junio 2003, Volumen 19, Número 1
Aprendiendo con las ECAs

Colaboración para la innovación tecnológica y metodológica: la experiencia del CIP y CARE con las ECAs

ÓSCAR ORTIZ, RICARDO ORREGO, RAÚL HO | Página 20-21
DESCARGAR REVISTA COMPLETA
SMALL
CERRAR MODO LECTURA
COMPARTIR

La búsqueda de cambios tecnológicos que conlleven beneficios para los agricultores de los países en desarrollo es un objetivo común en las instituciones de investigación y extensión.

El enfoque de Escuelas de Campo representa una alternativa promisoria para promover la innovación tecnológica a través del aprendizaje vivencial o por descubrimiento. Este enfoque plantea la interacción de varios actores, como los agricultores y los facilitadores, que se pueden considerar como los actores principales; pero también entre las instituciones que promueven dicho enfoque, que si bien no tienen un papel directo en el desarrollo cotidiano de las escuelas, sí tienen gran influencia en la forma en que se utiliza dicho enfoque.

Este artículo presenta un breve resumen de la relación colaborativa entre el Centro Internacional de la Papa (como institución de investigación) y CARE-Perú (institución de extensión y desarrollo), desde sus inicios con la promoción del manejo integrado de plagas (MIP) en el cultivo de la papa a comienzos de los años noventa, hasta llegar al proyecto de adaptación, evaluación y uso de la metodología de las Escuelas de Campo (ECA).

El grupo participante de la ECA Cajamarca-Perú, experiencia de cordinación institucional CIP-CARE / Foto: R. Orrego-CIP

La búsqueda de colaboración para la agricultura sostenible

A inicios de la década de 1990, el CIP estaba desarrollando un programa de manejo integrado del gorgojo de los Andes (Premnotrypes spp.) y la polilla de la papa (Phthorimaea operculella), el cual enfatizaba el uso de medios no químicos para el control de estas plagas. El programa se desarrolló a nivel piloto en la región altoandina de Cuzco, mostrando resultados alentadores. Al mismo tiempo, CARE-Perú estaba a la búsqueda de tecnologías sostenibles que pudiera incluir en sus programas de extensión y desarrollo. Ambas instituciones interactuaron y debido a los objetivos compartidos por ambas instituciones, se desarrolló un proyecto llamado MIP-Andes, con el apoyo de USAID, el cual funcionó entre 1993 y 1996 y contribuyó a difundir información sobre el control de las plagas mencionadas en alrededor de 100 comunidades andinas. Esta fue la primera etapa de colaboración fructífera entre ambas instituciones.

Las lecciones aprendidas durante este periodo indicaron que no era suficiente desarrollar el contenido técnico del MIP, sino que era también necesario desarrollar la forma en que estos contenidos se comunican a los agricultores. En realidad, se podría decir que una buena parte de la energía de los extensionistas que participaron en MIP-Andes se orientó a encontrar formas apropiadas de capacitación, lo cual no era el objetivo central del proyecto. La búsqueda de métodos apropiados para capacitación sobre el MIP motivaron al CIP y CARE-Perú a continuar su colaboración. De esta manera, se firmó un convenio marco de colaboración en 1997. En ese entonces, CIP estaba interesado en evaluar nuevos enfoques para la investigación y capacitación. Este fue el caso de la metodología de escuelas de campo que estaba siendo promovido por el Proyecto de Manejo Integrado del tizón tardío de la papa. Se reestablecieron los contactos con CARE y se decidió evaluar de manera piloto el método de Escuelas de Campo de Agricultores.

En 1998 se iniciaron escuelas de campo en cuatro comunidades de la provincia de San Miguel, Cajamarca, al norte del Perú, donde CARE estaba iniciando un proyecto de desarrollo llamado Andino, con el apoyo financiero de CESAL de España. En 1999, se incrementó el número a 8 escuelas de campo. En 1999, el CIP logró la aprobación de un proyecto específico sobre Escuelas de Campo financiado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que funcionó en 6 países hasta el 2002. Con este apoyo se implementaron 13 ECAs en el 2000, 20 en el 2001 y 16 en el 2002 y actualmente hay 13 en desarrollo. Desde el 2001, este proceso fue apoyado por el proyecto MIP-FAO que opera en Perú. Otra observación a resaltar es que, desde el 2001, se ha comenzado a transferir la responsabilidad de la conducción de las ECAs a las comunidades y, en el 2002, las 13 escuelas que funcionan están facilitadas por agricultores que han recibido capacitación específica en aspectos técnicos y de facilitación.

Con el apoyo de FIDA, el enfoque de Escuelas de Campo se adaptó a trabajar con problemas relacionados a la papa y se evaluó en términos de los resultados obtenidos y el impacto alcanzado. Las evaluaciones demostraron que el método contribuía a mejorar el capital humano (conocimiento y toma de decisiones de los agricultores, también de extensionistas o facilitadores) y también el capital social (organización y acción grupal, actualmente está pendiente la formación de una asociación de ECA en San Miguel), además de la generación o adaptación de tecnologías para el control de plagas, como el tizón tardío o rancha (Phytophtora infestans), el gorgojo de los Andes y la polilla de la papa. Otro efecto interesante fue en el ámbito institucional, donde CIP y CARE han comenzado a introducir las ECAs como parte de sus estrategias de investigación y desarrollo, respectivamente.

Las ECAs desde el punto de vista de la investigación y el desarrollo

Los resultados obtenidos entre 1998 y el 2002 han demostrado que el método de ECA es suficientemente flexible para contribuir al logro de los objetivos de instituciones que se dedican tanto a la investigación como al desarrollo, aparte, por supuesto, de contribuir al logro de los objetivos de los propios agricultores. CIP y CARE han aprendido en la experiencia a utilizar el método, lo cual ha contribuido a cambiar las actitudes institucionales hacia el mismo.

Desde el punto de vista de una institución de investigación como el CIP, la experiencia con las ECAs ha servido para mostrar que cuando se trabaja con tecnologías como el manejo integrado de plagas, se necesita combinar la capacitación con la investigación participativa, ya que se trata de una tecnología que demanda el uso de información y conocimiento. Además, cuando se trabaja con un problema como el tizón tardío, que es una enfermedad que depende de las condiciones agroecológicas locales, se requiere hacer evaluaciones con los agricultores para ajustar las alternativas tecnológicas. Esto, a la vez, sirve para que los investigadores sepan cómo funcionan las tecnologías que proponen, por ejemplo, los nuevos clones de papa con resistencia al tizón, o las estrategias para reducir el uso de pesticidas, lo cual genera a su vez nuevas ideas de investigación.

Por otro lado, para una institución de desarrollo como CARE, la metodología de las ECAs plantea una alternativa de intervención que apunta a lograr cambios en conocimientos y habilidades para tomar decisiones, que son los resultados más sostenibles que se podrían esperar. CARE no está interesada necesariamente en la evaluación de tecnologías; pero sí en mejorar la capacidad de la gente para tomar decisiones y mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, el personal de CARE ha reflexionado sobre la base de la experiencia de las ECAs, encontrando que también hay necesidad de evaluar cómo las tecnologías funcionan en el ambiente local debido a la gran variabilidad de condiciones que existe en el Perú. Los resultados han mostrado que la metodología de las ECAs es suficientemente flexible para adaptarse a diferentes tipos de problemas y circunstancias. Puede orientarse a ser casi exclusivamente un método de capacitación cuando la información y los contenidos ya están debidamente comprobados, pero también puede ser un método que combine investigación y capacitación cuando hay necesidad de responder a necesidades locales con tecnologías adaptables. Por ejemplo, CARE tiene interés en incluir esta metodología en las intervenciones que plantean vincular a los agricultores con el mercado, tal es el caso de productores de chirimoya en el valle del Jequetepeque, Perú, donde habrá necesidad de combinar capacitación e investigación para producir chirimoyas de la calidad requerida por el mercado.

La experiencia de adaptación de la metodología por parte del CIP y CARE ha mostrado también que las instituciones de investigación y desarrollo pueden trabajar juntas y desarrollar estrategias que sirvan a objetivos comunes y que, además, trabajando coordinadamente se utilizan mejor los recursos y se optimiza el aprendizaje a todo nivel, incluyendo el institucional.

Reflexiones sobre el futuro del método ECA 

Agricultores observando la resistencia a tizón tardío en el follaje, Cajamarca-Perú / Foto: R. Orrego-CIP

El futuro de las ECAs en el Perú dependerá de que las instituciones que componen el sistema de investigación y desarrollo puedan incorporar el método en sus estrategias de intervención; pero también dependerá de que haya mecanismos apropiados para proveer la capacitación necesaria a los nuevos facilitadores. La calidad de las ECAs depende en gran medida de las habilidades de los facilitadores. Actualmente, ya se ha comenzado la tarea a través del proyecto MIP-FAO, pero aún hay mucho trabajo por hacer.

Una de las principales críticas que se ha hecho al método de ECA es su relativo alto costo y que, por tanto, los gobiernos no podrían asumirlo con fondos fiscales. Sin embargo, la experiencia de CIP y CARE en Perú, así como el trabajo desarrollado en Bolivia, Uganda, Etiopía, y Bangladesh, indican que en la actualidad una parte considerable de la información agrícola brindada a los agricultores es canalizada a través de las ONGs, dado que los sistemas estatales se han debilitado considerablemente en la última década. En el Perú, las ONGs tienen una presencia importante en el campo, cubriendo un área geográfica muy grande y utilizando una cantidad sustancial de fondos. La pregunta es si las ONGs que actualmente usan diferentes métodos de intervención pudiesen usar el enfoque de ECA para mejorar la efectividad de sus inversiones. Si la respuesta es positiva, entonces no se requeriría de inversión fiscal por lo menos en el corto plazo, posiblemente sólo de un costo marginal en capacitación.

Sin embargo, promover cambios de actitud en el ámbito institucional puede ser más complicado que promover el mismo cambio a nivel individual. La experiencia ha enseñado que la mejor forma es utilizar el mismo principio de las escuelas, que es el aprendizaje vivencial, pero en las instituciones. Esto quiere decir, que hay que crear oportunidades para que las instituciones aprendan a través de la experiencia; de esta manera, asumirían innovaciones metodológicas con mayor facilidad, tal como ha ocurrido con CIP y CARE.

Óscar Ortiz
Centro Internacional de la Papa
Apartado 1558, Lima 12, Perú.
Email: o.ortiz@cgiar.org

Ricardo Orrego
Centro Internacional de la Papa
Apartado 1558, Lima 12, Perú.
Email: r.orrego@cgiar.org

Raúl Ho
CARE-Perú
Av. General Santa Cruz Nº 659,
Jesús María, Lima, Perú.
Email: ho@care.org.pe

Ediciones Anteriores

LEISA es una revista trimestral que busca difundir experiencias de agricultores familiares campesinos.
Por ello puedes revisar las ediciones anteriores.

Suscribete para recibir la versión digital y todas las comunicaciones que enviamos periodicamente con noticias y eventos

SUSCRIBIRSE AHORA