septiembre 2006, Volumen 22, Número 2
Agricultura en transición

Procesos de transformación social y productiva en Trujillo, Colombia

CARLOS A. ESCOBAR F. | Página 27-29
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El municipio de Trujillo en Colombia se encuentra ubicado a 116 kilómetros de Cali.

Su situación geográfica es muy favorecida; cuenta con la afluencia de numerosos ríos y en la región existe una gran variedad de climas y pisos térmicos. Estas características de la zona han permitido el desarrollo de actividades ganaderas, forestales y agrícolas, destacándose los cultivos de café, plátano, caña panelera, yuca, maíz, frijol, lulo, mora, granadilla y tomate de árbol (cyphomandra batacia). Estas actividades se han visto enriquecidas por la activa presencia de comunidades campesinas e indígenas.

En esta zona se ha implementado un proyecto auspiciado por la Corporación Autónoma del Valle del Cauca (CVC), la alcaldía de Trujillo, varias asociaciones de productores de frutas y la Fundación San Isidro Labrador, con la finalidad de establecer alternativas viables de desarrollo integral para los agricultores locales. A pesar de la riqueza cultural y biológica de la región, en los últimos años se ha observado la fragmentación del tejido social y productivo debido al desarrollo de grandes haciendas (limitación del acceso a la tierra), a la presencia de grupos armados no legales y a la proliferación de cultivos ilícitos. Todo ello condujo a una situación de violencia extrema en la década de 1990, cuyo impacto negativo sobre las condiciones sociales y económicas de la población rural de la zona ha sido grave.

Mora, la fruta estrella del proyecto / Foto: autor

En este contexto, las instituciones promotoras del proyecto, junto con las asociaciones de productores, la Asociación para la Integración y Promoción Social, Ambiental y Económica en conjunto con Conexión Ecológica y una asociación de víctimas de la violencia, se dieron la tarea, en 2003, de formular un nuevo proyecto integral. Entre los objetivos a lograr en esta nueva etapa se priorizaba el fortalecimiento de organizaciones comunitarias, generando alianzas estratégicas entre ellas y vinculadas a la producción orgánica; el desarrollo e implementación de proyectos elaborados participativamente y que sirvan de modelo para los productores; una empresa comunitaria que genere y añada valor a la producción a través de la transformación y comercialización de los productos; y el valor agregado de fincas certificadas ecológicamente y grupos asociativos organizados (En las figuras 1 y 2 se pueden observar los esquemas de la situación inicial y de la situación a la que se aspiraba llegar). La propuesta se cristalizó en 2005 con la aprobación y desembolso de los recursos económicos. Estos recursos fueron entregados tanto en dinero como en especies, de acuerdo a las capacidades de cada institución.

En el momento de la reformulación se tenía que los agricultores utilizaban principalmente técnicas tradicionales. En términos agronómicos, los agricultores tenían rendimientos muy bajos (la mitad de aquellos obtenidos en fincas con sistemas de cultivo intensivo; el promedio de estas últimas es de seis a ocho toneladas por hectárea, mientras que los agricultores obtenían sólo de dos a cuatro toneladas). Se observaba que no había ninguna acción agronómica similar a la fertilización en las parcelas y los agricultores realizaban tan solo el control de arvenses, la recolección de frutas o el corte de caña y actividades similares según el tipo de cultivo. Algunos de ellos realizaban controles para ciertas plagas y enfermedades debido a la intervención de otras instituciones que llevaron a estos agricultores información y productos químicos para estos fines.

Figura 1. Situación inicial

Frente a esta situación agronómica, la opción orgánica fue bien considerada por la mayoría de los agricultores por los beneficios económicos que podrían obtener (no sólo por futuras ventas sino también por el ahorro en la compra de productos químicos que traería la producción de insumos orgánicos). Otros agricultores se vieron motivados por factores de salud, tanto humana como ambiental, mientras que un número reducido de agricultores venía ya trabajando orgánicamente, sin la orientación del proyecto, porque les atraía el tema y conocían los beneficios que genera esta actividad en el suelo.

Retos
Los primeros pasos de este nuevo proyecto se dieron en abril de 2005. La Fundación San Isidro Labrador, con el apoyo voluntario de la Asociación para la Integración y Promoción Social, Ambiental y Económica a través de Conexión Ecológica, organizaron la estrategia de acompañamiento profesional para alcanzar los resultados esperados en un año (según el cronograma del proyecto). Por principio, todos los participantes profesionales y técnicos del proyecto fueron de origen local o regional. La ubicación geográfica de las asociaciones y agricultores, así como la firme convicción de que las acciones debían ser participativas, demostraron ser decisivas para el éxito de la experiencia. Considerando todo lo anterior, el organigrama estructurado para la ejecución del proyecto se puede observar en el cuadro 1.

Cada grupo de productores tiene sus propios canales de comercialización, lo cual implica que cada asociación vende a intermediarios o a procesadores directos según contratos previamente hechos. Con el proyecto sólo se pretende que un mínimo de la producción orgánica certificada (aproximadamente el 25 por ciento) se comercialice a través del canal del proyecto (como puede observarse en la figura 2). Este planteamiento se hizo para no romper con los vínculos de comercialización ya establecidos por las asociaciones, pues todo proceso de cambio es lento.

Los retos agronómicos que se encontraron en la región se venían solucionando con agroquímicos, muchas veces comprados en forma comunitaria sobre todo para el control de plagas y enfermedades. Para hacer frente a esta realidad, se preparó una propuesta técnica para la construcción de plantas comunitarias de abonos e insumos orgánicos (diez en total) de donde, actualmente, la mayoría de agricultores se están surtiendo de abonos y preparados como caldo bordelés, bioles de oligoelementos y abonos orgánicos complejos, entre otros productos. En el caso de los insumos orgánicos para el tratamiento de plagas y enfermedades se ha tenido que enfrentar el hecho de que su acción es lenta. Frente a esto, fue necesario informar con insistencia a los agricultores sobre las ventajas de estos productos y sobre su funcionamiento biológico. La paciencia mostrada por los agricultores, que ya está mostrando sus frutos, fue más bien motivada por factores económicos (ahorro en la compra de productos).

Figura 2. Situación deseada

Por último, el proyecto tuvo que enfrentar algunos problemas organizativos, ya que no todas las asociaciones querían articularse, a pesar de compartir el mismo espacio geográfico. Esta realidad se está superando lentamente a partir de la creación de un comité de representantes de cada asociación y un grupo de independientes, quienes se han reunido para evaluar estrategias conjuntas de comercialización, compra de cosecha, creación de una estructura organizativa de segundo grado, así como compartir metas y problemas. Esto se fortalecerá durante una segunda fase del proyecto, cuando se obtenga el financiamiento.

Logros alcanzados
El proyecto, desde sus inicios, ha logrado obtener resultados positivos que son la clave para la sostenibilidad y el futuro del mismo. Uno de los principales logros ha sido la vinculación de 122 familias campesinas a procesos de conversión a la agricultura orgánica, sin desconocer que algunas de ellas ya habían incorporado, por su propia cuenta, el enfoque agroecológico. Esto facilitó el acceso al posterior proceso de certificación de 92 pequeñas fincas que, voluntariamente, se comprometieron con el cumplimiento de normas, incluyendo el período de conversión. De estas 92 fincas, 50 alcanzaron la certificación ecológica como unidades productivas de no sólo un producto específico, sino como productoras de mora, café, flores exóticas, banano tradicional, plátano, maíz, frijol y pitahaya (Seleniceru megalantus), mientras que las otras 42 fincas se encuentran en diferentes tiempos de conversión. Las 30 fincas que no se encuentran en procesos de certificación continúan en el proyecto, implementando paulatinamente prácticas agrícolas orgánicas conforme a las capacidades y lógica de cada agricultor o agricultora. Otro logro de suma importancia ha sido la construcción de diez plantas comunitarias para la producción de insumos orgánicos, sólidos y líquidos. Estas plantas, hoy por hoy, son propiedad directa de la comunidad que es quien las administra y no exclusivamente de las familias participantes del proyecto.

La estructuración y puesta en marcha de un sistema de control interno comunitario, con la participación directa y activa de ocho representantes de cada zona de trabajo es también un resultado destacable del proyecto. En este sistema participa toda la comunidad y permite un mejor desarrollo y comprensión de las normas internas y otros aspectos de las relaciones comunales. En el recuadro se enumeran otros logros obtenidos por el proyecto.

El proceso de conversión
A pesar de todos los logros alcanzados por el proyecto, uno de los escalones que aún no se ha terminado de superar es el proceso de conversión o transición. La propuesta agroecológica fue, para gran parte de los agricultores, una novedad, a pesar de que muchos de ellos utilizaban técnicas tradicionales no dependientes de insumos externos o sintéticos.

Con esto en mente, el equipo del proyecto desarrolló diferentes actividades que permitieron la valoración de la agricultura orgánica como alternativa de vida, productiva y económica. Una de las principales líneas de acción fue organizar diferentes talleres comunitarios donde se trataron temas tales como los principios e importancia social de la agricultura orgánica, elaboración y uso de abonos orgánicos y la administración de la finca familiar. Durante un año de implementación se realizaron más de 24 talleres. Este esfuerzo fue complementado con visitas directas a cada finca facilitando la implementación de las diferentes propuestas técnicas y el registro de las actividades.

Un aspecto vital para el desarrollo del proyecto fue la estructuración y desarrollo del sistema de control interno en forma participativa. De hecho, las normas internas y el código de sanciones fueron totalmente elaborados y socializados por los propios representantes de los grupos; siendo el factor decisivo para que cada agricultor se involucrase total o parcialmente en el proceso de conversión y, por lo tanto, en futuros procesos de certificación. Los datos nos muestran que de las 122 fincas participantes en el proyecto, 92 aceptaron el reto de la conversión total. La diferencia se está trabajando lote a lote.

Visita directa a finca cafetera en proceso de conversión parcial / Foto: autor

Cabe destacar que no sólo se consideraron aspectos técnicos y ambientales como motivo de aceptación. Definitivamente la oportunidad del fortalecimiento organizativo-comunitario (por ejemplo en generación de empleo) y la apertura de nuevos mercados con valor agregado fueron tomados en cuenta por muchos de los agricultores.

Desafíos futuros

La idea central que se transmitió a los agricultores al culminar un año del proyecto, resume claramente los esfuerzos que hay que realizar en el futuro: “se alcanzó un importante escalón pero requerimos de un buen equilibrio para mantenerse allí y continuar escalando. Tal como la fama, es fácil llegar a ella pero mantenerla es el reto”. Bajo estas premisas, la primera fase del proyecto aún está por asegurarse en todos los aspectos.

Logros Adicionales del Proyecto
Además de aquellos ya mencionados en el texto, es necesario mencionar los siguientes logros del proyecto:

• Desarrollo de guías básicas sobre agricultura orgánica, elaboración de insumos orgánicos y procesamiento de alimentos orgánicos.
• Conformación de un Comité de Integración Comunitaria para el análisis de las propuestas de articulación entre las asociaciones y apertura de mercados locales, nacionales, e internacionales.
• Adquisición de nuevos equipos y mejoramiento de equipos disponibles para facilitar y fortalecer el procesamiento local de frutas y verduras. Se puso especial énfasis en la producción de jugos, mermeladas, compotas para bebe, pulpas y conservas. Esta planta, hasta la fecha, nunca se había puesto en marcha desde su adecuación, hace más de cinco años.
• Apertura de nuevos mercados para los productos frescos y también para los transformados que están en proceso de conversión a orgánicos (considerados aún convencionales), a nivel local, regional, nacional e internacional. En este sentido, la Fundación ha apoyado el proceso con mercados institucionales, en tiendas locales y con contactos internacionales. Este logro es de particular importancia nacional, ya que en Colombia este negocio ha sido tradicionalmente dominado por un solo grupo económico.

No obstante, una segunda fase que se está preparando pretende seguir apuntando a procesos claves como: la conformación de una organización social de segundo grado, el ingreso de por lo menos 50 nuevas familias al proceso de conversión y certificación, la consolidación de planes agroecológicos tanto para la producción como para el autoconsumo, y el mejoramiento de los canales de distribución de los productos. Se espera también que otra comunidad de otro municipio se vincule a la experiencia, para lo cual deberá pasar por todas las etapas del proyecto.

Conclusiones
El proyecto está revolucionando el pensamiento productivo de la región: producción y procesamiento local con valor agregado, y de proyección regional, nacional e internacional. Los pasos dados han motivado a la comunidad en general, favoreciendo su interés y compromiso con la agricultura orgánica, facilitando así los procesos de conversión que se han dado y que se están adelantando. Estos procesos aún no han terminado y obligan a cumplir con toda clase de expectativas creadas por la lógica campesina. De ello dependerán los desafíos del proyecto y futuros avances.

Carlos A. Escobar F.

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