Una innovación es, en pocas palabras, «algo nuevo» puesto en práctica en base a cierto objetivo. Como un cambio técnico o socio económico, las innovaciones son algo de lo que hablamos o discutimos frecuentemente en relación a la pequeña agricultura.
Por mucho tiempo se ha considerado que las innovaciones vienen de fuera, y que los agricultores no tienen más que adoptar lo que los «expertos» (los extensionistas o promotores) proponen. Pero los agricultores no solo adoptan, sino que también adaptan el mensaje, basándose en su propio conocimiento, sus habilidades, y los requerimientos específicos que tienen. Por otro lado, la mayoría de las veces los agricultores responden a los cambios sin apoyo externo – valiéndose de su creatividad y de su capacidad para investigar y buscar soluciones. Muchos artículos de este boletín muestran innovaciones a nivel de cada parcela, basadas en la lucha diaria de los agricultores por producir más y por proteger sus recursos.
Puede decirse que cada vez hay más interés en este tema. Aunque por muchos años las instituciones de investigación y extensión han prestado poca atención a las innovaciones de los agricultores, es grato comprobar que esta situación está cambiando. A lo largo de los últimos años han aparecido muchos libros y también artículos en revistas como El Boletín de ILEIA, Honey Bee (p. 5) y Enlace (p. 16). Estos documentos muestran la importancia que tiene la capacidad de innovación de los agricultores. Muestran también cómo los programas y proyectos de investigación y extensión están incorporando, cada vez en mayor medida, esta ciencia local dentro de sus actividades, así como las ventajas que ello genera.
Cada vez son más las instituciones de investigación y desarrollo que buscan fomentar y apoyar las innovaciones locales, especialmente aquellas relacionadas con el manejo de los recursos naturales y con la agricultura sostenible. Pero por otro lado, los problemas que se presentan en el campo son muchos, aun para el agricultor más innovador, y es claro que no todos los agricultores están en las mismas condiciones para buscar alternativas o soluciones (los agricultores que reconocemos como los «más innovadores» son generalmente aquellos que tienen más recursos, que disponen de más tiempo, o que simplemente tienen más experiencia). Entonces, para que todos los agricultores den rienda suelta a su creatividad, para aprovecharla al máximo, necesitamos de ideas, metodologías y programas que en sí mismos sean innovadores.
¿Qué hacer?
Los artículos que se presentan en este número muestran algunas de estas ideas. Hocdé et al. (p. 16) muestran cómo se está buscando maneras para impulsar procesos participativos para la innovación local, combinando los conocimientos y las experiencias de los pequeños agricultores con las de los asesores externos en un «diálogo de aprendizaje». Los investigadores o los representantes de las instituciones juegan un rol importante al traer información, metodologías y análisis que se complementan con lo que los agricultores saben y hacen por sí solos. Otra experiencia es la del movimiento “Campesino a Campesino”, la que desde hace más de diez años busca desarrollar una agricultura sostenible en base al conocimiento y a los valores locales (p. 14). Una evaluación de este movimiento reveló que se necesita más aprendizaje sistematizado, más rigor en la comparación de opciones, junto con conocimiento de afuera, para hacer más efectiva la experimentación de los agricultores. El artículo de Braun et al. (p. 25) muestra la importancia de esta complementariedad para impulsar la innovación local, combinando el enfoque del aprendizaje experimental práctico (una fortaleza que tienen, por ejemplo, las Escuelas de Campo para Agricultores) con una comparación sistemática (como la que se da en el DPT) y con un mayor intercambio de información (como en la metodología Campesino a Campesino).
Otros artículos muestran cómo las revistas, los videos, la radio o la televisión, las ferias o los congresos de agricultores demuestran ser instrumentos o herramientas efectivas para identificar, compartir y analizar las innovaciones locales y para estimular los siguientes pasos para la experimentación. Los programas de radio (p. 10 y 36) acortan distancias y facilitan el intercambio, especialmente en lugares donde la comunicación escrita es limitada. También se muestran las posibilidades que tiene trabajar con agricultores promotores, lo que demuestra que los propios agricultores son capaces de identificar y ofrecer soluciones, de hacer experimentos específicos y compartir los resultados. En muchos casos, como se ve en el caso de Costa Rica (p. 16), los agricultores mismos toman la iniciativa de asociarse, creando un comité de agricultores experimentadores para planificar y apoyar el desarrollo de innovaciones locales. En este caso se incluye a representantes del sector público y de las ONGs, pero las organizaciones de campesinos son las que están a cargo de la investigación.
Facilitar los procesos
La experiencia muestra que es necesario partir de algunas condiciones generales previas, como la necesidad de que investigadores y extensionistas reconozcan la capacidad de innovación de los agricultores, y junto a ello reconozcan los intereses específicos que ellos tienen. Por otro lado, la necesidad de un cierto «empoderamiento» con el cual los agricultores asuman mayores iniciativas y responsabilidades. Al poner énfasis en la diversidad de actores e intereses resulta necesario involucrar a todos los interesados, fomentando vínculos o asociaciones con el fin de negociar prioridades, coordinar actividades y buscar resultados en conjunto. Igualmente necesario es incidir en actividades de monitoreo, evaluación y de documentación de las experiencias (Critchley y Nyagah, p. 12), buscando establecer patrones y fuentes de retroalimentación.
Con todo ello, ¿estamos avanzando en la dirección correcta? Con este número ILEIA intenta presentar ideas para este debate. Lo que vale la pena resaltar aquí es que la innovación no es solamente un «producto» (generalmente visto como una técnica nueva). Más que eso, la innovación es siempre un proceso: un conjunto de acciones o situaciones que llevan a este cambio o producto nuevo. Es hacia este proceso donde debemos dirigir nuestros esfuerzos. Ahora, si vemos que cada caso considera la participación de los agricultores junto a muchos otros actores, hablamos entonces de la innovación como un proceso social, basado en las interrelaciones entre los diferentes actores. Como todo proceso social, difícilmente sigue un patrón linear (donde se da una relación directa causa – efecto) y por ello, más que pensar en dirigir o manejarlo, debemos buscar maneras para facilitarlo.
La meta final de estos esfuerzos deben ser, como lo expresan Hocdé Meneses y Miranda (p. 14), estimular los procesos que liberan la habilidad creativa de la gente y de sus organizaciones, resultando en un movimiento continuo de innovación, impulsado por la propia población rural.
Los editores