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Aquí el trabajo es muy duro, es bien fuerte pero ya estamos acostumbrados, hay que saber manejar el machete.

Lo que más uno se corta es con la hoja de la caña, es bien fila, corta la cara, las manos y las piernas, yo me corto harto porque no tengo guardacho, protector para las piernas, eso es para los hombres, yo no uso pantalón. Así cuenta Denia (nombre ficticio utilizado para resguardar la identidad de la niña entrevistada), de 13 años, su trabajo como «cuarta» o ayudante en la zafra de la caña de azúcar en Bolivia al lado de su padre y de su hermano de 15 años.

En la zafra existe una marcada división del trabajo por la cual los varones adultos son zafreros y cortadores de caña, mientras que los niños, niñas y adolescentes, junto a las mujeres adultas, se ocupan de amontonar, pelar y, en menor proporción, cortar la caña, por lo que son considerados ayudantes bajo el apelativo de «cuartas». De otra parte están las niñas y mujeres adultas que se dedican a las labores de casa en forma exclusiva o combinándolas con las actividades en la plantación.

El apelativo de «cuartas» encubre una realidad de explotación que es ocultada tanto por los empresarios cañeros como por los contratistas, e incluso por los propios padres. Los niños, niñas y adolescentes en general no contraen ningún tipo de contrato, por tanto no se les provee de equipos de seguridad, ni son tomados en cuenta para ningún beneficio social. Los contratistas señalan que no contratan «menores» para las actividades de la cosecha, y los padres se reconocen a ellos mismos como zafreros y a sus hijos tan solo como ayudantes. Una ayuda sin la cual, los trabajadores adultos verían afectada gravemente su producción y por tanto, sus ingresos.

Según Teresa Urioste de la ONG OASI, entidad que desarrolla un proyecto de atención para niños y niñas que participan en esta actividad, si solamente trabaja el padre no se alcanza a cumplir con el cupo asignado, y lo que ganase tan solo le permitiría cubrir los gastos de alimentación de la familia durante la estadía en el campamento zafrero.

La Organización Internacional del Trabajo, OIT, estima que al igual que Denia, existen cerca de diez mil niños y niñas entre 9 y 18 años que participan en diversas labores de la zafra en los departamentos de Santa Cruz y Tarija. Hay cortadores, cargadores, amontonadores y peladores; diferentes ocupaciones para una legión de pequeños que ayudan a sus padres a cumplir con los cupos de producción establecidos y que permitirá a las familias llevarse un dinero más cuando regresen a casa.

Cerca de 1.400 niños, niñas y adolescentes trabajadores de la zafra se encuentran en el Municipio de Bermejo, una de las principales zonas cañeras del país, y desempeñan labores que varían según su sexo y edad. Los más pequeños se dedican al cuidado de sus hermanos menores, pasan agua u otros objetos y amontonan la caña para el cargado. A partir de los nueve años, ayudan con el pelado. Los de 14 años y más, con machete en mano, se dedican a cortar la caña. Las niñas mayormente ayudan en la cocina y en las labores del hogar.

Los niños y niñas que participan de la zafra no tienen oportunidad de ir a la escuela o la abandonan prematuramente debido a la carga de trabajo; viven duras condiciones de trabajo expuestos a las inclemencias del tiempo, desde el frío intenso de las madrugadas, hasta el sol abrasador de la tarde; sufren cortes con el machete o con las afiladas hojas de la caña. Debido a la mala alimentación y a la falta de agua potable padecen de enfermedades gastrointestinales; eso, sin contar las picaduras de serpientes, las lesiones de columna o las enfermedades respiratorias que debilitan su salud.

En la temporada de la cosecha de la caña, muchos padres de zonas pobres viven una verdadera encrucijada: dejar a sus hijos e hijas en sus lugares de origen al cuidado de algún familiar o vecino, o traerlos con ellos y mantener la unidad familiar aún bajo los riesgos que implica la zafra.

En su mayoría, las familias optan por lo segundo. Llegan a los campamentos zafreros y se instalan hacinadas en precarias viviendas colectivas donde duermen y cocinan. Durante los seis meses de cosecha trabajan jornadas de 12 horas que involucran a todos sus miembros.

En la investigación realizada por la OIT en el Departamento de Tarija se estableció que la mayoría de los padres está en contra del trabajo de sus hijos en la zafra, pero al mismo tiempo declaran no tener otra alternativa, a pesar que reconocen que los pequeños «no estudian» y «sufren mucho». Las razones que esgrimieron los padres y madres están fundamentadas en la necesidad de ganar dinero y también en el aprendizaje, pues según ellos, los niños y niñas «no tienen nada que hacer».

A los zafreros adultos se les paga entre uno y tres dólares por tonelada de caña cosechada (el pago de la tonelada cosechada de caña oscila entre 14 y 25 Bolivianos, a un cambio aproximado de 8 Bolivianos por dólar), con lo que obtienen al final de los seis meses de zafra aproximadamente 900 dólares americanos. Estos ingresos son muy significativos si se tiene en cuenta que el ingreso per capita anual de las familias campesinas pobres de Bolivia es de 200 dólares.

Estando en la plantación y ante la necesidad de cumplir con el cupo de producción establecido por los contratistas, los padres incorporan a sus hijos e hijas a la actividad. La experiencia les ha demostrado a estas familias zafreras que abarcan más con el apoyo de una «cuarta», que cuando los padres realizan solos el trabajo. Según estimaciones de la OIT cuando un zafrero trabaja solo alcanza, en el mejor de los casos, una y media tonelada métrica de caña, pero si tiene una «cuarta» puede llegar hasta tres, hecho que repercute en su economía.

Cuando uno llega aquí se pierde, todo es caña y cuando nos vamos no dejamos ni una, toditas las cortamos. Entre mi papá, mi hermano y yo cortamos cuatro o cinco toneladas al día, relata Denia. Este esfuerzo que normalmente comienza a las cuatro de la mañana y termina bien entrada la noche, les deja a familias como las de Denia 150 dólares mensuales.
Cosecha amarga

Aunque la Ley establece la dotación de vivienda para las familias que llegan a los campamento zafreros, en la realidad se instalan en galpones colectivos; pequeños cubiles cubiertos con plástico o lona donde, hacinados, pasan los seis meses de la cosecha

Foto: Antonio Rosa/2004

La industria azucarera de Bolivia se concentra en los departamentos de Santa Cruz y Tarija, donde se ubican cinco ingenios, cuatro privados y uno de propiedad del Estado. En conjunto, se trata de aproximadamente 90 mil hectáreas de cultivo que producen anualmente cerca de 8 millones de quintales de azúcar. En el año 2001 esta producción reportó al país 125 millones de dólares.

En el departamento de Tarija existen cerca de 12 mil hectáreas cultivadas con caña que abastecen a dos ingenios, con una producción de 900 mil quintales de azúcar y un valor aproximado de 15 millones de dólares en el 2001.

Estas cifras positivas, lejos de endulzar las estadísticas de una golpeada economía latinoamericana, encubren el drama humano de cerca de 40 mil personas que cada año entre los meses de mayo y octubre migran a las zonas cañeras del país. Venimos por necesidad, ya que en la comunidad no se puede trabajar en esta época y aquí siempre es seguro explica un padre de familia mientras viaja a Tarija.

Como él, cerca de 5.500 personas -entre hombres, mujeres y niños- se desplazan hacia el municipio de Bermejo desde sus comunidades de origen, generalmente zonas andinas en situación de extrema pobreza, áridas, frías y poco productivas de los departamentos de Potosí, Chuquisaca y el mismo Tarija.

La mayoría de las personas que migran a los campamentos zafreros son pequeños agricultores que se dedican a la siembra de papa o de algunas verduras que cultivan en invernaderos caseros. Toda su producción es a secano, es decir, depende de las lluvias, pues no cuentan con ningún sistema de riego.

Pensar en la comercialización en esos lugares es casi imposible, pues la producción apenas alcanza para el autoconsumo de las familias. En el mejor de los casos les llega hasta el mes de mayo, por eso cuando empieza la campaña de la zafra, migran para vender o alquilar su fuerza de trabajo.

Los zafreros son vinculados por  «enganchadores», como se conoce a los contratistas intermediarios,  que viajan a las comunidades de origen a establecer contratos entre los trabajadores y los empleadores; los enganchadores acostumbran dar un adelanto de dinero a los zafreros para comprometerlos con la cosecha. Este mecanismo informal de contratación, en el que media tan solo un acuerdo verbal, está prohibido expresamente en la legislación boliviana. De este modo, los  empresarios eluden sus responsabilidades en cuanto a la seguridad social y atención médica,  o aplican jornadas laborales de más de 12 horas diarias.

A través de estudios realizados en los departamentos de Santa Cruz y Tarija, se ha podido verificar que los empleadores no cumplen con las condiciones de trabajo establecidas para esta actividad, pues aún cuando existe una ley que reglamenta la incorporación de trabajadores zafreros y cosechadores de algodón a los alcances de la Ley General del Trabajo, no se garantizan las condiciones de seguridad e higiene, asistencia médica, seguro social y dotación de vivienda, entre otros derechos.
Sembrando futuro: en busca de soluciones

Como «cuartas» los niños y niñas pasan largas
jornadas en la plantación pelando y amontonando
la caña que los adultos han cortado

Foto: Antonio Rosa/2004

La OIT considera que la participación de niños, niñas y adolescentes en faenas agrícolas es una de las ocupaciones más peligrosas por las condiciones en que se realiza. Tanto los métodos tradicionales que se utilizan en la agricultura de subsistencia, que obligan a los niños y niñas a trabajar durante muchas horas seguidas; como los modernos, que traen consigo los riesgos y peligros de sustancias tóxicas y manejo de maquinarias, representan una violación de los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

El trabajo infantil en la cosecha de la caña priva a miles de niños y niñas de vivir y disfrutar de su infancia e interfiere con su desarrollo físico y mental. Ante esto, las autoridades bolivianas han tomado cartas en el asunto y con el apoyo de organismos internacionales como OIT y UNICEF y la participación de organizaciones de la sociedad civil, desarrollan un proyecto piloto que sentará las bases para prevenir y combatir la explotación laboral infantil.

Dado que existe una directa relación entre las condiciones laborales del empleo adulto en la zafra y la utilización de niños y niñas como «cuartas» para aumentar la productividad y los ingresos familiares, la estrategia del proyecto que se realiza en Bermejo incluye el fortalecimiento del diálogo social tripartito entre los empresarios cañeros, el Ministerio de Trabajo y los trabajadores zafreros.

Es urgente regular el trabajo en las plantaciones de caña. Para ello se está trabajando en lograr un acuerdo tripartito que siente las bases en temas como el trabajo infantil, las condiciones de los campamentos y el sistema de contratación, que permitan al Ministerio de Trabajo regular eficazmente la actividad en este sector.

Este aspecto normativo se está complementando con campañas de información y sensibilización dirigidas a las familias de los trabajadores zafreros. A través de las Defensorías de la Niñez y la Adolescencia se realizan talleres dirigidos a los padres y madres para que conozcan los derechos de los niños y se apropien de elementos de una cultura del buen trato hacia los más pequeños, pues muchas veces las propias familias no son conscientes de los graves riesgos a que se exponen sus hijos e hijas en las actividades de la zafra.

Por tratarse de una actividad productiva que requiere un uso intensivo de mano de obra y dadas las condiciones informales de contratación que se han detectado, se ha puesto especial énfasis en la mejora de la inspección del trabajo y en un sistema de denuncias sobre trabajo infantil y de mujeres. Para ello es necesario que el Ministerio de Trabajo asuma un liderazgo en la verificación del cumplimiento de la ley vigente, por lo que se está fortaleciendo la Dirección Departamental de Trabajo en Bermejo y realizando procesos de capacitación con personal técnico, según indicaron las representantes de OIT y UNICEF.

Es importante destacar en este punto el trabajo que realiza la Comisión de Verificación de Campamentos Zafreros y Defensa de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, en asociación con el Comisionado de Erradicación del Trabajo Infantil en Bermejo. Creada hace diez años, la Comisión está integrada por organismos gubernamentales y no gubernamentales y realiza jornadas de sensibilización e inspección en los propios campamentos zafreros, denunciando la situación que viven los niños, niñas y adolescentes.

Con el objetivo de proveer servicios que garanticen los derechos de los niños, niñas y adolescentes, se realizan brigadas de vacunación en los propios campamentos zafreros y se está coordinando con los empresarios cañeros para que provean a los trabajadores de un seguro médico, o por lo menos que se doten botiquines para la atención de emergencias. En el tema de educación, se ha emprendido un proyecto piloto de escuelas móviles y también se han fortalecido los establecimientos educativos en las zonas zafreras.

El tema de la educación es muy preocupante, puesto que se trata de trabajadores temporales que viajan con sus hijos e hijas de un lugar a otro, lo que les impide el acceso a las escuelas. Actualmente, la UNICEF está trabajando con el Ministerio de Educación para diseñar una estrategia educativa que se adapte a estas circunstancias, pues lo que se debe lograr es contar con una política pública en la materia y no solo poner «pañitos de agua tibia».

Además de las actividades que se adelantan en Bermejo, como municipio receptor de los trabajadores zafreros que migran para la temporada de cosecha, se ha iniciado un estudio diagnóstico con la finalidad de conocer las vivencias y necesidades de las familias en sus lugares de origen, pues si se logra diseñar estrategias de desarrollo en sus propias zonas, se podrá combinar el trabajo de la zafra con otras fuentes de ingreso, y sólo bastará el trabajo adulto para obtener los ingresos necesarios para la sobrevivencia del grupo familiar.

Con estas iniciativas públicas y privadas se espera llegar a 2,200 niños, niñas y adolescentes entre 9 y 18 años que trabajan en la cosecha de la caña de azúcar, para garantizar la protección de sus derechos y ofrecerles nuevas y mejores oportunidades de desarrollo. La siembra de futuro ha empezado y se requiere la suma de esfuerzos para que la cosecha sea aún mayor, y los miles de niños y niñas que, como Denia, aún siguen trabajando en las plantaciones de caña, puedan finalmente hacer el único trabajo que en realidad les corresponde: ser niños.

María Olave Berney
Sistema de Información Regional sobre Trabajo Infantil -SIRTI-
Programa IPEC-OIT. Coordinación Subregional para Sudamérica
Correo electrónico: olave@oit.org.pe
http://www.oit.org.pe/ipec/boletin

Referencias
– Dávalos, Guillermo, 2002. Trabajo infantil en la zafra de la caña de azúcar, una evaluación rápida. Documento de Trabajo Nº 155. OIT. Lima.
– Urioste Teresa (Oficina de Asistencia Social de la Iglesia, OASI): entrevista vía correo electrónico el 30 de agosto de 2004.
– Bosch, Iciar (Asistente técnica del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil –IPEC): entrevista personal en Lima, 12 de julio de 2004.
– Ramírez, María Cristina (Oficial Asistente en Derechos del Niño de UNICEF): entrevista telefónica desde Lima, dos de setiembre 2004.

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