El maíz nativo en México: la defensa de un bien común
A lo largo de la historia, la base de la agricultura mesoamericana ha sido la milpa, ese policultivo estructurado en torno al maíz (Zea mays), distintos frijoles (Phaseolus spp.) y calabazas (Cucurbita spp.), asociados con plantas leñosas, frutales, medicinales y forrajeras. En México, su centro de origen y diversificación, el maíz constituye el eje de la alimentación y de la cultura rural y, a lo largo de 9 000 años, ha construido el paisaje agrario marcado por la continua presencia de una gran diversidad de maíces y de milpas. El maíz es mucho más que un cultivo, es el corazón de la vida rural, es un elemento de nuestra identidad, es un bien común de las mexicanas y los mexicanos, y cuidarlo, conservarlo y defenderlo es asegurar el futuro del campo, del país y de nuestros alimentos.
El campo en México es hoy un escenario avasallado por la agricultura industrial globalizada, orientada a la exportación, basada en el monocultivo, el alto uso de insumos y agrotóxicos, el manejo intensivo del suelo y del agua y la utilización de transgénicos. Esta agricultura ha tenido graves impactos sociales y ambientales en el medio rural mexicano y ha desarticulado a la agricultura familiar basada en la milpa, que produce la mayoría de los alimentos y en la que trabaja gran parte de los habitantes rurales. Es, además, una grave amenaza a la amplia diversidad de los maíces nativos, a la gastronomía mexicana –declarada en 2012 patrimonio de la humanidad–, a nuestra cultura y a un bien común.
Ante ello han surgido múltiples movimientos sociales rurales y urbanos unidos en torno a la defensa del maíz, que se articulan en múltiples acciones: sembrar y conservar maíces nativos y milpa, fortalecer la agricultura familiar, fomentar el trabajo en redes, cocinar y consumir el maíz nativo y los alimentos de la milpa, sumarse a las movilizaciones contra los transgénicos y vincular a los agricultores con los consumidores. Hoy, después de veinte años de resistencias, la siembra de maíces transgénicos en México está prohibida y en estos procesos el papel fundamental lo han desempeñado los movimientos campesinos e indígenas que, desde sus conocimientos, saberes y semillas, hacen los esfuerzos cotidianos para el cuidado y mejoramiento de los maíces nativos. Por todo el territorio se extienden experiencias exitosas, desde el México profundo, que construyen alternativas a la agricultura industrial dominante.
Una experiencia desde Jalisco: La RASA
Entre estas experiencias es posible encontrar a la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA), una cooperativa nacida en 1999 en el estado de Jalisco, México, donde participan cien familias de agricultores, campesinos, indígenas, mujeres, consumidores y asesores de veinte municipios del centro y sur del Estado. La Red busca una agricultura familiar sustentable y realiza sus actividades a partir de tres ejes: la construcción de conocimiento, la conservación de la agrodiversidad del maíz y de la milpa y el comercio justo como articulación campo-ciudad.
Las actividades de la RASA están basadas en dos referentes, la agroecología y la educación popular, y su trabajo se inscribe en la evidencia de que la construcción de conocimiento desde el diálogo entre los saberes campesinos y los agroecológicos es el punto de partida para avanzar hacia la sustentabilidad rural. En la construcción de conocimiento agroecológico es clave el papel de la agricultura familiar, “en ella ocurre un flujo continuo entre pasado, presente y futuro, es el lugar donde las experiencias y conocimientos son transmitidos y acumulados, donde se construye conocimiento, donde se vive y se preserva la cultura” (Van der Ploeg, 2014). En la RASA estos procesos están fundamentados en el método campesino a campesino con una importante participación de agricultores como formadores y en diferentes modalidades: encuentros de intercambio, talleres y giras, en los cuales los contenidos se definen en forma participativa en torno al concepto de agroecosistema con base en el maíz y en la milpa y donde existe un fuerte énfasis en el rescate de las semillas y el conocimiento local.
Desde la perspectiva de la RASA la construcción de conocimiento para el cuidado y mejoramiento del maíz nativo se realiza en tres niveles: primero, en la parcela familiar, a través de establecer las milpas agroecológicas; segundo, en la comunidad, a través del fomento del cuidado del maíz compartiendo las experiencias particulares y las semillas; tercero, en la conservación de semillas a nivel regional en el fondo de semillas de la RASA y a través de experimentadores y cuidadores del maíz que recuperan diferentes variedades, experimentan con ellas en su parcela y son encargados de transmitir los conocimientos necesarios (Bernardo, 2011). En la parcela familiar y en el ámbito comunitario los talleres son fundamentales. En ellos participan como animadores los campesinos de la RASA y realizan el acompañamiento de los grupos interesados. Los talleres generalmente son en las parcelas de los agricultores formadores y las siembras y experimentos son espacios educativos, vivos y dinámicos, constituyéndose como unidades de construcción de conocimiento.
El acompañamiento es otro espacio de formación muy importante en estos niveles y da seguimiento a los grupos en la producción agroecológica. Esta formación en la acción implica diagnósticos participativos, diseño de experimentos, recorridos de campo, evaluación de los resultados y comunicación de ellos en las comunidades. El acompañamiento se realiza en momentos clave del ciclo agrícola y se fortalece con la asistencia a los encuentros, talleres y giras. Los encuentros de intercambio a nivel regional, representan un importante papel en estos procesos y, en ellos, el grupo campesino anfitrión comparte desde sus parcelas sus experiencias con el maíz, la milpa y la agricultura sustentable. En estos encuentros son fundamentales el diálogo e intercambio de conocimientos y semillas entre los campesinos, los asesores y los consumidores. Las giras consisten en visitas a experiencias exitosas en agricultura sustentable fuera de Jalisco e implican el compromiso de los agricultores de la Red con otras comunidades para acompañarlas en sus procesos de formación.
En el Centro de Formación en Agricultura Sustentable de la RASA se estableció desde hace cinco años un fondo regional de semillas del maíz y de la milpa dedicado a la conservación y reproducción de aquellas que los campesinos consideran en riesgo. Actualmente existen cerca de 35 variedades que son la base del trabajo de los cuidadores de las semillas en el establecimiento de los experimentos y siembras comunitarias. Estos maíces son expuestos e intercambiados en las ferias del maíz y en los encuentros regionales. El papel de los cuidadores de las semillas implica una experimentación constante y da lugar a adaptaciones y mejoramiento genético, así como a innovaciones en cuanto al manejo; además conlleva el compromiso de compartir la semilla y sus conocimientos asociados (Bernardo, 2011).
Algunos avances
En un contexto muy adverso y marcado por la intensificación de la agricultura industrial, un avance importante es que los procesos de construcción de conocimiento han acompañado el esfuerzo y el trabajo de los agricultores de la RASA y les han permitido ir avanzando hacia agriculturas familiares más sustentables en torno a la milpa de maíz. Han recuperado –y en algunos casos, incrementado– la agrodiversidad y, en to¬dos los casos, el punto de partida han sido las prácticas de la agricultura tradicional y el uso de semillas nativas. En prome¬dio cultivan ahora ocho especies de frutales, 17 especies de hortalizas, cuatro gramíneas diferentes, seis leguminosas distintas, 10 plantas medicinales y cinco especies animales (Bernardo y Morales, 2011). Ello les permite alcanzar de nuevo la soberanía alimentaria a nivel familiar, resistir a la crisis rural y recobrar importantes márgenes de autonomía productiva. Las familias de la RASA, con más de 10 años de experiencia agroecológica, cubren las necesidades de alimentación, salud y educación básicas y un 40% tiene ingresos por encima de la media (Muñoz, 2012). Los agricultores reconocen el maíz como un símbolo de identidad campesina e indígena, sinónimo de libertad y autonomía (Bernardo, 2011).
Otro avance relevante es que a partir de estos procesos se ha creado un amplio grupo de campesinos y campesinas que actúan como formadores, con base en una visión con valores como libertad, justicia y dignidad, así como el respeto hacia los demás y a la naturaleza. Los elementos de identidad campesina están presentes en estos formadores y orientan la sustentabilidad de manera práctica y reflexiva, ya que fomentan el cuidado de la tierra, la naturaleza y la vida. Esto ilustra la relevancia de la multifuncionalidad de la agricultura en los procesos de construcción de conocimientos y especialmente de la función cultural que atiende a la preservación de conocimientos tradicionales, al diálogo de saberes y al intercambio de conocimientos. Estos procesos no funcionan solos sino que se articulan a otras redes y organizaciones y se involucran en proyectos comunitarios, creando espacios para la construcción de conocimientos acerca de prácticas de manejo sustentable que promueven la toma interna de decisiones, la autonomía tecnológica y la autogestión laboral (Morales y otros, 2013).
El Fondo de Semillas de la RASA es otro avance y ha sido fundamental para el cuidado y multiplicación de variedades locales de maíces nativos y otros cultivos de la milpa en riesgo de perderse. Estas semillas han sido el punto de partida para el fitomejoramiento participativo donde los cuidadores del maíz, en diálogo con otros agricultores y con los asesores, recuperan diferentes variedades, experimentan con ellas y son encargados de transmitir los conocimientos en los diferentes espacios de formación. El cuidado y mejoramiento de las semillas del maíz y de la milpa pueden verse entonces como un resultado de la construcción colectiva de conocimiento agroecológico.
Jaime Morales HernándezIngeniero agrónomo por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, doctorado en Agroecología por la Universidad de Córdoba, España, maestría en Agroecología y Desarrollo Rural Sustentable por la Universidad Internacional de Andalucía, España. Maestría en Desarrollo Rural por el Colegio de Posgraduados de la Universidad de Chapingo. Actualmente es profesor investigador del Centro de Formación e Investigación Social del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Es además agricultor ecológico en la Ribera Sur del Lago de Chapala.
jaimem@iteso.mx
Referencias
Bernardo, María de Jesús, y Morales Hernández, Jaime, 2011. El conocimiento campesino y la percepción simbólica como elementos para la formación en agroecología hacia la sustentabilidad rural. En Reyes, Felipe, y Barrasa, Sara, coords., Saberes ambientales campesinos: Cultura y naturaleza en comunidades indígenas y mestizas de México. Coediciones de la Universidad de Chiapas, México, y la Universidad Autónoma de Madrid, España.
Bernardo, María de Jesús, 2011. El cuidado de las semillas nativas y su importancia en procesos de agroecología: pequeños productores de Jalisco. En Alvarez-Buylla, Elena, Carrión, Areli, y San Vicente, Adelita, coords., Haciendo milpa. México: Coediciones de la UNAM y Semillas de Vida.
Morales, Jaime, Alvarado Castro, Eric, y Vélez, Lucero Larizza, 2013. La agricultura periurbana y las alternativas hacia la sustentabilidad en la Zona Conurbada de Guadalajara, Jalisco, México. Artículo presentado en el IV Congreso Latinoamericano de Agroecología, Lima, Perú. Disponible en http:// rei.iteso.mx/handle/11117/1377
Muñoz Villarreal, Oscar, 2012. Situación de las hijas e hijos de campesinos de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias de Jalisco, México. Tesis de Maestría en Agroecología, Universidad Internacional de Andalucía, España.
Ploeg, Jan Dowe van der, 2014. Diez cualidades de la agricultu¬ra familiar. LEISA revista de agroecología, volumen 29, número 4.