experiencias con el objetivo de ampliar los canales de comercialización y elevar la renta de las familias rurales. Luego, otro objetivo comenzó a destacar en esos pequeños proyectos: modificar mentalidades, cambiar las relaciones de trueque, que deberían ser más solidarias; subordinar los valores individualistas en favor de los de colectividad; cooperar en lugar de participar de la competitividad impuesta por los mercados. Estos son los principios de la denominada economía solidaria y el gran desafío es conciliar los fundamentos éticos con la obtención de ventajas por los agentes económicos.

Los pequeños proyectos asociativos obtuvieron diferentes grados de éxito cuando se evaluaron sus resultados económicos: ocupaciones creadas, renta adicional más valor agregado. No obstante, ocurre que algunas poblaciones rurales involucradas en esas experiencias no siempre dan importancia a los resultados materiales. Estas poblaciones fueron más allá de la aspiración de ganancias de dinero y, para la desesperación de algunos evaluadores, privilegiaron algunas veces otras ganancias, como el aumento de la autoestima del grupo, el acceso a la capacitación, la participación en la política, el involucramiento de las mujeres en nuevas actividades no domésticas y la apertura de nuevas redes de contacto social.

Este artículo analiza algunos de estos resultados, a partir de las experiencias de agricultores con pequeños proyectos asociativos propiciados por organizaciones mediadoras; busca comprender la amplitud de los resultados demostrando que al considerar los importantes productos materiales, muchas veces los excelentes resultados no materiales no son tomados en cuenta.

Casos
Dentro de las muchas experiencias de estímulo para la asociación de las organizaciones rurales en Minas Gerais, algunas se destacan por la duración y madurez de sus resultados para las familias y organizaciones rurales mediadoras. Este artículo se basa en experiencias localizadas en las zonas del Alto Valle de Jequitinhonha, Valle de Mucuri y Noroeste, en Minas Gerais, Brasil, regiones de actuación del CAV (Centro de Agricultura Alternativa Vicente Nica), ARMICOPA (Asociación Regional Mucura de Cooperación de Pequeños Productores) y Cáritas Diocesana de Paracatu, respectivamente.

Feria de productos de artesanos en Jequitinhonha / Foto: Marina Bustamante

En esas organizaciones mediadoras y regionales fueron analizadas algunas experiencias:

a) Noroeste/ Cáritas Diocesana de Paracatu: Grupo de Confiteras/ Dulceras del Proyecto Asentamiento Saco do Rio Preto; Grupo de Confiteras/ Dulceras del Proyecto Asentamiento Fruta D’Anta; Grupo de Feriantes de la Comunidad Santa Rita y Grupo de Horticultores de la Comunidad Santa Rita;
b) Nordeste/ Valle de Mucura/ ARMICOPA: Asociación de Pequeños Productores de Misterioso (APPRM), Asociación Solidaridad del Poblado de Limeira (ASPEL) y la Asociación Comunitaria del Proyecto de Asentamiento Fazenda Aruega (ASCOPAFA), Grupo de Mujeres de la Panadería Comunitaria también del Proyecto de Asentamiento Fazenda Aruega;
c) Nordeste/ Valle de Jequitinhonha/ CAV: Asociación de Apicultores del Valle de Jequetinhonha (AAPIVAJE), Grupo de Trabajo (GT) Derivados de la Caña, GT Agroindustria de Caña de Azúcar de la Comunidad Morro Redondo y GT Feria.

Estas organizaciones actúan en la región desde mediados de la década de 90. Se dedican al desarrollo rural, a la búsqueda de espacios para la participación política y, más recientemente, fomentan la economía solidaria. Cada una de ellas, sin embargo, tiene características particulares que se reflejan en diferentes metodologías de trabajo, y consecuentemente, en la articulación de diferentes fuerzas para lograr sus objetivos.

Cáritas Diocesana de Paracatu actúa en comunidades y asentamientos del Noroeste de Minas Gerais, a partir de las demandas que le son presentadas. Es una agencia de origen católico que trabaja con apoyo social, delimitando su público meta dentro de especificidades sociales y religiosas. ARMICOPA es una federación que involucra a 12 asociaciones locales o microterritoriales de siete municipios de los Valles de Mucuri y del Valle de Jaquetinhonha, y actúa a través de las organizaciones comunitarias que componen sus bases, todas relacionadas con la agricultura familiar. CAV actúa política y espacialmente en municipios donde trabaja conjuntamente con las organizaciones y sindicatos de trabajadores rurales, a través de grupos de trabajo (GT) formados según los temas de interés de su público.

Los agricultores identifican en estas experiencias colectivas resultados positivos y consideran importante la actuación de las organizaciones mediadoras para la conquista de estos resultados. Las comunidades consideran al pequeño proyecto un medio para realizar importantes conquistas, ya sea a través del equipo para el procesamiento de la yuca o por la comercialización de la panela o chancaca en mercados distantes, sea a través de la generación de renta a través de la artesanía o la mejora en la alimentación del ganado. Estas conquistas son consideradas siempre victorias importantes en la lucha por una mejora de la vida. Se percibe que la acción de estas agencias, aunque no sea constante en algunos casos, cumple un papel relevante en la trayectoria de la comunidad.

Sin embargo, analizando de forma comparativa, se percibe que los resultados alcanzados por las acciones de las organizaciones mediadoras y de los grupos locales dependerán en gran parte de la metodología del trabajo utilizada por esas organizaciones. En los casos en que ocurren contactos más frecuentes, donde el debate y las tomas de decisiones de forma colectiva y participativa son priorizadas, se percibe una mayor seguridad de los agricultores, quienes enumeran las ventajas de la experiencia asociativa en que participan y los resultados alcanzados a través de ella, así como las dificultades encontradas y las formas en que estas fueron superadas. Los agricultores enfatizan también las dificultades estructurales encontradas, con mucha claridad. Esto les permite evaluar la trayectoria de la experiencia y trazar nuevos caminos, con la seguridad de quien construye un futuro en aparcería. Las experiencias más participativas llevan consigo una evaluación muy clara sobre los límites y las posibilidades efectivas del pequeño proyecto. Como de costumbre, lo contrario ocurre cuando los proyectos son más dirigidos y controlados: los participantes al evaluar la experiencia tienden casi siempre a considerarla como resultado de una donación, como algo externo, que por lo tanto merece poco cuidado y atención.

Por ese motivo, los técnicos de estas organizaciones privilegian el contacto directo con los agricultores; escucharlos e incentivarlos, principalmente en lo que se dice respecto a la formación política, que es más que solo la valoración del espíritu asociativo: es la propia garantía de que la organización asegurará una entrada privilegiada en aquella comunidad por ser portadora de un mensaje diferente, más crítico y también con más responsabilidad conjunta. A medida que se definen los objetivos comunes, se trazan las metas y los métodos para lograrlos. De esta forma surgieron los GT, que asesorados por el CAV alcanzaron resultados consistentes en términos de apertura de mercados y aumento del número de participantes. También a través de la participación y de la responsabilidad conjunta Cáritas de Paracatu consiguió superar la decepción de un grupo de agricultores, cuando una experiencia de comercialización no alcanzó los objetivos propuestos.

Aun cuando el efecto de la actuación de las organizaciones mediadoras se revele como potenciador de las experiencias asociativas, puede a veces no motivar realmente a los grupos. Esto ocurre cuando los proyectos son pensados a partir de demandas que son desconocidas por los grupos sociales locales o cuando el énfasis de la propuesta se centra exclusivamente en los beneficios materiales. En estos casos, los pequeños proyectos surgen de aportes ofrecidos por agentes que cargan consigo un cuadro de requisitos preestablecidos. Entonces, las cuestiones como los plazos, la actividad principal o la exigencia de parámetros de desempeño tienen prioridad; sucede así, por ejemplo, con la eficiencia de la gestión o de la sostenibilidad financiera. El debate sobre los objetivos comunes del grupo de agricultores, la definición de las normas de uso y otros aspectos, a la vez subjetivos y operacionales, acaban por relegarse a un segundo plano.

Analizando el conjunto de las iniciativas de los pequeños productores es posible percibir que algunos problemas económicos se repiten con gran frecuencia. Existe casi un estándar de problemas: (a) la experiencia no puede entrar en el mercado por la imposibilidad de competir y por no alcanzar economías de escala; (b) la experiencia no conquista una participación amplia y constante de la comunidad, se queda limitada, no se expande y genera conflictos; (c) la experiencia no aumenta la renta familiar debido a que su inserción en el mercado es ocasional; (d) la experiencia no alcanza los niveles técnicos para garantizar la calidad de los productos; (e) la experiencia concentra los beneficios solamente para el grupo reducido que la controla; (f) la experiencia exige constantemente más recursos para alcanzar una escala óptima; (g) la experiencia alcanza “el equilibrio en el estancamiento”, lo que significa que el grupo no consigue dar un salto de calidad, pero al mismo tiempo no tiene ánimo de desistir.

Cajuí, o caju do Cerrado, fruto recolectado y beneficiado por muchas asociaciones de agricultores / Foto: Eduardo M. Ribeiro

Estos problemas aparecen con gran frecuencia, pero no provienen exactamente del carácter de los grupos, de los pequeños proyectos, de las organizaciones mediadoras, ni de su lógica propia en administrar los recursos. Los problemas para el éxito económico existen, pero se ven multiplicados por la perspectiva de mercado y a veces por aquella que la organización mediadora impone al pequeño proyecto.

Otra manera de ver las cosas
Fuera del aspecto inmediatamente económico, las acciones conjuntas dentro de los pequeños proyectos con grupos locales revelaron diversos aspectos positivos. Un primer aspecto muestra el carácter no paternalista de los proyectos, pues estos fueron gestados y construidos con una perspectiva de promoción humana, de responsabilidad y solidaridad social de los beneficiarios. Asociado a esto, se destaca el rigor en el uso y aprendizaje del control de los recursos: el empeño en la correcta aplicación, en la oferta de los beneficios pautados, en el control colectivo de las inversiones y de los resultados. Otro punto que ha sido destacado como muy positivo fueron los resultados subjetivos alcanzados junto a la población beneficiaria, principalmente para las mujeres, en lo que se muestra como ganancia en autoestima, en ampliación de espacios de actuación en la comunidad, en la familia, en la vida pública y en los mercados. Estas experiencias posibilitan la creación de redes de socialización que sobrepasan la familia y lo domestico y son la oportunidad de las mujeres, que muchas veces se creen “olvidadas por el mundo”, para dominar los códigos de nuevas conductas y oportunidades.

Es necesario resaltar también que las organizaciones mediadoras siempre ponen en juego un pequeño volumen de recursos en los proyectos: por lo tanto, aunque no haya éxito económico, su costo es muy reducido para la sociedad. Al final, es el costo de la experimentación y del aprendizaje para el enfrentamiento autónomo de los grandes problemas del grupo. El pequeño volumen de recursos aplicado en los proyectos también reduce la distancia entre los beneficiarios y el proyecto, hace más fácil su gestión y enseña a las comunidades rurales a no caer en la tentación de multiplicar a los beneficiarios. Esa opción ofrece mayores posibilidades en el reparto de los beneficios, desanima la tentación del control personal del proyecto, estimula el empeño del grupo en lograr el éxito de la iniciativa, flexibiliza la circulación interna de ideas sobre alternativas. De este modo, las comunidades rurales transforman una ganancia supuestamente solo cuantitativa en una ganancia también cualitativa.

Debido a eso, los pequeños proyectos de generación de renta, a pesar de haber sido concebidos como proyectos económicos, necesitan ser comprendidos también como proyectos formadores, políticos, sociales, experimentales, distributivos, porque principalmente enseñan a difundir esperanza y ciudadanía. Aunque apenas involucren recursos para una labranza comunitaria, aunque apenas sirvan para arreglar un triturador, aunque sea apenas para transferir recursos para que un grupo de mujeres pueda adquirir azúcar para preparar dulces en conjunto, esos proyectos consiguen lograr resultados que las técnicas de evaluación –basadas en el análisis de costo beneficio, de retornos, de aumento de renta monetaria, de nivel de bienestar material, de toneladas producidas– no son capaces de estimar. Por ese motivo, es muy común que se critique en los pequeños proyectos económicos lo que se ve, y nunca el otro lado, oculto y valioso. Esa cara oculta solo aparece cuando la visión está menos centrada en un objetivo y más enfocada en el conjunto, la trayectoria, la caminata, cuando es posible ver más allá del enfoque económico. Ese aprendizaje, casi siempre, es la parte más rica de estos proyectos.

Es posible afirmar que los pequeños proyectos de generación de renta actúan principalmente sobre procedimientos, mentalidades, culturas y prácticas. Esto también afecta lo económico, aunque los efectos no sean inmediatos, ni mensurables. En lo económico, los grupos aprenden más sobre las dificultades del mercado que sobre técnicas de venta; más sobre las imposibilidades de crédito que sobre sus posibilidades; más sobre las barreras para entrar a una economía de escala que sobre el camino para llegar a ella. Aprenden sobre sus imposibilidades. Los pequeños proyectos son el ejemplo de la experimentación posible en el campo económico. Enseñan el aprendizaje en conjunto y la práctica solidaria. Permiten principalmente que muchos grupos de excluidos se apropien de recursos materiales y simbólicos para organizar su intervención en el mundo, para consolidar sus propios caminos y para construir nuevas causas, propias e independientes.

 

Este artículo ha sido apoyado por CNPq (520792/01-7; 504111/03-5), Fapemig (941/2), CAV, Armicopa e Cáritas/Paracatu.

Ana Paula Gomes de Melo, Eduardo Magalhães Ribeiro y Flávia Maria Galizoni

Ana Paula Gomes de Melo
Núcleo de Pesquisa e Apoio à Agricultura Familiar/UFLA (NPPJ/UFLA), Universidad Presidente Antônio Carlos – Campus Bom Despacho-MG.
Correo electrónico: anamelo@unipacbomdespacho.com.br

Eduardo Magalhães Ribeiro
NPPJ/UFLA, Universidad Federal de Lavras, CNPq.
Correo electrónico: eduardomr@ufla.br

Flávia Maria Galizoni
UFVJM, del NPPJ/UFLA.
Correo electrónico: flaviagalizoni@yahoo.com.br

Referencias
– Bertucci, A. de A.; Silva, R. M. A. (orgs.), 2003. 20 anos de economia popular solidária: Trajetória dos Pacs à EPS. Cáritas Brasileira, Brasilia, Brasil.
– Melo, A. P. G de, 2005. Agricultura familiar e economia solidária: as experiências em gestão de bens comuns e inserções nos mercados por organizações rurais do estado de Minas Gerais. Disertación (maestría), UFLA, Lavras, Brasil.
– Ribeiro, E.M., 1993. Fé, Produção e política – Experiências associativas de camponeses de Minas Gerais. Ediciones Loyola, São Paulo, Brasil.
– Singer, P., 2002. Introdução à economia solidária. Editora Fundação Perseu Abramo, São Paulo, Brasil.

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