enero 1999, Volumen 14, Número 2-3
LEISA en perspectiva. 15 años de ILEIA (número especial doble)

Casos. Leisa en la práctica

ROLAND BUNCH , ANN R BRAUN , ELSKE VAN DE FLIERT , WIYANTO | Página
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Laderas de alto potencial
Conservación y recuperación del suelo en Centroamérica

Roland Bunch


La labranza en surco está siendo usada más ampliamente

Introducción
Un importante movimiento orientado al mejoramiento del suelo ha surgido en la vida sobre las laderas de Centroamérica en los últimos 30 años. Básicamente, este movimiento ha cobrado vida debido a la convergencia de tres factores:

  • Una creciente constatación entre los agricultores de los poblados: las presiones de la población los están forzando a intensificar el uso de su tierra, por lo que los tradicionales sistemas de roza y quema deben intensificarse o cambiarse.
  • Un esfuerzo creciente entre las organizaciones de desarrollo, especialmente las ONG, para desarrollar y difundir las técnicas de conservación y recuperación del suelo (CS y RS), usando métodos de investigación y extensión bajo el liderazgo y protagonismo de los agricultores.
  • La existencia de sistemas tradicionales de cultivos asociados de diferentes especies de frijol y maíz, ampliamente difundidos.

Este artículo describe las técnicas de CS y RS que han hecho posible este movimiento en Centroamérica (el área comprendida desde México central hasta Nicaragua). Incluye descripciones de las prácticas, de cómo éstas han cambiado con el tiempo, el análisis de los costos y beneficios, y datos sobre su adopción sostenible o abandono de parte de los pequeños agricultores.

La conservación del suelo
La CS se refiere aquí a las técnicas para reducir la escorrentía y la erosión en las laderas, mientras que la RS se refiere a aquéllas que incrementan la fertilidad del suelo de mediano a largo plazo, generalmente por la aplicación de materia orgánica. Las principales prácticas de CS que se usan en Centroamérica son cercos vivos (“barreras vivas”), cercos de contorno de piedra, zanjas de infiltración y labranza por surcos (llamada también “labranza mínima”).

Cerco vivos
Los cercos vivos de contorno consisten en vegetación que se planta a lo largo de los contornos, que están separados entre 1,5 a 3 metros en el sentido de la pendiente. Los setos sirven para interrumpir la escorrentía y con ello retener el suelo y poco a poco forman un terraplén (terraza de formación lenta).

Los cercos vivos fueron popularizados primero entre los pequeños agricultores de Centroamérica hacia fines de los años 60, cuando la ONG World Neighbors (Vecinos del Mundo) aprendió la tecnología de Marcos Orozco y la difundió en la zona central de Guatemala. En esa época, los cercos vivos consistían, sin excepción, en hierba napier (Pennisetum purpureum) y se plantaban cada 1,5 m de distancia en el sentido de la pendiente. Desde Guatemala, World Neighbors llevó la práctica a México y Honduras y en Nicaragua la introdujo en el programa de Campesino a Campesino.

Como lo han hecho con la mayor parte de las tecnologías de CS, los agricultores han modificado los cercos vivos de tal manera que ya no se les reconoce. Un estudio, hecho cinco años después de finalizado el programa en Honduras, demuestra que los agricultores con animales de pastoreo han mantenido algunos o todos sus cercos de hierba napier o king, pero la mayoría de los que no tienen animales las han cambiado por especies de diverso uso, como ananas (piñas), hierba limón, plantas medicinales y árboles frutales, estos últimos asociados con grama. La caña de azúcar se ha convertido en una de las especies más populares en los cercos. La distancia entre cercos vivos varía de 1,5 a 3,5 metros verticales, según el tipo de suelo, la precipitación y la existencia de otras prácticas de CS tales como cultivos de cobertura, labranza mínima y/o microterrazas entre los cercos (López et al, 1995).

La economía de estos cercos vivos varía ampliamente, de acuerdo a la pendiente, las especies usadas y el valor de los cultivos (Ellis-Jones et al, 1995). De este modo, los costos de mano de obra para plantar cercos en Honduras varían entre US$11 por hectárea para una pendiente de 15% a US$37 por hectárea para una pendiente de 50% (Almendares et al, 1995; Mejía, 1993), lo que la convierte en una de las más baratas de las tecnologías disponibles. Los agricultores a menudo no perciben los beneficios del aumento de la fertilidad del suelo en los primeros años, pero el alimento o forraje producido en estos cercos con frecuencia permite recuperar los costos en el período de uno o dos años. Los beneficios a largo plazo, como el aumento del valor de la tierra, la reducción de riesgos y la mayor productividad, hacen que esta práctica resulte muy atractiva. De hecho, el mayor beneficio a largo plazo es que es posible usar todas las otras medidas de CS y RS, porque luego no serán destruidas o barridas ladera abajo.

La tasa de adopción de los cercos demuestra cuánto aprecian los agricultores estos beneficios. Un estimado a grosso modo indica que la actual adopción sostenida está entre 50.000 y 75.000 agricultores. Un estudio llevado a cabo entre los cinco a 15 años después de finalizado el programa muestra que la adopción varió de 90 a 135% de quienes lo adoptaron originalmente, en los cinco primeros años después de finalizado el programa. Quince años después, las tasas de adopción se duplicaron (Bunch y López, 1995). Es necesario hacer notar, sin embargo, que en las áreas donde se usaron incentivos artificiales para motivar la adopción, la tecnología se ha mantenido, pero sólo en un 5 a 10% de los agricultores, dos años después de finalizado el programa (López, 1992).

Cerco de contorno de piedras
Los muros de piedra han reemplazado a las barreras vivas en los lugares donde las piedras son tan abundantes que dificultan las actividades agrícolas. Los muros son construidos en el contorno cada 1,5 a 3 metros, vertical, en el sentido de la pendiente. Sin embargo, los costos son elevados, desde US$125 de mano de obra por hectárea en una pendiente de 15% hasta US$410 en una pendiente de 50%, y el muro de por sí proporciona escasos beneficios adicionales (Almendares, 1995; Mejía, 1993). Muchas ONG actualmente están colocando las piedras fuera de los surcos con labranza mínima, o forman pequeñas pilas de piedras cada tercer surco y de esta forma reducen considerablemente el costo de mano de obra. Es difícil evaluar los costos porque el trabajo se combina con otras actividades y se hace gradualmente durante varios años.

Zanjas de infiltración
Esta tecnología consiste en cavar una zanja justo debajo de los cercos vivos, ya sea en el contorno o a 1 a 2% de inclinación. El propósito es detener la escorrentía y retener el agua o, en una pendiente, drenar el agua fuera del campo. No obstante, aún cuando antes promovimos estas zanjas, con resultados positivos de largo plazo, hemos visto que requieren mucha mano de obra. Todavía son recomendables, pero sólo cuando es evidente que la productividad es limitada por un mal drenaje.

Labranza en surco o labranza mínima
La labranza en surco o labranza mínima consiste en labrar la tierra sólo en el surco cultivado y dejando sin labrar el suelo entre los surcos. Esto de por sí añade productividad a los sistemas no tradicionales. En un período de 3 a 4 años también forma una microterraza que reduce la erosión y concentra el agua en la zona de la raíz. La práctica también permite la incorporación de materia orgánica en el suelo, concentrándola en la zona de la raíz del cultivo y permitiendo que el efecto residual sea aprovechado por los cultivos año tras año, ya que el surco permanece en el mismo lugar. Por ésta y otras ventajas, la labranza en surco, junto con las barreras vivas, es una de las dos prácticas de CS más usadas hoy en Centroamérica.

La labranza en surco, una variante de la labranza en franjas que se usa en Estados Unidos, fue practicada por primera vez en Centroamérica por Elías Sánchez en su finca demostrativa en Honduras, a comienzos de los 80 y luego fue popularizada por World Neighbors y otras ONG. El cambio más común que los agricultores han hecho en esta práctica es la variación del ancho de la franja labrada. En general, para los cultivos básicos que se plantan en surcos separados 1 m entre sí (por ejemplo maíz, yuca y papa), los agricultores labran un área de unos 35 cm de ancho, mientras que para frijoles usan franjas entre 50 a 60 cm de ancho, lo que permite una doble hilera. Para las hortalizas puede ensancharse el surco hasta 80 cm. En algunos poblados, donde los agricultores producen hortalizas de valor, actualmente construyen microterrazas desde el inicio e invierten mano de obra adicional para tener microterrazas de formación inmediata.

El costo de la labranza en surco varía enormemente según el tipo de suelo, la pendiente, la presencia de piedras, el ancho del surco y si se hace a mano o con tracción animal. La labranza en surco hecha a mano cuesta en promedio US$130 por hectárea al comienzo, US$65 por hectárea para rehacerla en el segundo año y a partir de allí US$45 por hectárea por año. Sin embargo, si se usa una mula (lo cual es posible solamente cuando la pendiente es menor del 45%) el costo será de US$30 por hectárea la primera vez y US$20 por hectárea por año para mantenerla. Los beneficios también dependen del tipo de suelo, la cantidad de materia orgánica incorporada y el tipo de cultivo. La mayor ventaja puede ser que luego de cuatro o cinco años, los agricultores, usando esta técnica e incorporando grandes cantidades de materia orgánica, tienen la posibilidad de cambiarse a labranza cero de alta productividad, con aplicaciones superficiales de materia orgánica, reduciendo así los costos y además manteniendo los rendimientos.

Un estudio en Honduras indica que la labranza en surcos se mantuvo en lugares donde los agricultores la usaban para hortalizas bajo riego (Arellanes, 1994). Sin embargo, la experiencia de otros programas indica que la labranza con tracción animal está siendo adoptada en forma espontánea por agricultores de maíz sin riego y que los agricultores que usan la tracción animal dedican áreas más extensas para esta práctica. De este modo, aún cuando esta innovación es muy reciente para hacer estudios posteriores al programa, la experiencia indica que la labranza manual sólo es sostenible para cultivos de alto valor, en tanto que la labranza con animales es muy competitiva, incluso para cereales básicos.

Por supuesto, junto con los cercos de contornos y la labranza en surcos, los agricultores también han adoptado el cultivo en franjas y sembrar en surcos de contornos y han dejado el quemado. Estas prácticas casi no requieren costos adicionales y sus ventajas son también relativamente pequeñas, pero lo suficiente para que hayan sido adoptadas en forma amplia y sostenible.

La recuperación del suelo
Abonos verdes/cultivos de cobertura
La aplicación de grandes cantidades de materia orgánica en el suelo ha probado ser la forma más fácil e importante para que los pequeños agricultores mantengan o refuercen la productividad natural del suelo, incluso en aquellos suelos tan agotados que han sido abandonados. Esta práctica de revivir los suelos deteriorados a través de fuertes aplicaciones de materia orgánica (beneficios para la productividad, los que generalmente son poco estimados por la mayor parte de agrónomos) ahora es llamada “recuperación del suelo”. Aunque se pueden usar muchas fuentes de materia orgánica, como abono animal, pulpa de café, bagazo de caña de azúcar y compost, el de menor costo y de uso más común en América Central es el abono verde o cultivo de cobertura.

En América Latina el abono verde y los cultivos de cobertura se emplean de tal modo que con ellos no es necesario usar aquellas tierras que tienen un costo de oportunidad; no requieren ningún gasto extra ni trabajo adicional y, finalmente, aparte de mejorar el suelo no proporcionan otros beneficios (Bunch, 1995). De esta manera, pueden cultivarse durante la estación seca o en los períodos de heladas, debajo de árboles frutales, en tierras en barbecho o en asociación con otros cultivos tradicionales, ocupando así la tierra que no puede ser usada en otra forma. En Centroamérica se cultivan asociados con maíz o bajo árboles frutales o café, lo cual se ha convertido en el enfoque más popular, aunque los agricultores continúan experimentando otras formas (Anon, 1997). Los abonos verdes y los cultivos de cobertura deben ser desarrollados de modo que produzcan alimento de alto valor proteico para el hombre, o produzcan alimento y forraje para los animales, también para el control de malezas, plagas o enfermedades, aparte de su capacidad de mejoramiento del suelo (Bunch, 1997).

Aunque los abonos verdes y cultivos de cobertura son tradicionales en Centroamérica, el frijol aterciopelado ha sido introducido en los últimos 60 años y se ha difundido en forma espontánea entre decenas de miles de agricultores de México, Guatemala y Honduras. La extensión sistemática de los abonos verdes y de los cultivos de cobertura empezó, hasta donde sabemos, con dos esfuerzos independientes: el trabajo de los doctores Steve Gliessman y Roberto García en el Estado de Tabasco, México, y los del autor, conjuntamente con World Neighbors, en Guatemala, ambos a mediados de los 70.

Los sistemas usados en Centroamérica varían tremendamente. Los sistemas tradicionales incluyen el cultivo asociado de maíz con el frijol trepador rojo (Phaseolus vulgaris), el caupí (Vigna unguiculata), el frijol lablab (Dolichos lablab) y otra variedad de frijol (Vigna umbellata). Los sistemas introducidos comprenden el cultivo asociado de maíz, sorgo y/o yuca (mandioca) con el frijol aterciopelado (Mucuna sp.), el jackbean (Canavalia ensiformis), el trébol dulce (Melilotus albus) y una variedad de Vigna sp; también se plantan cualquiera de éstas o alguna leguminosa perenne bajo otros cultivos perennes (Anon, 1997).

La mayor parte de estos sistemas fueron desarrollados y adaptados casi en su totalidad por los pobladores. Incluso en el caso de los sistemas introducidos, los programas trajeron la semilla a la zona, pero fueron los pobladores quienes adaptaron las fechas de siembra, la cantidad de semilla, las asociaciones de cultivos y los regímenes de manejo de acuerdo con sus propias necesidades. Durante este proceso, los agricultores tendieron a añadir mayor diversidad, redujeron los requerimientos de mano de obra y maximizaron los usos de las especies de cultivos de cobertura y de abonos verdes (por ejemplo, a través de otras formas culinarias o de alimentación para sus animales).

Los pocos estudios científicos realizados sobre los beneficios de estas prácticas han tenido rendimientos variables. Un estudio de la economía del sistema maíz-frijol aterciopelado en Honduras mostró que el costo por tonelada de maíz producido era un 30 por ciento menor que en el sistema de maíz con altos insumos (Flores, 1992). Un segundo estudio de un sistema diferente de maíz con frijol aterciopelado también demostró que era económicamente ventajoso (Ellis-Jones et al., 1995), mientras que un tercer estudio mostró resultados negativos (SILSOE, 1998). Esta aparente discrepancia se debe probablemente a la incorporación en este último sistema, de cultivos de cobertura y para abono verde en tierras bajas de clima cálido, a unos cinco meses antes de la siguiente siembra. La mayor parte de la materia orgánica y el nitrógeno parecían quemados. Ninguno de estos estudios consideró el uso de los abonos verdes y los cultivos de cobertura en otra forma que no fuera la de incrementar la fertilidad del suelo y todos consecuentemente consideraron la producción de maíz (un cultivo de valor relativamente bajo).

Las cifras precisas sobre los niveles actuales de uso y adopción o abandono son escasas, debido en parte a que por largo tiempo los sistemas tradicionales permanecieron ignorados para los profesionales hasta fines de los años 80 y la mayoría de los esfuerzos de extensión de los abonos verdes y de los cultivos de cobertura comenzaron en esa época e incluso después. Sin embargo, se pueden hacer estimaciones sobre las tendencias generales. Es probable que más de 200.000 agricultores usen abonos verdes o cultivos de cobertura hoy en Centroamérica. Los sistemas más comunes serían los del frijol trepador rojo-maíz que se presentan en el sur de México central hasta Nicaragua (más de 140.000 agricultores), el sistema de frijol aterciopelado-maíz en parcelas, desde el estado de Veracruz, México, pasando por el Valle Polochic en Guatemala, hasta la costa norte de Honduras (más de 40.000), y los sistemas de Vigna que existen en parcelas a lo largo de la costa del Pacífico desde el Estado de Oaxaca en México hasta el oeste de Nicaragua (más de 10.000). Los sistemas introducidos han sido probablemente adoptados en forma sostenible por sólo 5.000 a 7.000 agricultores.

Hay una controversia sobre si estos sistemas se están difundiendo o desapareciendo. El sistema más estudiado, el del maíz-frijol aterciopelado al norte de Honduras, parece estar contrayéndose rápidamente en las áreas donde más se ha usado, debido a la usurpación de los ganaderos, a los cambios recientes en las leyes de tenencia de la tierra y a las fuentes alternativas de empleo en los alrededores (el área sembrada de maíz está disminuyendo tan rápido como la del frijol aterciopelado) (Neil, sin fecha). De otro lado, sistemas muy similares están diseminándose en forma espontánea hacia nuevas áreas de colonización en Honduras, así como en Bélice, Petén en Guatemala y en los estados de Chiapas y Tabasco en México.

Varios de los otros sistemas tradicionales están siendo abandonados gradualmente, tales como el del frijol trepador rojo en México y Honduras, y las vignas en El Salvador, en tanto que los sistemas introducidos, apenas en sus comienzos, tienen un récord mixto, aunque la evidencia indica que hay adopción espontánea en los casos en que los abonos verdes y cultivos de cobertura tienen múltiples usos. En la medida en que a los agricultores se les enseñe los usos adicionales de muchos de estos frijoles, las tendencias de adopción comenzarán a aumentar. También, si los precios del petróleo aumentan en forma sustancial (dentro de los próximos 10 a 15 años, cuando la producción mundial de petróleo alcance el máximo), los abonos verdes y cultivos de cobertura podrán competir incluso con los fertilizantes químicos (MacKenzie, 1996).

Pulpa de café, bagazo de caña de azúcar y otras fuentes de materia orgánica
El uso de estos recursos a menudos disponibles a nivel local (que no constituyen una práctica tradicional) se ha popularizado. Especialmente donde se siembran hortalizas y frutas, porque con frecuencia proporcionan tasas de costo-beneficio, sorprendentemente favorables.

La competencia con las técnicas de altos insumos externos
Decenas de miles de agricultores que usan técnicas de CS o RS de bajos insumos mantienen o incrementan sus rendimientos cada año, en vez de obtener rendimientos menores, como era antes. Los costos son con frecuencia más bajos que en la agricultura de altos insumos, con rendimientos similares. Al mismo tiempo, estos mismos agricultores ya no tienen que dejar sus tierras en barbecho o quemar los bosques en busca de nuevas tierras. Los agricultores que antes tenían que emigrar buscando nuevas tierras cada dos a cuatro años, ahora usan la misma tierra por 15 a 25 años.

Un estudio en 12 poblados de Guatemala y Honduras, en los que se usan muchas de estas tecnologías, demuestra que los rendimientos promedio de maíz se han incrementado de 0,5 toneladas por hectárea a 3,4 toneladas en 22 años, casi se ha eliminado la migración temporal, la migración a las zonas pobres de las ciudades se ha revertido, se aumentaron los niveles de salarios, se ha incrementado el valor de la tierra, se mejoraron los niveles de educación y se ha logrado un avance en la organización de la población. Los agricultores en cuatro poblados guatemaltecos considerados en este estudio, ahora producen un promedio de 4,4 toneladas de maíz por hectárea, en tanto que los agricultores en las poblaciones vecinas, quienes usan aproximadamente tres veces más fertilizante químico por hectárea pero no técnicas de CS o RS, sólo cosechan alrededor de 1,4 toneladas por hectárea (Bunch y López, 1995).

Más aún sería deseable hacer comparaciones más precisas y científicas entre los sistemas de altos y bajos insumos, pero son difíciles de llevar a cabo. Robert Chambers describió los sistemas agrícolas que usan los agricultores de las poblados como “complejos y diversos” (Chambers, 1994). En Centroamérica los agricultores que usan CS o RS no sólo tienen sistemas diversos y complejos, sino que también cambian rápidamente. Ellos saben que sólo por medio de los cambios rápidos se puede obtener un sistema agrícola que permanezca rentable a través del tiempo.

Más aún, los beneficios de cualquier tecnología de CS o RS dependen mucho del resto del sistema agrícola. Los beneficios que brindan los cercos vivos y la labranza en surcos dependen fuertemente del valor del cultivo sembrado en o entre ellos. Los principales beneficios de la labranza en surcos provienen de la capacidad de incorporar materia orgánica a partir de los abonos verdes y de los cultivos de cobertura y, eventualmente, realizar la labranza del conjunto. Las especies de abonos verdes o cultivos de cobertura, y los costos y beneficios de esas especies, varían de un cultivo o rotación de cultivo a otro, y el valor del suelo mejorado dependerá de qué cultivo se siembre después de los abonos verdes y cuándo, así como de los costos de las fuentes alternativas de materia orgánica para el sistema.

Es virtualmente imposible comparar los sistemas de bajos insumos que son complejos, diversos y cambian rápidamente, con los sistemas de alta tecnología que también son complejos y cambian rápidamente, aunque con una diversidad algo menor. Incluso si se establece tal comparación, el resultado puede ser irrelevante porque sólo podría aplicarse para aquellos agricultores que usan un sistema similar y aunque modificaran sus sistemas dentro de pocos años. Más aún, con frecuencia no hay sistemas de altos insumos con los cuales puedan compararse los de bajos insumos. En el estudio de maíz-frijol aterciopelado antes mencionado, por ejemplo, se comparó con un sistema de maíz-frijol aterciopelado en una pendiente de 35 por ciento con un sistema de maíz de altos insumo en terreno plano, porque este sistema no funciona en pendientes (Flores, 1992).

Otro estudio analizó diez diferentes “sistemas mejorados” de producción al sur de Honduras, los cuales combinan varias de las tecnologías de CS y RS, además de otras. Los diez sistemas fueron más lucrativos que el sistema tradicional. Sin embargo, esta variación estuvo entre los que eran sólo un poco más lucrativos (un sistema que consta sólo de cercos vivos y zanjas de contornos) hasta un sistema cuyos ingresos fueron seis veces mayores que los costos añadidos (que incluye cercos, labranza en surco, abonos verdes o cultivos de cobertura y algunos fertilizantes químicos) (Almendares, 1995). Pero no hubo ningún sistema de altos insumos sin riego, que pudiera ser comparado con estos sistemas, probablemente porque es muy alto el riesgo de perder la considerable inversión de uno por sequía. Además, los sistemas locales bajo riego no producen maíz, frijoles o mijo, los cultivos de subsistencia de escaso valor que predominan en los sistemas tradicionales. Y los sistemas bajo riego sólo funcionan en terrenos planos. Una comparación así sería inútil.

Por lo tanto, el autor considera que la difusión de la adopción o el abandono de las tecnologías son una medida más útil de factibilidad económica que los estudios científicos. Confirmado el hecho de que los agricultores de los poblados se comportan en general en forma económicamente racional, la adopción espontánea, no subsidiada, o el abandono de una tecnología determinada en grandes áreas de un país indicarían lógicamente su capacidad para competir desde el punto de vista económico. De este modo, el hecho de que muchas tecnologías de bajos insumos sean sostenibles o se estén difundiendo en Centroamérica, incluso años después de la intervención, sería la mejor prueba de que podríamos tener la certeza de que las tecnologías de CS y RS de bajos insumos son económicamente viables bajo las condiciones complejas y diversas de estos agricultores. Bajo esta premisa, tecnologías tales como las cercos vivos multi propósitos en los contornos, la tracción animal en la labranza en surcos y un buen número de abonos verdes y cultivos de cobertura para múltiples propósitos han probado, en forma contundente, que son competitivos con las tecnologías de altos insumos.

Aunque ahora tenemos buenas evidencias de la factibilidad económica de estas tecnologías, si deben continuar compitiendo, debemos continuar mejorándolas, tanto en cantidad como en calidad. Se deben buscar otras formas más eficientes para usar los abonos verdes y cultivos de cobertura como alimento y forraje. Es necesario investigar más sobre manejo integrado de plagas (MIP), especialmente para los agricultores que siembran hortalizas en pequeña escala comercial. También debemos investigar formas que permitan a los pequeños agricultores individuales cosechar agua de lluvia, usar adecuadamente los suelos mejorados y hacer la CS y la RS y la agricultura de bajos insumos, en general, más atractivas en las regiones semiáridas.

Recomendaciones para otras áreas

  • Las cercos vivos de múltiple propósito en los contornos y la labranza a tracción animal en surcos han sido validadas para el uso de los agricultores de ladera y deben ser ampliamente difundidas entre estos agricultores en muchas regiones del trópico.
  • Las tecnologías de abonos verdes y de cultivos de cobertura también deberían ser adaptadas a los trópicos. En este caso, la principal excepción serían los sistemas de alto valor como las hortalizas bajo riego, donde la compra de materia orgánica y compost, por ejemplo, se convierte en competitiva por el alto costo de oportunidad de cualquier terreno dedicado a los abonos verdes y a los cultivos de cobertura.
  • No se debe recurrir a incentivos artificiales como subsidios, regalos y alimentos por trabajo para promover las tecnologías de CS y RS. Los programas deberían escoger y/o diseñar tecnologías de tal manera que produzcan retornos a través del incremento de la productividad ya en el primer año, de manera que los incentivos artificiales sean innecesarios.
  • Se necesita con urgencia e mayor investigación en cosecha de agua a micro-escala y en MIP.
  • Cualquier otra investigación dirigida a los agricultores de los poblados debe aprovechar el desarrollo participativo de tecnología (Velhuizen et al., 1997).
  • La extensión de estas tecnologías debe usar metodologías bajo el liderazgo y protagonismo de los agricultores (ver, por ejemplo, Bunch, 1982 y FAO).

Prácticas tradicionales de mulching* en Burkina Faso

Fidèle G. Hien

Introducción
Los programas de extensión implementados en Burkina Faso, antes de fines de la década de 1990, para todo el país, y para la meseta central en particular, han demostrado que las inversiones dirigidas a lograr la intensificación de los sistemas de producción agropastoril no han sido efectivos para satisfacer las necesidades reales. Sin embargo, han desarrollado tecnologías y prácticas indígenas de manejo de agua y suelo que, combinadas con las medidas propuestas por los servicios de extensión, han producido en algunos casos resultados sorprendentes, captando el interés de investigadores y extensionistas. La aplicación de mulch es una de estas prácticas en la zona Norte-Centro de Burkina Faso. El uso del mulch tradicional ha tenido un aumento importante entre 1974 y 1985, cuando se presentó una sequía severa. Usado, primero, como una técnica tradicional para conservar el agua a nivel de campo y parcela, el mulch ha mejorado progresivamente con la integración de técnicas de anti-erosión y técnicas de manejo de suelo. Hoy se le reconoce en la región, como una forma eficiente de manejo del agua y de la fertilidad del suelo.

El mulch tradicional ha sido objeto de esfuerzos de investigación recientes, cualitativos y cuantitativos. Esto ha permitido una mejor evaluación de las condiciones bajo las cuales se ha desarrollado el “mulching”, así como su impacto en términos agroecológicos y socioeconómicos. Este estudio de caso ofrece un resumen de los resultados más significativos de estos trabajos de investigación. No sólo aclara las motivaciones de los agricultores de esta zona de Burkina Faso, sino que también restablece la discusión sobre la sostenibilidad y las condiciones de desarrollo de una práctica que ha demostrado su capacidad de ir más allá del objetivo básico de subsistencia.

La agricultura en el Centro-Norte
El Centro-Norte, el entorno en el que se ha desarrollado el mulching, forma parte de la meseta de Mossi. La aplicación de mulch se practica en la mayor parte de sus provincias, pero en especial en Sanmatenga, Namentenga, Bam y Passoré. Entre 1985 y 1996 la población se ha incrementado en 35 por ciento. Actualmente la densidad de población promedio es de 52 habitantes por kilómetro cuadrado en Sanmatenga, por ejemplo. El Centro-Norte está a una altitud de 300 metros y es casi plano. La precipitación está entre 500 y 800 mm. La mayoría de los suelos son ferruginosos, costrosos y superficiales (47%). Los suelos profundos y pesados (16 por ciento) tienen el mejor potencial agrícola. En promedio, sólo el 43,5 por ciento de la tierra es cultivable. En 1990, el 24 por ciento de los terrenos cultivables sufrieron una fuerte degradación (BUNASOLS-MAE, 1990). La vegetación natural está seriamente degradada debido al sobre pastoreo y a la sobre explotación causada por la recolección de leña para combustible.

 

* Del inglés mulch, no cuenta con traducción específica en español, por lo que se respeta el término inglés, comunmente aceptado por los especialistas del ramo agrícola: se refiere a la cobertura inerte -generalmente compuesta de rastrojos, malezas u otros materiales del mismo campo o similares traidos fuera de la finca- colocada sobre el suelo agrícola, con fines de abrigo o retención de humedad en el suelo. En inglés la práctica del uso del mulch se denomina mulching. (Nota del editor)

La meseta de Mossi es considerada una región donde el nivel de explotación de la tierra está muy por encima de su capacidad de carga y donde el sistema de producción ha entrado en una espiral de degradación (Kessler y Boni, 1991; Zoungrana y Zoungrana, 1992; Hoek et al, 1993; Hien, 1995). Los períodos de barbecho son cortos y los nutrientes se han agotado. Hay balances negativos entre materia orgánica (-1,37 toneladas por hectárea por año) y nutrientes: Nitrógeno (-15 a -20 kilogramos por hectárea por año) y Fosfato (-2 kilogramos por hectárea por año).

En el Centro-Norte encontramos dos sistemas de producción: el sistema agropastoril mossi y el sistema pastoril peulh. Debido a la degradación del suelo, ambos sistemas compiten cada vez más por las tierras fértiles de los valles. Según Barning y Dambré (1994), la situación socioeconómica de los agricultores es más bien débil: el 43 por ciento de los agricultores producen para subsistir, son pobres y sin medios. Sólo el 19 por ciento de los agricultores pueden ser considerados ricos en recursos y capaces de invertir en la producción de cultivos o ganado. En promedio, el balance de la producción de granos es negativo (-49 kilogramos por persona por año) al igual que el balance de ingresos (-3000 F.CFA por año). La inversión en producción ganadera da mejores resultados y es menos riesgosa.

La aplicación de mulch: origen y desarrollo
Según los agricultores de Tagalla, provincia de Sanmatenga, la aplicación de mulch es una técnica antigua usada para mejorar las condiciones del suelo. Hoy se ha difundido a grandes áreas de la meseta central. Su reaparición fue particularmente sorprendente después de 1974 y después de 1984, épocas de severa sequía en el Sahel.

La aplicación de mulch consiste en cubrir las parcelas que se van a cultivar, al final de la cosecha, con 6000 kilogramos por hectárea de paja Loudetia togoensis, una hierba anual típica de los suelos superficiales de la región Sudano-saheliana (Lafay y Ranson, 1995). Después que ha florecido, la paja de la Loudetia togoensis se la recolecta de los terrenos superficiales; no es una planta muy apetitosa, por lo cual proporciona un forraje pobre. Esta paja, junto con los desechos del hogar, las brozas y el estiércol son los insumos tradicionales usados por los agricultores del Centro-Norte. El estiércol es la fuente de materia orgánica de mayor preferencia. Los insumos químicos generalmente son demasiado costosos para ser usados en los cereales, el cultivo de subsistencia. El mulch representa la solución más simple y la que está más al alcance de los agricultores de la región que quieren mejorar sus suelos (Slingerland y Masdewel, 1996). La siembra tiene lugar uno o dos días después de la primera lluvia importante y no se labra la tierra antes de sembrar. Se realizan tres desyerbes sucesivos para incorporar la paja y asegurar que esté bien descompuesta antes del final de la temporada de cultivo.

El criterio para la toma de decisiones que los agricultores usan para determinar cuándo deben usar mulch, tiene en cuenta tres factores: tipo de suelo, tipo de cultivo y tipo de campo. Lafay y Ranson (1995) señalan que el mulch se aplica principalmente en los llamados suelos “calientes”. Durante la campaña de 1994, en la localidad de Tagalla, el mulch fue aplicado en el cien por ciento de los casos para rehabilitar los suelos desnudos y costrosos, denominados zippellé en la clasificación tradicional de tierras (Schutjes, 1991). En suelos superficiales y con grava, los suelos zegedega, el mulch se aplicó en el 44 por ciento de la tierra productiva agrícola. Los suelos arcillosos o arenosos-arcillosos encontrados en las laderas, llamados bolé, recibieron mulch en el 37 por ciento de los casos. Los llamados suelos “fríos” -suelos arenosos o bissiga, y suelos pesados de las áreas más bajas llamados baongo- son los menos involucrados y constituyen el 28 por ciento y el 8 por ciento de los suelos a los que se les aplicó mulch, respectivamente, en 1994. En estos suelos generalmente la paja se quema dos días después de la siembra para evitar las malezas. Con el uso del mulch, el agricultor busca, sobre todo, preservar la humedad del suelo para beneficio de las semillas, lo que es más importante que el efecto fertilizante del mulch en el suelo. Esto explica por qué la paja es quemada dos días después de la siembra en los llamados suelos fríos, donde es más alta la capacidad de retención de agua (Lafay y Ranson, 1994, Hien et al 1997).

El sorgo es el cultivo más frecuentemente asociado al mulch, en tanto que el mijo se considera mejor adaptado a las condiciones de sequía. El maíz requiere mayor cantidad de agua y nutrientes, y, en lo que a la región se refiere, se ha convertido en un cultivo marginal que sólo se siembra en campos que reciben más estiércol y desechos del hogar.

Los campos cercanos a la casa tienen prioridad en cuanto al uso de los desechos del hogar (38 por ciento de la producción en Tagalla en 1994) y al estiércol de vacuno solo o mezclado con paja (31 por ciento). Los campos situados cerca de la aldea (champs de village) reciben mayor cantidad de mulch (50 por ciento de las unidades domésticas de Tagalla en 1994), seguidos por los campos más cercanos a las casas. Si hay escasez de estiércol de vacuno para fertilizar estos campos, se usa paja y otros insumos para complementar la aplicación. Los campos en los matorrales (champs de brousse), que están más alejados de las casas, reciben menos insumos. En 1994 el 53 por ciento de estos campos no recibieron insumo alguno.

Lafay y Ranson (op cit.) observaron que en Tagalla la popularidad de los cercos de piedras, como medida para evitar la erosión, ha sido acompañada con un aumento del uso del mulch. Barning y Dambré (1994) notaron que en la provincia de Sanmatenga la práctica de mulching disminuyó, en general, cuando aumentó el nivel de uso de tracción animal. Nunca se usa mulch cuando se ara antes de la siembra.

La expansión: razones y limitaciones
El análisis de las condiciones ecológicas y socioeconómicas de la agricultura del Centro Norte revela por qué se ha difundido la práctica del mulching. Frente a la presión por falta de tierra y crecimiento de la población, hasta las partes con suelos más pobres son incorporadas al cultivo. Esto ha significado que los agricultores hayan tenido que intensificar sus esfuerzos. El mulch en esta región, así como la práctica de zaï en el noroeste de Burkina, son expresiones de esta imperiosa necesidad.

Según Lafay y Ranson, los agricultores de la región Centro Norte atribuyen el aumento del uso del mulch a dos factores esenciales. Primero, tienen tierras menos fértiles para alimentar a más personas y, segundo, la precipitación ha disminuido en los últimos 30 años. La precipitación es más errática y cuando llueve es en forma violenta, como tormenta. En la provincia de Sanmatenga, la precipitación anual descendió entre 1960-1978 y 1979-1988, con una variación de entre 41 mm en el sur de la provincia a 210 mm en el norte (van de Hoek et al.,1993). Al mismo tiempo, la máxima intensidad, con un intervalo de 30 minutos (130), puede alcanzar 108 mm por hora (Hien, 1995). El número de días de lluvia ha disminuido y como resultado la temporada se ha acortado.

Lafay y Ranson informaron que desde 1984 algunos extensionistas empezaron a aconsejar el uso del mulch como parte de los paquetes técnicos que presentaban a los agricultores. Por tal motivo, muchos agricultores empezaron a practicar mulching cuando vieron a sus vecinos que lo practicaban y obtenían mejores resultados. Este tipo de ejemplos ha jugado un papel muy importante para asegurar la difusión del mulching.

Dos factores limitan el desarrollo del uso del mulch. Primero, la falta de paja y, segundo, el hecho que los agricultores no cuentan con medios ni tiempo disponible. La paja de Loudetia togoensis se cosecha principalmente en suelos de grava, superficiales, como los de las pendientes (zagedega) y que son considerados imposibles de cultivar. Estos suelos no cultivables representan aproximadamente el 56,5 por ciento del área total de la provincia de Sanmatenga, con una variación de 80 por ciento en los distritos del norte a 26 por ciento en los del extremo sur (van de Hoek et al, 1993). Más aún, mucha de esta tierra no cultivable está muy degradada. Como en cualquier otro lugar del Sahel, la producción primaria de estos suelos está muy ligada a los patrones de precipitación (Diarra y Breman, 1975; Penning, de Vries y Djitèye, 1982; Breman y de Ridder, 1991). Durante la floración, la producción de paja varía de 2.500 a 4.500 kilogramos de materia seca por hectárea, según la temporada y la calidad de los suelos. Al final de la temporada seca se debe añadir un promedio de 6.000 kilogramos de paja. La pérdida de biomasa durante este período se estima en un 25 por ciento de la planta en la etapa de floración. Esto significa que se debe cosechar la paja de dos a cuatro hectáreas de zonas arbustivas -según la estación- para obtener la cantidad necesaria para el mulching en una hectárea de terreno. Por esta razón, los matorrales no han sido quemados en los últimos 10 años.

La segunda limitación que enfrenta el agricultor es el transporte de la paja; ésta es transportada generalmente a pie desde la zona de crecimiento a los campos, principalmente por los hombres. Las cantidades transportadas varían de 10 a 15 kilogramos por persona y por viaje (Lafay y Ranson). Según la distancia desde donde se recoge la paja en el campo y el número de personas disponibles en la casa y su capacidad de carga, el agricultor necesitará entre 80 y 200 horas de trabajo para recoger la paja necesaria para aplicar el mulching en una hectárea de terreno. Es decir, esta práctica toma al agricultor alrededor de un mes de trabajo antes de la siembra. Por este motivo las bicicletas pueden ser muy útiles. Sin embargo, el medio de transporte más práctico es un carreta tirada por animales, pero es un medio costoso. Desde la devaluación de la moneda local en 1994, los costos de transporte son de alrededor de 300.000 F.CFA. Esta cifra debe compararse con el promedio de ingreso anual familiar estimado en 55.000 F.CFA (Barning y Dambré, 1994).

Impacto ecológico del mulching
Para los agricultores del Centro Norte, la práctica del mulching aumenta la producción de sorgo. Los trabajos de Lafay y Ranson (1994) y Slingerland y Masdewel (1996) arrojan algunas luces sobre los aspectos socioeconómicos de la técnica. La investigación llevada a cabo después de 1996 se ha centrado en el comportamiento ecológico de las prácticas de mulching (Hien et al, 1997 y 1998). Los experimentos realizados a nivel de finca en la localidad de Tagalla han permitido comparar los efectos de cuatro tratamientos que combinan el mulch con estiércol de establo y fosfato natural sobre los parámetros hidrodinámicos del suelo, la producción de sorgo y el flujo y balance de los nutrientes. El objetivo de estos experimentos fue llegar a un mejor entendimiento de los procesos que determinan el incremento de la producción de sorgo y hacen posible la evaluación de la sostenibilidad del sistema en términos de nutrientes. Durante la temporada de cultivo de 1996 con 623 mm de precipitación, casi un patrón normal, se compararon tres tratamientos con seis repeticiones, y se usaron como testigo parcelas sin mulch.

  • mulching simple (6.000 kilogramos MS. ha-1) con las hojas secas de Loudetia togoensis: referido para esto como Pa;
  • mulch (6.000 kilogramos. ha-1) + 2000 kilogramos. ha-1 de estiércol;
  • mulch (6.000 kilogramos. ha-1) + 200 kilogramos. ha-1 de “Fosfato Burkina” (fosfato natural) o PP

Después de aplicada la paja en forma normal de acuerdo a la práctica local, se midió la evaporación durante un periodo de 10 días desde el momento en que se sembró una variedad local de sorgo blanco. La medición de la precipitación y del flujo de agua permitió calcular la capacidad de absorción del agua del suelo y los niveles de escorrentía (Hien, 1995; Hien et al, 1997). Al mismo tiempo, se midió el porcentaje de germinación y los brotes establecidos, y los niveles de rendimiento de granos y tallos fueron medidos en la época de cosecha. También se evaluaron las reservas totales de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) en los primeros 0-30 cm de suelo. La absorción de N, P y K de las plantas durante la temporada de siembra se monitoreó cada dos semanas a partir de los 40 días desde la siembra hasta la etapa de floración. De este modo se pudo medir en fechas determinadas y a la cosecha, las tendencias de N (Nb), P (Pb) y K (Kb) en la biomasa de sorgo sobre el terreno. Igualmente, se analizaron la paja y el estiércol y, finalmente, se hizo una evaluación del balance de N y P con base en los datos del flujo de nutrientes en los sistemas agrícolas de la meseta central de Burkina (Roose 1981; Piéri 1989; Lompo, 1993) y en el Sahel en general (Penning de Vries y Djitèye, 1982) se hizo una evaluación de los balances de N y P. Los resultados de este trabajo pueden ser resumidos como sigue:

  • El mulching mejora en forma significativa las condiciones hidrodinámicas del suelo
    En lo que al flujo de agua se refiere, el mulching aseguró una reducción del 64 por ciento en la pérdida de agua en comparación con las parcelas de control, y la inflitración en el suelo mejoró de 4 a 7 veces. La evaporación se redujo en 30 por ciento en las parcelas con mulch.
  • El mulching mejora las condiciones de desarrollo y los rendimientos del cultivo
    El análisis estadístico de los resultados muestra que el mulching mejora en forma significativa el período de germinación, que resulta más completo. Reduce la mortalidad primaria del sorgo (luego de la germinación) e influye en forma positiva en la producción de grano y paja. En la producción de paja hubo una diferencia altamente significativa (p<1 por ciento) entre el control T (480 kilogramos DM ha-1) y los tratamientos con paja: Pa (2.265 kilogramos de DM ha-1) y también fue significativa (p<5 por ciento) entre el control T y el tratamiento PP (1.836 kilogramos DM ha-1). Los tratamientos con paja, comparados entre sí, no mostraron diferencias significativas. En cuanto al análisis del grano, se demostró también que el tratamiento control (140 kilogramos ha-1 en promedio) reveló una diferencia significativa cuando se comparó con los tratamientos Pa (774 kilogramos ha-1), PF (1.064 kilogramos ha-1) y PP (687 kilogramos ha-1). Los tratamientos PF y PP mostraron una diferencia al nivel del 5,7 por ciento pero no hubo diferencia significativa entre PF y Pa.
  • Algunos riesgos del mulching desde el punto de vista del balance de minerales
    Los balances de N y P han sido calculados sobre la base del principio que, dentro del sistema agrícola local, el total de residuos de la cosecha es exportado. De modo que la fijación calculada corresponde a la exportación de minerales. El balance de N y P al final de la estación lluviosa de 1996 se da en el siguiente cuadro:

 

 

Tratamientos
T
Pa
PF
PP
Insumos

Pérdidas

Balance

N
P
N
P
N
P
4.00
1.50
9.40
0.78
-5.40
+0.72
17.80
1.62
25.20
2.45
-7.40
-0.83
51.00
9.62
32.30
3.50
+18.70
+6.12
17.80
24.00
21.70
2.17
-3.90
+21.83

Aunque hay importantes cantidades de paja involucradas, el insumo mineral ligado al mulching con hojas de Loudetia togoensis es extremadamente débil. Esto es debido a la mala calidad de la paja al final de la estación seca. El nivel de N en la paja en ese momento es menor del 0,23 por ciento. Por otra parte, los insumos orgánicos asociados con esta práctica son muy importantes (5.600 kilogramos ha-1 de materia orgánica). El mulching simple (Pa) reveló una reducción relativa de fósforo en los suelos. La incorporación de estiércol o “Fosfato Burkina” ha permitido mitigar la reducción que se traduce en un mejor balance P/N (Van Duivenbooden, 1996): la proporción P/N en la etapa de floración es =0,1. Efectivamente, la incorporación de estiércol mejora considerablemente la disponibilidad de nitrógeno. Igualmente, la incorporación de 200 kilogramos ha-1 de “fosfato Burkina” estimuló la absorción de P. La mayor disponibilidad de este elemento ha mejorado el nivel de absorción de N, con el resultado de un balance negativo de N.

En general, el balance calculado de P confirma la observación (Lompo, 1993), según el cual la incorporación de P, cualquiera sea su origen, mejora el balance de P. Este es especialmente el caso cuando la fuente de P es menos soluble (como en nuestro caso con el Fosfato Burkina). Estos datos también confirman la conclusión de que el mulch, aplicado solo, mejora principalmente la condición física de los llamados “suelos calientes”, en cuanto a germinación y fijación de la semilla (Lafay y Ranson, 1995; Slingerland y Masdewel, 1996; Hien et al, 1997).

En cuanto a lo que concierne al balance del mineral calculado, dos tratamientos conllevan un riesgo de agotamiento del suelo a largo plazo. La aplicación simple de mulch (Pa) que solamente mejora la disponibilidad de agua reduciría el N y P del suelo, en tanto que el tratamiento con paja y fosfato natural (PP) disminuiría las reservas de nitrógeno más rápidamente debido a un aumento en la adición de fósforo. La combinación de mulch y estiércol, sin embargo, muestra las mejores características de sostenibilidad al nivel de parcela.

Los débiles niveles de rendimiento observados en las parcelas de control, así como los mayores niveles de nitrógeno y fósforo en la biomasa del sorgo en la etapa de floración, indican en forma clara que, en ausencia de mulch, la producción está limitada principalmente por el agua. Por ello, es lógico que el mejoramiento simultáneo de las condiciones suelo, agua y de la disponibilidad de N y P (tratamiento PF) haya dado los mejores resultados.

Las ventajas y limitaciones socioeconómicas del mulching
La aplicación de mulch es una práctica común entre los agricultores de Mossi (Barning y Dambré, 1994, Lafay y Ranson, 1995), porque hay poco estiércol disponible en sus hogares. Los pastores de Peuhl, quienes tienen acceso al ganado y al estiércol, sólo aplican mulch en raras ocasiones. Para obtener un suplemento adecuado de estiércol de vacuno los agricultores deben hacer “contratos para estiércol de vacuno” con los peuhls. Los peuhls reciben un pago en bienes o en productos naturales, y dejan su ganado durante la noche en los campos de Mossi, durante parte de la temporada seca.

Entre los pobladores de Mossi, el mulching es la única forma en que las mujeres pueden mejorar los rendimientos de sus campos. Los campos de las mujeres están situados generalmente en los suelos menos fértiles. Lafay y Ranson han observado que en los campos de las mujeres se aplica más frecuentemente mulch que en los de los hombres. Las mujeres no poseen tierra propia y a menudo tienen que cambiar de campos, porque sus esposos tienen nuevos planes de cultivo. Además, aparte de unas pocas excepciones en las que las mujeres poseen su propio ganado, el estiércol proviene del establo de la familia y se destina principalmente al campo familiar.

Comparado con el nivel promedio de rendimiento en la región, que es de aproximadamente 450 kilogramos ha-1 en los mejores suelos (DEP-MAE, 1988 y 1989, citado por Hoek, v.d. et al., 1993), el mulching sólo permitiría en un año de precipitación normal un aumento en el rendimiento del sorgo entre 50 a 75 por ciento en este tipo de suelo. Cuando se combina con estiércol (2000 kilogramos ha-1) los niveles de rendimiento observados en Tagalla son, por lo menos, dos veces mejores que el promedio regional. En cuanto al balance financiero de la unidad familiar, la evaluación muestra que, al final, incluso duplicando los niveles de rendimiento, el tiempo dedicado al transporte de la paja (unas 180 horas de trabajo por hectárea) no constituye una mejora en términos financieros. Sólo el transporte de la paja en carretas tiradas por animales reduciría 10 veces el número de horas de trabajo. Esto contribuiría a un mejoramiento o quizá a lograr el equilibrio del balance financiero de la unidad familiar.

Conclusión y discusión
Los agricultores ven con bastante claridad las ventajas y limitaciones agroecológicas de los sistemas de mulching porque ellos ya confirmaron que el mulch de por sí es lo más efectivo cuando la precipitación no es adecuada (Hien et al, 1998). En condiciones de sequía, el estiércol solo causaría dificultades en el cultivo porque el estrés hídrico daría como resultado una menor producción de biomasa y grano. En contraste, cuando hay una buena y normal precipitación, el mulch solo produce un importante crecimiento de la biomasa pero puede dar como resultado un menor nivel de rendimiento del grano. En otros términos, como han demostrado Barning y Dambré, 1994, y Lafay y Ranson, 1995, los agricultores prefieren el estiércol al mulch simple en condiciones de precipitación normal. Ellos saben que la paja no incorpora significativamente nutrientes al suelo, pero sí mejora la humedad. El mulching parece ser la única solución cuando se trata de mejorar los rendimientos del sorgo en situaciones en que no se dispone de estiércol en suficiente cantidad y cuando la fertilización química es muy costosa.

Los trabajos de Hien y otros (1997 y 1998) muestran que, por lo menos, es posible llegar al equilibrio en las unidades familiares e, incluso, lograr un balance mineral positivo cuando se combina mulch con incorporación de estiércol. El balance de nitrógeno y fósforo obtenido al combinar 6.000 kilogramos/ha de paja y 2.000 kg/ha de estiércol demuestra que es posible, por lo menos a un cierto nivel, lograr una agricultura sostenible basada en bajos niveles de insumos externos. En este contexto, el estiércol es el insumo más limitante. La simulación demuestra que combinado con el mulch, es posible reducir la aplicación de estiércol hasta la mitad, 1.000 kilogramos ha-1, sin comprometer el balance de N y P y aún así incrementar el contenido de materia orgánica en el suelo.

Sin embargo, a nivel de aldea, mejorar la sostenibilidad del sistema involucra necesariamente una combinación de varias medidas que permitan incrementar la disponibilidad tanto de paja como de estiércol. Van der Hoek y otros (1993) han demostrado que la necesidad de materia orgánica o compost para mantener la fertilidad de los suelos cultivados en Sanmatenga es de 2,7 toneladas por hectárea por año. Incluso si hubiera una estabilización completa, del 100 por ciento de reses y otros tipos de ganado en la provincia, éstos sólo proveerían el 25% de la cantidad de estiércol que requieren las tierras en cultivo. Al mismo tiempo, Van der Hoek y otros observaron que, en términos financieros, los gastos requeridos para usar compost excederían enormemente las ganancias que produjeron. Si se reduce la cantidad de estiércol a la mitad, en un sistema que combine mulch y estiércol, se podría aumentar la disponibilidad de estiércol. Sin embargo, la falta de inversiones diseñadas para conservar y rehabilitar tierras silvopastoriles contribuye a una disminución de las tierras en barbecho necesarias para mantener el equilibrio orgánico y mineral del sistema de producción, en comparación con las tierras cultivadas. Esta ausencia de inversiones favorece la acelerada degradación de las tierras silvopastoriles (Hien 1995) y reduce el nivel de producción de paja. Finalmente, el establecimiento de vacunos y otros animales, una práctica que ha sido la aspiración en los últimos 10 años en numerosas poblaciones de Sanmatenga, supone que la producción de estiércol al nivel familiar puede ser duplicada y, al mismo tiempo, la regeneración de tierras no cultivables es beneficiada por la reducción de la presión animal sobre ellas. No hay muchas alternativas disponibles en situaciones como las que se dan en el Centro Norte.

Traducción del francés por Bert Laf y Carmen Rodríguez.

Las Escuelas de Campo para Agricultores, un espacio para la Investigación Participativa de los Agricultores

Elske van de Fliert, R. Wiyanto y Ann R. Braun

Inspirados en las publicaciones de ILEIA sobre el Desarrollo Participativo de Tecnología (DPT), el Centro Internacional de la Papa (CIP) y sus colaboradores en Indonesia, Mitra Tani, Yogyakarta; la Universidad Cristiana de Duta Wacana (UKDW); y el Instituto de Investigación para el Cultivo de Leguminosas y Tuberosas (RILET) en Malang, iniciaron un proyecto participativo en noviembre de 1994. El objetivo del programa es desarrollar enfoques de Manejo Integrado de Cultivos (MIC) para la batata (camote) en las principales áreas de producción en Indonesia. Se están aplicando los enfoques de la ECA y el DPT. Como ejemplo de cómo el DPT puede contribuir al desarrollo de las Escuelas de Campo para Agricultores (ECA), y de cómo las ECA pueden brindar un espacio de acción para el DPT, este artículo se centra en la primera fase del proyecto. Se ha preparado un análisis de las oportunidades y limitaciones del mutuo apoyo entre el DPT, como modelo de desarrollo de tecnología, y las ECA, como modelo de extensión.

El proyecto
Debido a que el CIP tiene un mandato en investigación y desarrollo, el proyecto está limitado al desarrollo de los enfoques en tecnología y extensión, y anticipa su implementación en gran escala por medio del desarrollo de programas autosostenibles de MIC, ligados a los mecanismos de extensión en marcha. La primera fase del proyecto (1994-97) se orientó al desarrollo de tecnología y extensión y a su implementación en el Programa Nacional de MIP, y en los programas de las ONG (Van de Fliert et al, 1996 y 1997). La segunda fase (1998-99) está dedicada al monitoreo y evaluación participativos, y a una subsiguiente institucionalización de la capacitación e implementación en MIC. Los sistemas de cultivo de la batata han recibido poca atención en los programas de desarrollo agrícola de Indonesia y se ha invertido poco en investigación, lo que ha dejado una vacío en las pruebas de campo bajo condiciones de finca. Los agentes de extensión nunca han recibido capacitación sobre batata de parte de los programas nacionales. En consecuencia, el proyecto fue diseñado para identificar y cubrir los vacíos en ambos enfoques, de tecnología y de extensión. El modelo ECA iniciado en 1989, e implementado exitosamente para el MIP en arroz (Kenmore, 1991; Van de Fliert, 1993; Matteson et al. 1994), fue elegido como punto de partida para desarrollar la extensión en MIC de batata.

El enfoque participativo
El enfoque participativo aplicado a la implementación del proyecto favoreció el logro de resultados específicos previstos por el proyecto, entre ellos la identificación de las necesidades del cultivo y de la capacitación de los agricultores; el desarrollo de una tecnología MIC, apropiada para las condiciones agrícolas en Java; el desarrollo de una ECA modelo para MIC; grupos de capacitadores de MIC entrenados en las ECA; y el desarrollo e inicio de programas de MIC autosostenibles. La naturaleza participativa del proyecto, tanto en extensión como en tecnología, se demuestra por (Van de Fliert et al., 1998):

  • La participación intensiva de ocho agricultores investigadores (provenientes de cuatro zonas del proyecto) en todas las etapas del proyecto;
  • La participación de la comunidad agrícola (agricultores y agricultoras, comerciantes, consumidores) en las etapas de identificación y análisis de los problemas; y
  • La participación de los agricultores en la prueba y evaluación del curriculum de MIC de las ECA.

El enfoque de investigación participativa mejora la efectividad y eficiencia de las actividades de investigación más convencionales. Además, acelera la difusión de la tecnología por medio de la integración de los agricultores, desde el comienzo del proceso, en la prueba y adaptación de las tecnologías y en el desarrollo de los métodos de extensión. Involucrar a los agricultores en el desarrollo de la tecnología también ayuda a determinar las habilidades experimentales y analíticas que deben ser reforzadas y sirve como una fuente importante para el posterior desarrollo de la capacitación y del curriculum.

Experimentación de los agricultores
Durante la fase de desarrollo del proyecto, un equipo de ocho agricultores investigadores y colaboradores de Mitra Tani, CIP, UKDW y RILET se reunieron dos veces al año en Talleres de Evaluación y Planificación e hicieron visitas mensuales a las áreas del proyecto. Estos talleres y visitas fueron cruciales para el proceso en vías de adaptar la agenda de investigación a las necesidades de los agricultores e incorporar los trabajos de investigación de estos agricultores en los esfuerzos para desarrollar la tecnología y el curriculum (Braun y Van de Fliert, 1997). Durante los talleres se analizaron los problemas identificados en el campo; se discutieron las posibles soluciones a partir de las prácticas agrícolas, de las experiencias obtenidas en investigación y de la literatura; se identificaron nuevos temas de investigación para la próxima temporada; y se diseñaron experimentos en conjunto. Durante cinco temporadas, los ocho agricultores investigadores condujeron 57 ensayos sobre doce tópicos diferentes. La mayor parte de estos tópicos se relacionaron con la fertilización, como respuesta a las prioridades de los agricultores, lo que reflejó el vacío de información en el tema. Como resultado, las prácticas de fertilización inadecuadas fueron modificadas, tomando como base aquellas desarrolladas por los agricultores desde su experiencia como cultivadores de arroz.

Otros experimentos piloto de MIC se llevaron a cabo en las ECA, algunos de los cuales fueron diseñados como ejercicios de aprendizaje. Un ejemplo es el experimento de la defoliación, cuyo objetivo fue cambiar la percepción de los agricultores hacia las plagas que destruyen el follaje, por medio de la observación de los efectos poco significativos de la defoliación sobre el rendimiento de la raíz. Un segundo experimento se usó con propósitos demostrativos: en una práctica experimental de aplicación de MIP o MIC, la mitad del campo se compara con las prácticas de los agricultores usadas en la otra mitad. Otros experimentos trataron temas, según las prioridades establecidas por los agricultores, y sirvieron para el desarrollo de tecnologías y para propósitos de ajuste. Por ejemplo, los ensayos varietales que permitieron evaluar nuevas variedades de batata en el área de la ECA y tasas de aplicación de fertilizantes.

El curriculum de la ECA incluye varios ejercicios, en los cuales los agricultores aprenden los lineamientos básicos para el diseño experimental, y se les da la oportunidad de practicar en los campos de la ECA para mejorar sus capacidades. Los resultados de estos experimentos conducidos durante las etapas de desarrollo de la tecnología MIC y el curriculum de la ECA, contribuyeron enormemente a los lineamientos compilados sobre el MIC en batata. Aquí se ha establecido que los lineamientos de MIC no son recomendaciones fijas. Son lineamientos flexibles que proporcionan un punto de partida para pruebas posteriores y adaptación bajo las condiciones específicas de cada localidad. Dan énfasis a la creación y conservación de un ecosistema sano promoviendo la salud del suelo, la semilla y el cultivo.

La capacitación de los capacitadores y las ECA
Tan pronto la tecnología MIC de batata y el modelo concomitante de ECA estuvieron listos para implementarse, el proyecto entrenó a 40 capacitadores del Programa Nacional de MIP (NIPMP) en junio de 1997 y a 42 de las ONG locales, en abril de 1998. Ambos grupos incluyeron a funcionarios y agricultores capacitadores. Los alumnos provenían de las seis principales áreas de cultivo de batata bajo riego en las cuatro provincias de Java, mientras que los participantes de las ONG representaban a 20 organizaciones que trabajan en áreas áridas de 13 provincias del país. Como un seguimiento a esta capacitación, el NIPMP realizó seis ECA sobre MIC durante la temporada siguiente y se han planificado otras ECA para las ONG para las temporadas venideras. Aparte de las ECA sobre MIC de batata, muchos de los programas de seguimiento de las ONG han planificado pruebas y experimentos con enfoque de MIC en batata y otros cultivos, algunas ECA en MIC de otros cultivos y una segunda generación de capacitación para entrenadores del personal de las instituciones. En general, los participantes en las ECA encontraron beneficioso el enfoque en MIC porque les proporciona el conocimiento y las habilidades que les permiten obtener rendimientos más altos con menores gastos. La coherencia de esta capacitación con las necesidades de los agricultores puede atribuirse totalmente a la participación intensiva de los agricultores en el proceso de desarrollo de MIC y ECA.

Apoyo de la experimentación campesina al desarrollo de las ECA
El modelo de las Escuelas de Campo de Agricultores no es una fórmula mágica que garantiza el mismo nivel de éxito para otros cultivos, condiciones y regiones, como es el caso del MIP en arroz en muchos países asiáticos. Los principios de aprendizaje experimental del enfoque de las ECA están entre los elementos que se requieren para el éxito. Esto necesita ser integrado como una oportunidad de aprendizaje conformado según las características de una audiencia de agricultores, considerando los aspectos socio-culturales y las percepciones específicas de los agricultores sobre el sistema agroecológico en cuestión. Para cubrir las expectativas de los agricultores, las ECA deberían tener un sólido contenido técnico que les permita encontrar las respuestas a sus interrogantes. Estas respuestas pueden surgir del proceso de “descubrir por sí mismo” promovido en la escuela de campo, o a partir de la exposición de los métodos para resolver problemas y de nueva información. Para asegurar que el contenido técnico ofrezca lineamientos adecuados y aplicables, es de vital importancia involucrar a los agricultores en el desarrollo de la tecnología.

Experimentación de los agricultores para el ajuste tecnológico
Ya que la ECA dura una temporada y está basada en el campo y en el aprendizaje activo a través de experiencias de campo, puede ofrecer un espacio para que los agricultores adquieran o mejoren sus habilidades de experimentación. También puede ofrecer la oportunidad de probar y ajustar directamente los lineamientos de MIC que pueden ser considerados dudosos por los agricultores. Los lineamientos de MIC aprendidos en una escuela de campo nunca pueden dar respuesta a todos los problemas específicos, encontrados por los agricultores en todo un rango de condiciones agroecológicas, por lo tanto es esencial desarrollar en el agricultor la capacidad de realizar mayores ajustes y desarrollos futuros. La experimentación en una escuela de campo con frecuencia da como resultado la implementación espontánea, por los grupos de agricultores, de estudios más avanzados. Por ello, la experimentación del agricultor es de suma importancia si se ha de promover el enfoque MIC de agricultor a agricultor y de la batata a otros cultivos, mejorando la acción colectiva, lo cual puede contribuir a sistemas agrícolas mejor adaptados y más sostenibles.

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