marzo 2008, Volumen 23, Número 4
Manejo ecológico de plagas

Clínicas de plantas para obtener cultivos vigorosos

JEFFERY BENTLEY, ERIC BOA, SOLVEIG DANIELSEN Y A.K.M. ZAKARIA | Página 5-6
DESCARGAR REVISTA COMPLETA
TIPOGRAFÍA
SMALL
MODO LECTURA
COMPARTIR

Aunque las “clínicas para plantas” son conocidas en los Estados Unidos y algunos otros países desde hace varios años, en la actualidad en países tales como Bolivia, Nicaragua y Bangladesh está emergiendo toda una red de clínicas, como resultado a los esfuerzos de agencias gubernamentales y ONG.

Muchos agricultores acuden a clínicas para plantas que son de fácil acceso. Aquí, Jorge Luis Pérez Salgado intercambia ideas sobre las posibles causas de un problema / Foto: Jeffery Bentley

La mayoría de ellas recibe el apoyo de la Clínica Global para Plantas (GPC, por sus siglas en inglés), un servicio internacional conducido por el Centro Internacional para Agricultura y Biociencias (CABI, por sus siglas en inglés) en el Reino Unido. Estas “clínicas” son lugares sencillos, con frecuencia poco más que una mesa y unas cuantas sillas en algún lugar donde los agricultores son bien recibidos, en una ciudad pequeña. Por lo general operan solo por algunas horas a la semana, y así permiten que el atareado personal pueda también dedicar su tiempo a otras responsabilidades. Los “doctores de plantas” son extensionistas locales o agricultores; sus clientes son todos aquellos que están interesados en descubrir qué va mal con sus cultivos y qué puede hacerse al respecto. Partiendo de ejemplos tomados de estos tres países, este artículo presenta la estrategia de las “clínicas de plantas” y las posibilidades que puede brindar.

Tomates en Nicaragua
En setiembre de 2005, Róger Céspedes tenía un problema: sus tomates estaban muriendo y él no sabía por qué. Había planeado vender la cosecha de su pequeña parcela para sostener a su familia, pero la posibilidad de hacerlo parecía cada día más remota. Veinte días antes había trasplantado las plantas de tomates, pero tan solo dos semanas después las hojas habían comenzado a retorcerse de una manera que él nunca había visto antes. Conforme las hojas se retorcían y las puntas se amarillaban, Róger llegó a la conclusión de que se trataba de una nueva enfermedad. Aplicó diversos pesticidas y fungicidas a la planta, varias veces, sin obtener resultados.

En su desesperación acudió a “Puesto para Plantas”, la clínica para plantas en El Jícaro, al norte de Nicaragua. El agrónomo Dimas Sarantes estaba sentado tras la mesa en el patio sombreado de la Cooperativa Santiago, una cooperativa comunitaria que se dedica a hacer operaciones bancarias, extensión agrícola y que es incluso dueña de una tienda. Dimas escuchó detenidamente la descripción que Róger hizo de la enfermedad. Los síntomas eran demasiado vagos para hacer un diagnóstico, las plantas simplemente parecían marchitarse, así que Dimas le pidió a Róger que trajera una muestra. Esta muestra fue enviada luego al laboratorio para patología de plantas del gobierno, donde confirmaron que la enfermedad era marchitez bacteriana. Dimas no pudo salvar la cosecha de Róger, pero sí pudo darle valiosos consejos sobre la rotación de cultivos. También pudo convencerlo de que esta cosecha en particular ya estaba perdida, y que debía dejar de malgastar pesticidas y fungicidas en ella. Algún tiempo después, Dimas habló en la radio sobre la marchitez bacteriana y la rotación de cultivos en su programa agrícola semanal en la emisora local Radio Líder FM 96.7 de El Jícaro, que se escucha en cuatro distritos. A partir de este solo diagnóstico, miles de pequeños agricultores pudieron beneficiarse de los consejos prácticos ofrecidos a través de la radio.

Los tomates marchitos de El Jícaro demostraron que los doctores para plantas no lo saben todo, y que necesitan contar con otras personas que reciban muestras y hagan diagnósticos adicionales. Pero también demostraron que los doctores no solo les dicen a los agricultores qué hacer, sino que los reciben, los escuchan detenidamente y luego ofrecen una opinión (que por lo general es una segunda opinión, ya que el agricultor ha estado pensando sobre su problema y probablemente ya ha hablado con alguien más). El contacto regular que se establece entre los doctores para plantas y sus clientes les ayuda a trabajar en conjunto para solucionar un problema. Más importante, quizá, es que es el agricultor quien va y pregunta, en vez de recibir pasivamente a un extensionista. Esto empodera al agricultor. Los agricultores casi nunca traen consultas sobre plagas o enfermedades que puedan identificar fácilmente. La clínica de plantas, por lo tanto, complementa otros esfuerzos.

Frijoles en Bangladesh
Hace cuatro años, Abdur Rahim comenzó a labrar las tierras de su padre en Demajani, un pueblo del distrito de Bogra, al centro de Bangladesh. En el verano de 2006 sembró frijoles, de manera similar a como lo había hecho antes. Inicialmente su crecimiento fue bueno, pero justo antes del florecimiento Rahim observó que alrededor de un cuarto de todos los tallos se estaban pudriendo. Fue a una tienda de plaguicidas y oyó que podía usar un fungicida comercial y lo compró. Luego de seis aplicaciones el problema parecía resuelto. Algunas semanas más tarde, Rahim se alegró de encontrar flores moradas y racimos de brotes de frijoles. Pero la misma enfermedad volvió a atacar, y esta vez fue más agresiva. Rahim regresó donde el comerciante quien volvió a recetar el mismo fungicida. Pero Rahim quería una segunda opinión. Estaba molesto por la frecuencia y el costo de aplicar el fungicida que, además, no había funcionado.


Cuadro 1. Una red de clínicas para plantas

La Clínica Rural de Plantas 1, organizada por la Agencia de Desarrollo Rural del gobierno, está cerca del pueblo de Rahim, pero él nunca había asistido a ella o demostrado interés alguno. Hoy admite que se sentía “ligeramente alérgico”, ya que esta clínica de plantas es administrada por doctoras. Los problemas que estaba enfrentando le hicieron cambiar su manera de pensar: “Por lo menos debería ver qué estaba pasando”. Así que fue donde las doctoras para plantas, observó y escuchó a otras personas obtener y dar consejos, y al final de la mañana pidió ayuda para resolver la enfermedad de sus plantas. La respuesta fue inmediata: deberían ir a ver los frijoles ese mismo día. El grupo consistió de agricultores vecinos, la doctora para plantas y el oficial agrónomo asistente. Confirmaron que la enfermedad se trataba de una infección fúngica, y luego de una larga discusión sugirieron utilizar un fungicida que debía ser aplicado solamente dos veces con un intervalo de cinco días entre cada aplicación. Un mes más tarde Rahim regresó a la clínica cargando un gran saco de yute lleno de frijoles recientemente cosechados, que regaló a la doctora de plantas Piyera Begum y a su colega Anjuara.

En Demajani, como en muchas otras zonas rurales, los doctores de plantas no siempre son agrónomos. Pueden ser mujeres del pueblo que reciben apoyo de agrónomos. Las doctoras de plantas son lideresas municipales elegidas localmente, que sienten que las clínicas les dan una oportunidad adicional para lograr progresos en el desarrollo de su comunidad. Se ha visto un ejemplo similar en Vietnam, donde los habitantes de un pueblo se están organizando para convertirse en “enfermeros de árboles”, listos para informar sobre cualquier problema que pudiese surgir.

Experimentando en Bolivia
En agosto de 2006, Virgilio Trujillo, un agricultor de unos cincuenta años, entró a zancadas a la clínica de plantas organizada por la Universidad San Simón en la región de Chapare, Bolivia. Llegó con una hoja de naranjo que se estaba amarillando y preguntó qué le ocurría. Virgilio es propietario de un huerto grande y todos los naranjos se estaban amarillando excepto dos que sí producían fruta. Había llegado a la conclusión de que “la tierra es la misma, así que la diferencia debe estar en las plantas”.

El agrónomo Fredy Almendras, doctor de plantas, escuchó atentamente y miró la hoja nuevamente, observando cómo se estaba amarillando entre las venas, mientras que estas seguían estando verdes, como si la planta no estuviera recibiendo nutrientes en suficiente cantidad. También vio pequeños trocitos de alga sobre ella, y se dio cuenta de que era una hoja vieja. Nada verdaderamente malo pasaba con ella, así que sugirió prestar atención al suelo. Virgilio casi pierde la paciencia. Explicó nuevamente que el problema residía en los árboles y no en el suelo, porque la tierra era toda la misma, y porque dos árboles estaban perfectamente bien. Así que el doctor para plantas mencionó que quizá la tierra parecía ser la misma, pero tal vez había una pequeña diferencia en los lugares donde esos dos árboles prosperaban.

Virgilio escuchaba, pero no parecía estar convencido. El doctor pensaba que una solución podría ser podar los árboles completamente y fertilizarlos, pero sabía por experiencia que el agricultor podría ser reacio a seguir un consejo tan drástico. Así que recomendó un experimento para diagnosticar el problema, que los dos hombres discutieron minuciosamente: “Tome dos ramas de los naranjos que están produciendo bien. Injerte esas dos ramas en dos otros árboles. Si continúan produciendo fruta significará que el problema reside en los árboles. Elija otros dos árboles que estén enfermos y fertilícelos. Si empiezan a producir fruta significará que el problema estaba en el suelo”. Virgilio se fue obviamente satisfecho con este consejo: un experimento práctico que podía realizar él mismo.

Conclusiones
La extensión convencional trabaja con grupos o individuos, con frecuencia seleccionados por una agencia, mientras que la mayoría de los demás habitantes del pueblo no reciben atención. Con las clínicas para plantas, cualquier miembro de la comunidad puede obtener un diagnóstico y consejos. Los agricultores controlan cuándo acercarse a la clínica y cuándo marcharse. Algunos de los doctores para plantas también son agricultores. Uno no necesita saber todo para ser un doctor para plantas, pero ayuda el saber escuchar, y estar vinculado a una red que pueda compartir ejemplos e información entre agricultores, agrónomos, investigadores y laboratorios.

Organizar una exitosa clínica de plantas no demanda mucho dinero. Lo que sí se necesita es un sitio cómodo en un lugar donde los agricultores se sientan a gusto. Es importante estar en el mismo lugar cada semana, en el mismo horario. Los libros y las fotografías ayudan a las personas a hablar sobre los problemas de sus plantas, pero no es necesario contar con un microscopio ni otros equipos sofisticados. Es positivo tener un cartel o pancarta en el idioma local. Alentar a las personas a traer muestras de plantas enfermas. Un doctor para plantas con frecuencia aprende tanto escuchando a las personas como observando los síntomas. Con solo escuchar es posible enterarse de que la planta puede haber sido regada en exceso, dañada por un herbicida, o puede estar recibiendo demasiada luz solar (o demasiada sombra). Las soluciones son más fáciles de encontrar.

Jeffery Bentley, Eric Boa, Solveig Danielsen y A.K.M. Zakaria. Global Plant Clinic, CABI, Bakeham Lane, Egham, TW20 9TY, Reino Unido

Ediciones Anteriores

LEISA es una revista trimestral que busca difundir experiencias de agricultores familiares campesinos.
Por ello puedes revisar las ediciones anteriores.

Suscribete para recibir la versión digital y todas las comunicaciones que enviamos periodicamente con noticias y eventos

SUSCRIBIRSE AHORA