Localización geográfica y características ecológicas y climáticas del área
La comunidad Gramajo se encuentra ubicada a 30 km al sur de la localidad de Zapala, ocupando la llamada Meseta de la Barda Negra. La superficie asignada a esta comunidad es de 29.578 hectáreas.
El paraje Barda Negra Oeste corresponde a la provincia fitogeográfica del Monte, que desde el punto de vista florístico se caracteriza por la presencia casi constante de especies arbustivas de los géneros Larrea (jarillas) y Prosopis (algarrobo o alpataco). Esta provincia se distingue por tener una vegetación de matorral o estepa arbustiva xerófila propia de medios secos, en la que se encuentran plantas samófilas (tendencia a habitar suelos arenosos) y halófilas (vegetación que habita en suelos salinos), como tipo de vegetación predominante. La formación vegetal uniforme que ocupa la mayor superficie en el Monte (comunidad climax) es el jarillal, que se desarrolla en bolsones y llanuras de suelo arenoso o pedregoso-arenoso.
Las características climáticas que se presentan en el área corresponden al clima árido, debido a la asociación entre precipitación escasa y evapotranspiración elevada, acentuadas por la acción prácticamente constante del viento de dirección oeste-este. Las precipitaciones varían entre 80 a 200 mm anuales, concentradas en la época invernal. La provincia del Monte es la más árida de la Argentina, por lo que sólo se mantiene como actividad productiva, una precaria ganadería extensiva de vacunos, ovinos y caprinos de razas rústicas.
La exigua superficie de tierra que ocupa la comunidad Gramajo, obliga a los pequeños criadores de ganado a sobreutilizar los campos naturales de pastoreo, observándose en la zona varios síntomas de procesos de desertificación motivados por el sobrepastoreo, salinización, cárcavas y acumulaciones de arena eólica en forma de mantos y montículos.
Nuevas plantaciones de Atriplex halimus con riego por goteo
Foto: autora
La gran limitante de esta zona para el desarrollo de actividades agropecuarias productivas es la falta de agua, que sólo puede obtenerse a partir de manantiales naturales, ya que no existen ríos en las inmediaciones. La comunidad depende directamente de los recursos naturales para el desarrollo de sus actividades productivas y también para la satisfacción de necesidades vitales como la leña, único recurso combustible en la zona. Esta comunidad está conformada por 54 familias mapuche, con una población de 154 personas (datos de 2005).
Los pequeños criadores de ganado de la región, denominados localmente “crianceros”, están dedicados principalmente a los caprinos, que constituyen la base de los recursos económicos para las familias que forman la comunidad, y que alcanzan a tener de 200 a 250 cabezas por “piño” o rebaño de cabras, permitiéndoles comercializar a baja escala lana, cuero y carne.
Acercamiento entre el conocimiento local y el científico
Los crianceros y productores ganaderos de la región patagónica conocen ampliamente la utilización de la “zampa” (Atriplex spp) por el ganado, sobre todo durante las épocas más secas, cuando la oferta de pastos (gramíneas) es escasa. Este concepto empírico ha sido confirmado por varios autores (Silva Colomer et al., 1986; Le Houreou, 1992; Lailhacar, 2000 entre otros), quienes han demostrado a través de sus investigaciones las aptitudes forrajeras de estas plantas. Se ha reconocido que los arbustos del género Atriplex presentan características forrajeras apropiadas para la dieta de rumiantes, debido a la producción de biomasa ramoneable y a su contenido de energía bruta y proteína, que es constante a lo largo de todo el año, compensando la escasa contribución proteica de otros forrajes. Por otra parte, estos arbustos son recomendados para la rehabilitación de zonas erosionadas (Le Houreou, 1992). Considerando el grado de erosión que presentan los campos de la provincia del Neuquén, y que el tiempo que demandaría el proceso de restauración de áreas degradadas en forma natural oscila entre 40 y 50 años, la introducción de especies se presenta como una alternativa sumamente apropiada para su rehabilitación.
Teniendo en cuenta las virtudes y versatilidad de los arbustos del género Atriplex y la utilización que hacen de ellos los pobladores rurales de la zona del Neuquén, su cultivo se plantea como una alternativa interesante, válida y factible que conjuga el conocimiento local con el científico; brinda una posibilidad de cultivar forrajes de secano, y al mismo tiempo detener los focos de erosión (ver foto) .
Experiencia de intervención en la comunidad Gramajo
En 1997 un grupo de extensionistas de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue inició un trabajo de extensión rural denominado “Extensión para la producción de especies forrajeras alternativas en una comunidad mapuche”. El objetivo del mismo fue la introducción de una especie forrajera exótica para aumentar la oferta de forrajes de los campos que ocupa la comunidad mapuche Gramajo.
Esta propuesta de trabajo intervino directamente sobre las áreas educativa, tecnológica, socioeconómica y ecológica. Siguiendo el modelo ecológico general, se inserta en el marco de la ecología humana, cuya aplicación concierne a la interdependencia entre las acciones humanas, la calidad ambiental y el impacto acumulativo de estas acciones sobre el ambiente. De esta manera, se propuso capacitar a los crianceros en la práctica del cultivo de una especie exótica, que desde el punto de vista botánico corresponde al mismo género que la “zampa” y en la conservación in situ de germoplasma vegetal, mediante la transferencia de una tecnología aceptable, adaptada a su realidad –cultivo en condiciones de secano–, económicamente viable, y que llevara aparejados el uso racional de los recursos naturales rescatando los saberes locales.
Metodología de trabajo
El objetivo general de la propuesta fue: “Lograr que los crianceros sean capaces de manejar un ecosistema altamente frágil y degradable en un sentido productivo, mediante la incorporación y aceptación de una tecnología innovadora en el marco de la realidad y como consecuencia, alcancen una mejora en su calidad de vida”. El contacto inicial con el lonko (en mapuche lonko significa cabeza, apelativo que es dado al cacique) de la comunidad se realizó a través del promotor rural encargado de la zona. Al comentarle nuestra propuesta, se sintió interesado por conocer y experimentar en el predio comunitario el cultivo de especies forrajeras arbustivas. Las especies seleccionadas para cultivar fueron dos nativas: Atriplex lampa y A. undulata y tres especies introducidas Atriplex halimus, A. nummularia y A. canescens, las dos primeras originarias de la cuenca mediterránea y la última originaria de América del norte. La experiencia aparecía como muy prometedora desde el punto de vista de su posibilidad de adaptación al ecosistema en cuestión, a la productividad de las plantas y a las características de las especies elegidas como forrajeras y para contribuir a detener el proceso de erosión.
Las actividades comenzaron a principios de 1997 e incluyeron: encuentros iniciales con las familias integrantes de la comunidad, que se desarrollaron tanto en el salón comunitario como en los puestos (cada una de las partes en que se divide la tierra de la finca), transplante de plantines producidos en el Vivero Provincial del Neuquén a partir de frutos donados por la Facultad de Ciencias Agrarias, y reuniones mensuales con los productores en las que se evaluaba el crecimiento de las plantas. Durante los mismos se conversaba acerca de la conveniencia de aplicar determinadas técnicas como variaciones en los envases utilizados, distintos tipos de sustrato y épocas de siembra. Se realizaron cartillas donde se explicaba brevemente cómo se procede para cultivar Atriplex, en las mismas se incluían todos los pasos a seguir: identificación adecuada del material recolectado; conservación en envases e identificación del estado de madurez óptimo para la cosecha de frutos; método de recolección de frutos; aplicación de tratamientos pregerminativos óptimos; preparación de la tierra y macetas o almácigo; siembra; riegos; repique; rusticación, y transplante a terreno definitivo. A lo largo del proceso de transferencia se adaptaron, por consenso, todas las instancias a las condiciones y posibilidades de los integrantes de la Comunidad.
La Sra. Domitila Millanao aplicando el riego a las macetas recién sembradas con un dispositivo diseñado por ella
Foto: autora
Los primeros resultados obtenidos indicaron una excelente adaptación de las especies introducidas en esta zona, en especial para Atriplex halimus, que registró en algunas huertas alturas que superaron el metro. Cabe destacar que las plantas cumplieron sus ciclos vitales completos produciéndose la floración en marzo y la fructificación en abril y mayo. Estas plantaciones se destinaron a la provisión de semillas. Los crianceros procedieron a la recolección de frutos a fines del mes de mayo y durante el mes de junio. Durante esta etapa se conversó acerca de la manera óptima de cosechar material de propagación y de la importancia de su óptima conservación. También se conversó acerca de la importancia de mantener plantas madres que sólo se destinen a la provisión de material de reproducción. Durante todo el proceso de producción de plantas se generó un espacio de discusión del que resultaron todas las metodologías aplicadas posteriormente.
En agosto de 1999, cuando las plantas presentaban una cantidad apropiada de órganos leñosos, se podaron. El material resultante se usó como alimento para conejos, gallinas y caballos. De esta manera se pretendía mostrar que el Atriplex es una especie apetecida por otro tipo de animales y también que existe una alternativa al pastoreo directo.
En septiembre del mismo año se hicieron nuevos almácigos de Atriplex, pero en este caso utilizando semillas obtenidas a partir de las plantas de los huertos semilleros de las familias de la comunidad. El acompañamiento de los crianceros se realizó hasta fines de 2001. La mayor disponibilidad de forraje en los puestos motivó a algunos crianceros a ampliar sus piños y a mejorar la genética. Hasta este momento, la economía de la comunidad Gramajo era puramente de subsistencia, sin embargo el cultivo de Atriplex significó un incremento de la oferta forrajera y a la vez una disminución del impacto ambiental producido por el pastoreo. Esto ha motivado un aumento en la producción, en cuanto a calidad y cantidad, que ha permitido a los crianceros ingresar en circuitos comerciales locales para vender los excedentes; si bien aún su producción no es de escala, este hecho ha redundado en una sustancial mejora económica. En la actualidad, el tamaño de los piños les permite comercializar a baja escala lana, cuero y carne. El 20 por ciento de las existencias se dedica al consumo, el 25 para reposición y el 55 restante se comercializa localmente a través de trueque o ventas dentro de la misma comunidad o en ferias en Zapala.
Al finalizar esta experiencia, los crianceros conocían perfectamente el manejo del material vegetal y la manera de proceder para producir estas plantas. La buena predisposición al trabajo mostrado por la mayoría de las familias, la aceptación de nuestras propuestas y la interacción establecida con las familias para el cultivo de Atriplex exóticos, nos incentivó a la presentación de un nuevo proyecto que nos permitió continuar en contacto con la comunidad Gramajo.
Esta segunda propuesta estuvo relacionada con el cultivo de plantas nativas forrajeras, combustibles, alimenticias y protectoras del suelo y, con trabajos relativos al rescate de germoplasma nativo, realizados directamente en las escuelas primarias de la comunidad. En forma paralela a la realización de las tareas propias de este proyecto, se continuó con el seguimiento de las plantaciones de Atriplex spp. En nuestra última visita, en marzo de 2006, verificamos la existencia de numerosas plantaciones nuevas en la comunidad y la aplicación de variaciones a la metodología de cultivo propuesta originalmente. De hecho, debido a que se realizó en la comunidad un trabajo de captación de aguas de manantiales, los crianceros instalaron riego por goteo en nuevos huertos semilleros de Atriplex spp, creados partiendo de material original multiplicado sucesivamente por las familias.
Cultivo de arbustos forrajeros y sostenibilidad de las actividades productivas
El futuro de los campos del norte de Patagonia, en caso de no mediar intervención, es el avance de la desertificación sobre las tierras que actualmente están sometidas a la utilización pecuaria, con el consecuente empobrecimiento de sus habitantes debido a este proceso. Una de las posibilidades para contrarrestar los efectos negativos del uso inadecuado de los campos es la revegetación con especies arbustivas nativas y eventualmente introducidas.
Los arbustos juegan un papel de suma importancia en la productividad de un sistema, considerando que además de ser especies protectoras del suelo, en algunos casos constituyen el único recurso alimenticio para el ganado. Algunos de estos arbustos son considerados beneficiosos para el incremento de la vegetación ya que bajo su copa pueden albergar a otras plantas, en muchos casos forrajeras. Sus tallos leñosos constituyen una defensa ante los abusos del pastoreo; dicha masa no forrajera implica la formación de un microhábitat favorable para la vegetación herbácea al proporcionarle protección de las radiaciones solares y un suelo enriquecido con materia orgánica, a través de los aportes hechos por las hojas caídas. Teniendo en cuenta las virtudes de estos arbustos, el cultivo de los mismos en nuestra zona es una alternativa interesante, válida y factible. Los arbustos del género Atriplex son considerados óptimos para estos fines, ya que reúnen una serie de condiciones como resistencia a la sequía, al pastoreo y a las bajas temperaturas, larga vida, fácil implantación, alta producción, palatabilidad y calidad forrajera.
Teniendo en cuenta la tradición ganadera de los pueblos originarios de la zona y el grado de erosión antrópica de los campos de la meseta patagónica generado por esta actividad productiva, la introducción del cultivo de especies forrajeras y protectoras del suelo trae aparejada no sólo una solución al problema que enfrentan los crianceros, que es el de cómo alimentar al ganado, sino también la de contribuir a detener los focos de erosión.
Los integrantes de la comunidad han aceptado la tecnología que se les ha propuesto, la consideran factible y apropiada a su realidad y ven que el cultivo de las plantas nativas que sustenta su actividad productiva les permite mantener su cultura.
Conclusiones
A casi un decenio de haber comenzado con esta propuesta participativa en la comunidad Gramajo, se verifica que los crianceros han adoptado una metodología de trabajo que ha sido el resultado de la conjugación de los aportes técnicos de los extensionistas y la buena disposición, entusiasmo y aporte de los saberes locales por parte de las familias. Los crianceros han reaccionado favorablemente ante la propuesta de un enfoque innovador de sus costumbres pero que les posibilita continuar en sus predios, ya que constituye un aporte importante a la sustentabilidad de sus actividades productivas. Este hecho ha sido observado y capitalizado por los crianceros que advierten que están frente a la encrucijada de cultivar forrajes de secano, lo que les permitirá continuar en sus tierras y mantener su identidad y sus tradiciones o bien, deberán abandonar sus campos debido al avance del desierto.
La propuesta sugerida ha sido muy bien aceptada por los crianceros ya que reconocen que, en gran parte, ellos mismos son responsables del mantenimiento de sus recursos. Esta aceptación fue aumentando a lo largo del tiempo a medida que observaba que las metodologías transferidas y adaptadas por ellos a sus propias condiciones, daban como resultado una producción de forraje sostenible, que les permitía incrementar sus ingresos y mejorar las condiciones de los recursos naturales locales más importantes para su actividad productiva, como son el suelo y la vegetación. Por otra parte, la aplicación de esta tecnología de rehabilitación, mantenimiento y mejoramiento del ecosistema, que retoma los saberes de los productores y ofrece a la población una posibilidad razonable de mejoramiento económico y social, se convierte en una fuente de empoderamiento para los crianceros al dinamizar sus iniciativas. El cultivo de arbustos y la formación recibida por esta comunidad para la elaboración de cremas a partir de plantas nativas, hace que aumente el grado de ocupación de las personas, motivando expresiones como la de la Sra. Millanao: “el tiempo se me va entre los dedos”.
La aplicación de tecnologías adaptadas a su realidad les permite permanecer en la comunidad, ya que como señaló el lonko: “yo quiero quedarme. En general los jóvenes quieren eso, se quieren quedar”.
Si los campesinos son los protagonistas de su proceso de desarrollo y la capacitación entregada moviliza sus recursos, pueden lograrse avances significativos en la lucha contra la pobreza y, a la vez, preservar el ambiente De esta manera se pretende abordar el desafío que constituye brindar alternativas que articulen el saber campesino con el conocimiento científico y la tecnología, para el uso sostenible de los recursos locales y regionales de forma participativa.
Adriana Beatriz Bünzli
Universidad Nacional del Comahue. C.C.: 85. (8303) Río Negro. República Argentina.
Correo electrónico: abbunzli@yahoo.com.ar
Referencias
– Bendini, M.; Tsakoumagkos, P. 2003. El agro regional y los estudios sociales. En: Bendini, M.; Cavalcanti, J. S.; Murmis, M.; Tsakoumagkos, P. El campo de la sociología actual: 17-53. La Colmena. Argentina. 383 pp.
– Gandullo, R.; Gastiazoro, J.; Bünzli, A.; Coscarón, C. 2004. Flora típica de las bardas de Neuquén y sus alrededores. U. N. Co. – Petrobrás. 246 pp.
– Lailahcar K., S.; Torres, P., C. 2000. Papel de los arbustos forrajeros en la ganadería del secano árido de la zona norte. Circular de Extensión. Facultad de Ciencias Agronómicas. Universidad de Chile. N° 26.
– Le Houerou, H. 1992. The role of salbuhes (Atriplex spp.) in arid land rehabilitation in the Mediterranean Basin: A review. Agroforestry Systems 18: 107 ‑ 148.