diciembre 2001, Volumen 17, Número 3
Experiencias para crecer

El QUÉ antes del CÓMO: la sistematización del Proyecto Cumbaza

JORGE CHÁVEZ TAFUR | Página 10-11
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Como se refleja en los artículos de este número, y en otras publicaciones, de los últimos años se ha visto un interés creciente por lo que en inglés se denomina scaling up, especialmente pensando en los resultados y el impacto logrado gracias a los proyectos y programas de desarrollo rural.

Las diferentes experiencias han mostrado las ventajas y la necesidad de tales procesos, especialmente cuando se trata de trascender una experiencia piloto. Esto no significa solamente difundir los resultados, sino más bien intentar difundir el impacto, ampliando el número de beneficiarios directos e indirectos, y buscando que los resultados de una experiencia concreta pasen a ser parte del contexto general.

Práctica de injerto de mango, sector Rumizapa / Foto: CEDISA

La discusión se centra muchas veces en cómo lograr todo esto. Partiendo de una experiencia puntual o de un proyecto piloto, se señala entonces que el scaling up puede darse ampliando la presencia de una institución en el tiempo o en el espacio, estableciendo contacto estrecho con las autoridades locales o con el Estado, o fortaleciendo la organización local. A esto se suma una serie de “factores” o “requisitos”, como es establecer vínculos o redes entre los múltiples actores e instituciones, la participación activa de todos los involucrados, o el desarrollo de capacidades en la población local. Los diferentes estudios muestran que uno de los factores más importantes es, sin duda, contar con el conocimiento necesario, señalándose entonces la necesidad de un análisis situacional, de conocimiento sobre las opciones del mercado, sobre los intereses específicos de la población, etc. Lo que pocas veces se señala es la importancia de contar con información y conocimiento sobre la experiencia misma que se pretende difundir, hacer crecer o diseminar.

Sistematización

Hablando de la importancia de un proceso de scaling up, ¿sabemos bien qué es lo que queremos ampliar o incrementar? Esta pregunta parece trivial, pero no lo es tanto: la mayoría de las veces es muy poco lo que se sabe de un proyecto, de los resultados o del impacto que ha generado (incluso dentro de la institución que lo ha promovido). Y muchas veces resulta que se toma decisiones sobre la continuación, ampliación o finalización de un proyecto sin siquiera tener información básica sobre él. La razón es clara y conocida: el análisis detallado y la sistematización de experiencias representan una de las áreas menos favorecidas dentro de los proyectos de desarrollo rural. Se dificulta así la generación de conocimiento, se limita a la vez la difusión (interna y externa) del conocimiento ya generado, y el resultado final es una pérdida generalizada del conocimiento motivando, como se ha señalado ya muchas veces, que una siguiente experiencia vuelva a ‘inventar la pólvora’.

Resulta una contradicción mencionar por un lado las ventajas de la sistematización (o las desventajas de no hacerla), mientras por otro lado se constata que, como proceso, la sistematización pocas veces tiene lugar. Hay muchos factores que impiden una multiplicación de los esfuerzos en sistematización (aun si para muchos éste es un tema que está ‘de moda’): las instituciones carecen de tiempo o de recursos específicos, a lo que se suma frecuentemente una escasa voluntad de análisis crítico o de auto-evaluación. Muchos otros señalan que los equipos de campo no cuentan con las habilidades o destrezas necesarias, solicitando la presencia de un “sistematizador” externo que, como tal, resulta caro y generalmente carece de tiempo.

La experiencia ha mostrado que, más que un sistematizador externo, tan sólo se necesita un facilitador, que en base a una metodología específica, canalice y potencie los recursos, el tiempo, la voluntad y las habilidades y destrezas, que sí se encuentran en los equipos de campo y en las instituciones, para así ordenar, evaluar y analizar una experiencia, y con ello generar conocimiento específico.

El Proyecto Cumbaza

Esto fue lo que intentó el Centro de Desarrollo e Investigación de la Selva Alta, en Tarapoto (Perú), con el proyecto desarrollado en la cuenca del río Cumbaza. Con el objetivo principal de mejorar la calidad de vida de la población, el proyecto se propuso recuperar la capacidad productiva de los suelos, fortalecer la capacidad de gestión comunal para la conservación de los recursos, y promover la generación de valor agregado y el desarrollo de mercados de productos de especies forestales maderables no tradicionales. En otras palabras, CEDISA se propuso desarrollar y validar metodologías y técnicas forestales y agroforestales, para en base a ello “desarrollar un modelo de desarrollo sostenible y participativo que atienda los dos problemas principales de la región: la pobreza y la degradación del medio ambiente”.

Buscando generar conocimiento, para con ello tomar las decisiones necesarias para ‘up-scale’ la experiencia, el CEDISA inició un proceso de sistematización. Para esto se solicitó y se contó con el apoyo de un facilitador, pero más importante que eso fue la decisión institucional de llevar a cabo un proceso crítico, buscando la participación activa de todo el equipo. El objetivo fue describir y analizar los primeros años del proyecto, para presentar conclusiones y recomendaciones a partir de ello.

El primer paso fue definir claramente cuáles aspectos del Proyecto (o de las actividades del CEDISA) debían incluirse. Esto significó una delimitación inicial de la experiencia a sistematizar, aclarando los objetivos que se buscaban con cada línea de trabajo, el ámbito de intervención, la fecha de inicio y duración de las actividades, los participantes o beneficiarios, etc. (Ver el Cuadro 1, con un ejemplo para la capacitación como una de las líneas consideradas)

Un siguiente paso fue la recuperación de la experiencia, enfocando en detalle el objeto mismo de la sistematización. Esto significó identificar las características específicas del trabajo realizado o de la experiencia de campo: las principales actividades, los logros alcanzados y, especialmente, las principales dificultades encontradas. El trabajo en grupo permitió así encontrar aspectos que corrían el riesgo de pasar desapercibidos: las limitaciones de tiempo que tienen los agricultores, el desconocimiento existente sobre la silvicultura de muchas especies nativas, o la producción excesiva de especies que tienen poca demanda. De igual manera, se “recuperó” el incremento en la participación de las mujeres, o la reforestación de áreas comunales, como resultados que no estaban esperados. El Cuadro 2 muestra una parte del “esqueleto” con que se trabajó esta recuperación.

A esto siguió el análisis. Esta tercera fase es claramente la más importante, necesaria para no quedarnos en una descripción de lo realizado. Para esto se partió seleccionando algunos parámetros básicos según los cuales se deseaba enfocar la experiencia, los que se resumieron en cinco: el diseño del proceso de intervención, la participación, el impacto, la sostenibilidad y la replicabilidad. Para cada uno de ellos se seleccionó un conjunto de indicadores (ver Cuadro 3), para con ellos señalar los aspectos positivos y negativos encontrados, junto con los aspectos desconocidos.

Una discusión general permitió reflexionar sobre cada uno de estos parámetros y sobre su relación con el desarrollo del proyecto en su conjunto, resultando en un primer borrador de texto. La discusión sobre la participación, por ejemplo, resultó en un análisis detallado sobre los resultados generales alcanzados, pero incluyó también la diferencia en participación vista entre las diferentes actividades, en el tiempo, o en la población. Todo esto dio pie para una última reunión entre el facilitador y el equipo donde, en base a todo lo visto, se extrajo las principales lecciones y recomendaciones.

 

Conclusiones

El trabajo del CEDISA demostró una vez más que la sistematización no es un proceso simple o sencillo, pero que es posible dentro del contexto en el que se desarrolla un proyecto. Quedó claro, asimismo, que la sistematización se facilita cuando se dispone de los recursos necesarios (sobretodo en cuanto a tiempo) y también cuando (a) se permite la participación activa de todos los miembros de un equipo, y (b) se busca recoger las opiniones de todos los involucrados, considerando especialmente a los beneficiarios.

La sistematización ha permitido analizar al detalle la experiencia del Proyecto Cumbaza, mostrando resultados concretos que se presentan como conclusiones, lecciones y recomendaciones. Luego de describir, ordenar, jerarquizar, contrastar y evaluar las actividades y los resultados del Proyecto Cumbaza, es posible, por ejemplo, señalar claramente que el sistema agroforestal que da mejores resultados es aquél que combina especies anuales con especies industriales; que no conviene asociar la shaina (Colubrina galndulosa) con el café; o que esta shaina, junto a la bolaina (Guazuma crinita) y a otras, son las especies más rápidas y rústicas. Todo esto significa conocimiento nuevo, generado entre todos a partir del análisis.

De esta manera se ha generado conocimiento que permite sostener los resultados en el tiempo y a la vez replicar la experiencia dentro de un nuevo contexto. Esto significa que, teniendo clara la experiencia en el río Cumbaza, es posible ahora diseñar una estrategia para ampliar, replicar o diseminar los resultados. Pensando en un proceso de scaling up, vemos que, teniendo claro el qué, estamos listos para diseñar el cómo.

Jorge Chávez Tafur, PhD, investigador ETC Andes-Perú
E-mail: jorge@etcandes.com.pe
Max Rengifo, CEDISA, Centro de Investigación de la Selva Alta, Perú
E-mail: cedisa@terra.com.pe

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