diciembre 2005, Volumen 21, Número 3
Animales menores: un gran valor

Granja diversificada en una azotea de La Habana

ROBERTO SÁNCHEZ, NELSON AGUILAR Y FERNANDO FUNES MONZOTE | Página 20-22
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La producción de alimentos no constituye una ocupación exclusivamente rural; alrededor de 800 millones de personas que viven en zonas urbanas de todo el mundo se dedican a la agricultura y a la ganadería (Mougeot, 1998).

Durante los últimos años en Cuba se han desarrollado sistemas de producción urbanos innovadores para la crianza animal, centrados en el uso de recursos locales. Muchos ciudadanos se han dispuesto a producir alimentos en áreas marginales, solares yermos y hasta en los techos de sus casas, haciendo un uso muy eficiente e integrado de los recursos disponibles (Cruz y Sánchez, 2000). En la mayoría de los casos, esta labor no sólo viene acompañada de beneficios productivos o económicos, sino que también contribuye al saneamiento ambiental y al mejoramiento de las relaciones sociales, pues constituye un componente importante de solidaridad y cooperación entre los vecinos.

La experiencia que se describe a continuación presenta los resultados de un criador habanero quien, aprovechando recursos locales y las relaciones que permite el ambiente urbano, ha diseñado un sistema sostenible (económicamente viable, socialmente adecuado y ecológicamente compatible) sobre la base de la diversidad y la integración (Sánchez y Aguilar, 2004). El sistema basa su funcionamiento en un alto nivel de reciclaje de nutrientes y en la crianza de tres especies de animales menores (conejos, cuyes y gallinas de doble propósito) que conviven de manera armónica con la familia y el entorno social y ambiental que les rodea.

Las diferentes alternativas permaculturales puestas en práctica por Nelson Aguilar son innovadoras e ingeniosas. Una picadora, un deshidratador que funciona con gas o electricidad y un molino de martillo, fabricados artesanalmente por Nelson, son equipos que permiten optimizar la calidad de los alimentos, aumentar la eficiencia de su empleo, simplificar su manejo y garantizar el almacenamiento en las condiciones de calor y humedad que son las características del clima de Cuba.


El proyecto permacultural de Nelson. Crianza de cuyes y conejos / Foto: autores

Nelson es conocido en el barrio como «el criador de conejos», aunque mucha gente no sospecha que en un lugar tan peculiar como el techo de su casa también cría gallinas y cuyes, además de mantener un huerto casero. Aunque ha sido músico, técnico avícola y diseñador de equipos electrónicos por profesión, su principal ocupación actual es desafiar la creencia de que las personas en las ciudades deben ser simples consumidores.

La posibilidad de criar conejos en la azotea de su casa era un viejo sueño de Nelson, que se hizo realidad a fines del año 2002. El aporte de un proyecto de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJ), apoyado por la ONG alemana Pan para el Mundo, permitieron impulsar su creatividad y hacerlo realidad. Con las actividades de capacitación recibidas por parte de la FANJ y la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), fue posible determinar los elementos teóricos para el diseño e implementación del sistema. Lo demás fue fruto de la persistencia y las enseñanzas de la práctica diaria.

La concepción de sistema en el diseño del espacio nació de la necesidad de solucionar los problemas con recursos realmente disponibles a nivel local para evitar la dependencia. La capacitación en permacultura recibida de la FANJ fue decisiva en el proyecto. El uso de todo lo que anteriormente era considerado residuo o desecho, la diversificación y la interrelación de todos los elementos para que cada uno apoyara diferentes funciones en el sistema, desembocó en un sistema de permacultura.
La base productiva

En un área de 136 metros cuadrados, superficie de la azotea de la casa de Nelson, el complejo sistema productivo está compuesto por varios subsistemas.

El subsistema animal está formado, en primer lugar, por su principal renglón comercializable: los conejos. Cuenta con 23 reproductoras, dos sementales y su descendencia de más de un centenar de conejos, los cuales ocupan 68 metros cuadrados, es decir, la mitad de la superficie disponible. En segundo lugar, en el estrato inferior, y sueltos debajo de las conejeras, se encuentran los cuyes (alrededor de 40 animales). No muy lejos, como tercer componente y ocupando un espacio de sólo dos metros cuadrados, se ubican 15 gallinas rústicas que producen entre cuatro y siete huevos diarios, suficientes para cubrir las necesidades de la familia, mientras los excedentes son donados a vecinos o, en ocasiones, vendidos.

El subsistema vegetal ocupa buena parte del techo de la casa. Se cultivan principalmente ají de cocina, albahaca (Ocimum basilicum), ajo, cebollín y orégano. También están presentes algunas plantas medicinales como la sábila (Aloe vera), el tilo y el noni (Morinda citrifolia), y plantas ornamentales que hacen el lugar agradable a la vista. En la temporada invernal se produce acelga, berza (Brassica oleracea), tomate y otras hortalizas para autoconsumo. El sistema ha presentado dificultades, como el efecto negativo del excesivo calor en época de verano, el cual se ha amortiguado a través de enredaderas como el maracuyá, que además de producir fruta cubre los techos de las naves de jaulas, resultando un perfecto controlador del ambiente interno.

El subsistema de alimentación animal está concebido de forma tal que nada se desperdicia, logrando una alta eficiencia en el uso de los escasos recursos alimentarios disponibles. Los residuos de la alimentación de los conejos son consumidos totalmente por los cuyes. El estiércol de conejos y cuyes deshidratado representa, a su vez, entre 70 y 80 por ciento de la dieta de las gallinas. El resto de la dieta de las gallinas y la base de la alimentación de los conejos es pienso casero confeccionado con materias primas provenientes del entorno: desechos de la cocina propia y de algunos vecinos; residuos orgánicos de un comedor obrero y, ocasionalmente, de tiendas de alimentos, y otros establecimientos, y algunos residuos vegetales de un agromercado cercano (cáscaras de naranja y masa de coco, entre otros).

Los diferentes componentes del pienso (fuentes de proteína, fibra y almidones), se muelen por separado y luego se mezclan manualmente. Análisis de laboratorio realizados a este pienso indican que aporta entre 11 y 16 por ciento de proteína bruta y entre 12 y 15 por ciento de fibra. Estos alimentos son deshidratados para garantizar la durabilidad de sus propiedades mientras se encuentran almacenados. Así, se puede contar con una reserva de alimentos hasta para seis meses, que puede ser utilizada en momentos de escasez o dificultad.

Buena parte de la alimentación de los conejos debe basarse en alimentos fibrosos, que constituyen el componente de la alimentación de animales más difícil de obtener en ciertas zonas de la ciudad. La hierba es cortada en jardines y otros espacios urbanos cercanos, y se suministra fresca junto con los residuos vegetales provenientes del agromercado, algunos de los cuales también se utilizan en la elaboración del pienso casero.

Relaciones biológicas (planta-animal), sociales y económicas en el sistema
Diagrama 1. Funcionamiento del sistema de la granja diversificada
Foto: autor

Todo el estiércol sobrante de cuyes y conejos es utilizado como abono orgánico para la fertilización directa de los contenedores de plantas. También se utiliza en la producción de lombrices destinadas a la alimentación de las gallinas y, a su vez, aprovecha las excretas de estas últimas. Los excedentes de abonos orgánicos o estiércol fresco generado por los animales y que no pueden ser procesados, son entregados a otros horticultores del barrio.

Para la fabricación del pienso y el procesamiento de los alimentos se cuenta con equipos que constituyen el componente no vivo del sistema: una picadora, un deshidratador a gas y electricidad de 11 bandejas que no excede los 60 grados centígrados, un molino de martillo y varios tanques de cierre hermético. Todos, excepto los tanques, han sido fabricados con materiales de desecho por el propio productor.

Las naves que dan cobertura a las jaulas, los bebederos, los nidales, algunas herramientas y las casitas de los cuyes han sido también construidos por Nelson, incorporando, en no pocos casos, novedosas adaptaciones a los diseños clásicos en función de las exigencias de su manejo. Esto evita gastos relacionados con la adquisición de artículos básicos para la cría, no siempre disponibles en el mercado, al mismo tiempo que contribuye al proceso de conversión de los desechos en productos.

Tan valiosas como las crianzas y los equipos, son las relaciones que Nelson establece con sus vecinos y su entorno. La diversidad de aportes que recibe de los vecinos le ha permitido sobreponerse a la pérdida, definitiva o temporal, de alguna de las fuentes de materias primas que utiliza y adaptarse a las exigencias del mercado. El aprovechamiento de residuos no sólo se traduce en un beneficio para el sistema productivo, sino que representa una ventaja para quienes los generan, que de otro modo tendrían que emplear tiempo, esfuerzo o dinero para deshacerse de ellos. De igual modo, el reciclaje constituye un beneficio para el ambiente urbano y rural.

La diversidad de producciones permite el acceso del barrio a productos sanos de bajo costo o a través del trueque de productos por servicios. El aporte de estiércol o abonos orgánicos a otros productores agrícolas de la zona, mientras evita la pérdida de nutrientes, favorece sus producciones y mejora el ambiente, al contribuir a que se extiendan los beneficios de la agricultura urbana.

Economía del sistema: Nelson mostrando la producción de sus gallinas / Foto: autor

La venta de conejos es el principal ingreso del sistema. Junto a ventas esporádicas de pienso casero y cuyes, los cuales son comercializados para pie de cría y para mascotas, los ingresos netos anuales generados (alrededor de 3.500 PUC –pesos cubanos– ó 143 USD) representan 1,4 veces el salario medio per cápita de la ciudad. Por otra parte, el consumo familiar de huevos, carne, condimentos y medicinas producidos en la casa, constituye un significativo ahorro de dinero. Los costos totales han sido de 42 centavos por un peso producido en el año 2002; 37 en el 2003, y en el 2004 producir un peso costaba 35 centavos. Esto significa que se ha incrementado la eficiencia en el manejo y la productividad del sistema.

Pero éstos no son los únicos beneficios económicos para la familia. Como estrategia sostenible se encuentran, además, los siguientes resultados, difícilmente alcanzados por otras actividades económicas familiares:

minimización de la dependencia de insumos externos, al usar recursos disponibles en la comunidad que la mayoría de las veces contaminan el entorno o se desperdician;
generación de beneficio directo para la familia (huevos, condimentos, carne, etc.), lo que constituye un ahorro de dinero, y
beneficio a otros horticultores del vecindario a través de la provisión de estiércol y vermicompost.

Comentarios finales

La estrategia trata de minimizar cualquier gasto en insumos, mientras que los productos deben ser variados y dirigidos a la generación de ingresos y beneficios sociales. Usar recursos disponibles en la comunidad, que la mayoría de las veces se desperdician y contaminan el entorno, representa un beneficio que sobrepasa la escala de la vivienda.

Esta experiencia confirma que las azoteas y otros espacios urbanos pueden constituir sistemas productivos eficientes y adecuados: no compiten por el suelo urbano con ninguna otra actividad y benefician a las familias y al barrio de muchas maneras.

Esta forma de producción logra un uso eficiente de los recursos a través del reciclaje y la integración animal y vegetal, contribuye al saneamiento ambiental, y cumple una importante función social de promoción y divulgación que favorece la multiplicación de iniciativas similares.

 

Roberto Sánchez, Nelson Aguilar y Fernando Funes Monzote

Roberto Sánchez
Programa de Desarrollo Urbano Sustentable, Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJ)
Ciudad de La Habana, Cuba
Correo-e: roberto.sanchez@fanj.cult.cu

Nelson Aguilar
Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA)
Ayuntamiento 205, entre Calzada del Cerro y Manila, municipio Cerro, Ciudad de La Habana, Cuba

Fernando Funes Monzote
Grupo de Sistemas Biológicos de Producción, Universidad de Wageningen, Holanda
Apartado 4029, C.P. 10400, Ciudad de La Habana, Cuba
Correo-e: fernando.funes@wur.nl

Referencias
– Cruz, María Caridad y R. Sánchez, 2000. Agricultura y ciudad: Una clave para la sustentabilidad. Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, La Habana.
– Mougeot, L. J. A., 1998. «La producción agrícola dentro y alrededor de las ciudades». La Era Urbana, edición de invierno.
– Sánchez, R. y N. Aguilar, 2004. «Cría de animales en una azotea del municipio Cerro, Ciudad de La Habana: los resultados de Nelson Aguilar». En Memorias del II Simposio Internacional sobre Ganadería Agroecológica (SIGA 2004). La Habana.
Esta experiencia ha sido apoyada en capacitación y recursos para infraestructura básica, a través de un proyecto de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, en colaboración con la organización alemana Pan para el Mundo, así como por un proyecto de la Asociación Cubana de Producción Animal con Agro Acción Alemana.

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