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Los pequeños productores del departamento San Cristóbal, en la provincia de Santa Fe, Argentina, basan su subsistencia en la producción ganadera en un medio que les es bastante adverso, en primer lugar por la escasa superficie con que cuentan (de tres a 20 hectáreas), y en segundo lugar por el estado de degradación de los suelos que, siendo naturalmente pobres, han sufrido además años de mal manejo (pastoreo continuo, exceso de carga animal), inundaciones, sequías, etc.

A esto se suma que la población presenta pautas culturales que implican resistencia al cambio. Es en este contexto que se llevó a cabo la experiencia del grupo Camino al Progreso. Se trata de un grupo de seis familias, que luego de haber concretado con éxito su primera experiencia conjunta de fortalecimiento de las producciones para autoconsumo, obtuvieron, en septiembre de 2003, el financiamiento de un proyecto productivo para sus predios, proveniente del Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER, ver recuadro). Dicho proyecto estuvo dirigido a mejorar (y recuperar después de una inundación) la producción de leche y la crianza de animales menores. Incluyó la adquisición de materiales para mejora de instalaciones, cercos, pantallas solares, reproductores (bovinos y caprinos), semillas de forrajeras perennes y laboreo, entre otros, y el Programa aportó la asistencia técnica y realizó el seguimiento durante un año mediante la contratación de una ingeniera agrónoma.

Al comenzar a trabajar con el grupo de las seis familias, hicimos un diagnóstico participativo para luego abordar la elaboración, también participativa, del proyecto. Sucede que cada vez que los productores comienzan a ver la posibilidad de financiamiento piensan en la compra de animales, ya que estos son su capital más preciado y siempre quieren incrementarlo, aunque después, los animales «se mueran de hambre» por la falta de pasto. Por esto el diagnóstico fue muy importante, pues permitió el análisis de la situación entre todos y el poder darnos cuenta que para tener una buena producción era necesario –en general– recuperar los potreros degradados, por medio de clausuras y otros métodos que los pequeños productores integrantes del grupo aún no conocían. Esta etapa incluyó la visita a un productor mediano de la zona que ha tenido éxito en su sistema de manejo de los potreros y en la producción de forraje. La visita fue muy motivadora para el grupo de pequeños productores quienes decidieron probar, en sus propios campos, la siembra de las especies gramíneas utilizadas por el mediano productor visitado.

Una experiencia particular: Ricardo Caballero en uno de los potreros recuperados / Foto: autora

De este grupo describiremos la experiencia particular de la familia Caballero, por ser un caso emblemático, ya que resume los cambios que pueden lograrse no sólo a nivel de recuperación de recursos naturales y productividad, sino también en el entorno familiar y en su calidad de vida. Se trata de un matrimonio mayor con dos hijos adultos solteros (una es mujer y trabaja como empleada doméstica fuera del predio). La estructura familiar es patriarcal (todas las decisiones pasan por el padre), y antes del proyecto los miembros de la familia se encontraban aferrados a pautas culturales muy antiguas, sin propensión a aceptar cambios ni a proponerlos.

Los Caballero viven en un predio propio, de ocho hectáreas con pastizales naturales degradados y utilizan, en calidad de préstamo, diez hectáreas de bosque natural, también empobrecido. Antes de iniciarse el proyecto, en épocas de escasez de pastos recurrían al pastoreo en la hierba que crece en las banquinas (bordes de los caminos) y calles (caminos rurales entre árboles). Esto requería destinar mucho tiempo al cuidado de los animales, tarea que se realizaba a pie o a caballo.

Actualmente, y aprovechando que están ubicados muy cerca de la ciudad, sus ingresos provienen de la venta de leche «puerta a puerta» en domicilios particulares, de la venta de unos pocos animales por año y de trabajos fuera del predio en forma temporal.

Al comienzo del proyecto contaban con 16 bovinos y ocho equinos, es decir aproximadamente 1,5 e.v./ha (equivalente vaca por hectárea), lo que es una carga excesiva para la zona, más aún cuando, como ya hemos dicho, se trataba de un predio sin pasturas cultivadas. La productividad era muy baja, sólo de tres a cuatro litros de leche por vaca al día (se debe tener en cuenta que no se trata de vacas de aptitud lechera y que, además, estaban criando a sus terneros). Había mortandad animal en invierno, que para la zona es una época crítica en cuanto a la disponibilidad de forrajes.

Los avances en el predio
El financiamiento obtenido con la aprobación del proyecto PROINDER, consistente en un monto equivalente a 1.000 USD, permitió a los Caballero adquirir materiales para refacción de cercos; instalar un brete (corral alambrado) para manejo sanitario del rodeo; construir un bebedero; instalar un panel solar fotovoltaico y electrificador, e implantar dos hectáreas de grama Rhodes (Chloris gayana).

De todas esta mejoras, las más determinantes para los cambios fueron las dos últimas, ya que la pantalla solar y el electrificador permitieron comenzar el manejo de los animales y los pastos de una forma más racional, y la siembra de grama Rhodes permitió que el predio de la familia produjera forraje. Don Ricardo nos dijo: «Por primera vez tengo pasto todo el año». También, fue muy importante que gracias a dicho panel solar la familia pueda contar con energía eléctrica para la iluminación y el uso de artefactos domésticos.

Los cambios de actitud

Quizás por estas facilidades, Ricardo hijo, que antes se mostraba muy reacio a participar, comenzó a involucrarse personalmente en las tareas, tanto en el manejo del alambrado eléctrico, como en el armado de parcelas; en llevar registros de entrada y salida de los animales, etc. También se encargó de trasladar estiércol y ramas a los lugares más degradados del potrero para favorecer la implantación de grama y la proliferación de especies naturales, con muy buenos resultados.

Además, empezó a participar en las actividades grupales (reuniones, capacitaciones, etc.) y logró un mayor protagonismo al interior de la familia. Lo mismo ocurrió con Blanca, su madre, quien comenzó a participar más en las actividades conjuntas.

Todos los miembros de la familia, al ver que se comenzaban a alcanzar resultados con los cambios introducidos, estuvieron más dispuestos a aceptar las sugerencias técnicas, entre ellas la de la clausura de potreros para permitir la recuperación de las especies naturales de valor forrajero. Al poco tiempo, les causó sorpresa constatar que en su propio campo aparecían especies leguminosas como el trébol de olor (Melilotus sp) y el trébol blanco (Trifolium repens), que evidentemente siempre habían estado en el suelo. Antes de la clausura de los potreros estas especies no podían prosperar porque los animales, al tener acceso permanente a las pasturas, las elegían en primer lugar por ser más palatables.

La familia Caballero aceptó también la propuesta de desprenderse de algunos animales bovinos y equinos, lo que permitió el aumento de la productividad individual y disminuyó la mortandad. Actualmente cuentan con 12 bovinos y tres equinos, y la productividad ha llegado a los seis litros diarios por vaca. El estado corporal de los animales es mucho mejor, ya que ahora disponen de forraje durante todo el año, pero el incremento en la producción de leche no es aún significativo ya que las vacas, como se ha mencionado, no son de aptitud lechera y generalmente se encuentran criando terneros, razón por la cual son ordeñadas sólo una vez al día.

El próximo paso debería ser mejorar la calidad genética del ganado bovino. Pero para esto se necesita primero lograr la recuperación de los potreros de modo que permita tener una buena oferta de leguminosas forrajeras, condición sin la cual no es posible mantener vacas lecheras. Es claro que ahora sus pastos son más tupidos que antes, pero no son de muy buena calidad nutricional: la grama Rhodes proporciona buena cantidad de pasto pero no de la calidad necesaria para la producción lechera.
¿Qué son el PSA y el PROINDER?
El Programa Social Agropecuario (PSA) es un Programa de la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Nación, iniciado a fines de 1993, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los pequeños productores agropecuarios, mediante apoyo financiero, capacitación y asistencia técnica. Desde el año 2000 el PSA ejecuta también el Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER) financiado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) que aporta fondos no reintegrables para mejoras de infraestructura de emprendimientos productivos.

Se promueve la formación de grupos de 6 a 10 familias, con las que en primera instancia se llevan adelante proyectos de fortalecimiento de la autoproducción de alimentos. Una vez que estos han sido exitosos y se ha logrado no sólo la concreción de dichos proyectos, sino la consolidación grupal, se propone la elaboración de proyectos productivos, para promover la mejora en los productos de renta. La propuesta es agroecológica, tendiendo en todo momento a evitar el uso de agrotóxicos y a realizar prácticas de impacto ambiental positivo.

Caracterización de los recursos naturales del departamento San Cristóbal
Clima: variable, entre «continental subtropical» y «continental templado cálido». Temperatura media anual: 20 a 21°C. Mínima media: 14,5°C (extremos: -2 a -7°C). Máxima media: 27°C. (extremo: 45°C). Periodo libre de heladas: 210 días (septiembre a mayo). Precipitaciones: la media anual es de 920 mm con grandes variaciones estacionales. Pico máximo en otoño y medio en primavera con sequías pronunciadas en invierno, lo que dificulta la provisión de forrajes en esa estación.

Suelos: Poco profundos, lavados, con presencia de sodio. En general, los suelos de la región tienen aptitud ganadera, pero presentan serios problemas de degradación, sobre todo por mal manejo (sobrepastoreo).

Agua: de buena calidad tanto para consumo humano como animal.

Siguen los cambios. Vista del predio de la familia Caballero / Foto: autora

Hoy en día, y ya finalizado el periodo de asistencia técnica de PROINDER, los protagonistas de esta experiencia de pequeña producción agropecuaria siguen mejorando. Ha sido muy grata la sorpresa al visitarlos recientemente y ver un nuevo lote de terreno totalmente cubierto de grama Rhodes recién implantada, y otro preparado para la siembra de leguminosas. El aspecto general del predio ha mejorado notablemente: portones y postes de cercos pintados de blanco, mejoras en la casa, corral nuevo para las aves que antes estaban sueltas por el predio y hoy son cuidadas para que no arruinen las pasturas implantadas, etc.

Al llegar, encontramos a los hombres distribuyendo estiércol en un nuevo potrero. «Esta práctica nos ayuda no sólo a mejorar la tierra, sino que ahora tenemos el corral de las vacas mucho más limpio», dicen.

Muy contenta, Blanca nos comenta que ahora tienen más ingresos por venta de leche, pero muy pronto tendrán excedentes y podrá hacer quesos y dulce de leche no sólo para el autoconsumo, sino también para la venta. «Ya no tenemos necesidad de sacar los animales a pastorear fuera del predio y nos queda tiempo para hacer otros trabajos», dice Ricardo (hijo). «Nunca terminaremos de agradecer al Programa Social Agropecuario por la ayuda que nos ha brindado. El Programa nos ha marcado el camino, y ese camino vamos a seguir para continuar mejorando. Nuestro objetivo es tener todos los potreros en producción».

En la zona y no sólo entre sus pares, los Caballero se han convertido en «demostradores», y muy orgullosos reciben la visita de otros grupos de pequeños productores para mostrarles sus lotes recuperados y contarles su experiencia.

Además de los cambios productivos, valoramos fundamentalmente los logros a nivel social y familiar que se dieron a partir del proyecto, y que podemos resumir así:

Mejora de la calidad de vida, debido a los resultados productivos y a la comodidad de contar con energía eléctrica en el hogar.
Mayor disponibilidad de tiempo (para trabajos extraprediales, ocio, etc.), ya que ahora no necesitan tantas horas de pastoreo en banquinas.
Aumento de la autoestima de los miembros de la familia que antes no participaban, como el hijo y la madre, que hoy sienten que se pueden involucrar no sólo en las tareas, sino también en la toma de decisiones.
Incorporación de nuevas mejoras por decisión propia.
Los integrantes de la familia Caballero son demostradores para otras experiencias productivas de la zona.

Hay otros cambios que no inciden directamente en la producción, como el nuevo bebedero, pero sí mejoran las condiciones de trabajo de la familia e influyen positivamente en el bienestar de los animales.

Amelia Reinares
Programa Social Agropecuario (Argentina)
Correo electrónico: ameliareinares@hotmail.com

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