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En este número de LEISA nos propusimos mostrar a los lectores la necesidad de establecer una clara relación entre el quehacer del agricultor y la dimensión política; entre la práctica agroecológica y el impacto que esta pueda generar en la actitud y las decisiones políticas locales (comunidad, municipio), así como en las provinciales o nacionales, de modo que la alternativa agroecológica no quede aislada sino que logre ser una propuesta política para el desarrollo rural, que mejore los medios de vida de los productores y las familias en lo cultural y material.

Al debatir la temática de este número con los editores de las otras revistas regionales LEISA de Brasil, Indonesia, África Occidental, India y la internacional editada en los Países Bajos, encontramos que ellos enfrentaban el mismo problema que hemos tenido con este número de LEISA: no parece haber suficientes experiencias exitosas de agricultura sostenible, con impactos significativos en el ámbito de las políticas públicas, que surjan desde los mismos productores. Sin embargo, desde diferentes perspectivas, nuestros colegas internacionales parecían tener la opinión de que en América Latina existen más experiencias exitosas de impacto de la práctica agroecológica en las políticas agrarias nacionales que en otras partes del mundo. La realidad ha sido que, a diferencia de otros números de LEISA, esta vez hemos recibido menor número de colaboraciones enfocadas en el tema de la convocatoria: “de las prácticas a las políticas”.

En la mayoría de nuestros países se habla de apoyar la agricultura sostenible, pero esto no se traduce en marcos legales y políticos y, mucho menos, en decisiones y presupuestos oficiales para su promoción. Los gobiernos de América Latina, al mismo tiempo que promueven tímidamente la agricultura ecológica u orgánica, impulsan vigorosamente la agroindustria convencional, y muchos de los movimientos políticos campesinos masivos se orientan hacia la instrumentación de políticas de apoyo al modelo convencional de producción.

La agricultura sostenible y de bajos insumos externos o agricultura ecológica es una propuesta alternativa al modelo convencional impuesto en la región desde fines de la década de 1950, en el que el alto uso de insumos externos de procedencia industrial ha sido la norma para alcanzar producciones rentables. En algunas regiones de América Latina, los mismos productores campesinos han constatado que, a pesar del uso de fertilizantes y otros agroquímicos –con los cuales tuvieron cosechas exitosas al principio–, los efectos positivos ya no lo son: sus cosechas se han reducido pues la fertilidad de sus suelos es menor y las plagas se han vuelto más resistentes (página 19: S. Buján). Donde los agricultores han experimentado “en carne propia” los problemas que trae el uso excesivo de insumos externos, se presentan iniciativas y experiencias de agricultura sostenible. La constatación de los efectos adversos del modelo convencional de producción agrícola ha hecho que el productor de pequeña escala busque apoyo técnico y económico para enfrentarlo, y es entonces cuando algunos programas gubernamentales y no gubernamentales de desarrollo rural han apoyado estas iniciativas de “abajo hacia arriba” y se han logrado programas conducentes a una forma ecológica de hacer agricultura (página 5: S. Vermeulen et al.)

Sin embargo, un análisis de las experiencias exitosas nos confirma que son necesarias algunas condiciones especiales para que estas iniciativas hayan podido prosperar, lo que incluye líderes que las promuevan y recursos suficientes. En la mayoría de los casos, esto exige adecuaciones institucionales y el establecimiento de medidas que posibiliten el desarrollo de las iniciativas, vale decir: un conjunto de leyes o regulaciones a favor de una determinada acción que se esté realizando. Como lo menciona Luis Gomero (página 16), son muy importantes los proyectos de desarrollo que han tenido éxito en el ámbito local, pero no son suficientes para generar los cambios de mayor envergadura necesarios para un desarrollo rural sostenible.

Algunos artículos publicados en este número muestran cómo a partir de las iniciativas de la sociedad (organizaciones de productores y de pobladores rurales, y ONGs de desarrollo) y de algunas instancias gubernamentales, se ha logrado influir en las agendas políticas locales y nacionales, aunque todavía no es posible visualizar que los efectos de la práctica agroecológica hayan motivado cambios significativos en las políticas oficiales de los gobiernos de América Latina, capaces de promover decididamente la agricultura sostenible. Hemos publicado algunos casos de iniciativas del gobierno brasileño en favor de una agricultura sostenible; ello se debe a que el movimiento agroecológico en Brasil es uno de los que ha llegado más lejos en el proceso de transición hacia la agroecología en América Latina y en el que están involucradas las organizaciones de los agricultores de pequeña escala (agricultores familiares), especialmente del sur de Brasil, junto con los investigadores de las universidades y de las entidades de gobierno, así como los proyectos de desarrollo rural sostenible promovidos por las propias organizaciones de productores campesinos y por organizaciones no gubernamentales (página 11: R. Silva et al.)

A nivel internacional existe un movimiento de agricultura orgánica o ecológica que ha logrado establecerse institucionalmente y hacer oír su voz a través de organismos como IFOAM, los cuales han logrado influir en el debate sobre la transición, al mismo tiempo que refuerzan la acción de sus miembros regionales y locales para incidir en el escenario político de cada país (página 14: R. Ugás).

Como decíamos al inicio, si bien en América Latina las iniciativas locales y nacionales para la ampliación y fortalecimiento de la agricultura ecológica son cada vez más numerosas, el proceso todavía no logra el nivel necesario de organización e institucionalidad que permita que las experiencias exitosas puedan ser modelo para la formulación de políticas agrarias que tiendan hacia el desarrollo rural sostenible. Los productores agrarios de pequeña escala, que son los que están marginados de la modernidad convencional, tienen en sus manos la posibilidad de una modernidad alternativa a través de la vinculación de su práctica agrícola sostenible con su capacidad de propuesta política. Lo importante es resaltar que las experiencias concretas de los pequeños productores en agroecología o en transición hacia ella tienen una connotación política de la que deben ser concientes para así poder aprovechar la propia experiencia en la transformación del contexto político local, nacional y regional a un nivel cada vez más alto.

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