Para este número de LEISA hemos recibido mayor número de contribuciones que las que usualmente llegan a esta redacción, lo que ratifica los avances en investigación participativa en la región. Sin embargo, es también necesario señalar las limitaciones que todavía se encuentran en las experiencias publicadas. En general, los artículos nos informan de esfuerzos hechos desde la universidad o el centro de investigación hacia los campesinos, buscando “reducir la brecha” (Hellin, et al., pp. 5-8) entre ambos mundos. Pero no se puede evitar la sensación de que se intenta reducir esta brecha ofreciendo a los campesinos ciertas respuestas a sus problemas, antes que tratando de analizar con ellos cómo perciben dichos problemas, qué soluciones han ensayado y con qué resultados. Si se quiere, la dirección del intercambio es todavía “de arriba hacia abajo”.
Con esto se pierde gran parte de la riqueza que ofrece el enfoque de la investigación participativa. Para empezar, la percepción de la realidad del productor campesino en la óptica de investigadores y extensionistas es limitada. En general no se reconoce, por ejemplo, que en la actualidad los campesinos construyen sus medios de vida combinando diversas estrategias, que incluyen predominantemente la migración temporal en busca de trabajo remunerado, hecho fundamental que define los límites de la dedicación a la producción agropecuaria y las modalidades de la organización familiar para el trabajo. Al mismo tiempo, no se termina de entender el carácter fundamentalmente experimentador del pequeño productor y la forma en que maneja los riesgos. Por supuesto hay también experiencias en las cuales estas debilidades están siendo superadas pero, en cambio, en muchos casos el manejo de la información generada es limitado y al final no quedan lecciones claras que sirvan a los productores.
En síntesis, hay muchos avances, como lo testifican las experiencias incluidas en este número, y al mismo tiempo hay todavía un largo camino que recorrer. Lo importante es que, pese a las limitaciones, pareciera que el camino está trazado y que, mediante esfuerzos de análisis, documentación y sistematización (que LEISA trata de apoyar), es posible seguir construyendo conocimientos y validando prácticas productivas, en forma conjunta entre los agricultores campesinos y los investigadores, técnicos y científicos.