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LEISA ha querido dedicar este número a uno de los temas más importantes de la agenda ambiental mundial y latinoamericana de este momento: la Desertificación1.

La desertificación –definida como “el proceso de degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”, según la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación- constituye un problema ambiental de alta prioridad planteado desde hace 23 años por la Conferencia que sobre desertificación organizó las Naciones Unidas en Nairobi en 1977, mereciendo desde entonces el establecimiento de un Plan de Acción de Lucha contra la Desertificación de largo plazo (al año 2000).

En la década de los años 70 e inicios de los 80, el tema en los organismos internacionales y regionales (OEA) tuvo mucha presencia y se desarrollaron investigaciones en las zonas áridas y semiáridas latinoamericanas; se formó, inclusive, un grupo de investigación importante en la región. Pero, luego, decae el interés para ser retomado más tarde en la Cumbre de Río 92, en la cual se le dedica el Capítulo XII de la Agenda XXI. Y, finalmente, en 1995, entra en vigencia la “Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o Desertificación, en particular en Africa”.

En América Latina, el tema es abordado por la IX Reunión de Ministros del Medio Ambiente de América Latina y el Caribe, reconociendo a la desertificación como un problema social vinculado a la pobreza y a ciertos patrones productivos.

A inicios del año 2000, el planeta aún mantiene vigente el problema de la desertificación y es muy probable que las cifras destacadas por publicaciones de la Convención de Lucha contra la Desertificación en 1998 tengan vigencia e, inclusive, hayan aumentado. Es decir, que 1000 millones de personas están amenazadas por la desertificación, así como 3600 millones de hectáreas de tierras secas están degradadas y las pérdidas anuales de ingresos en las regiones directamente afectadas por la desertificación oscilan, a nivel mundial, en torno a los 42 mil millones de dólares USA (Banco Mundial 1998).

La tala indiscriminada del bosque tropical húmedo es una de las amenazas más riesgosas en el proceso de desertificación del planeta

En América Latina (Sudamérica, Centroamérica y México), las cifras también nos dan una idea de la dimensión del problema. Más de 600 millones de hectáreas, o sea, el 75% de las tierras (secas) áridas, semiáridas y subhúmedas secas de muchos países de la región de América Latina y el Caribe son propensas a la degradación y desertificación o están afectadas por estos fenómenos (PNUMA 1995). En la lucha contra este proceso, las comunidades han tenido hasta ahora un papel central, pues, han sido las que en última instancia se han enfrentado directamente a los procesos de pérdida de suelos, cobertura vegetal, diversidad biológica y de la cultura misma de la conservación.

En nuestra región, los procesos de desertificación son el resultado de una serie de desencuentros entre los modelos de desarrollo hasta ahora impulsados y las especificidades de los ecosistemas regionales, desencuentros que tienen más de 500 años en muchos casos, de tal forma que cualquier propuesta de desarrollo sostenible de la región pasa por superar este problema, pudiendo constituir su solución el objetivo de todo un proyecto mayor de carácter regional que puede integrar a los países, haciéndolo un elemento básico de una plataforma para la unidad de América Latina.

Los artículos del presente número abordan la lucha contra la desertificación desde las siguientes perspectivas:

•La perspectiva global y regional de las implicancias de la desertificación, y, en este escenario, el papel de los acuerdos internacionales firmados por los países afectados. La Convención de Lucha contra la Desertificación y, como parte de ella, los Programas de Acción Nacional (PAN); la participación de la Red Internacional de ONGs –RIOD-; la participación de la población, comunidades, gobiernos locales, bajo la forma de asociaciones, destacándose la experiencia del PAN Argentina; y el papel de las tecnologías tradicionales, así como una caracterización del problema como un desencuentro entre los modelos de desarrollo hasta ahora, impulsados por nuestras sociedades y las especificidades de los ecosistemas áridos y semiáridos montañosos latinoamericanos, son abordados en los cuatro primeros artículos.

•La perspectiva integral de gestión de ecosistemas, agroecosistemas, espacios administrados en forma integral, como una alternativa de lucha contra la desertificación, sobre todo cuando se realizan con criterios de sostenibilidad y autonomía, como es la experiencia presentada por Bolivia, y cuando se adecúan a las particularidades de los ecosistemas, como es el caso de la gestión de microcuencas para condiciones de montañas presentada por el Perú. Ambas con resultados favorables y que pueden constituir experiencias consideradas exitosas.

•La tercera perspectiva es la específica, sin perder la perspectiva integral, que propone la gestión de recursos en forma focalizada. Los trabajos referidos al recurso agua buscan contribuir a la lucha contra la desertificación destacando los conceptos de COSECHA de agua, así como del rescate de los saberes locales en cuanto al manejo de este recurso. De igual forma, son abordados los trabajos relacionados con la conservación de suelos vía reforestación y el de una ganadería adecuada a las características de la semiaridez, adaptada, con especímenes propios del lugar.

•La perspectiva cultural, de saberes. Los agricultores y, con ellos, los conocimientos locales son un gran potencial que aún no ha sido aprovechado, lo cual es destacado en el artículo de López y Bunch con una experiencia a nivel local en América Central y, a nivel mundial, como concepción, por Nery Urquiza, miembro del Panel Ad Hoc de la Convención para Conocimiento y Tecnologías Tradicionales en la Lucha contra la Desertificación.

•Otras perspectivas: El caso de las tecnología degradantes. Otra fuente de degradación del ambiente es el uso de tecnologías contaminantes del medio, entre ellas, los agroquímicos. REPAL nos muestra logros que se están alcanzando en esta perspectiva.

•Finalmente, la información, clave en la lucha contra la desertificación, es destacada por la sección referida a los sitios Web: ¿Qué ofrecen sobre desertificación los sitios Web?, se pregunta y responde esta sección.

En conclusión, la lucha contra la desertificación puede constituirse, hoy, en el objetivo unificador no sólo de todos los actores implicados en el uso y conservación del ambiente de América Latina, sino también de enlace con los países del Hemisferio Norte, pues, está ampliamente demostrado el carácter mundial del problema. Y, como decía el cartel de una reunión sobre desertificación en Bonn: “La desertificación NO perdonará al Norte”.

Editor invitado: Juan Torres Guevara
1. En las reuniones internacionales se ha impuesto el neologismo “desertificación” como sinónimo de “desertización”.

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