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América Latina fue pionera en proponer un método propio de verificación de la conformidad orgánica en contraposición a lo que, en aquella época, considerá bamos una imposición de los países del norte: la cer tificación por tercera parte. La construcción de este método —que al principio llamamos «certificación participativa»— comenzó en el sur de Brasil, a inicios de la década de 1990, y extendió raíces micorrícicas por todo el continente. Fue un proceso que nació pe queño, desde experiencias locales, pero que cargaba una fuerza política capaz de movilizar debates e inspi rar a distintos países. Su expansión ocurrió, sobre todo, a través del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (Maela) durante la segunda mitad de los años 90 y los primeros años de este siglo, cuando la 6 agroecología, antes difusa, empezó a articularse con mayor claridad como un proyecto de sociedad.

En 2004, el Maela y la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM, por sus siglas en inglés), que en años previos había mos trado cierta reticencia ante la propuesta, promovieron el Seminario Latinoamericano de Certificación Alter nativa. El evento se realizó en Torres (Brasil), tuvo como organizador local al Centro Ecológico y reunió a 45 personas de 21 países de todos los continentes. La diversidad de esta participación internacional ya indicaba que la búsqueda de alternativas a la certifica ción tradicional no era una inquietud exclusivamente latinoamericana, sino que se trataba de un cuestiona miento global surgido de experiencias concretas y de la necesidad compartida de democratizar los proce sos de evaluación de la producción orgánica.

Tras una semana de intensos debates y de la con vergencia de miradas que antes caminaban en parale lo, dos resultados merecen ser destacados. El primero fue el surgimiento del término «sistemas participati vos de garantía» (SPG), que dio identidad y claridad al método, transformando lo que hasta entonces era dis perso en una propuesta reconocible. El segundo fue el compromiso de las y los participantes de regresar a sus países para difundir los SPG como un camino válido, posible y necesario para evaluar la conformi dad orgánica. No fueron palabras al viento: ese com promiso fue asumido con seriedad, entusiasmo y la convicción de que la alternativa agroecológica nece sitaba ganar cuerpo y reconocimiento.

Desde entonces, en estas dos últimas décadas el método ha sido adoptado por un número creciente de personas, organizaciones, movimientos y países. Las experiencias se multiplicaron y hoy se encuentran presentes en diversas regiones del planeta. En muchos lugares, los SPG se convirtieron no solo en un sistema de garantía, sino también en un instrumento de for talecimiento comunitario y construcción de confian za mutua. En América Latina no fue diferente; por el contrario, el continente se volvió uno de los principa les semilleros y difusores de esta metodología.

Como un río que nace pequeño y va cobrando fuerza al sumar nuevos afluentes, el proceso de los SPG siguió creciendo. En 2007 se llevó a cabo el Se minario Latinoamericano de SPG en la ciudad de An tônio Prado, en Río Grande do Sul. En 2009, también allí, se creó el Foro Latinoamericano de SPG. Desde entonces, y durante más de 16 años de existencia, el Foro se reunió presencialmente en La Paz (Bolivia), Quito (Ecuador), Piura (norte de Perú) y Tarapoto (Amazonía peruana). Cada encuentro amplió aún más las márgenes de ese esfuerzo, incorporando nue vas voces, realidades y desafíos compartidos.

Según su Carta de Principios, el Foro «nace con el objetivo de ser un espacio de intercambio político y técnico entre los sistemas participativos de garantía existentes en el continente, buscando también el re conocimiento entre ellos y su visibilidad ante la so ciedad». Podemos afirmar, sin lugar a duda, que este objetivo se ha venido cumpliendo plenamente. A lo largo de los años, el Foro ha consolidado referencias, afinado metodologías, acogido diferencias regionales y fortalecido la percepción de que la garantía de la calidad orgánica puede —y debe— ser un proceso fundamentalmente social.

Hoy, miles y miles de familias agricultoras, cam pesinas e indígenas se organizan alrededor de los sistemas participativos de garantía. Gracias a este movimiento surgieron nuevos circuitos cortos de co mercialización, los consumidores y las consumidoras se acercaron a una alimentación saludable, las co munidades se reorganizaron sobre nuevas bases, y se estimularon o fortalecieron redes locales de conoci miento. En muchos territorios, los SPG se convirtieron en espacios de formación, diálogo intergeneracional, rescate de prácticas tradicionales y construcción de autonomía. Tengo la impresión de que el planeta lo agradece —y responde—.

La revista LEISA nos acompañó, de una manera u otra, a lo largo de esta trayectoria. Aspectos de esta historia, así como los caminos recorridos y los resul tados alcanzados, fueron apareciendo en sus páginas a lo largo de muchos años. Hoy contamos con un nú mero completo dedicado a los SPG. Esto demuestra, por un lado, la visibilidad que esta forma de garantía ha venido conquistando y, por otro, la mirada aten ta de LEISA hacia las alternativas agroecológicas que brotan en los rincones latinoamericanos, muchas ve ces lejos de los reflectores, pero llenas de vida y expe riencia acumulada.

En esta edición se comparten las narrativas de personas y organizaciones que vivieron, al menos en parte, toda esta construcción en varios países. El resul tado es estimulante. Las visiones emergen desde dis tintos puntos, contextos y realidades. Cada país aporta su perspectiva particular y la revista, en su conjunto, se convierte en un mosaico donde las narrativas se en cajan y las miradas se complementan para ofrecernos un retrato más nítido de este amplio movimiento. Sí, no parece exagerado decir que en nuestro continente existe un movimiento alrededor de los SPG; un movi miento construido y sostenido por muchas manos que insisten en creer y en aportar a una América Latina agroecológica, donde la producción saludable y el consumo de alimentos de calidad —y todo lo que estas prácticas conllevan— sean una realidad para todas las personas, en todos nuestros países.

Al terminar la lectura de esta edición, creo que po demos afirmar que antes éramos pocos y hoy somos muchos. Y también podemos alimentar la esperanza de que, en un futuro próximo, seamos todos.

Laércio Meirelles

Agrónomo, agroecólogo y escritor vinculado a los SPG desde su génesis, a principios de los años 90.

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