La fertilidad del suelo se ha definido convencionalmente como la capacidad del suelo para abastecer de suficientes nutrientes al cultivo, asegurando su crecimiento y desarrollo. Hoy sabemos que el suelo es algo más que un sustrato abastecedor de nutrientes; el suelo es un sistema vivo donde la materia orgánica (M.O.) y los minerales forman un entramado orgánico-mineral que condiciona sus propiedades. La M.O. está conformada por una parte recalcitrante que es el humus y otra mucho más activa, de vida corta, que incluye a las raíces y a los organismos (micro, meso y macroscópicos). La biomasa microbiana, en particular, es el principal motor de la descomposición de la materia orgánica. Los subproductos de su acción influyen directamente en las propiedades químicas, como la disponibilidad de los nutrientes para los cultivos, el pH y la capacidad de intercambio catiónico, y en las propiedades físicas, como la porosidad, estructura, capacidad de retención de agua.
Los suelos en América Latina
Sabemos que la naturaleza se tarda de 200 a 1000 años para formar un centímetro de suelo cultivable. Sin embargo, hoy en día, en América del Sur más de cien millones de hectáreas se encuentran degradadas, y otros setenta millones de hectáreas están sobre-pastoreadas. En México se estima que en los últimos 40 años se ha perdido cinco veces más suelo que en los 400 años de historia del país.
En los sistemas agrícolas convencionales la materia orgánica de los suelos se pierde debido al laboreo convencional y la escasa incorporación de materiales orgánicos al suelo. Muchas veces los agricultores se ven obligados a colectar el rastrojo de los cultivos para forraje ex situ o para quemarlo.
Existe, además, la tendencia a maximizar rendimientos a toda costa aunque se sobrepasen las capacidades de carga de los sistemas agropecuarios. De esta manera, muchos sistemas acaban, siendo exportadores netos de minerales y sobreexplotadores de los recursos nutrimentales del suelo (Groot p. 13)
Las alternativas de manejo de los suelos
Los artículos de este número hacen mención a estos problemas, además de proponer soluciones y documentar experiencias campesinas donde sí ha habido un manejo dirigido hacia la recuperación de la vida en el suelo.
La puesta en práctica de sistemas de manejo más sustentables es imperativa para frenar la pérdida de tierras, suelos y biodiversidad. Las estadísticas sobre agricultura orgánica (www.ifoam.org/orgagri/oalatin), labranza cero y agricultura de conservación muestran que cada vez más grupos de agricultores se están organizando, gestionando apoyos e incentivos a los gobiernos, y están manteniendo y recuperando gradualmente el recurso suelo. Por ejemplo, más de 58 millones de hectáreas de tierras, principalmente en América (45% en América Latina), se encuentran bajo labranza cero (www.fao.org/ag/ magazine/0110sp.htm).
Los elementos claves que se repiten en las propuestas de manejo para el mantenimiento y la restauración de los suelos tienen que ver con el desarrollo de sistemas más eficientes desde el punto de vista nutricional y conservadores de la materia orgánica del suelo. Para mantener y/o aumentar esta última es fundamental practicar la labranza mínima o cero, además de dejar parte de los residuos agrícolas cubriendo el suelo de manera permanente; a esta práctica se le denomina labranza de conservación.
Como se documenta en este número, el laboreo mínimo (o cero) junto con el uso de abonos verdes y cultivos de cobertura están presentes en los programas de institutos de investigación y comunidades campesinas a lo largo de Cuba, El Salvador, Honduras, Brasil y México.
La agricultura de conservación
Cuando la labranza de conservación se practica dentro de un esquema de rotación de cultivos (que puede incluir árboles y ganado) a este tipo de manejo integral de suelos se le denomina agricultura de conservación (AC) (p. 6). Con la práctica de la AC, la humedad en el suelo, los rendimientos e ingresos agrícolas aumentan y la inversión en mano de obra disminuye sustancialmente. Después de seis años de AC los ingresos son tres veces mayores que los obtenidos de manera convencional (Benites et al. p. 6) La AC puede también efectuarse bajo un esquema agroforestal. Ese es el caso de los sistemas ‘‘Quesungual’’ en donde los cultivos anuales se establecen junto con árboles, arbustos nativos y frutales. El suelo no se mueve y se utiliza exclusivamente la energía humana para la siembra. En este contexto, al igual que en otros lugares donde se práctica la roza-tumba y quema, el reto fundamental para la AC es el evitar las quemas y poder controlar las malezas adecuadamente (Alvarez y Cherrett (p. 10).
Los obstáculos que enfrentan los pequeños agricultores para pasar de la labranza convencional a la labranza de conservación (y por ende a la AC) son: 1) la competencia con el ganado por el uso de residuos de los cultivos (sobre todo en la estación de seca); 2) la costumbre de quemar los residuos (sobre todo en zonas del trópico); 3) la falta de asesoría en etapas claves del periodo de transición; 4) el limitado acceso al financiamiento crediticio para la compra de maquinaria y/o implementos especiales para la siembra y para el manejo de los residuos de la cosecha en zonas templadas e insumos como herbicidas. Por lo mismo, este tipo de agricultura debe formar parte de los programas estratégicos de organizaciones campesinas para el desarrollo de capacidades, políticas del gobierno, programas de incentivos y de extensión promovidos por instancias gubernamentales y privadas (Benites et al p. 6 y Viera y Jan Van Wambeke, p. 11).
El manejo integrado de la fertilidad de los suelos
Un reto continuo en los sistemas agrícolas campesinos es poder acumular una cantidad suficiente de biomasa utilizando la mínima cantidad de insumos externos. Las leguminosas —tanto anuales como perennes, arbustivas y arbóreas—, juegan un papel fundamental ya que son una fuente de alimento y aporta nitrógeno y carbono al agroecosistema. El ganado es alimentado con parte de la biomasa obtenida y sus excretas se incorporan a la parcela agrícola (Astier, p. 15). Por ejemplo, los suelos que antes eran cultivados bajo «roza, tumba y quema» pueden llegar a recuperar sus propiedades físicas y su productividad después de haber incorporado una leguminosa y las hojas de los árboles del género inga y realizado el chapeo (Gonzales et al p. 17). La introducción de fertilizantes biológicos y esquemas adecuados de rotación y asociación de cultivos que incluyan abonos verdes y/o cultivos de cobertura son los elementos principales del plan de acción del oeste de la provincia de Villa Clara en Cuba (González et al. p. 20).
Los programas «Manejo Sustentable de los Suelos» de Nepal (p. 23) y «Sistemas de Intensificación del Arroz» (p. 25) documentan una serie de técnicas y estrategias utilizadas por muchos países asiáticos para elevar la eficiencia productiva de los sistemas agrícolas. Estas técnicas tienen que ver con la densidad de siembra, el uso de forrajes de buena calidad y cultivos de alto valor comercial, el manejo de los estiércoles y compostas, la selección juiciosa de leguminosas y la aplicación de micro-organismos como inoculantes para el composteo.
La idea es alimentar al suelo en vez del cultivo, como apunta una de las enseñanzas de Ana Primavesi: «Proveer a la superficie del suelo de materia orgánica como paja o rastrojos…La materia orgánica es el alimento del suelo».
Marta Astier
Editora invitada
Tema de LEISA Revista de Agroecología 19-1
Escuelas de Campo de Agricultores
El enfoque conocido como Escuela de Campo de Agricultores (ECA) fue desarrollado en los últimos años de la década de 1980, para la capacitación de los agricultores de arroz en el Manejo Integrado de Plagas (IPM). El éxito del aprendizaje-descubrimiento basado en los principios de la educación de adultos ha contribuído a su popularización. El enfoque ECA esta siendo ahora aplicado y adoptado en muchas regiones del mundo, como América Latina, Asia y Africa. Su uso no está limitado a los cultivadores de arroz y está siendo utilizada en la capacitación de agricultores dedicados a una gran variedad de cultivos, y a la crianza animal. Las Escuelas de Campo son vistas como puntos de entradas para el fortalecimiento y empoderamiento de la comunidad. A medida que el enfoque ECA gana más terreno, nuevos retos y temas emergen. Por ejemplo: mantener la calidad en la implementación; reflexión acerca de los principios centrales, etc.
En varios países de América Latina, y en especial en Centro América y Brasil, las ECA han tenido gran desarrollo. También conocemos que FAO, en sus distintos programas en la región, usa este novedoso enfoque con muy buenos resultados. Invitamos a los agricultores, técnicos de desarrollo, investigadores y otros interesados en la agricultura sostenible a enviarnos artículos basados en sus experiencias de capacitación con este enfoque y lo que ello ha significado en la organización, producción, manejos sostenible de sus recursos naturales y otros aspectos económicos y sociales de su finca y comunidad.
La fecha límite para la presentación de los artículos es el 30 de abril de 2003.
Por favor toda contribución enviarla a: Equipo editor LEISA – AL
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