julio 2001, Volumen 17, Número 1
Enfrentando el desastre

La agricultura cubana en camino a la sostenibilidad

FERNANDO FUNES-MONZOTE | Página 21-23
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Las transformaciones agrícolas ocurridas en Cuba, en la década de los noventa, han sido consideradas por muchos como la mayor conversión hacia la agricultura orgánica experimentada en un país, a nivel mundial.

Este proceso se inició a partir de los efectos provocados por la desintegración del campo socialista de Europa del Este y de la URSS, con el que Cuba mantenía amplias relaciones de intercambio, que permitieron desarrollar una agricultura predominantemente industrial, pero que colapsó por la falta de insumos externos, de los cuales dependía en alto grado.

La crítica situación creada en el agro cubano propició la transformación de la estructura agraria y el alcance de una nueva dimensión tecnológica, económica, ecológica y social, a fin de alcanzar la seguridad alimentaria con nuevos métodos y estrategias. Disímiles alternativas han sido empleadas en la búsqueda de una agricultura autosuficiente, basada en los recursos naturales disponibles y a menor escala.

La agricultura convencional

Aunque durante los años iniciales de aplicación de la agricultura convencional en Cuba se obtuvieron altos rendimientos y éxitos en el crecimiento de varios renglones productivos, ya en la segunda mitad de la década de los ochenta se percibió un decrecimiento de las producciones en general y un estancamiento de algunas de ellas (Nova, 2001). Además, éstas eran obtenidas a un costo energético insostenible: por ejemplo, en la ganadería se empleaban cinco calorías para la obtención de una en forma de producto comestible (Funes-Monzote, 1998), sólo disponibles en tal grado gracias al intercambio entre Cuba y la URSS y los países de Europa del Este. Aún cuando fueron utilizados cuantiosos recursos en inversiones e insumos y se empleó la más moderna tecnología del momento, mecanización y automatización de los procesos y un ejército científico-técnico, no se lograron los resultados esperados, mostrándose que la vía de desarrollo agrícola escogida había agotado sus posibilidades, como había sucedido en otras partes del mundo.

El “Período Especial”

El inesperado colapso de los países socialistas de Europa del Este y la URSS significó a muy corto plazo la pérdida de los principales mercados con que Cuba mantenía relaciones en los últimos 30 años. La capacidad de importación se redujo de US$ 8.100 millones en 1989 a US$ 1.700 millones en 1993 (un decrecimiento del 80%). Gran parte de estos restringidos fondos debieron ser utilizados en la compra de combustibles y de alimentos, lo que limitó en alto grado la importación de insumos agrícolas u otros bienes de consumo.

Esta situación provocó una inmediata caída de la producción, siendo más acentuada en las grandes empresas agrícolas y pecuarias. Sin embargo, los campesinos con producciones a pequeña y mediana escala, más tendientes al manejo de los recursos naturales y menos dependientes, fueron capaces de sobreponerse de manera más rápida. El período especial aún está vigente en Cuba y aunque ya se nota cierta recuperación económica, aún prevalecen los efectos de la crisis.

Un nuevo modelo de agricultura

Ya a finales de los años 80 se venía debatiendo en Cuba la necesidad de hacer una agricultura menos dependiente de insumos externos y más eficiente en el uso de los recursos disponibles, así como la necesidad de introducir técnicas biológicas en el manejo de la fertilización de los cultivos, el control de plagas, etc. Sin embargo, pese a haberse obtenido resultados en su aplicación a nivel de investigación y comercial, la estructura organizativa existente, como otros factores del modelo convencional imperante, y el fácil acceso a los insumos, no permitieron la generalización de los avances alcanzados durante esa etapa.

Pero más tarde resultaron un factor de primer orden. Estos avances comprendieron desde el uso de biopesticidas y controles biológicos, hasta diferentes aplicaciones de biofertilizantes, compost, humus de lombriz, biotierras, la tracción animal, etc. a gran escala y de manera rápida (Rosset y Benjamín, 1994), como sustancial respuesta a la carencia de insumos químicos. Los antecedentes en el estudio de las “nuevas técnicas” y alternativas a los diferentes sistemas convencionales de manejo, constituyeron la base para comenzar a solucionar algunos de los problemas más críticos. Entre los principales campos de aplicación estuvieron:

a) Alternativas para la fertilización orgánica y la conservación de los suelos

b) Soluciones ecológicas a plagas, enfermedades y malezas

c) Tecnologías de manejo en sistemas de cultivos y animales

d) Rotación de cosechas y poli cultivos

e) Sistemas basados en el uso de leguminosas para la alimentación animal y el mejoramiento de los suelos ganaderos

f) Técnicas ecológicas para el laboreo y conservación de suelos

Una mezcla entre las prácticas tradicionales de cultivo y de fertilización orgánica comunes en el campo cubano, traídas desde Europa por los inmigrantes españoles siglos atrás, y apropiadas estrategias de manejo del clima, las fases de la luna y muchas veces hasta creencias religiosas y dichos arraigados a la sabiduría campesina, permitieron, sin duda, que este sector fuera el que mostrara una recuperación más convincente y en menor tiempo a la crisis de insumos. A esto se adicionó el incremento de la disponibilidad y la promoción del uso de una variada gama de biopreparados fabricados en forma artesanal en los 276 Centros de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE) distribuidos por todo el país y que dan servicio a la producción agrícola y cañera (Pérez, 1997).

Estas estrategias fueron básicamente orientadas a los principales renglones agrícolas con vistas a garantizar la seguridad alimentaria. No obstante, junto a los cambios tecnológicos también se realizaron cambios socioeconómicos de importancia en la recuperación de la agricultura, entre los cuales se destacan la descentralización de las empresas estatales a través de la creación de Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) —que da la tierra en usufructo a los productores, la entrega de tierras en las ciudades y en el perímetro de éstas para la producción de alimentos— y la apertura de los mercados agropecuarios regidos por la ley de la oferta y la demanda. La concepción de “sentirse dueño” ha permitido un mayor protagonismo en la toma de decisiones y sitúa al hombre en grado de diseñar estrategias de autogestión, ahora a una menor escala, lo cual ha redundado en resultados económicos y productivos superiores.

Una de las alternativas para la creciente necesidad de encontrar mejores variedades, más adaptadas y resistentes en una agricultura de bajos insumos, ha sido el Mejoramiento Participativo de Plantas, a través del cual se ha creado un interesante movimiento para el rescate de las variedades tradicionalmente utilizadas y su empleo a nivel local y regional. En este trabajo, emprendido por investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, se ha ponderado a un máximo el nivel de conocimientos prácticos de los campesinos, quienes con su peculiar forma de valorar los recursos agrícolas nos enseñan que tenemos que contar más con ellos para cualquier estrategia a seguir (Ríos, 2001, comunicación personal).

Programas y proyectos basados en la Agricultura Orgánica

• ACAO: El proyecto de creación de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica (ACAO) (1992-2000) sentó las bases para una futura red de agricultura orgánica cubana donde cada sector, organismo, institución u organización estuviera representada en una necesaria acción inter e intradisciplinaria, para lograr los objetivos holísticos de esta forma de hacer agricultura. La visión y actividad de ACAO, cubrió desde los aspectos científico-tecnológicos hasta los relacionados con la promoción y divulgación, la educación y formación de los recursos humanos, proyectos de campo y los relativos al mercado y las políticas, entre otros.

• Programa Nacional de Agricultura Urbana: Como parte de la respuesta ciudadana a la escasez de alimentos, surgió de manera espontánea la agricultura urbana, donde cada parcela disponible se convirtió en un lugar para el cultivo de alimentos y la crianza de animales, tanto en las ciudades como en sus márgenes. Hoy ese movimiento popular está expresado en el Programa Nacional de Agricultura Urbana, que ya organizado ha logrado mayores resultados cada año (figura 2) a partir de una concepción intensiva de producción de alimentos, en base a la utilización de los recursos locales, de una manera sostenible y empleando prácticas y métodos de agricultura orgánica. El programa cuenta ya con 26 sub-programas que abarcan desde la producción de hortalizas, plantas medicinales, condimentos, granos, frutas y crianza de animales (gallinas, conejos, ovinos, caprinos, porcinos, abejas y peces), que se desarrollan a través de todo el país (Companioni, et al., 2001).

• Popularización del arroz: Ni aún en los mejores tiempos de la producción de arroz en Cuba se logró satisfacer la demanda nacional, que solo fue posible cubrir al 60%, a un alto costo en maquinarias, insumos y tecnologías. Posterior a 1990 la producción decreció bruscamente hasta lograr satisfacer solo entre 20 y 30% de la demanda (Socorro y Alemán, 2001). Las áreas de este cereal —a través de las siembras populares en condiciones de bajos insumos, el uso de los recursos locales y las prácticas tradicionales de manejo— ascienden a 90-100 mil hectáreas por año (40% del área total sembrada en el país), con lo cual se ha logrado producir hasta 130 mil toneladas de arroz, que bastaría para alimentar alrededor de 3 millones de habitantes, a razón de 44 kg per cápita de consumo anual. Baste decir que estas áreas en la mayoría de los casos han sido sembradas a pequeña escala, con cultivación manual o con animales de trabajo, en áreas marginales y en condiciones de secano, sin utilización de químicos u otros insumos.

• Programa de Promotores de Agricultura Ecológica –Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP): La sostenibilidad de la agricultura campesina cubana se garantiza, entre otros beneficios sociales, a través de la estabilidad de los medios de trabajo y su utilización, la posesión legal de la tierra y otros bienes, acceso a créditos y mercados, la protección del seguro agrícola y la seguridad social (Álvarez, 2001). En este marco la ANAP ha desarrollado un programa de promoción agroecológica que se fundamenta en que “ante la crisis económica que ha afectado a Cuba en los últimos años, los campesinos han contribuido notablemente a la alimentación del pueblo, han mantenido y aumentado su aporte productivo y constituyen, sin duda alguna, un ejemplo de subsistencia asentado en un modelo de sostenibilidad de los recursos naturales que bien vale la pena conocer y multiplicar”. Así es que se definen tres ejes temáticos principales: a) Rescatar y promover las prácticas campesinas y el intercambio de ejemplos de agricultura sostenible directamente entre los campesinos; b) Promover, mediante metodologías participativas, los procesos horizontales de validación, discusión y adaptación de las tecnologías que se consideran apropiadas para introducir en la agricultura campesina; y c) Obtener elementos básicos para elaborar las propuestas de divulgación, extensión y transferencia de tecnologías apropiadas con un enfoque agroecológico dentro de los modelos de producción.

El compromiso del campesinado cubano en revertir la situación alimentaria por la que atraviesa el país, las experiencias en la comunicación horizontal dentro del programa campesino a campesino emprendido por la ANAP, así como todo el trabajo relacionado con proyectos de desarrollo rural, han impulsado decisivamente la producción agrícola en Cuba, siendo el sector que más aporta en muchos de los renglones agrícolas, teniendo menor área disponible, con mayor eficiencia y sostenibilidad. Las CPA y CCS, que comprenden el sector campesino, con el 22% de las tierras del país produjeron como promedio el 52% de las principales producciones agrícolas en 1998 (MINAG, 1998), lo que demuestra las potencialidades de este sector, que aún son mayores, si se considera renglones como la producción de leche entre otros.

Conclusiones

La aplicación de la agricultura orgánica y la agroecología no es sólo un cambio de modelo tecnológico sino también de concepción agrícola. Este proceso en lo particular implica una transformación de la conciencia social hacia la agricultura y el conocimiento de los ciclos y procesos naturales para su explotación racional, acorde con el contexto en que se desarrolle. Cuba ha dado pasos firmes en esa transición que ha alcanzado una dimensión nacional y aunque los principales resultados logrados en esta etapa versan sobre la sustitución de insumos químicos por biológicos, ya se ha recorrido un importante camino. Suficientes experiencias demuestran cómo, a través de la aplicación masiva de prácticas y métodos de agricultura orgánica y el establecimiento de sistemas sostenibles, junto al aporte sustancial del sector campesino, se ha podido soportar el gran peso de una crisis económica, tal como la que atravesó Cuba, y esto ha constituido un contundente ejemplo al mundo. Baste, de ahora en adelante, continuar el camino, sistematizar las experiencias y dar más peso a lo que nos puede ofrecer mayor seguridad y bienestar. Hagamos ahora agricultura orgánica no por necesidad, sino con la convicción de que realmente es el camino a seguir, porque podemos perder gran parte de lo recorrido.

Fernando Funes-Monzote
Investigador en Sistemas Integrados Agroecológicos Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes – MINAG
Apartado 4029, C.P. 10400, Ciudad de La Habana, Cuba
Telefax: 53-7-299855
email: mgahona@ip.etecsa.cu

Referencias
– Álvarez, M. 2001. Estructuras de producción y sostenibilidad en la agricultura campesina cubana. Transformando el campo cubano. Avances de la agricultura sostenible. p 71.
– Companioni, N., Ojeda, Y., Páez, E. y Murphy, Catherine. 2001. La agricultura urbana en Cuba. Transformando el campo cubano. Avances de la agricultura sostenible. p 93.
– Funes-Monzote, F. 1998. Sistemas de producción integrados ganadería-agricultura con bases agroecológicas. Análisis y situación perspectiva para la ganadería cubana. Tesis de Maestría. Universidad Internacional de Andalucía, España, 100 pp.
– MINAG, 1998. Boletines estadísticos sobre la producción del sector cooperativo y campesino, Ministerio de la Agricultura.
– Nova, A. 2001. La agricultura cubana previo a 1959 hasta 1990. Transformando el campo cubano, avances de la agricultura sostenible, 300 pp.
– Pérez, Nilda. 1997. Bioplaguicidas y Agricultura Orgánica. Revista Agricultura Orgánica. 3: 2-3: 19-21.
– Ríos, H. 2001. II Taller de Mejoramiento Participativo de Plantas, INCA, La Habana, Comunicación Personal.
– Rosset, P y Benjamin, M. 1994. The Greening of the revolution: Cuba’s Experiment with Organic Agriculture. Australia: Ocean Press.
– Socorro, M., Alemán, L. y Sánchez, S. 2001. El cultivo popular del arroz en Cuba. . Transformando el campo cubano. Avances de la agricultura sostenible. p 111.

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