Debido al clima severo y a la carencia de servicios básicos tales como agua potable, saneamiento y electricidad, instalaciones de salud, así como la lejanía de mercados y escuelas, la reserva está escasamente poblada: cerca de 150 personas viven en 42 grupos familiares ubicados en forma muy dispersa y separados entre sí. La economía local se basa en el pastoreo extensivo de cabras y, en menor medida, ovejas. La limitada inversión estatal y privada en la gestión ha provocado una baja productividad animal, condiciones de venta adversas y bajos ingresos, lo que conlleva a una exacerbación de la marginación económica y de la degradación ambiental.
Resolución del conflicto
Bajo estas circunstancias desafiantes, en 2005 algunos habitantes de La Payunia y su zona de influencia solicitaron asesoramiento técnico al Departamento Provincial de Recursos Naturales Renovables para desarrollar una fuente alternativa de ingresos y, al mismo tiempo, reducir el conflicto entre el ganado doméstico y las poblaciones de guanaco. Para poner algún servicio en marcha, decidieron establecer la Cooperativa Payún Matrú. El objetivo de la cooperativa era implementar la esquila de los guanacos en vivo para vincular la conservación con la mejora de su situación económica.
La cooperativa también tenía como objetivo preservar la cultura local y animar, en particular a los jóvenes, a que permanecieran en el área en lugar de irse a las ciudades cercanas. Las autoridades ambientales vieron la iniciativa como una forma de crear incentivos para que la población local acepte y ayude a proteger el Área Protegida de Payunia y contribuir a la conservación del guanaco. Gracias al trabajo activo del presidente de las cooperativas y de los asesores técnicos, el proyecto fue apoyado por varios actores, tanto locales como internacionales, y el capital social de las cooperativas aumentó a lo largo de los años.
Una red en crecimiento
La capacidad de la cooperativa para colaborar con múltiples socios contribuyó a la resiliencia de los proyectos de esquila y creó una red de seguridad. A medida que el proyecto se fue desarrollando surgieron colaboraciones con los departamentos locales y nacionales de recursos renovables, con biólogos de campo y ONGs de conservación. Esto dio lugar a que los miembros de la cooperativa tuvieran mayor visibilidad. En este sentido participaron en conferencias y se reunieron con ministros del gobierno. Lo anterior les permitió aumentar su poder de negociación con clientes potenciales y su empoderamiento, tanto desde el punto de vista político como económico. La experiencia fusionó el desarrollo comunitario con la investigación científica y, con el tiempo, las capturas de guanaco se convirtieron en laboratorios al aire libre, donde se desarrolló el Protocolo de Bienestar Animal para capturas de guanaco de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y se capacitó a muchos jóvenes científicos. Los miembros de la cooperativa mejoraron sus métodos de gestión y de esquila para convertirse en expertos en el manejo del guanaco bajo altos estándares de bienestar animal.
Hacia la agregación de valor
La cooperativa siempre estuvo interesada en vender productos procesados en lugar de fibra de guanaco cruda. Dadas las exigencias de mano de obra intensiva para procesar la fibra, el siguiente paso fue conseguir un molino semi-industrial. En 2012 el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina (MINCyT) lanzó una convocatoria de propuestas dirigida a pequeños productores que pudieran desarrollar cadenas de valor de productos básicos para fibra de camélidos.
Un consorcio público-privado tuvo que ser establecido para solicitar esta financiación, por lo que éste se formó con el Consejo Nacional de Investigación (CONICET), el Instituto Nacional de Ingeniería Industrial (INTI) y la Municipalidad de Malargüe.
Se les otorgó el financiamiento para desarrollar innovaciones tecnológicas dirigidas al establecimiento de una cadena comercial de productos de fibra de guanaco para el beneficio de los pastores locales. El proyecto financió algunas infraestructuras para la captura de guanacos, la instalación de una planta de procesamiento de fibra en una remota aldea cercana al área protegida, la importación de maquinaria especializada de Canadá (incluidas las adaptaciones necesarias), la construcción de capacidades y el desarrollo de productos y subproductos del guanaco.
Los retos
La planta de procesamiento se instaló a mediados de 2015 y, desde entonces, los miembros de la cooperativa han aprendido a procesar fibra de guanaco para producir diferentes productos, tales como fibras depiladas, tops e hilos. También aprendieron a procesar otras fibras animales como la de la vicuña, la llama, la oveja y el cashmere, además de producir fieltro. Las mujeres tienden a trabajar en el molino mientras que la mayoría de las actividades de manejo del guanaco son realizadas por hombres. De momento todos los miembros mantienen sus propias actividades económicas al tiempo que trabajan en la cooperativa porque los ingresos son aún limitados.
Un desafío compartido entre la cooperativa y otros productores privados es que aún falta establecer un mercado transparente para la fibra de guanaco y una demanda generalizada de mercado para los productos procesados de guanaco. La similitud entre la fibra de guanaco y la de vicuña plantea la necesidad de desarrollar métodos fáciles para ayudar a las autoridades que controlan las exportaciones e importaciones a diferenciarlas.
Al igual que en el caso de otros pastores, la Cooperativa Payún Matrú se enfrenta a limitaciones en la realización del potencial económico de su sistema debido a los altos costos de transacción. Estos incluyen: larga distancia a los mercados o a los consumidores finales, dificultades para la comercialización y la creación de canales de distribución, acceso limitado a las facilidades de crédito y excesiva burocracia gubernamental.
Crecimiento y éxito
A pesar de estos desafíos, la membresía de las cooperativas continúa creciendo. Muchos de los nuevos miembros son jóvenes que esperan construir una vida en la zona y evitar la migración. Las oportunidades de formación, la alta inversión estatal, el asesoramiento técnico y la posibilidad de generar fuentes alternativas de ingresos resultan atractivas para los jóvenes. En palabras del miembro cooperativista Eleuterio: “En la ciudad de Malargüe hay una serie de oportunidades de empleo mientras que aquí, en el Área Protegida, sólo podemos trabajar con las cabras. Tener un molino aquí, en el medio de la nada, ha traído oportunidades de trabajo para mucha gente”. Pero las actividades en torno al manejo del guanaco y el trabajo en el molino no son sólo una actividad económica sino también un evento social y cultural. Suponen una oportunidad de conocer y compartir experiencias con diferentes personas y de organizarse. Este trabajo colectivo ha inspirado a los pastores individuales a soñar con nuevos proyectos como la revegetación y la esquila de ovejas.
Esta experiencia muestra que los guanacos pueden ser manejados colectivamente y abre nuevas alternativas para la conservación del guanaco en Argentina y al uso sostenible de los camélidos en la región andina. Al igual que en el caso del manejo de la vicuña, se destaca que el manejo colectivo de los camélidos salvajes proporciona beneficios más allá de lo económico para los productores locales. Esperamos que la posibilidad de agregar valor a la fibra de los camélidos silvestres a nivel local inspire a otras comunidades en los Andes a seguir este camino.
Gabriela Lichtenstein
Coordinadora del Proyecto PA.IS. e investigadora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano / CONICET en Argentina
lichtenstein.g@gmail.com
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