junio 2024, Volumen 38, Número 3
Agroecología, arte y cultura: explorando procesos creativos

El arte como estrategia pedagógica en agroecología para generar sentires transformativos Experiencia de diálogo intergeneracional con enfoque de género sobre las dinámicas alimentarias familiares con estudiantes de pregrado en el Altiplano Norte de Bolivia.

GEORGINA M. CATACORA-VARGAS, ASTRID E. JUÁREZ LEAL, LUCIANA MONTAÑO-CATACORA | Página 15
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Género, generación y cuidados invisibilizados

La abuela que recolecta semillas en la chacra susurra los secretos de ambas —de la semilla y de ella misma— a la niña y al niño que acompañan su paso durante la faena. La mujer campesina, mientras trabaja la tierra, siente un sereno alivio cuando en el campo donde juegan sus hijas e hijos no se aplican químicos tóxicos que enferman al suelo y a sus cuerpos. Al momento de preparar la comida, la olla, la mesa y la madre se llenan de alegría con los colores y aromas cosechados desde la diversidad del predio que alimenta a su familia. Estas, entre muchas otras, son escenas cotidianas del entramado que tejen las mujeres con las generaciones que participan en los cuidados que ellas dinamizan.

Los roles de cuidado —es decir, todas aquellas actividades que mantienen la salud y la vida— son los más demandantes en tiempo, los que mayor impacto directo tienen en el bienestar colectivo y, aunque sea paradójico, los menos valorados socialmente. Esto aplica principalmente a las mujeres y niñas. Eliana Suárez y colegas (2018), en un estudio realizado en Colombia, calculan que, en promedio, las mujeres en la localidad rural estudiada invierten 18 horas diarias en tareas de cuidado del hogar, de los predios, de los sistemas alimentarios y de las dinámicas organizativas locales. Complementariamente, Coffey y colegas (2020) reportan que, en las comunidades rurales de los llamados países en desarrollo, las mujeres y las niñas destinan cada día un promedio de 14 horas a tareas de cuidado no remuneradas. A nivel global, se calcula que las mujeres y niñas, en conjunto, acumulan cada día 12,5 billones de horas de trabajo de cuidado no pagado (Coffey y colegas, 2020). Estas cifras muestran que, a pesar de los avances políticos y sociales acompañados de un discurso que apoya el enfoque de género, la mayor parte de la diversidad de las tareas que asumen y los impactos positivos que generan las mujeres, siguen siendo invisibles, anónimos y, por tanto, no valorados. La normalización de la invisibilidad de los cuidados que ejercen las mujeres es altamente problemática, porque evita que se reconozca la violencia que implica y, como resultado, posterga acciones para generar cambios. Sin embargo, ¿desde dónde se activan el cambio y las acciones transformadoras? A pesar de la abundante evidencia y los canales de información, no se han logrado revertir los hábitos y procesos perjudiciales para el bienestar de las personas y los ecosistemas; por ello, nuestra opinión es que el cambio no se gesta desde el saber, sino desde el sentir que al traducirse en sentipensar —la razón conscientemente vinculada con el sentimiento—, impulsa tanto a la persona individual como a la colectiva a buscar la coherencia interna, dando lugar a una acción situada y transformadora.

 

Acercamiento al proceso pedagógico realizado

El patriarcado y sus formas están profundamente arraigadas en el inconsciente colectivo, desde la unidad familiar hasta la organización del Estado. Tanto es así que el ejercicio de visualizar sus inherentes violencias aún se asume, contradictoriamente, como un acto irritante y agresivo. Por ello y otros motivos, es un gran desafío señalar las violencias generadas por las estructuras patriarcales y motivar su reconocimiento. Habitualmente, la respuesta es la desestimación y mayor violencia, incluyendo la psicológica y emocional. Esto nos convoca a repensar las pedagogías que puedan llevar a la reflexión y al cambio, sin añadir a las violencias ya existentes.

Reconociendo que en el proceso de enseñanza– aprendizaje la co-construcción es más potente que la confrontación, y también acordando la importancia de fomentar la ética del cuidado y la inclusión propuesta por la agroecología, se utilizó el arte como estrategia pedagógica para visualizar los roles asumidos El arte como estrategia pedagógica en agroecología para generar sentires transformativos Experiencia de diálogo intergeneracional con enfoque de género sobre las dinámicas alimentarias familiares con estudiantes de pregrado en el Altiplano Norte de Bolivia. GEORGINA M. CATACORA-VARGAS, ASTRID E. JUÁREZ LEAL, LUCIANA MONTAÑO-CATACORA 16 38.3 por las mujeres. Este ejercicio se realizó con estudiantes de pregrado de la clase de Agroecología de la Unidad Académica Campesina “Tiahuanacu” de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, durante el segundo semestre del 2023.

Después de algunas actividades previas de preparación, las y los estudiantes llevaron a cabo dos procesos. En primer lugar, participaron en diálogos y escuchas con algunas madres de sus propias/os compañeras/os de clase, abordando cuatro niveles de memoria relacionados con los sistemas alimentarios: ella (su historia de vida personal), el predio (trabajo agrícola de campo), la familia (tipo de alimentación) y el contexto (la vida en comunidad) (foto 1). Consideramos este ejercicio como un encuentro intergeneracional a través de la memoria, en el que el diálogo y el “arte de escuchar” se entrelazan para desenterrar y reconstruir lazos. Basándonos en las reflexiones compartidas por las/os estudiantes, este ejercicio representó un primer momento para sentir, a través de la (re)conexión emocional y el reconocimiento de “ellas” y sus contextos.

El segundo proceso consistió en registrar, de manera grupal, la conversación con las madres. Este registro se realizó mediante un dibujo de líneas de tiempo que, aunque lineales en su representación, simbolizan un inicio, un camino y un “cierre” momentáneo dentro de las trayectorias circulares cotidianas, como la relación madre-hijas(os)-alimentos. El producto elaborado se compartió en clase a través de una rueda de intercambio y el uso de preguntas guía. Esto permitió un análisis espontáneo de las líneas de tiempo y la identificación de intersecciones entre los cuatro niveles caracterizados (foto 2). Esta actividad generó un segundo momento para el sentir, esta vez expresado verbalmente por las y los estudiantes, quienes compartieron no solo sus hallazgos, sino también sus reflexiones impregnadas de sentires, especialmente de valoración hacia sus/las madres.

Ante posibles cuestionamientos sobre si las líneas pueden considerarse representaciones artísticas, recordamos lo que menciona W. Kandinsky (1995) en su obra “Punto y línea sobre el plano. Contribución al análisis de elementos pictóricos”: “las líneas son el resultado de un movimiento activo y pueden desplazarse en diversas direcciones para generar tramas y figuras. Son susceptibles de ser continuas, lo que les otorga la capacidad infinita del movimiento”. Por tanto, nuestra conclusión es que ¡sí! Las líneas también pueden ser consideradas expresiones artísticas que, al integrarse con el tiempo, se convierten en representaciones sentidas de la memoria.

 

Nuestras reflexiones sobre el proceso y sus resultados

El arte como medio y como fin

El arte, como expresión individual y social, a menudo pasa desapercibido y subestimado, de manera similar a los roles y acciones de las mujeres. Más allá de las diversas formas en que se materializa (pintura, dibujo, escultura, música, teatro, danza, etcétera.), el arte es un ejercicio que se vive desde el mundo interior hacia el exterior. Esta cualidad es una de las razones de su importancia. El arte permite explorar la dimensión personal y luego conectarse con lo colectivo, poniendo en acción la memoria, la creatividad y las emociones, generando las condiciones para comenzar otros procesos. Por lo tanto consideramos al arte tanto un medio como un fin en las dinámicas de enseñanza– aprendizaje, similar a los ciclos de la vida que se perpetúan a través de las semillas que germinan, crecen, florecen y producen nuevas semillas que vuelven a germinar. Parte de esas semillas son los sentires que surgen del diálogo intergeneracional.

Foto 1. Representación de la trayectoria personal, predial, alimentaria y comunitaria de las madres entrevistadas por estudiantes de clase de Agroecología de la Unidad Académica Campesina “Tiahuanacu” de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” (La Paz, diciembre 2023). Astrid Leal Jaén

           

A. Líneas de tiempo elaboradas por Dafne
Aliaga Alarcón.

B. Líneas de tiempo elaboradas por Vanesa Mamani
Choque y Alanis Laura Laura.

Foto 2. Líneas de tiempo elaboradas y socializadas en equipo por las y los estudiantes de la clase de Agroecología (La Paz, diciembre 2023). Astrid Leal Jaén

        

A. Líneas de tiempo elaboradas por Gilka Nina Gutiérrez y
Jorge Callizaya Ávalos.

B. Líneas de tiempo elaboradas por Juan José Pérez
Condori, Marco Antonio Copa Choque y Darwin Zanga
Achillo.

         

C. Líneas de tiempo elaboradas por Jenny Chura Chura y
José Antonio Casas Sacaca.

D. Líneas de tiempo elaboradas por Kevin Quispe
Castañeda y Milton Uruchi Amaru.

       

E. Líneas de tiempo elaboradas por Bryan Mayta
Villcacuti, Solivan Ticlla Felipe y Vicente González
Aruquipa.

F. Líneas de tiempo elaboradas por José Luis Nina Quispe
y Lorena Ticona Choque.

Por otro lado, la práctica colectiva del arte desempeña un rol esencial. Como extensión de la dimensión personal, hacer arte de manera conjunta (como en el ejercicio realizado por las y los estudiantes) fortalece el sentido de identidad y pertenencia, ya que motiva a autodefinirse y (re)pensarse desde lo individual y en relación con las/os demás. Entonces, hacer arte tanto de forma individual como colectiva se complementa en la co-construcción de transformaciones.

En combinación con el arte, el diálogo nos permite abordar temas complejos, que incluyen sentimientos profundos y positivos como la empatía, la solidaridad, el afecto, etcétera. También posibilita generar resultados más allá de productos concretos; es decir, los procesos y los sentires que se siembran. “No había hablado así antes con mi mamá”, “Me contó muchas cosas que no sabía”, “Ahora entiendo y valoro el esfuerzo que hicieron mis padres”, son algunos testimonios expresados de manera espontánea por las y los estudiantes que nos indican la posible germinación de sentires transformadores con respecto a los roles de cuidado, en especial, aquellos ejercidos por las mujeres.

En resumen, el diálogo y el arte brindaron a las/os estudiantes la posibilidad de conocer y reflexionar sobre su propia historia a través de la memoria de sus madres. Se propició un encuentro entre generaciones que —al menos durante el momento de la socialización del trabajo realizado— resultó en reflexión, reconocimiento y celebración de los cuidados que protagonizan las mujeres cotidianamente y desde el tejido cultural en el que viven. Para nosotras, como facilitadoras del proceso, los sentimientos generados tienen más potencial para una transformación efectiva que posibles desarrollos cognitivos.

 

Agroecología con enfoque de género, diálogo intergeneracional y arte para una pedagogía que siembra sentires transformativos

La agroecología, tanto a nivel individual como colectivo, reconoce los vínculos entre las dinámicas ecológicas y sociales en la agricultura y la alimentación. Las mujeres rurales son re-creadoras de esos vínculos a través de los cuidados que sostienen la vida. El diálogo intergeneracional, junto con el arte, permiten profundizar en las trayectorias que ellas recorren para llevar a cabo esos cuidados. También permiten reconocer sus contribuciones más allá de lo material concreto, sino más bien desde su trascendencia en la vida de las y los integrantes de la unidad familiar y de sus comunidades y espacios de acción (por ejemplo, en el Altiplano Norte de Bolivia).

Foto 3. Estudiantes de la clase de Agroecología de la Unidad Académica Campesina “Tiahuanacu” de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” que participaron en la socialización de las líneas de tiempo construidas en equipo (Tiahuanacu, La Paz, diciembre 2023). De izquierda a derecha en la fila posterior: Kevin Quispe Castañeda, José Antonio Casas Sacaca, Felipe Solivan Ticlla, Bryan Mayta Villcacuti, Darwin Zanga Achillo, Jorge Callizaya Ávalos, Juan José Pérez Condori, Gilka Nina Gutiérrez. En la fila anterior: Milton Uruchi Amaru, Vicente González Aruquipa, Lorena Ticona Choque, José Luis Nina Quispe, Marco Antonio Copa Choque, Jenny Chura Chura, Alanis Laura Laura, Vanesa Mamani Choque, Dafne Aliaga Alarcón. En cuclillas: Astrid Juárez Leal (estudiante de estancia de la UNAM). UAC Tiahuanacu – UCB. 

En el proceso realizado, el diálogo en privado ayudó a crear un espacio seguro, tanto para quienes hablan como para quienes escuchan y dibujan. El diálogo interpersonal y colectivo (que se sintetizó en los dibujos de las líneas de tiempo y su socialización) posibilitó la apertura a la reflexión con nuevas miradas sobre el entorno, al tiempo de sentirlo y saberse parte de él. Por tanto, se puso en práctica una pedagogía que trasciende el determinismo biológico y social en la docencia universitaria, moldeando aprendizajes a partir de reconocer y estrechar los vínculos afectivos intergeneracionales como forma política de reconocimiento mutuo.

Por otro lado, al integrar las prácticas artísticas en la enseñanza–aprendizaje, especialmente de temas complejos y transformadores como los que propone la agroecología, los procesos se convierten en fuentes de conversación oral y visual que adoptan los atributos de circularidad y afectividad. Por ello, el arte contribuye a la experiencia de reflexionar, (de)construir, (re)aprender y cambiar desde sentimientos y espacios reconfortantes o, al menos, no violentos. Es así como las personas que participan en procesos artísticos están más expuestas a sus verdaderos sentimientos y a una reflexión propia sobre lo que les es emocional (Villacís y Narváez, 2022). De este sentir situado emerge un aprendizaje profundo y crítico que se manifiesta en el deseo honesto de cambio.

Basándonos en la experiencia que describimos, llegamos a la conclusión de que el arte es un medio poderoso para la transformación en los procesos que se proponen y realizan desde la agroecología, el enfoque de género y el enfoque intergeneracional. A diferencia de abordajes puramente intelectuales, el arte tiene la capacidad de comunicar y dialogar desde lugares profundos del sentir. Por lo tanto, cada expresión artística es, en esencia, una manifestación del aprendizaje personal y del acto político de colectivizar lo aprendido. De este modo, el arte adquiere no solo una relevancia estética, sino también comunicativa y política, pues vincula el aprendizaje con la acción creativa y el reconocimiento individual y colectivo del entorno.

Para continuar…

Al concluir el relato de nuestra reflexión, queremos admitir que inicialmente el ejercicio realizado se planificó para cumplir con los requisitos de evaluación académica universitaria e involucrar a las/os estudiantes en un proceso de investigación sobre mujeres y soberanía alimentaria. Sin embargo, nos sorprendieron y conmovieron profundamente sus hallazgos y las narrativas de las y los estudiantes, así como los sentires que se expresaron. Por ello, decidimos compartir el proceso llevado a cabo. Seguiremos implementando y mejorando el ejercicio, centrándonos aún más en la capacidad transformadora del diálogo intergeneracional con relación a los roles de las mujeres y otros temas, utilizando el arte como herramienta de síntesis y expresión. Este es el motivo por el que en este momento no podemos presentar conclusiones, pero sí reafirmar una triple convicción: primero, el poder del diálogo para acercar historias y visibilizar, de manera afectiva, aspectos a menudo invisibles y cuyo reconocimiento genera tensión. Segundo, la capacidad de las juventudes para conectar con su propia historia a través de procesos que fomentan su sensibilidad y creatividad, y que —al ser socializados— sorprenden e inspiran. Tercero: para ser y hacer, la energía movilizadora es el sentir y, desde ese sentir, la ética de la agroecología es una estrategia potente y el arte un lenguaje integral y representativo.

Georgina M. Catacora-Vargas
Docente titular de Agroecología de la Unidad Académica
Campesina “Tiahuanacu” de la Universidad Católica Bolivia “San
Pablo” y presidenta de la Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología (SOCLA).
g.catacora@gmail.com

 

Referencias

  • Coffey, C., Espinoza Revollo, P., Harvey, R., Lawson, M., Parvez Butt, A., Piaget, K., Sarosi, D., Thekkudan, J. (2020). Time to Care: Unpaid and underpaid care work and the global inequality crisis. Oxfam International.
  • Villacís Marín, D.A., Narváez Flores, S.M. (2022). Incidencia de la familia en la elección de una carrera profesional en el área musical. En Aguilar Gordon, F. (Coord.) “Genealogía de la familia. Volumen 2. Familia, educación y sociedad como unidad dialéctica”. Universidad Politéctica Salesiana. pp. 127–153.
  • Kandinsky, W. (1995). Punto y línea sobre el plano: contribución al análisis de los elementos pictóricos (5ta ed.). Labor (trabajo original publicado en 1923).
  • Suárez, E., Mosquera, T., Del Castillo, S. (2018). Empowerment and associative process of rural women: A case
    study of rural areas in Bogotá and Cundinamarca, Colombia. Agronomía Colombiana, 36(2), pp. 158–165.

 

Agradecimientos

Agradecemos a las mujeres que abrieron sus hogares para contar sus historias. También expresamos una gratitud afectuosa a las y los estudiantes de la clase de Agroecología del semestre II-2023 de la Unidad Académica Campesina “Tiahuanacu”, por su dedicación al ejercicio realizado y por ser la inspiración para compartir la experiencia y las reflexiones aquí presentadas. Los nombres de cada una/o de ellas/os se indican en las fotos 1, 2 y 3 de este artículo.

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