Cuando comenzamos a ver lo que hay detrás de este desarrollo tan lleno de promesas, surgen muchas interrogantes: ¿Quién se beneficia de la ingeniería genética y quién pierde con ella? ¿Cuáles son los riesgos y sobre quiénes recaen? ¿Cuáles son las alternativas a la ingeniería genética?
En este número los artículos intentan responder a estas preguntas, y para ello contamos también con “Monitor”, publicación especializada de Biotecnología y Desarrollo que esta vez llega a nuestros lectores junto con LEISA
La ingeniería genética es diferente
La ingeniería genética, conocida también como modificación o manipulación genética, es parte de la “biotecnología”. Término que incluye muchas cosas que van desde la fermentación natural, prácticas seguras y relativamente económicas como la propagación ‘in vitro’, hasta llegar a la ingeniería genética. El artículo de B.Visser (p. 12) presenta un buen punto de partida para entender los diferentes tipos de biotecnología. Da una visión panorámica de su potencial, de los costos y el grado de especialización requeridos para cada uno de los tipos. Nuestro editor invitado, M. A. Crespo sustenta la diferencia entre biotecnología y manipulación genética (p. 6).
Este número se centra en los cultivos genéticamente modificados (GM), ya que tienen implicancias de largo alcance para la agricultura sostenible, y para los medios de sustento de los agricultores, en particular en los países del Sur. A veces se presenta a la ingeniería genética como sólo una etapa en el proceso de desarrollo agrícola; en otras palabras, “no hay por qué preocuparse”. Este argumento no tiene justificación. La ingeniería genética es radicalmente distinta a las tecnologías anteriores porque permite mover genes entre diferentes especies, cruzando las fronteras naturales, y esto hace que los riesgos sean impredecibles.
Inquietudes ecológicas
A pesar de muchas aseveraciones tranquilizadoras de las empresas, de los investigadores y de algunos gobiernos, los cultivos GM siguen causando mucha inquietud, principalmente, sobre el impacto de los cultivos GM en los ecosistemas donde han sido introducidos.
La industria de semillas GM, las autoridades que aprueban su acceso al mercado y las comunidades agrícolas que usan las tecnologías propuestas, generalmente minimizan estas inquietudes. Se pensó que la inserción de genes de Bt (Bacillus thuringuensis), por ejemplo, era “oro en polvo” el tener una solución permanente para los problemas de insectos. Pero, el modelo de “una plaga – una solución” no funciona para siempre, como sucede en el caso de los plaguicidas: tarde o temprano aparece una resistencia.
Similarmente, desarrollar resistencia a herbicidas en las plantas es buscar problemas, ya que desata reacciones ecológicas primordiales. Un uso excesivo de herbicidas, como buen o único medio para el control de la maleza, puede reducir la sensibilidad de ésta al herbicida y crear un problema peor. Día a día, aparecen más evidencias que sutentan la importancia de estas inquietudes. El origen de la declinación de los rendimientos de soja GM, por ejemplo, son las raíces poco desarrolladas, una menor formación de nódulos y menos fijación de nitrógeno.
Otro efecto relacionado es el inesperado impacto de la transferencia de genes y sus consecuencias. Un ejemplo de los Estados Unidos es el de los genes de la bacteria Xanthomonas transferidos a otra bacteria del suelo, la Klebsiella planticola. Se suponía que el nuevo organismo fermentaría los residuos para convertirlos en alcohol, proporcionando así una fuente adicional de ingresos para los agricultores, evitando la quema de los residuos. Sin embargo, una prueba efectuada por las autoridades encontró que el trigo sembrado en el suelo que tenía el nuevo organismo, moría.
También, hay en Europa un escepticismo generalizado debido a las muchas inquietudes ecológicas sobre los cultivos GM. Desde 1998 se ha aplicado una moratoria de facto para organismos GM (p. 29).
Las compañías privadas se apropian de los medios de sustento de los agricultores
Algo que hace al desarrollo de la ingeniería genética único en la historia de la agricultura, es el hecho de que esté casi totalmente bajo el control de compañías privadas. Las compañías transnacionales (CTNs), casi siempre con intereses en la producción de agroquímicos, llevan a cabo las investigaciones de laboratorio, los ensayos de campo, la producción y la venta de cultivos GM. Gastan enormes cantidades de dinero desarrollando cultivos resistentes a herbicidas que luego venden a los agricultores, colocando los herbicidas y las semillas en el mismo paquete. Mediante las patentes, estas CTNs mantienen “a raya” a la competencia. Pareciera que las tecnologías de ingeniería genética no están siendo desarrolladas por su capacidad para resolver problemas, sino por las utilidades que las patentes pueden producir a las compañías. En la década de 1980, por ejemplo, Monsanto no tenía interés en utilizar ingeniería genética para introducir resistencia a virus en las plantas, porque esto le produciría mínimas utilidades. En otros tiempos, los centros de investigación agrícola con fondos públicos nacionales o internacionales, podrían haber intervenido y realizado ese tipo de investigación. Sin embargo, parece que los centros públicos de investigación están perdiendo el acceso al conocimiento y al material genético, ensanchando la brecha entre la investigación pública y la privada. Recientemente, las compañías privadas han vuelto a la carga y tratan de obtener derechos exclusivos sobre los recursos genéticos de la naturaleza, como es el caso de la solicitud de Monsanto, para obtener la protección de la patente relacionada con la soja, tanto silvestre como domesticada.
La tecnología “terminadora” va aún más lejos. Por medio de esta tecnología, se manipulan los genes para que activen y desactiven las semillas por medio de tratamientos químicos, justamente proporcionados por la misma compañía de las semillas GM, impidiéndose así que los agricultores guarden semilla. Una fuerte oposición pública ha obligado a las compañías a abandonar esta línea de investigación, pero continúan reteniendo las patentes de la tecnología.
Estos ejemplos ilustran muy bien que el tipo de desarrollo agrícola que promueven estas compañías es principalmente un sistema altamente industrializado de monocultivos de alto nivel de insumos, que obliga a los agricultores compren paquetes de insumos suministrados por una sola compañía. En este contexto, es verdaderamente sorprendente que en el año 2001, el gobierno de los Estados Unidos proporcionó para la investigación y el desarrollo biotecnológico agrícola, un generoso presupuesto de US$ 310 millones, mientras que el apoyo para la agricultura orgánica fue menor a US$ 5 millones. Los agricultores han expresado su desacuerdo frente a este desarrollo, como se desprende de las audiencias de los jurados conformados por ciudadanos, en muchas partes del mundo (p. 23). Rossett también demuestra claramente que los cultivos GM tienen muy poco que ofrecer a los agricultores en una agricultura de riesgo, diversa y compleja (p. 7) Se piensa que la investigación sobre cultivos GM va a ser muy lenta en responder a las necesidades de la agroecología.
“ De coles y reyes” tira cómica sobre Ingeniería Genética, A Seed Europe, P.O.Box 92066, 1090 AB, Amsterdam, Holanda
www.groundup.org/cartoon/toon.htm
Contaminación: ninguna garantía de cultivos libres de modificación genética
La contribución del Instituto Louis Bolk (E. Lammerts, p. 28) demuestra que el movimiento orgánico no considera que los cultivos GM sean orgánicos. Acepta el fitomejoramiento convencional y las nuevas tecnologías que existen para ayudarlo, pero encuentra que la manipulación a nivel celular o menor, es inaceptable.
Pero, ¿cómo pueden estar seguros los agricultores de que no producen cultivos GM, considerando la posibilidad de diseminación de semillas y polen por medio del viento, el agua, las aves o los insectos? Un solo agricultor podría haber contaminado grandes áreas al introducir cultivos GM. En los Estados Unidos, la contaminación por cultivos GM constituye ahora un problema tan grande que a los agricultores orgánicos les es casi imposible conseguir semillas libres de modificación genética. Las pruebas han demostrado que los «cultivos orgánicos» de los Estados Unidos con frecuencia están contaminados con genes manipulados por medio de ingeniería, a pesar de los esfuerzos de los agricultores de mantenerse libres de modificaciones genéticas. Consecuentemente, el movimiento orgánico internacional (IFOAM) está considerando rehusar la certificación de los cultivos orgánicos provenientes de los Estados Unidos. Pero, ¿quién pagará por los daños inflingidos a los agricultores orgánicos de los Estados Unidos?
¿Sobre quién recaen los riesgos?
Con la introducción de la ingeniería genética agrícola, se imponen costos por contaminación y otros de reducción de cuotas de mercado a los agricultores, a los consumidores y al medio ambiente en general, no sólo en Europa o en Norte América, sino también en el Sur. Las compañías de semillas GM, ¿asumirán el riesgo al liberar estos cultivos en el Sur? ¿Qué va a pasar si las cosas se ponen realmente mal, por ejemplo, si un cultivo GM presenta efectos negativos para la salud o se convierte en una seria amenaza ecológica?
Un determinado cultivo GM podrá prohibirse, pero eso no significa que deje de existir. Esta situación no es comparable a la de los agroquímicos que, después de unos años, presentan efectos colaterales no previstos. El efecto de los agroquímicos eventualmente desaparecerá del medio ambiente. Pero esto no sucede con los cultivos GM, que probablemente sobrevivan en el medio silvestre y diseminarán sus genes, cruzándose con otras plantas. En México, centro de la diversidad del maíz, esa contaminación constituye una pérdida irreparable (p. 20 y p. 22) La amplia variedad de genes en plantas silvestres y en la agricultura tradicional es la principal garantía que tenemos de poder satisfacer las nuevas demandas para los cultivos, ya sean situaciones causadas por nuevas plagas y enfermedades, aumento de niveles de salinidad o cambio climáticos. En el sur de Brasil, se estima que a pesar de haber prohibido cultivos GM, el 30% del frijol de soja ya está contaminado. El riesgo de una introducción no intencional de cultivos GM amenaza más a aquellos países donde no existe un marco legal, como es el caso de muchos países de África. Son por ello importantes los acuerdos tomados por el conjunto de países megadiversos afines: Brasil, China, Costa Rica, Colombia, Ecuador, India, Indonesia, Kenia, México, Perú, Sudáfrica y Venezuela, reunidos en Cancún, México, el 18 de febrero de 2002, para establecer un marco de protección a la biodiversidad del planeta y sentar las bases del control sobre la acción indiscriminada de los intereses privados sobre los recursos genéticos de las poblaciones indígenas y los países megadiversos. ( Declaración de Cancún; p. 27).
Alternativas
Pero, ¿necesitamos realmente la tecnología GM para combatir la desnutrición, mejorar la producción local y hacer que la agricultura sea más productiva? La introducción de cultivos GM ¿ha contribuido a la reducción de la pobreza? La FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha indicado en un informe reciente que «en el mundo hay potencial suficiente, o más que suficiente, para la producción de alimento para afrontar el crecimiento de la demanda efectiva, es decir, la demanda de aquellos que pueden pagar para que los agricultores lo produzcan». Esto implica que «cualquier problema de hambre residual será en gran medida debido a la pobreza y no estará necesariamente relacionado con la producción», lo que significa que alcanzar la meta de seguridad alimentaria para todos deberá sustentarse en premisas diferentes a las de la ingeniería genética. Es esencial, por lo tanto, tener enfoques alternativos para la producción agrícola.
Durante varios años, la Revista LEISA ha documentado una gran riqueza de alternativas agroecológicas, de bajos insumos externos para la producción agrícola. Los artículos en este número confirman, una vez más, que el potencial de la agroecología no está de ninguna manera agotado. El caso de la protección natural de cultivos en los Andes (p 15) indica que hay muchas plantas en la naturaleza que nos dan la pista para poder manejar mejor las plagas. Muchos de los principios ecológicos que se dejan de lado, subestimándolos o no abordándolos directamente, merecen más atención, ya que proporcionan soluciones relativamente baratas, controlables y de bajos insumos externos a muchos problemas que tienen que enfrentar los agricultores. Es más, estos enfoques no conllevan muchos riesgos – en términos económicos y ecológicos – como los que se presentan con los cultivos GM. El sistema de cero labranza, cero herbicida en el cultivo de frijol de soja del Brasil (p. 10) son ejemplos de alternativas que ya existen y no representan un peligro para el medio ambiente, ni tampoco provocan el que los agricultores se vuelvan dependientes de las compañías de suministros agrícolas. Si los esfuerzos de investigación se dedican a enfoques agroecológicos que tienen mayores posibilidades de generalización y adopción, los agricultores del Tercer Mundo estarán, por cierto, mucho mejor.