A través de la historia del hombre y de su civilización, la biomasa forestal, silvestre o cultivada, ha sido la fuente de energía básica para la vida y el desarrollo técnico, y aún hoy la leña sigue siendo una de las principales fuentes de energía para las poblaciones rurales. Pero el uso de la leña ha tenido como consecuencia la deforestación de grandes extensiones de bosques primarios y la pérdida de la cubierta vegetal y de la biodiversidad, siendo la causa principal de grandes desequilibrios ecológicos locales y a nivel mundial, que se traducen ahora en el avance de los procesos de desertificación. Sin embargo, un adecuado manejo de los bosques propicia la utilización racional de esta fuente renovable (los árboles pueden replantarse y se pueden recuperar bosques perdidos mediante la reforestación), y permite seguir usando la leña, que aún constituye una alternativa económica «a mano» para muchos hogares rurales de las zonas tropicales (I. Cherrett, página 28).
En términos generales, las plantas cultivadas constituyen una importante reserva de energía, ya sea a través de los alimentos o de los rastrojos y desechos de la cosecha que, transformándolos, pueden convertirse en subproductos energéticos. Uno de éstos es el biogás (mezcla de dióxido de carbono y metano), que puede ser usado directamente o también transformado en electricidad mediante un equipamiento especial. Como se ve en los artículos de T. R. Preston (página 18), C. Felipe-Morales y U. Moreno (página 23) y L. Gomero (página 25), esta es una opción interesante para muchos.
Otras fuentes de energía renovable para los agricultores campesinos o de pequeña escala son la hidráulica y la eólica. Al igual que en el caso de la leña, el uso del agua y del viento para generar trabajo es muy antiguo. El actual aprovechamiento de la energía hidráulica para la elevación del agua con fines de riego o su transformación en electricidad mediante el uso de microturbinas hidráulicas, son innovaciones técnicas que permiten la generación de energía limpia. De esta manera, contribuyen a mejorar sustantivamente los rendimientos y la calidad de la producción, como lo informan C. Herrera y S. Ramírez en su artículo (página 13) y lo expresa don Jovino Moya, un agricultor participante de un proyecto de uso de energía hidráulica para fines de riego: «Hoy estamos contentos y satisfechos porque esta bomba es muy simple y funciona a las mil maravillas, no gastamos un centavo y tenemos agua en la parte alta, que es lo más importante» (R. Pizarro y G. Arancibia, página 10).
Sin restar importancia a las innovaciones técnicas para el aprovechamiento de las fuentes renovables de energía accesibles para los productores rurales de pequeña escala, la primera fuente renovable de energía confiable es su propia fuerza de trabajo, aunque por lo general ésta no es suficiente para todo lo que demanda el proceso productivo en la finca. De ahí la importancia de la energía animal para las labores de labranza, especialmente para la tracción, así como el que la familia agricultora cuente con herramientas e implementos que contribuyan a hacer más efectiva su inversión de energía en todo el ciclo productivo agrícola. Para ello, «la fuerza física, la salud y la motivación son recursos tan importantes como las herramientas, los animales o las técnicas necesarias al momento de llevar a cabo las tareas» (D. O’Neill, página 8).
En América Latina, los animales de tiro forman parte inseparable de la agricultura de pequeña escala. La tracción animal es una fuente de energía renovable que se puede mantener con pocos insumos externos. Es por ello que hemos publicado un breve artículo basado en el estudio del impacto de la buena nutrición de los animales de tiro para garantizar su óptima capacidad de tracción, usando los recursos de la finca: los rastrojos y biomasa (D. Font, página 31). Esto, creemos, es algo que merece estudiarse con más detalle.
Hoy en día, la agricultura puede todavía ser definida como el manejo de los ecosistemas para beneficio de la humanidad. En un futuro cercano, pensamos que toda la agricultura –por un proceso en activa expansión y cada vez mayores exigencias de la conservación de los ecosistemas– tenderá a ser sostenible, tanto para beneficio humano como para la conservación de la naturaleza. En esta óptica, el uso de energías de fuentes renovables como la solar, la eólica y la hidráulica, y las provenientes del aprovechamiento racional de la biomasa, son alternativas que cobran cada vez mayor importancia, pues son energías limpias, no contaminantes. Son también importantes en la perspectiva de LEISA, porque representan opciones al alcance de los agricultores de pequeña escala y significan un importante ahorro para su economía. Las soluciones, en todo caso, deben encontrarse al trabajar en forma conjunta con las comunidades locales, considerando de manera cuidadosa las opciones ecológicas que mejor satisfagan los requerimientos de las mujeres y los hombres integrantes de la familia agricultora.