El estudio
El estudio se realizó en el centro de la región maya de la península de Yucatán, con 22 comunidades del estado de Yucatán y nueve comunidades del estado de Quintana Roo. Se utilizó una metodología de investigación-acción-participativa (IAP) que incluyó: a) recorridos preliminares de campo, b) entrevistas no estructuradas, c) encuestas para hombres y mujeres, d) entrevistas a profundidad para estudios de caso, e) talleres participativos, y f) acompañamiento en las labores de cultivo. A los talleres asistieron señores, señoras, jóvenes y niños.
Se obtuvo un diagnóstico de la alimentación, la agricultura campesina y la economía de estas comunidades y se profundizó con los talleres participativos sobre este conocimiento y sobre la cosmovisión en torno a la agricultura tradicional, la resiliencia, la nutrición y los ingresos.
Diversidad y abastecimiento
La agricultura de la región tiene una enorme diversidad (figura 1) y es la principal fuente abastecedora de alimentos para los hogares; la milpa sigue siendo la principal actividad económica y la base para el sustento de las familias y el maíz, el frijol y la calabaza son los productos principales de su dieta.
Se practica la agricultura tradicional con el sistema de rozatumba- quema, que tiene sus raíces en la antigua cultura maya y en la vida diaria, social y ritual de las comunidades. Este sistema agroecológico genera una alta diversidad de productos alimenticios que, aunada a la enorme diversidad de uso producto de la experiencia de siglos, los lleva a mantener el ciclo completo de siembra, cosecha, consumo, venta y abastecimiento; suficiente para esperar el siguiente ciclo. Todo ello soportado con una eficiente organización social y familiar, que es precisamente el motor de la resiliencia de las comunidades, lo que los ha ido sacando de la pobreza.
El jefe o la jefa del hogar, con base en su experiencia, estima el producto necesario para abastecer de alimentos a la familia durante el año. Conforme a su estimación decide la superficie de milpa trabajar durante la época lluviosa. Para contar con alimentos y tener semillas para la siguiente siembra, los productos cosechados de las parcelas o de la milpa son almacenados en bodegas (trojes) para conservarlos por largo tiempo y, si hay una disminución significativa de alimentos de reserva, la gente todavía tiene alternativas de emergencia: ya sea que acuda a pedir dinero prestado (44 a 58%), comprar alimento a crédito (37 a 40 %) o recurrir al trueque o intercambio de alimentos (entre 6 y 16%). Lo escaso del trueque se debe a que las personas venden muy poco de lo que producen, la mayor parte de los productos son para el autoconsumo (figura 2).
A lo largo de todo el ciclo productivo, tanto en la milpa como en los huertos familiares, el uso de agroquímicos es muy limitado. En los casos en que se aplican –agroquímicos o subsidios para acceder a ellos–, generalmente proceden de programas gubernamentales que los proporcionan en el afán de buscar un mayor rendimiento económico. El más frecuente de esos programas es PROCAMPO (Programa de Apoyos Directos al Campo), que beneficia a nivel federal a productores de maíz con la adquisición de fertilizantes y pesticidas. Sin embargo, los datos recabados en este trabajo indican que en realidad el “apoyo en efectivo” (en dinero) se destina principalmente a otros usos, por lo que finalmente el uso de químicos sigue siendo bajo y prevalece la agricultura tradicional.
La agricultura familiar campesina tiene muchas aristas, no solamente es una cuestión productiva o alimenticia. En la región maya se practica la roza-tumba-quema, se observan los ciclos de lluvia y se utilizan estos conocimientos para la agricultura de temporal, se conservan ceremonias agrícolas, se utilizan bajos o nulos insumos externos, se integran cultivos, apicultura, ganadería incipiente y de bajo impacto, y el uso holístico del huerto familiar. La agricultura familiar campesina se alimenta y a la vez nutre a la organización social, la cultura, el lenguaje, la etnobiología, la ecología, la economía, la seguridad alimentaria, la educación, la migración, la relación estado-grupos de producción, el proceso de aprendizaje en las zonas campesinas y, sobre todo, fundamenta su nivel de estabilidad económica apartándose de los niveles de pobreza.
Se encontró una gran diversidad de productos y alimentos disponibles. Los productos de las parcelas y los animales de traspatio son principalmente para el autoconsumo. El 66% de la gente tiene una dieta basada en frutas y verduras; el 64% tiene una dieta balanceada y el 98% consume cereales. El producto más utilizado y más común en las comunidades es el maíz. Se hacen tortillas, tamales, panuchos, pibinales, is-hua, joroches, atole nuevo, pozoles, salbutes, papadzules, chanchamitos, etc. Otros productos altamente nutritivos como la pepita de calabaza y el frijol, combinados, presentan un índice proteínico alto. La manera en que las personas de estas comunidades preparan la comida maximiza su valor nutritivo. Un ejemplo es el nixtamal, proceso de cocimiento del maíz en agua con cal que se deja reposar una noche antes de molerlo, lo que facilita la absorción de minerales y aumenta la disponibilidad de aminoácidos esenciales, fósforo y calcio. En la zona estudiada dentro de la región maya de México se fomenta una revaluación de la comida tradicional y los diversos modos de prepararla.
Transformación
La agricultura campesina en la región maya está viviendo una situación de transformación acelerada en sus configuraciones económicas y culturales, producto de la interacción de diversos actores al interior y exterior de las comunidades. Las organizaciones gubernamentales y los agentes del mercado de insumos han estado impulsando la agricultura basada en el uso de agroquímicos y, aunque hay una emigración importante de jóvenes hacia los polos turísticos de la zona (Cancún, Tulúm y Playa del Carmen) que deja vacíos en el tejido social de las unidades familiares, los datos de este estudio señalan que la mayoría de las personas que llevan comida a la mesa de la familia están entre los 30 y los 50 años.
Pese a todos esos impactos, en la región maya la producción de alimentos logra atender el autoconsumo y la gran diversidad de productos de la agricultura tradicional aporta los macro y micronutrientes necesarios para una alimentación saludable.
Héctor Cálix de DiosCoordinador de la carrera de Agroecología de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQRoo), México. Zalma Nacira Cauich Ucán
Estudiante de Agroecología de la UIMQRoo.