abril 2001, Volumen 16, Número 4
Hacia la sostenibilidad de los monocultivos

La respuesta cubana a la escasez de insumos: asociación de cultivos

MARÍA DE LOS ÁNGELES PINO Y HUMBERTO RÍOS LABRADA | Página
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Hasta 1989, el sistema agrícola de Cuba se caracterizó por su dependencia en insumos externos del extranjero. Ese sistema cubría más del 70% de las tierras arables del país.

En algunas partes de Cuba, como por ejemplo en la región oriental y en la provincia occidental de Pinar del Río, la agricultura tradicional seguía prevaleciendo. La política oficial era reducir la proporción de tierra de los pequeños agricultores; los productores tenían que traspasar su tierra a las fincas estatales o crear cooperativas (Trinks y Miedema, 1999).

Después del colapso de los países socialistas en 1989, la proporción de agricultura de monocultivo disminuyó drásticamente. En dos años, el uso de combustible, el principal insumo agrícola, cayó de 13,0 a 6,1 millones de toneladas. En el mismo período, la cantidad de fertilizantes usados bajó de 1,3 a 0,3 millones de toneladas y el gasto en plaguicidas de 80,00 a 30,00 millones de US dólares (Rosset y Benjamin, 1993).

Al mismo tiempo, los agricultores y los científicos cubanos comenzaron a buscar alternativas para proteger a las plantas del estrés biótico y abiótico, intentaron usar la tierra eficientemente y experimentaron con bajos niveles de insumos. En estos experimentos, el conocimiento de los agricultores, subestimado durante tanto tiempo, volvió a tener un papel importante.

Los cultivos asociados tradicionales, como por ejemplo maíz-fríjol y maíz-zapallo, que antes sólo habían sido usados por los pequeños agricultores, se convirtieron en práctica común en extensas áreas. Al mismo tiempo comenzaron a aparecer, en zonas que habían estado dominadas por el monocultivo, otras combinaciones inusuales de cultivos, tales como zanahoria-col, lechugacol, zanahoria-ajo, tomate-fríjol, camote-zapallo, maíz-tomate, banana-fríjol, bananataro (Colocasia esculenta)- fríjol-maíz, caña de azúcar-fríjol. A inicios de la década de 1990, cuando la mayor parte del trabajo de las instituciones formales de investigación seguía aún en el monocultivo, en muchas zonas se sembraron cultivos alimenticios, cuya producción era imperceptible para las estadísticas oficiales.

En esta nueva situación, virtualmente sin insumos externos, se encontró que la mayoría de las nuevas asociaciones de cultivos resultaban más productivas que el monocultivo. Muchos agricultores que realizaban asociación de cultivos pudieron obtener dos o más productos en la misma parcela, donde antes habían tenido monocultivo. Este diferente esquema de producción hizo posible que los agricultores operaran de diversas maneras: primero, produciendo y vendiendo obligatoriamente toda la cosecha del cultivo principal o «asignado» al mercado estatal, a precios muy bajos; en segundo lugar, produciendo y vendiendo en el mercado libre, con fuertes incentivos en los precios. En grandes parcelas de caña de azúcar, por ejemplo, se plantaron una o dos hileras de fríjol o caupí (Vigna unguiculata), intercaladas a las de caña de azúcar. De esta manera, los agricultores que sembraron fríjol al comienzo de período de crecimiento de la caña de azúcar, podían ser autosuficientes en fríjol, o lo podían vender en el mercado libre. Así, el policultivo permitió que los agricultores produjeran un cultivo oficial, y, al mismo tiempo, asegurar una mejor ganancia por la venta de los cultivos secundarios.

El policultivo también permitió un mejor control de plagas y enfermedades en ausencia de plaguicidas químicos, y hubo un uso más eficiente de los muy escasos insumos, obteniéndose mayor rentabilidad económica. El enfoque del policultivo se difundió rápidamente en todo Cuba como una manera de aliviar las consecuencias de la crisis de insumos externos. Los científicos se unieron al movimiento y comenzaron a investigar este método.
Tomate y maíz: una asociación inusual

El tomate (Lycopersicon esculentum Mill) era un monocultivo típico en Cuba antes de 1989. Este cultivo requiere una combinación de temperatura, radiación y humedad relativa que es óptima, en Cuba, entre el 21 de octubre y el 20 de diciembre. La producción de tomate fuera de temporada, aunque en extremo lucrativa, es muy costosa, ya que debería hacerse, idealmente, en invernaderos, con un alto consumo de energía.

Se encontró la solución a este problema usando maíz como sombra natural para el tomate, modificando así el microclima y favoreciendo la producción de tomates fuera de temporada. Se ensayaron diferentes disposiciones espaciales de tomate – maíz, en las condiciones de las pequeñas fincas. Se abonó con una combinación de biofertilizantes y 90 Kg de nitrógeno por hectárea (cuando normalmente se recomienda 120 Kg de nitrógeno/ ha).

La disposición espacial más productiva fue la de tres hileras de tomates plantados entre dos hileras de maíz. Se sembró el maíz 30 días antes del transplante del tomate. Todas las hileras fueron orientadas de norte a sur.

Este arreglo espacial redujo en un 25% la intensidad de la radiación y disminuyó la temperatura en aproximadamente 3 C. Los rendimientos de tomates producidos bajo la sombra del maíz se incrementaron en 5 – 6 toneladas por hectárea, a comparación de los tomates producidos en monocultivo. La asociación tomate – maíz hizo que la presencia de la mosca blanca disminuyera en un 24% y redujo infecciones por virus en un 6%. Se encontró, además, que la calidad de los frutos era mejor.

La principal ventaja para los agricultores es poder plantar antes y después del período usual de siembra, que les permite comercializar tomates frescos fuera de temporada y, por lo tanto, obtener mejores ganancias. En la transición entre la producción de tomates en monocultivo y la asociación tomate maíz, la relación entre los beneficios y los costos se incrementó de 1,9 a 3, cuando se sembraba después del momento oportuno, y de 2,4 a 3,5 cuando se sembraba antes. Al mismo tiempo, se produjo algo de maíz para consumo doméstico o para su venta en el mercado libre (Pino, 2000, en preparación).

Lo que alguna vez fue una combinación poco usual, tomate – maíz, se está convirtiendo cada vez más en algo común en las pequeñas fincas privadas (de una hectárea de tierra, en promedio) del municipio de San José de Las Lajas. Uno de los principales obstáculos para difundir más esta asociación de cultivos ha sido la dificultad para mecanizar la producción. Es interesante observar lo rápido que los agricultores adoptaron éste y otros sistemas de bajos insumos, en un momento cuando pocos funcionarios cubanos se daban cuenta de las ventajas de los cultivos asociados como uno de los principales componentes de la nueva agricultura cubana. A pesar que esas prácticas alternativas en la agricultura han contribuido a un ligero repunte de la economía cubana y a mayores niveles de seguridad alimentaria, los políticos todavía abogan por el retroceso hacia el uso de altos insumos externos. Para evitar una vuelta a la dependencia a los insumos externos, el reto hoy, tanto para los investigadores como para los agricultores, es recolectar más evidencias de experiencias de asociación de cultivos con resultados exitosos.

María de los Ángeles Pino y Humberto Ríos Labrada
Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, INCA, San José de las Lajas, La Habana, Cuba cp32700.
Email: angeles@inca.edu.cu y Humberto@inca.edu.cu

Referencias
– Pino, M. 2000. Modificación del microclima utilizando sombra natural para la producción de tomate (Lycopersicum esculentum Mill) fuera del período óptimo. Tesis de Ph D, La Habana (en preparación).
– Rosset, P. y M. Benjamin. 1993. The Greening of the Revolution, Cuba\’s Experiment with Organic Farming, Ocean Press, Melbourne.
– Trinks, M. y J. Miedema. 1999. Cuban experiences with alternative agriculture. Tesis de Maestría. Department for Communication and Innovation Studies, Wageningen Agricultural University.

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