septiembre 2003, Volumen 19, Número 2
Usando todas las gotas de agua

No se puede desperdiciar ni una gota de agua

LOS EDITORES | Página 4
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Es un hecho internacionalmente reconocido que el mundo enfrenta una seria crisis del agua.

El ciclo del agua es afectado y alterado por el cambio climático, el efecto invernadero, la disminución de las reservas en glaciares y nieves perpetuas de alta montaña, el deterioro de la capacidad de captación y almacenamiento de las cuencas hidrográficas, a causa de la degradación de los suelos y la pérdida de la cobertura vegetal, que genera períodos de sequías o inundaciones temporales. Las lluvias son cada vez menos predecibles y el cambio climático está afectando el patrón de precipitaciones pluviales a nivel global; según algunos criterios, esto puede conducir al incremento de la temperatura y mayor escasez de agua en las zonas áridas del mundo.Por otro lado, la presión sobre la disponibilidad del agua dulce de calidad, agravada por las múltiples formas de contaminación, ha generado una situación de deterioro y escasez que impide la satisfacción de la demanda proveniente de los diferentes tipos de usuarios del agua, tanto urbanos como rurales,
incluyendo al ambiente y la misma naturaleza también como
«usuarios».A nivel mundial, la agricultura de regadío utiliza la mayor cantidad del agua disponible (75%), seguida por el uso con fines de generación de energía, el uso industrial, minero y el uso doméstico. Sin embargo, en el ámbito territorial de una cuenca, el consumo humano de agua potable y el consumo con fines industriales en las ciudades y centros poblados compiten fuertemente con la agricultura por el acceso a fuentes de agua.

El consumo humano del agua, en las ciudades, y para fines industriales y mineros, contamina los ríos con desagües, aguas servidas y relaves de mineral que afectan los cursos de agua en las partes más bajas de las cuencas o microcuencas. Actualmente el 50 % de la población mundial tiene insuficiente acceso al agua potable de calidad y el 60 % de las enfermedades en los países pobres tienen como causa el uso de agua de mala calidad o con saneamiento deficiente, que ocasiona la muerte a 2.2 millones de personas al año.

En América Latina, de México a Argentina, desde las costas del Pacífico, pasando por los páramos o las montañas y valles interandinos, el altiplano, la ceja de selva, las yungas y la amazonía, o más al sur, el Chaco, y llegando a la costa atlántica se presentan – con diferentes grados de envergadura- los problemas de la escasez de agua, la contaminación, el deterioro ambiental y los crecientes conflictos entre los diferentes usos y usuarios del agua.

La agricultura en América Latina es, en su mayor parte, de secano, o dicho de otra manera, «bajo lluvia», tanto en las zonas con precipitaciones por encima de 1.000 mm/año como en las zonas áridas de 200 hasta 600 mm/año. El riego es, en general, complementario o suplementario y ocupa normalmente un espacio menor, hasta 10 % . En otras zonas de la región la agricultura es solamente posible» bajo riego», como por ejemplo en la desértica costa del Perú y norte de Chile. En ciertas partes de alguna manera se aprovecha la humedad de las neblinas o las lluvias en años del fenómeno de El Niño. También la zona de El Chaco, entre Bolivia y Argentina, depende del riego y la cosecha del agua.

En realidad, deberíamos prestar más atención al manejo de la humedad y la conservación en el suelo del agua proveniente de la precipitación pluvial , así como preocuparnos por recuperar o innovar las tecnologías de recolección y cosecha de agua, que concentrarnos sólo en las grandes irrigaciones con grandes obras de infraestructura hidráulica, que son parte del enfoque y modelo de la Revolución Verde y que en su mayoría afronta múltiples problemas de manejo, administración, distribución, operación y mantenimiento, drenaje y es causante de la salinización de suelos, así como de una muy baja rentabilidad y muy lenta, o casi nula recuperación de las altas inversiones que requieren, más aún cuando se trata de reservorios de gran envergadura y en proceso acelerado de sedimentación.

Los diferentes artículos que presenta esta edición de LEISA Revista de Agroecología, demuestran y ratifican que los principios básicos y las medidas para un manejo del suelo que permitan retener la humedad, mejorar la infiltración y conservar agua, pueden contrarrestar los efectos negativos de la escasez de lluvias en los cultivos y disminuir los riesgos de la pérdida de cosechas además de mejorar la productividad y aumentar los rendimientos con efectos económicos a nivel familiar.

En América Latina , así como en el resto del mundo, se han desarrollado múltiples formas y tecnologías de cosecha de agua y varios artículos demuestran aquí que, en la actualidad, éstas se siguen practicando e innovando. Pequeños reservorios, pozos, tuberías, bombas manuales ingeniosas, elaboradas a partir de materiales y tecnologías locales, muestran que contar con agua de reserva en momentos claves del desarrollo del cultivo salva cosechas, mejora rendimientos y genera beneficios e ingresos para las precarias economías campesinas. Incluso hay ejemplos de aplicaciones de cosecha de agua, no sólo a nivel de familias emprendedoras, sino a gran escala para todo un pueblo, lo que exige niveles mayores de organización, gestión y asistencia técnica.

En realidad, son tecnologías mucho más accesibles y económicamente factibles para los pequeños agricultores, con capacidad de gestión colectiva para el acceso, recolección y canalización del agua, con lo que se obtiene impactos mayores que muchos proyectos de infraestructuras de agua diseñadas y construidas por instituciones públicas o privadas, a menudo de manera impositiva. Solamente cuando la oferta institucional externa se desarrolla e implementa sobre la base del saber y la participación de la población campesina se logran innovaciones efectivas. Cada tecnología es el resultado de procesos de experimentación e innovación individual o colectiva, como proceso de construcción social y aprendizaje que se logra rescatar y actualizar. Es esta capacidad de experimentación, innovación, socialización e interaprendizaje, facilitado y fortalecido por instituciones públicas y privadas, el motor detrás de todos los ejemplos y experiencias presentados en este número.

Particularmente el desarrollo de pequeños sistemas de riego muestra que no es la infraestructura física, por más inteligentemente que haya sido diseñada, lo que determina la efectividad y éxito del uso del agua, sino la capacidad de los usuarios para gestionar el sistema, y ponerse de acuerdo para el acceso y distribución del recurso hídrico, así como para desarrollar una organización sólida, mejorar las técnicas de riego a nivel de parcela (manejo del agua y suelo en la parcela, y riego por aspersión y goteo) e innovar y diversificar los sistemas de producción familiar con miras a mejorar la seguridad alimentaría propia y las relaciones con el mercado local y regional. Las innovaciones con riego por aspersión tienen particular importancia por la urgencia de buscar aplicaciones de agua de riego con mayor eficiencia y porque esta tecnificación del riego implica innovaciones a nivel individual y cambios en la gestión social del agua.

Igualmente, la recuperación de la tecnología del sistema de camellones o ‘waru waru’ en el altiplano de Perú, como agrosistema que integra la cosecha de agua, el riego, la labranza mínima, el manejo de la humedad y fertilidad del suelo, la experimentación campesina, y la articulación a mercados locales o nuevos, nos enseña que el desarrollo tecnológico del manejo del agua, suelo y agrosistema es un proceso de interaprendizaje y construcción social de décadas que implica una visión de gestión territorial y requiere asistencia técnica y facilitación de procesos sociales; un rol que muchas instituciones públicas y privadas pueden y deben mejorar todavía.

Mourik Bueno de Mesquita

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