diciembre 2003, Volumen 19, Número 3
Acceso y control sobre los recursos

Nuevos socios en el mejoramiento de plantas: hacia un mejor acceso a la biodiversidad

RONNIE VERNOOY | Página 16-18
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Erosión genética; conocimientos y prácticas locales amenazados

Al costado de un camino, en la zona rural de Canadá, puede verse un cartel que dice «Si usted comió hoy, agradézcale a un agricultor». Quizás también debería decir «agradézcale a un mejorador de plantas», porque la mayoría de la gente del hemisferio Norte –y también un gran porcentaje del hemisferio Sur– se alimenta hoy en día gracias a los importantes avances de la ciencia y la tecnología en la agricultura. Pero hay un fenómeno preocupante: el número de plantas cultivables del que depende la agricultura en muchos lugares del mundo disminuye sin parar. Nuestra subsistencia corre peligro.

Evaluando frijoles en la feria de diversidad INCA, Cuba / Foto: Ronnie Vernooy

Es el sistema de investigación agrícola vertical, de arriba hacia abajo, en el cual los agricultores son vistos como simples receptores de la investigación y no participantes en ella, que ha contribuido a que dependamos cada vez más de un número relativamente pequeño de variedades de plantas. Esta tendencia y la creciente industrialización de la agricultura son causales decisivas de lo que sólo puede ser definido como «erosión genética»; término que se entiende como la pérdida de especies y la reducción de la variabilidad genética, así como la interrupción gradual de los procesos que preservan la evolución de la diversidad biológica o biodiversidad. Son parte de estos últimos la evolución constante del conocimiento, las innovaciones, las experiencias y las formas de organización de los agricultores en las comunidades locales e indígenas. Las prácticas de producción, de cosecha y de preparación de alimentos suelen ser un aspecto integral de la identidad cultural de los pueblos.

El conocimiento de los agricultores sobre la biodiversidad agrícola aún es esencial en muchas partes del mundo, pero sus cultivos y sistemas de producción agrícola están bajo una creciente presión. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que en la actualidad, de casi un cuarto millón de variedades de plantas disponibles para la agricultura, sólo se están utilizando unas siete mil, o sea, menos de 3%. Al desuso sigue el olvido y, posiblemente, la extinción.

«Dirigentes» de la evolución

La clave para incrementar la diversidad biológica y cultural puede estar en los pequeños agricultores «tradicionales» porque, en su lucha por la supervivencia, en suelos pobres y con recursos limitados, continúan permitiendo que las variedades evolucionen. Ellos seleccionan tipos de plantas (más que variedades) a partir de sus propias observaciones y según sus necesidades específicas, donde, por ejemplo, las condiciones locales de los campos de cultivo pueden ser favorables para una planta más baja y robusta. Del mismo modo, el sabor e incluso el color del producto final suelen ser importantes factores para la selección.

El resultado es que, en un grado sorprendente, estos agricultores se han convertido en los custodios de la biodiversidad. Mediante sus habilidades como mejoradores de plantas –en base a la experiencia y la observación, más que al conocimiento científico– mantienen la variación genética esencial para la evolución y adaptación continua de los genotipos vegetales. Además, aportan al proceso una amplia diversidad cultural, expresada en el conocimiento, las lenguas, las prácticas y las formas de organización locales, que son igualmente importantes para conservar la biodiversidad.

Abriendo camino: el mejoramiento participativo de plantas

Para reconocer el papel clave de los pequeños agricultores es necesario reformular las estrategias convencionales de mejoramiento de plantas. Eso significa, sobre todo, reconocer el papel esencial de los agricultores, de su conocimiento y organización social, en la gestión y el mantenimiento de la biodiversidad agrícola. El reconocimiento de estos roles es la base del enfoque de la investigación agrícola denominado mejoramiento participativo de plantas. En síntesis, el objetivo es asegurar que la investigación responda a las necesidades de los clientes (los agricultores). Los investigadores trabajan directamente con ellos y gran parte de los ensayos se efectúan en el campo.

En lugar de jugar un papel de apoyo a la investigación, los agricultores son considerados socios en la tarea. En efecto, los agricultores a menudo toman la delantera, a veces combinando sus propias semillas con el material entregado por los mejoradores de plantas. Como las variedades de los agricultores están bien adaptadas a las condiciones locales, hay más posibilidades de que los resultados sean buenos. Y cuando esto sucede, los agricultores no dudan en comenzar a multiplicar y distribuir la semilla. Es así un proceso dinámico de conservación y optimización.

El mejoramiento participativo fortalece a los pequeños agricultores y valora la lógica de sus elecciones. Otorga a los agricultores un mayor control sobre su forma de vida y brinda a los que viven en o cerca del nivel de subsistencia una oportunidad de romper el círculo de la pobreza. Es probable que ningún grupo se beneficie más de este enfoque que las mujeres rurales pobres; son las mujeres quienes hacen gran parte del trabajo agrícola, procesan y almacenan los granos y otros cultivos, así como preparan el alimento. Asimismo, en muchos lugares, conservan las mejores semillas para plantarlas, desempeñando así un rol esencial en la gestión de los recursos genéticos vegetales. Los casos que se presentan son varios y son claros ejemplos de las ventajas del mejoramiento participativo (para más detalles sobre éstos y otros ejemplos, véase Vernooy 2003).

Los comités de investigación agrícola local (CIAL): nueva forma de la organización comunitaria

Trasladar un problema a un comité suele ser, en el Norte, una forma de evitar la acción. Pero esto no es así para los agricultores e investigadores de América Latina, donde un tipo de comité particular ha evolucionado para convertirse en una instancia desde donde evaluar, adaptar y divulgar nuevas tecnologías. Además, este tipo de comité se ha convertido en un motor de iniciativas de desarrollo rural, como la formación de grupos de crédito y de comercialización. Los comités de investigación agrícola local (CIAL) han surgido en toda América Latina (por ejemplo, en Colombia, Ecuador, Perú, Nicaragua, Honduras) y están produciendo resultados que sorprenden a los científicos de los institutos de investigación. Los comités han surgido como respuesta a la ausencia casi completa de participación de los pequeños agricultores en la generación y evaluación de nuevas tecnologías. Los comités sirven como un (nuevo) puente hacia los centros de investigación públicos y privados, y al mismo tiempo como una «plaza central» para el intercambio local de ideas, recursos y experiencias.

Los CIAL reúnen a agricultores e investigadores en un proceso de experimentación y aprendizaje compartidos. El concepto fue elaborado por el Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) en Colombia y echó raíces rápidamente. En la actualidad, hay unos 250 CIAL activos en toda América Latina. Varían en tamaño y características, pero tienen algo en común: ofrecen un vínculo directo entre los agricultores organizados a nivel local y los institutos de investigación agrícola. Generalmente, el experimento se realiza con la ayuda de otros miembros de la comunidad (por ejemplo, innovadores experimentados) y, una vez finalizado, el CIAL se reúne con el facilitador (posiblemente, un agrónomo de una ONG local) para evaluar los datos recogidos. Al analizar los resultados, los miembros del CIAL se preguntan: «¿Qué hemos aprendido?» Esta etapa del proceso tiene especial importancia cuando los cultivos han fallado o el experimento produce resultados inesperados. Como paso final, el CIAL presenta sus actividades, resultados y gastos en una de las reuniones abiertas regulares de la comunidad, la que debe decidir el paso siguiente a dar. El CIAL puede también hacer recomendaciones a partir de los resultados, pero es la comunidad la que decide si el CIAL debe proseguir el experimento, cambiar a otro tema o, incluso, interrumpir sus actividades por completo.

Las ferias de semillas: celebración de la diversidad

Ensayo en campo de diversidad de frijoles, La Palma, Cuba / Foto: Ronnie Vernooy

Un fenómeno similar a los CIAL tiene lugar en Cuba. Los llamados Grupos de Investigación Campesina (GIC) son un elemento fundamental dentro de un nuevo proyecto que busca reformular la agricultura en la isla. En el año 2000, un grupo multidisciplinario de investigadores activos (biólogos, agrónomos, bioquímicos y sociólogos) del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) inició un proyecto dirigido a mejorar el rendimiento y la calidad de los cultivos de maíz y fríjol mediante la combinación de una creciente diversidad varietal y el fortalecimiento de las organizaciones de agricultores locales.

En Cuba, la agricultura –más que el turismo– sigue siendo la espina dorsal de su golpeada economía. Una de las consecuencias de la crisis económica es que la producción agrícola del país se está alejando del modelo basado en el monocultivo y la industrialización, orientado a la exportación azucarera y dependiente de altos insumos. Por necesidad, los agricultores cubanos se acercan a sistemas de producción diversificados y de bajos insumos, orientados a los mercados locales. Otra consecuencia de la crisis es el rápido deterioro de los sistemas centralizados de producción, mejoramiento y distribución de semillas. Estas circunstancias imprevistas se combinaron para abrir una instancia en donde los investigadores agrícolas y los responsables de las políticas buscaron alternativas en la producción, el mejoramiento y las prácticas de distribución de las semillas, como aporte crucial a la necesidad de construir un nuevo sector agrícola en el país.

Un método usado por los investigadores para acercar a los agricultores líneas nuevas o no conocidas es la feria de semillas. Las ferias son organizadas por los mejoradores y tienen lugar en la estación del INCA. Resultaron ser muy populares, tanto que los agricultores por su cuenta comenzaron a organizar ferias en sus comunidades. Agricultores, mejoradores y extensionistas confluyen en las ferias para evaluar las variedades y seleccionar aquellas que más les gustan. Al finalizar la feria se distribuyen los materiales para que los agricultores los pongan a prueba en sus parcelas. Los mejoradores ayudan a los agricultores a diseñar la experiencia, pero todos los ensayos son adaptados a la realidad local.

Una nueva forma de trabajar con agricultores en zonas áridas

En muchas partes de África del Norte y Medio Oriente, el rendimiento de cultivos básicos como la cebada es crónicamente bajo y el fracaso de las cosechas es común. Los programas convencionales de mejoramiento del cultivo han dado escasos resultados, en gran parte debido a que la mayoría de los agricultores se niega a adoptar las nuevas variedades. A fines de los años 90, un equipo de investigadores del Centro Internacional para la Inves-tigación Agrícola en Zonas Áridas (ICARDA, en inglés) inauguró una nueva forma de trabajo con agricultores de zonas de escasas lluvias, en Marruecos, Siria y Túnez. En Siria, por ejemplo, agricultores representantes de nueve comunidades fueron vinculados a dos estaciones de investigación. Estos agricultores y sus vecinos se hicieron cargo de los ensayos, realizados con líneas experimentales de la estación de investigación y con las variedades propias de los agricultores. Agricultores y mejoradores evaluaron los resulta-dos por separado, en ensayos sucesivos entre 1997 y 1999, e identificaron unas cuantas variedades nuevas y prometedoras.

Pronto se hizo evidente que los criterios de selección de los agricultores, en gran parte basados en factores ambientales, eran muy distintos de los usados por los programas nacionales de mejoramiento. Para sorpresa de mu-chos, las selecciones hechas por los agricultores eran como mínimo tan efica-ces como las de los mejoradores. El rendimiento aumentó en zonas en donde el mejoramiento de plantas no había sido fructífero hasta el momento. A la vista de estos resultados, los mejoradores adoptaron rápidamente nuevas ideas y actitudes, y se convirtieron en promotores del enfoque participativo.

La selección descentralizada, combinada con la participación de los agricultores desde el inicio del proceso de mejoramiento, es una metodolo-gía poderosa para adaptar los cultivos a contextos biofísicos, sociales y eco-nómicos específicos, y para responder a las necesidades y al conocimiento de los agricultores.
Este enfoque innovador dio resultados tan buenos que los agricultores pidieron a los mejoradores que trabajaran con ellos utilizando un método similar para mejorar otros cultivos. También se expandió a otros países de la región. Actualmente el ICARDA apoya programas de MPP para la cebada en Egipto, Eritrea, Jordania y Yemen. En Bangladesh, el mismo enfoque está siendo aplicado a la investigación sobre la lenteja.

Un puente entre agricultores y científicos

En el remoto y áspero altiplano del sudoeste de China, los agricultores se ganan la vida a duras penas, a diferencia de los afortunados agricultores de las planicies del Norte, en el «cinturón del maíz» del país. Los agricultores han sembrado y subsistido del maíz durante muchas generaciones y mantienen un nivel mayor de diversidad varietal y genética que en el resto del país. Hoy, esta región es un valioso tesoro de biodiversidad, vital para el futuro del cultivo del maíz en China.

La base genética para el mejoramiento del maíz se redujo drásticamente en China durante la última década. Si bien la colección nacional de germoplasma de maíz tiene unos 16.000 registros, cinco variedades dominantes de maíz híbrido cubren 53% del área total del cultivo en el país. En la provincia de Guangxi, la colección de germoplasma de maíz tiene unos 2.700 registros, de los cuales más de 1.700 corresponden a variedades autóctonas. Sin embargo, el uso de estos materiales recolectados para el mejoramiento es muy limitado. Sólo se utilizan tres cruzas híbridas mejoradas y los 14 híbridos logrados en los últimos 20 años comparten en distinto grado una misma línea endogámica. Mientras tanto, las variedades autóctonas han comenzado a degradarse y a desaparecer de las parcelas de los agricultores, como resultado de la continua expansión de las variedades modernas.

En este contexto, en 1999 comenzó un proyecto de investigación del Centro de Política Agrícola de China (CPACH) en colaboración con el Instituto de Investigación del Maíz de Guangxi (IIMG). Este proyecto, respaldado por el IDRC y la Fundación Ford, se propuso identificar y evaluar formas de crear una asociación mutuamente beneficiosa entre los sistemas oficial y no-oficial para el desarrollo del maíz de acuerdo con las características propias de la región sudoccidental. Los integrantes del equipo del proyecto provienen de varias instituciones y grupos; están formados en disciplinas académicas diversas y actúan en distintos niveles. Cinco grupos de agricultores, seis estaciones municipales de extensión, dos institutos de mejoramiento y el CPACH han participado directamente en el diseño del proyecto y en su puesta en práctica.

Los experimentos de campo combinan tanto el liderazgo de los investigadores como de los agricultores, con objetivos distintos de investigación en cada ensayo para poder comparar. Se han identificado más de 40 variedades como objetivos para el mejoramiento participativo de plantas (mpp) y la selección participativa de variedades (spv) en la estación del IIMG y en cinco poblados; en el «mpp» se van cruzando variedades para crear nuevas, y, en cada ciclo, en el «spv» se seleccionan las mejores mazorcas, las mejores semillas, y así se va mejorando la variedad. Tres de estas variedades, que fueron preferidas por los agricultores por motivos agronómicos, culturales y económicos, ya fueron lanzadas y están siendo utilizadas en los poblados de investigación y en poblados vecinos. Asimismo, con el esfuerzo conjunto de agricultores y mejoradores, fueron adaptadas localmente cinco variedades exóticas del CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo) y se mejoraron otras cinco variedades autóctonas de los poblados de ensayo. Una variedad mejorada por mujeres –por condiciones de adaptación local y preferencias de las agricultoras– fue puesta a prueba y certificada por el organismo de mejoramiento oficial, y su utilización está ampliamente difundida en la región del proyecto. A partir de las variedades autóctonas utilizadas en las parcelas de los agricultores, los mejoradores oficiales identificaron algunos materiales de mejoramiento muy útiles y líneas endogámicas de muy amplia base genética.

Pero también hay otros beneficios. Los ensayos de campo son eficaces para fortalecer la interacción, la comunicación y la colaboración entre los interesados. También han fortalecido la capacidad de organización a nivel local y de decisión de los agricultores. Y entre los mejoradores oficiales hubo un gran cambio de actitud, en virtud del cual las necesidades e intereses de los agricultores son ahora tenidos en cuenta e incluidos en el plan de mejoramiento y las prioridades de investigación de las instituciones. Al mismo tiempo, los esfuerzos de los agricultores y su conocimiento sobre el manejo de la diversidad genética son cada vez más reconocidos por los forjadores de las políticas a nivel provincial y nacional.

En el mejoramiento participativo de plantas, los mejoradores y los extensionistas, los CIAL y los GIC son los nuevos socios que van abriendo el camino hacia un mejor acceso a la biodiversidad.

Ronnie Vernooy
P programa Medio Ambiente y Recursos Naturales, Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), Ottawa, Canada.
Email: rvernooy@idrc.ca

Referencias
– Vernooy, R. 2003. Semillas generosas: mejoramiento participativo de plantas. Ottawa, Canada: Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo.

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