septiembre 2016, Volumen 32, Número 3
La medición del impacto de la agroecología

Dinámica de la materia orgánica en el suelo propiciada por los campesinos mediante prácticas agroecológicas

MARINA SÁNCHEZ DE PRAGER, JUAN CARLOS ORTIZ | Página 29-31
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La cosecha de frutos de la finca campesina como producto de un cúmulo de saberes sobre el suelo, el agua, el ambiente, vinculados a un trabajo que no causa daño a la tierra, es algo muy difícil de comprender y valorar por los consumidores urbanos de los municipios locales y las grandes ciudades.

Nuestro reconocimiento al esfuerzo de la Red de Mercados Agroecológicos del Valle del Cauca (REDMAC) –organización que agrupa a 12 mercados en 11 municipios del departamento del Valle y dos del departamento del Cauca– por producir alimentos sanos, nutritivos y con acciones dirigidas a la conservación de los bienes naturales y del planeta (RED¬MAC, 2015), nos compromete a contribuir a la generación de esa conciencia colectiva. Estos campesinos en su actuar consciente cotidiano tienen, como motivación fundamental, el manejo de la materia orgánica para la soberanía alimentaria, energética y tecnológica en sus fincas.

Para identificar el sustento científico del manejo de la materia orgánica por los campesinos, preguntémonos: ¿qué tienen en común las hortalizas, frutales, árboles perennes, arbustos, medicinales y otras plantas? Podríamos contestar:

  1. la presencia de raíces, tallos, hojas, flores y frutos, como manifestaciones de biomasa especializada para un fin común: la vida y sobrevivencia de las plantas como productoras en sí y como proveedoras de nutrientes para las demás especies, incluida la humana
  2. la combinación de moléculas esenciales cuyos componentes provienen del suelo y de la atmósfera: CO2, N, P, K, Ca, Mg, Zn, Cu, B, Mn, entre otros, más H2O y, con el aporte de energía por la central energética más potente de nuestro sistema, el sol, originan la fotosíntesis oxigénica, cuyos resultados –biomasa (nutrientes básicos generados por procesos metabólicos) más O2 y H2O– constituyen la más reciente evolución planetaria (en los ecosistemas terrestres y acuáticos). Es decir, son el principio de las redes tróficas que aseguran la vida en la tierra y la base sobre la cual los seres humanos diseñan los agroecosistemas desde hace más de 10 000 años (Labrador, 2002; Sánchez de P y otros, 2012).

Hay más componentes en común. Sin embargo, nos detendremos aquí por ser el tema de reflexión. Parte de esta biomasa, producida en los agroecosistemas, sale como moléculas complejas en la cosecha destinada al autoconsumo y a los mercados, y también cuando se hace un inadecuado control de arvenses o “buenezas” con herbicidas o quemas, o, para uso como leña, entre otras salidas. El resto de la vegetación permanece vivo o incorporado en el suelo como materia orgánica que se des-compone a diferentes ritmos, y también como materia orgánica estable o humus. En los sistemas de producción agroecológicos estos procesos de entrada y salida de biomasa son permanentes; hay un ciclaje dinámico y continuo que asegura las condiciones para la disponibilidad de los nutrientes necesarios para la prolongación de la vida dentro y fuera de los agroecosistemas.

En los procesos de descomposición de esas moléculas complejas denominadas “materia orgánica no viva”, esta se recicla, vuelve al estado original mineral, se integra al suelo y participa en lo que sucede abajo y arriba (recuadro, p. 31). Nos introduce en la sinfonía de la producción de biomasa y su distribución para satisfacer las necesidades humanas y las del agroecosistema. La ejecución de esta sinfonía la propician los campesinos cuando conservan y manejan, con conocimiento ancestral, la biodiversidad con todas sus implicaciones.

Dentro de los principios de la agroecología, cuando se conserva un agroecosistema biodiverso, los componentes moleculares de la biomasa “viva” y “no viva” se enriquecen, lo cual tiene amplias repercusiones benéficas en la producción y conservación de la vida. Por ejemplo, los materiales orgánicos se descomponen a diferentes velocidades, lo que asegura alimento permanente para los organismos que los degradan.

En ese devenir, moléculas sencillas o complejas como aminoácidos, celulosa, lignina y otras, pueden permanecer en el tiempo actuando como almacén de nutrientes en el suelo. Algunas cumplen funciones de comunicación entre plantas, que comprenden la meso, macro y microbiota. También ejercen el biocontrol y la comunicación entre simbiontes y asociados: fijadores de nitrógeno, micorriza, solubilizadores de fósforo, entre otros. Este entramado de organismos, moléculas, condiciones ambientales y microambientes que se crean a partir de esa materia orgánica en descomposición o no viva, al mezclarse con las moléculas activadas que secretan y excretan las raíces de las plantas y los organismos del suelo, contribuyen a la sanidad y estabilidad dinámica (física, química, biológica y ambiental) que propicia la homeóstasis en los agroecosistemas.

Este carrusel interminable de luces, colores y energías que ocurre en los agroecosistemas biodiversos es la dinámica multidimensional de la biomasa abajo y arriba del suelo, permite mayor captura de carbono y mitiga la simplificación del espacio vital y el cambio climático, problemáticas fundamentales y actuales de nuestra existencia. Gracias, campesinos, por practicar la agroecología.

Consumidores locales y de las grandes ciudades: reconozcamos a los campesinos y trabajemos aunadamente para mantener la tierra viva. Recordemos que cuando seleccionamos los alimentos que consumimos estamos ejerciendo el derecho a una vida sana.

Marina Sánchez de Prager
Doctora en ingeniería agronómica. Profesora e investigadora titu¬lar en la Universidad Nacional de Colombia, sede Palmira. Facultad de Ciencias Agropecuarias. Departamento de Ciencias Biológicas.
msanchezpr@unal.edu.co  

Juan Carlos Ortiz
Maestría en ciencias agrarias. Universidad Nacional de Colombia, sede Palmira. Facultad de Ciencias Agropecuarias.
jucorztizri@unal.edu.co 

Referencias

  • Berendsen, R., Pieterse, C., Bakker, P. 2012. The rizosphere microbiome and plant health. Trends in Plant Science. Volumen 17(8).
  • Bonilla, C., Gómez, D., Sánchez de P., M. 2002. El suelo: los organismos que lo habitan. Cuadernos ambientales No. 5. Palmira, Colombia: Universidad Nacional de Colombia sede Palmira y Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural-Pronatta.
  • Labrador, J. 2002. La materia orgánica en los agroecosistemas.Madrid: Mundi-Prensa Libros.
  • REDMAC. 2015. Fortalecimiento de las relaciones de confianza entre productores y consumidores de productos agroecológicos. Sistema participativo de garantías (SPG). (Cartilla proyecto, documento inédito). Palmira, Colombia: Corporación Red de Mercados Agroecológicos Campesinos del Valle del Cauca- Alimentos de Vida y Universidad Nacional de Colombia sede Palmira, Grupo de Investigación en Agroecología. Palmira, Colombia.
  • Sánchez de P., M., Prager, M., Naranjo, R., Sanclemente, O. 2012. El suelo, su metabolismo, ciclaje de nutrientes y prácticas agroecológicas. Agroecología. Volumen 7(1), pp. 19-34.

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