marzo 2016, Volumen 32, Número 1
Cocreación de conocimientos

Diálogo de saberes y cambio epistemológico

ENTREVISTA CON VÍCTOR MANUEL TOLEDO | Página 8-9
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En leisa revista de agroecología hemos entrevistado a Víctor Manuel Toledo sobre su interpretación del significado de la cocreación de conocimiento en el actual contexto de la agricultura, que enfrenta situaciones inéditas producidas por efectos de la globalización, del cambio climático y del reconocimiento de la agricultura campesina – denominada agricultura familiar por los organismos internacionales– que va adquiriendo cada vez mayor relevancia como un modelo para una producción de alimentos que garantice la seguridad y soberanía alimentarias de las poblaciones del mundo.

Víctor Manuel Toledo. archivo leisaLEISA: Dr. Toledo, lo último que hemos leído de usted es su lección inaugural en la Universidad Rafael Landívar en Guatemala, el año pasado. A partir de esta lectura creemos que es importante preguntarle: ¿Por qué considera a la agroecología como una ciencia y como una práctica que al valorar los conocimientos de los pueblos indígenas se constituye como la alternativa ante la crisis de la modernidad en la agricultura?

Víctor Manuel Toledo: Me gustaría plantear la respuesta a la pregunta en relación con la producción de alimentos y con el panorama que se nos viene. Hoy en día existen un poco más de siete mil millones de seres humanos y se estima que en 35 años esta población será de nueve mil millones. Dos mil millones más de seres humanos que, por supuesto, van a requerir de alimentos. Ahora, los voceros del modelo hegemónico en la producción de alimentos dicen que la única manera de poder alimentar a todos estos seres humanos es a través de la modernización de la agricultura, lo que implica, fundamentalmente –como ya sabemos– combustibles fósiles y maquinaria, por supuesto, movida por estos grandes propietarios. Hay articulación con el mercado, particularmente con los insumos provenientes de las grandes corporaciones. Pero este modelo que conocemos como la Revolución Verde, ahora en su nueva fase de introducción de los organismos genéticamente modificados o transgénicos, según las últimas cifras, contribuye ya con el 25 a 30% de los gases del efecto de invernadero. Es decir, contribuye al calentamiento global que, como sabemos, no hay forma de que los gobiernos, las empresas, las instituciones internacionales, la ciudadanía ni la sociedad civil, logren detenerlo; el último ejemplo es durante la COP-20 en París. Desde esa perspectiva, la agroecología es la salida. No hay otro paradigma, no hay otra oferta más integrada desde el punto de vista técnico, científico y cultural que la agroecología como la única manera de contribuir con una producción de alimentos que tenga un incremento suficiente bajo modelos que no compliquen el panorama. La agroecología enfría, la agroindustria calienta el planeta.

LEISA: Para ilustrar a nuestros lectores sería importante que nos mencione algunos ejemplos concretos de situaciones donde el agricultor campesino indígena, individual o colectivamente, haya tenido un rol protagónico al solucionar estos y otros problemas con sus conocimientos y prácticas tradicionales.

VMT: Tengo algunos ejemplos concretos. El primero es el estudio hecho hace unos años por nuestro colega norteamericano Eric Holt-Giménez en el norte de Centroamérica después del paso del huracán Mitch (1998), que pegó muy duro en la zona de Guatemala, Honduras y Nicaragua. En dicho estudio, reali-zado en colaboración con las organizaciones sociales que han adoptado la agroecología, se comparó el impacto del huracán en 1 000 parcelas agroecológicas y 1 000 parcelas convencionales, encontrándose que las agroecológicas mostraron claramente más resistencia y mayor resiliencia. Esto se explica por muchas razones: la siembra de árboles alrededor de las parcelas, el policultivo, el manejo del suelo, etc. Las parcelas que habían adoptado el paradigma agroecológico fueron menos afectadas que las parcelas convencionales.

Visita de seguimiento con el promotor Mario Coc Rax y dos integrantes de un grupo prioritario en Salac 1, Guatemala. Nancy Merlo

 

En México puedo mencionar el estudio, incluido en el libro Utopística agroecológica, de próxima publicación, del que soy coautor junto a Miguel Ángel Damián, agroecólogo de la universidad de Puebla, quien ha hecho un trabajo muy fino y riguroso con agricultores campesinos de la zona Puebla- Tlaxcala, siguiendo a los productores de maíz más exitosos durante más de una década, y registrando cómo, con base en su propio conocimiento campesino, tienen la capacidad de, en pocos años, ir seleccionando las variedades de maíz que más se adaptan a los cambios, etc. Esos campesinos exitosos no han contado con la asesoría de agrónomos ni científicos y, desde términos totalmente tradicionales –nada de Revolución Verde, incluso nada de agroecología–, están muy cercanos de los principios agroecológicos. Miguel Ángel Damián propone que hay que tomar a estos productores a manera de “faros” agroecológicos, como ejemplo para el resto de los producto¬res en una comunidad particular, en una región.

LEISA: Ahora, una última pregunta. A su parecer, ¿cuáles serían las acciones más importantes para que la universidad, los institutos de formación técnica y los propios actores del conocimiento tradicional indígena o campesino reconozcan el valor de este conocimiento, de este saber-hacer, que muchas veces los mismos hijos de los campesinos rechazan o quieren ignorar porque piensan que no es moderno?

VMT: Efectivamente, cuando se presenta este dilema entre dos maneras fundamentales de producir alimentos en el mundo, por supuesto se genera un conflicto en los medios académicos y se da una batalla en las universidades, en los centros de estudios tecnológicos, en los centros de investigación. Porque la agroecología cuestiona toda una corriente y toda una tendencia investigativa y de difusión de conocimiento y un modelo educativo. Yo lo que le puedo decir desde una perspectiva de lo que he visto en los últimos 20 a 25 años es que lentamente se han ido ganando espacios. Hace diez años prácticamente solo existía el doctorado en España, hoy ya tenemos doctorados en agroecología en Bolivia y Colombia; en México está previsto y ya tenemos maestrías. Pero todavía hay fuertes resistencias. Por ejemplo, el caso de la principal universidad agronómica de México, la Universidad Autónoma de Chapingo (UAC) –que además surgió justamente en el Cardenismo en los años 30, una época muy interesante de México para la educación popular, laica y pública–, en la que todavía es probable que hasta el 80% de los estudiantes son hijos de campesinos e indígenas, muchos de ellos becados. Desafortunadamente, y al contrario de lo que estaba diciendo antes, en la UAC se promueve el modelo agroindustrial.

Sin embargo, hace diez años se abrió la carrera de agroecología en la UAC y hoy en día las nuevas autoridades de la universidad están ya replanteando el paradigma con la idea de transformarlo. Como este caso debe haber muchos en el resto de la región latinoamericana y del mundo. Se van ganando espacios lentamente, se están multiplicando las universidades en las que se abre la carrera, el posgrado y, efectivamente, esta es una batalla epistemológica, cognitiva y cultural. Y no se trata –esto es muy importante decirlo– de evadir o de evitar el proceso de modernización, sino que la agroecología postula una modernidad alternativa. No una modernización que destruye la tradición, sino que parte de la tradición, que respeta estas sabidurías, estas culturas y que busca el encuentro de los conocimientos y de las experiencias.

Pero tampoco podemos pensar, de manera romántica, solamente en rescatar lo tradicional. Lo tradicional también tiene sus propios límites. Más bien se trata de un modelo diferente, de carácter intercultural. Al respecto no puedo dejar de señalar el resto de la pregunta, pues hay otra corriente u otra contracorriente en América Latina, en paralelo al proceso agroecológico, que es el desarrollo de la etnoecología o la etnobiología. Es una corriente –en la cual me incluyo– integrada por investigadores que están trabajando sobre el conocimiento tradicional. En 2015 hemos tenido nuestro III Congreso Latinoamericano, en Popayán, Colombia; un congreso muy exitoso, con más de 1 000 participantes, sobre todo jóvenes investigadores, que impulsan esta corriente que reconoce el conocimiento tradicional como un baluarte en el devenir de la humanidad.

Victor Manuel Toledo
Etnoecólogo mexicano, doctor en Ciencias por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1985. Trabaja en el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM y ha sido docente e investigador en México y otros países latinoamericanos. La relación entre las culturas indígenas y la biodiversidad es su área de interés principal. Es un importante estudioso y promotor de la agroecología.

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