El establecimiento definitivo en esta zona empezó con la llegada de los primeros colonos mineros a la localidad de San Juan Grande en los años sesenta. Desde entonces, los habitantes han visto bajar progresivamente su nivel de vida debido al agotamiento de los recursos, tanto los minerales (oro) como la madera y las pieles que obtenían del bosque, debido principalmente al uso irracional que le dieron a éste. En este contexto es que surge la necesidad de conocer y manejar mejor los recursos disponibles que permitan a las comunidades asentarse de manera definitiva y aspirar a una mejor calidad de vida. Esto incluye manejar adecuadamente el recurso suelo, e incrementar la productividad de las tierras ya intervenidas o degradadas como chacras abandonadas, potreros y áreas afectadas por la extracción de oro.
El Bosque de los Niños
Niños cosechando hortalizas
Foto: Autores
La comunidad de Boca Amigo, ubicada en la confluencia de los ríos Madre de Dios y Los Amigos, es una comunidad representativa de inmigrantes dedicados tanto al comercio como a la minería. Ahí, ANIA, la Asociación por la Niñez y su Ambiente, viene llevando a cabo desde hace tres años un proyecto piloto de educación ambiental conocido como BoNi, o «Bosque de los Niños». El BoNi consiste en un terreno que los adultos entregan a niñas y niños para que éstos lo manejen y en el proceso adquieran conocimientos, habilidades y valores en torno al aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y culturales. El proyecto divide el trabajo en tres componentes principales: uno de socialización y salud ambiental (que incluye un área de recreación, un «tambo» como lugar de reunión y la instalación de letrinas y silos), un componente de autogestión, y uno de recursos naturales, con el que se busca que los niños y sus padres manejen sus propios recursos.
Con el componente de Manejo de Recursos Naturales del BoNi, los niños implementan una parcela agroforestal en la cual son capacitados en el manejo de las técnicas agroecológicas que permitan lograr maximizar la productividad de la tierra, y junto con ello fortalecer su capacidad de lecto escritura, lógico matemática y también su capacidad crítica. La implementación de la parcela también busca valorar este proceso, y crear una fuente de alimentación que mejore su nutrición. Todo esto responde directamente a los objetivos del proyecto, que apunta a validar esta experiencia piloto para luego promover su aplicación en otras zonas de la Amazonía, adaptar el BoNi a otros ecosistemas del país (y así crear «la playa de los niños», «el valle de los niños» o «el lago de los niños»), y luego adaptar el concepto BoNi a áreas urbanas y urbano-marginales.
¿Cómo lo hacen?
La parcela agroforestal consta de un área cercada de unos 900 m2, la que está bajo responsabilidad de todos los niños participantes. Dentro de la misma, existen parcelas individuales de 12 metros cuadrados asignadas para cada niño en edad de participar. También hay un área común que sirve como vivero, para la elaboración de compost y depósito de materiales.
En el manejo de las parcelas participan los niños que cursan la primaria en el colegio local y también los padres y hermanos menores, como una forma de involucrar a toda la comunidad en la educación de los niños. Los niños son incentivados por el profesor del aula (el sistema educativo es unidocente y multigrado debido a que solo hay 12 alumnos entre 6 y 13 años en la comunidad) y por las coordinadoras del proyecto a participar de forma activa en las tareas de las parcelas, sea organizando el riego, en el desmalezado, en la siembra de almácigos, y en todas las demás actividades. Tanto los niños como los padres están organizados en comités, lo que facilita la coordinación de estas actividades, así como la realización de charlas y acciones de capacitación por expertos en el tema.
¿Qué se promueve?
Hojas y frutos de cocona (Solanum sessiliflorum)
Foto: Autores
Los principios que se promueven en los niños en la parcela agroforestal son principalmente la valorización de las plantas locales y la utilización de técnicas e insumos agroecológicos que nos permiten cumplir nuestros objetivos. Al mismo tiempo, se promueven también los valores de solidaridad y laboriosidad.
La valorización de las especies locales o regionales se realiza mediante la siembra de árboles o arbustos que son los que van a proporcionar sombra, protección y, en algunos casos, fertilización en la parcela. Las plantas más usadas son ‘anona’ (Rollinia mucosa), ‘copoassu’ (Theobroma grandiflorum), ‘araza’ (Eugenia stipitata), ‘marañón’ (Anacardium occidentale), ’cocona’ (Solanum sessiliflorum), ‘shimbillo’ y ‘pacae’ (Inga spp.) (éstos dos últimos como frutos y fertilizantes). Todas estas especies están tomando importancia en la región y tienen en algunos casos un buen potencial para la industrialización, tal como lo demuestran las experiencias brasileñas con el copoassu o el marañón. También se utilizan en el estrato arbóreo plantas introducidas como el limón (Citrus aurantifolia) y la naranja (Citrus sinensis).
Como una forma de incentivar el cuidado de estos árboles, cada niño tiene en su parcela al menos un árbol plantado, el mismo que debe cuidar especialmente y que forma parte del programa «El Árbol de mi Vida». Este es un programa en el cual se registra el «nacimiento» del árbol en clase a través de una partida, y en el tiempo se va reportando cuánto crece, cuántas hojas tiene, si fructifica o si presenta alguna otra característica particular. Todos son identificados con letreros dentro de sus parcelas.
Además de los árboles permanentes se siembran varias hortalizas y los resultados se evalúan con los mismos niños, quienes saben de esta forma qué semillas pedir a los coordinadores en la siguiente ocasión. Para estas siembras, a los niños se les enseñan diferentes técnicas agrícolas en cada fase del proceso. Durante la preparación de los almácigos se hace una mezcla de tierra de la misma chacra, arena de río y tierra de monte. Estas son recogidas en carretillas por los niños a los que se les reparte igual número de bolsas para almácigos, junto con las semillas que ellos piden de acuerdo a sus resultados en la campaña anterior. Cada niño es responsable de regar las bolsas y cuidarlas hasta el momento del transplante.
Al preparar la tierra se lleva a cada parcela tierra rica en nutrientes traída del bosque, explicándoseles por qué es necesaria, y señalando también que cuando tengan compost suficiente esto ya no va a ser necesario. También se le agrega ceniza o nidos de termita traídos de los alrededores para contrarrestar la acidez e introducir minerales, y se incorporan las malezas a la mezcla. Todo esto lo hace cada niño en su parcela y los coordinadores en la parcela de muestra. Finalmente se les enseña a hacer camellones altos y a cubrir el suelo con la maleza de los alrededores, indicándoles el propósito de cada tarea. Para ello hay clases especiales de capacitación, pues se prefiere no interferir con el horario escolar. Estas clases son dadas por especialistas que visitan la zona periódicamente, o por los voluntarios o coordinadores cuando su preparación lo permite. Los profesores estimulan y dirigen a los alumnos en este proceso aun fuera de sus horarios habituales.
Los niños transplantan los almácigos de las plantas que lo necesitan y siembran otras directamente en campo; ellos mismos se encargan del desmalezado y riego de sus plantas, ya sea por separado o en grupo junto a los coordinadores que supervisan todo el proceso, y llaman a participar a los que están descuidando sus parcelas. Como fertilizante se está usando la tierra descansada proveniente de los «eco-silos», pequeñas composteras domiciliarias con una capacidad de un metro cúbico, colocadas con el objetivo de colectar la basura orgánica y transformarla en abono para que sea luego utilizado en las parcelas. (Una función importante de estos eco-silos consiste en mejorar las condiciones de sanidad en las viviendas, ya que permiten colectar también los excrementos de los animales y los desperdicios que se hallan en los patios o muy próximos a las casas, lugar donde juegan los niños.) A este compost se le añade también el estiércol que es recolectado por la comunidad en la otra orilla del río, donde se encuentran algunas vacas. También se les está enseñando a preparar biol utilizando estiércol y el rúmen de vaca como activador. Para esto último se está pensando usar un insumo más disponible, que podría ser las vísceras de algunos peces herbívoros propios de la zona.
En cuanto al manejo de las plagas se enseña a los niños a diferenciar a los insectos que son benéficos de los dañinos, pues ellos realizan el control manual de las plagas que se presentan en la parcela (básicamente compuestas por lepidópteros y algunos áfidos). Aunque las plantas que podrían ser usadas como biocidas son muchas en la zona, aún no se ha trabajado con ellas. Varios niños que participan en este proyecto tienen chacras en el monte donde replican estas experiencias que, con el tiempo y más organización, podrían convertirse en una importante fuente de recursos para sus familias y la comunidad.
¿Qué viene después?
Con la parcela agroforestal del BoNi se busca dar a los niños las bases de una agricultura sostenible. Como parte del BoNi también se promueve el turismo social, la producción de artesanías y, entre otras actividades, también la piscicultura. Pero para ANIA los objetivos van mucho más allá. La Asociación considera que una sociedad sin valores y actitudes de responsabilidad social y ambiental no será sostenible, y que es en la etapa de la niñez donde se desarrollan estos valores y actitudes. Las formas como se utilizan los recursos naturales, y los valores que se imparten en el proceso, influyen en el desarrollo del niño y el impacto que éste tendrá sobre su ambiente. Para los que viven en zonas rurales, el mayor impacto será a través de las actividades productivas que realicen; para los que viven en zonas urbanas o urbano-marginales, será a través de los hábitos de consumo que practiquen. Por ello, se hace imprescindible que los niños participen en la conservación de la naturaleza, comprendan que ella sustenta sus vidas, y tomen decisiones que cuiden de ella.
Hasta mediados del año 2004 se han entregado más de 280 hectáreas de tierras a más de 700 niños en siete localidades de diferentes regiones del país. La forma en que esto se ha venido dando varía según las circunstancias especiales de cada comunidad. El objetivo propuesto es lograr que al final de este año existan 500 hectáreas manejadas con la participación de niños en la Amazonía y en otros ecosistemas del Perú. La visión de ANIA es que las niñas, niños y jóvenes del Perú, que representan el 40% de la población, participen en el manejo sostenible de por lo menos el 1% de la superficie del territorio peruano. De ser así, el porcentaje de tierras manejadas por niños se convertiría en un nuevo indicador de desarrollo sostenible para el país y el mundo.
Jorge Arnaiz Perales y Martha Torres
Jorge Arnaiz Perales
Colaborador del proyecto BoNi.
Correo electrónico: jorge_arnaiz@hotmail.com
Martha Torres Cabrera
Coordinadora del BoNi en Madre de Dios.
Correo electrónico: mtorres@aniainternational.org