diciembre 2008, Volumen 24, Número 3
Agroecología para la inclusión

Microcréditos: herramienta para la inclusión de pequeños productores periurbanos

RAMÓN CIEZA, SERGIO DUMRAUF, MARÍA DEL CARMEN SERVAT, MARIANA BARROS, EUGENIA GUALBERTO, MARÍA ROMINA MELE, CONSTANZA BRUNO, PAULA FONTANA, MARÍA SOL VIGNASSE, JESSICA GRANDINETTI, ISMAEL MALBRÁN, FLAVIA PICÓN, MIGUEL MELE Y JUAN PABLO SAULLO | Página 20-23
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La crisis socioeconómica desatada en Argentina hacia fines del 2001 devino entre otras consecuencias, en un inevitable y necesario replanteo de las instituciones públicas en general. Para el año 2002 la mitad de la población del país se encontraba bajo la línea de pobreza, mientras que un 20% era considerado indigente.

Gracias a los microcréditos aumentaron los volúmenes de producción a partir del alquiler de maquinaria para la preparación del suelo / Foto: autores
La Universidad ocupó un lugar trascendente en el debate que vincula al conjunto de las instituciones públicas en su relación con el resto de la sociedad. Tal replanteo provocó que las Facultades de Ciencias Agrarias y de Ciencias Veterinarias centraran su estrategia de intervención básicamente en pequeños productores familiares periurbanos. En este sector, a diferencia de la producción agrícola pampeana asociada a la exportación, la crisis y devaluación de la moneda influyó negativamente por su dependencia de los insumos importados y de la producción destinada al mercado interno. Esto llevó a la búsqueda de alternativas productivas y laborales para enfrentar la crisis.

En los alrededores de la ciudad de La Plata, la horticultura para abastecimiento en fresco es la actividad primaria principal y la de mayor importancia en cuanto a generación de trabajo familiar, siguiéndole en orden de importancia la producción de flores y animales de granja. El partido de La Plata, junto al de Florencio Varela y Berazategui conforma un importante núcleo de producción hortícola, y representa el 62% de la superficie total del Cinturón Verde Bonaerense que abastece de hortalizas a más de 10 millones de personas del área metropolitana conformada por el Conurbano Bonaerense y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En este contexto, y como complemento de otras actividades de extensión, en el mes de mayo del año 2005 se crea el Banco Social de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales: primera experiencia en el país de una entidad de microcrédito implementada desde una universidad.

El microcrédito como herramienta de inclusión
La propuesta consiste en una experiencia de financiamiento destinada a pequeños productores familiares excluidos del sistema formal de crédito. El proyecto apuesta a la inclusión de pequeños productores agrarios y/o agroindustriales descapitalizados, arrendatarios, con un alto grado de informalidad, donde la familia aporta el trabajo, coincidiendo la unidad de producción con la unidad doméstica. El proceso productivo en las actividades de tipo intensivas requiere el acceso a los recursos en tiempo y forma, y el financiamiento para adquirir los mismos es una limitante en la pequeña producción, lo que la deja en clara desventaja con respecto a las producciones más capitalizadas. Por tratarse de un sector de la población carente de garantías materiales, existe un impedimento formal para obtener financiamiento en los canales convencionales. Solo en algunos casos pueden obtener financiamiento por intermedio de los proveedores de insumos o prestamistas a exorbitantes tasas de interés. A ello se suman otras dificultades a la hora de producir: el acceso a la tierra, la falta de tecnologías apropiadas, una infraestructura deficiente (caminos, electrificación), la subordinación en la cadena comercial, entre otros. De esta forma, la estrategia de financiamiento busca complementar otras actividades de extensión que generen la inclusión en este sector de la población, con la pretensión de afianzar una estrategia integral de apoyo y promoción de la agricultura familiar.

Enfoque y metodología de trabajo
Para acceder a un microcrédito se requieren algunas condiciones: 1) los destinatarios son los agricultores familiares que residen en el campo; 2) no tener acceso a la banca formal; 3) integrar un grupo o estar dispuesto a constituirlo (al menos tres productores). Este último requisito, la dimensión grupal, se inscribe en la intencionalidad de propiciar, desde esta base, diversas acciones que impacten la realidad socioproductiva, mejorando las condiciones de vida de las familias involucradas.

Gráfico 1. Destino de los microcréditos (en porcentaje)

Los productores movilizados con la propuesta se reúnen con un técnico-promotor con el fin de conformar un grupo operativo. En términos generales, los productores se conocen con anterioridad, ya que comparten el tipo de producción, el territorio y en algunos casos los grupos demuestran una historia compartida. La metodología planteada propicia una serie de encuentros que tienen como objetivo favorecer relaciones para un mayor conocimiento y confianza, con el fin de que los mismos destinatarios puedan validar sus producciones y el destino de los préstamos solicitados. En este marco, durante un mes de trabajo, se realiza una serie de encuentros, donde se abordan y discuten los proyectos que se irán a financiar, al mismo tiempo que se propone fortalecer los grupos a través de la generación de confianza y la discusión de la garantía solidaria. Esta modalidad de garantía implica que todos los miembros del grupo se avalan entre sí para tomar sus créditos, dando respuesta conjunta en caso de atraso o dificultad para el pago de las amortizaciones de parte de alguno de ellos. Ello supone que cada uno de los integrantes del grupo se involucre en los procesos productivos de sus pares, buscando soluciones en conjunto ante eventuales problemas que impidan que las amortizaciones de los préstamos no se cumplan a tiempo y en la forma debida, contraviniendo el sentido del fondo rotatorio para microcrédito.

Las devoluciones son mensuales y en un plazo de 11 meses se cancela la totalidad. Estas conforman el actual fondo rotatorio, que ha sido aumentado por los aportes provenientes del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y un “refondeo” del Ministerio de Desarrollo Humano de la Provincia de Buenos Aires. Los montos varían entre 125 y 625 USD para créditos individuales y unifamiliares en una primera etapa, llegando a 15.000 USD para aquellos grupos que ya cuentan con una trayectoria en el proyecto. Las tasas de interés varían entre el cero y seis por ciento, según el tipo de operación y la exigencia de los organismos financiadores. Conformado el fondo rotatorio a partir de la recuperación de cuotas, se continúa otorgando el financiamiento sin cobrar interés.

A la fecha se han entregado 213 créditos, distribuidos en 22 grupos, por un monto total de 100.000 USD. Gran parte de los productores han renovado sus créditos, en función de las necesidades de mayor inversión. Los principales beneficiarios del crédito son los productores de hortalizas (Gráfico 1).

El equipo promotor es interdisciplinario y está conformado por docentes y estudiantes de las carreras de agronomía, veterinaria y de las ciencias sociales. Como criterio fundamental la propuesta funciona como una herramienta para mejorar la calidad de vida de los pequeños productores desde una perspectiva inclusiva. Esto implica una posición distinta a la de un banco convencional, pues busca ser un complemento de las acciones de desarrollo rural a partir de las estrategias establecidas por las organizaciones de productores que trabajan en un territorio determinado.

Resultados obtenidos
Los impactos más significativos en el proceso productivo son el aumento de la superficie plantada y los volúmenes de producción obtenidos a partir de la adquisición de semillas, abono orgánico, o el alquiler de maquinaria para la preparación del suelo. La solicitud de créditos para la horticultura es estacional, y se concentra en un período determinado del año en consonancia con la baja de productividad de los cultivos (y de la venta) y la necesidad de realizar inversiones para la campaña venidera. Por lo tanto, los créditos otorgados se agrupan principalmente en los meses invernales y el comienzo de la devolución se realiza a partir de la primavera, con el aumento de la producción de los cultivos. En otros casos se ha logrado la diversificación de la producción con la incorporación de otros rubros al sistema, por ejemplo aves o la industrialización de la producción, lo que permite aumentar la oferta de productos en las ferias o en los repartos domiciliarios.

La estrategia llevada a cabo por el equipo técnico ha buscado el fortalecimiento de los grupos a través de la generación de confianza por medio de las garantías solidarias y el contacto cotidiano entre los productores prestatarios y los promotores del Banco Social. Inicialmente se conforman pequeños fondos de ahorro con parte de los créditos otorgados para el uso de cualquier miembro del grupo en situación de necesidad o la compra de una maquinaria o infraestructura utilizada por la totalidad del grupo. En los casos en que el sistema de garantía solidaria a nivel del grupo funciona adecuadamente, permite pensar en forma conjunta la posibilidad de nuevos desafíos grupales tanto en aspectos financieros (nuevas líneas de crédito), así como en otras estrategias que contribuyan a mejorar la productividad (comercialización y compra de insumos en conjunto, acceso a servicios básicos).

Algunas reflexiones del proceso
Tres años de trabajo posibilitan que el equipo promotor atraviese un proceso reflexivo conducente a la revisión de las prácticas, para poder, a partir de la lectura de estas, modificar o crear nuevos dispositivos que permitan que este programa de microcrédito tenga una estrategia más inclusiva.

Una apuesta por la organización
El desarrollo de la propuesta del Banco Social trae aparejada la necesidad de construir y fortalecer el espacio de organización entre
los grupos de productores. A partir del año 2008 se conformó un Consejo de Productores, para debatir y definir las propuestas programáticas
para el área de financiamiento. Su función es ser un espacio de consulta para el debate y análisis de montos, plazos, destino y renovaciones de los créditos. Del mismo modo, trabaja sobre otras líneas de acción y la discusión de políticas públicas que apuesten por la inclusión de las familias productoras. Está integrado por los representantes de los grupos de productores.

Los productores familiares en su gran mayoría carecían de un fondo de ahorro que les permitiera reinvertir; el sistema de microcrédito implementado, ágil y de base solidaria, hace posible la continuidad de los procesos productivos. Este sistema promueve la inclusión de los pequeños productores periurbanos, un sector que ha estado invisible a los ojos de la mayoría de las instituciones públicas y privadas. Los productores periurbanos organizados, en grupos o como productores familiares en sus predios, se inician en lo productivo y avanzan luego en la comercialización, el acceso a servicios básicos, y a la tierra: un hecho que ha permitido el reconocimiento de este sector como componente importante de la producción de alimentos.

La adaptación de una entidad de microcrédito a la realidad de los productores familiares de la zona de influencia de la Universidad ha sido uno de los puntos fuertes de la propuesta. Como inicialmente se planteaba, la crisis del 2001 provocó un fuerte quiebre que afectó a la sociedad en su conjunto, y por ende a las instituciones y organizaciones que la constituyen, reconfigurando su trama de vinculaciones. La universidad, como actor público, no escapa a esta realidad y, en algunos casos, redirecciona el debate y sus acciones, mostrando injerencia en otros espacios públicos, más privativos de organismos ejecutivos estatales (ministerios, municipios), traspasando los límites de la educación pública superior, que es su incumbencia tradicional. La adopción de este sistema de microcrédito, a través de un fondo rotatorio, interpela a la universidad en su quehacer tradicional, como también en su enfoque y metodología e inaugura un escenario diferente para el debate y desarrollo de otros contenidos curriculares.

La forma de intervención desde una perspectiva interdisciplinaria, flexible en cuanto a las necesidades y posibilidades de los productores, organizados en grupo como unidad básica para la intervención, ha sido una opción que aporta a la mejora de la producción familiar de la región.

El camino transitado pone en evidencia la importancia de estrechar, ligar y potenciar este sistema de microcrédito con otros actores, instituciones, organizaciones del sector, con el anhelo de que en un futuro estas acciones, junto a otras, puedan incidir en el diseño de políticas públicas y normativas que incluyan a los pequeños productores familiares. Mientras tanto, la misma práctica pone a prueba, modifica y readecua los instrumentos programáticos implementados.

 

Ramón Cieza, Sergio Dumrauf, María del Carmen Servat, Mariana Barros, Eugenia Gualberto, María Romina Mele, Constanza Bruno, Paula Fontana, María Sol Vignasse, Jessica Grandinetti, Ismael Malbrán, Flavia Picón, Miguel Mele y Juan Pablo Saullo

Ramón Cieza
Departamento de Desarrollo Rural. Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
Universidad Nacional de La Plata.
Correo electrónico: cieza@agro.unlp.edu.ar
Sergio Dumrauf
Instituto de Investigación para la Pequeña Agricultura Familiar. INTA.
Correo electrónico: sergiodumrauf@yahoo.com.ar
María del Carmen

Servat Mariana Barros
Eugenia Gualberto
María Romina Mele
Constanza Bruno
Paula Fontana
María Sol Vignasse
Jessica Grandinetti
Ismael Malbrán
Flavia Picón
Miguel Mele
Juan Pablo Saullo

Referencias
– Cieza, R., 2005. Adopción de tecnologías de bajo impacto ambiental en le Cinturón Hortícola Platense. En Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales. Noviembre 2005. FCE-Buenos Aires, Argentina.
– CIPAF-INTA, 2006. La pequeña agricultura familiar. Problemas, oportunidades y líneas de acción. Buenos Aires, Argentina.
– Coraggio, J. L., (2002). Hacia un proyecto de economía social centrada en el trabajo: contribuciones de la antropología económica. Ponencia presentada en la Conferencia del Programa PEKEA, Santiago.
– Yunus, M., 2001. Hacia un mundo sin pobreza. Editorial Andrés Bello, Madrid, España.

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