La colaboración comunitaria frente a las amenazas económicas e institucionales
ERIKA SPEELMAN, JEROEN GROOT, LUIS GARCÍA-BARRIOS, KASPER KOK, PABLO TITTONELL | Página 32-34 DESCARGAR REVISTA COMPLETALos acuerdos internacionales sobre la liberalización del comercio son presentados por algunos como beneficiosos para el bienestar económico de las personas de todo el mundo. De manera similar, se dice que los acuerdos internacionales en materia de conservación de la biodiversidad protegen el “bien mundial” y la vida futura sobre la Tierra. Sin embargo, a menudo tienen efectos devastadores sobre los mercados y los medios de vida locales. Una comunidad rural en una reserva de la biosfera en México ha demostrado que trabajando juntos pudieron rediseñar exitosamente sus medios de subsistencia y su territorio para superar estas amenazas y reconstruir resiliencia para resistir cualquier reto futuro.
Las comunidades de pequeños agricultores y los paisajes en los que viven están siendo cada vez más afectados por los impactos locales causados por los cambios económicos e institucionales a nivel global. La liberalización del comercio, la caída de los precios y las importaciones baratas son algunos de los impactos que fuerzan a los agricultores a intensificar su producción. Al mismo tiempo, bajo la presión de organizaciones internacionales y tratados jurídicamente vinculantes, los gobiernos implementan políticas para proteger los recursos naturales, lo que puede reducir aún más las opciones que tienen los agricultores al decidir qué uso dar a la tierra. En Chiapas, uno de los estados más pobres de México, una comunidad de productores de pequeña escala es un ejemplo de cómo un grupo de agricultores ha logrado responder a estas amenazas. A través del fortalecimiento del proceso de toma de decisiones y una mayor colaboración entre los miembros de la comunidad han encontrado un camino para lograr medios de subsistencia y paisajes más sostenibles.
Tierra y Libertad
La comunidad de pequeños agricultores Tierra y Libertad en el municipio de Villaflores, Chiapas, fue establecida oficialmente en 1972, cuando el gobierno mexicano otorgó a cien hombres y sus familias el derecho de usufructo de 2.200 hectáreas de tierras comunales bajo la forma jurídica mexicana de ejido. La zona se había poblado en la década de 1960 cuando se construyó un aserradero para explotar los bosques de la región. Esto atrajo a muchos trabajadores asalariados, quienes complementaron sus bajas remuneraciones recolectando y vendiendo las hojas ornamentales de la palma silvestre camedor (Chamaedorea spp.) que crecía en el bosque circundante.
Cuando el aserradero cerró en 1972, los trabajadores ahora desempleados solicitaron al gobierno que estableciera un ejido y poco después de su creación la tierra fue dividida. Algunas familias comenzaron a cultivar maíz mientras que la extracción no sostenible de las hojas de la palma silvestre siguió siendo una importante fuente de ingresos para muchos. Así fue como dos grupos distintos se comenzaron a formar en función del valor que atribuyeron, ya fuera a las tierras de cultivo o a los bosques y su dependencia de estos.
Cambios globales, impactos locales
En los 50 años transcurridos desde su creación, Tierra y Libertad se ha enfrentado a muchos retos, pero ninguno más complejo que los efectos locales de las tendencias globales de la liberalización del comercio y la conservación de la naturaleza que convergieron a mediados de la década de 1990.
A partir de 1950, las políticas agrícolas mexicanas estuvieron destinadas a proteger los mercados nacionales y lograr la autosuficiencia en la producción de maíz y otros alimentos básicos. Luego de un período de estabilidad, en 1982 la crisis de la deuda latinoamericana obligó a México a implementar políticas comerciales neoliberales y en 1994 ratificó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), lo que tuvo un efecto devastador sobre los mercados locales y la producción. El precio del maíz cayó dramáticamente y producir para la venta dejó de ser una opción viable para los agricultores de pequeña escala. Un agricultor del vecino ejido de Los Ángeles resumió los impactos simplemente: “Antes del TLCAN vendíamos una tonelada de maíz para comprar dos toneladas de fertilizante. Después del TLCAN tenemos que vender dos toneladas de maíz para comprar una tonelada de fertilizante”. Durante el mismo período también aumentó la conciencia global sobre la conservación de la biodiversidad. La Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992 llevó a la Convención sobre la Diversidad Biológica y a nuevas políticas de conservación. La Reserva de la Biosfera La Sepultura fue establecida en la Sierra Madre de Chiapas en 1995 pero con una mínima participación o consideración por las comunidades locales y sus intereses. Todo el territorio comunitario se convirtió en parte de la zona de amortiguamiento de la reserva, lo que exigió el cumplimiento de fuertes restricciones en el uso de la tierra. Quedaron prohibidos el uso de fuego para limpiar el terreno y la extracción de productos forestales.
Respuestas iniciales de la comunidad
Las estrategias de subsistencia locales basadas en la explotación de los bosques o la producción comercial de maíz ya no eran viables o no estaban permitidas. La comunidad perdió su seguridad económica y sufrió fuertes impactos en cuanto al uso de la tierra como resultado de estos rápidos cambios en su entorno económico e institucional. Las familias con acceso a una cantidad suficiente de dinero, mano de obra y tierras pudieron convertir los campos de maíz en pastizales y empezar a criar ganado para ganarse la vida. Pero muchos no tuvieron otra opción que irse a buscar un trabajo remunerado en algún otro lugar, en EEUU principalmente. Fueron tiempos difíciles, especialmente para las mujeres que se quedaron y asumieron tareas que normalmente eran responsabilidad de los varones. Una mujer recordó: “cuando mi marido estaba en EEUU yo trabajaba en el campo con mis hijos antes de salir corriendo a casa para asistir a una reunión de la escuela, mientras que mi hijo mayor asistía a una reunión de la escuela de sus hermanas menores”. Además, esta comunidad fue una de las pocas que se opusieron abiertamente a la creación de la reserva de la biosfera, lo que fue causa de un conflicto abierto desde 2000 hasta 2004.
Ayuda de fuera
En 2004 las autoridades de la reserva solicitaron que investigadores de la Universidad Autónoma de Chapingo evaluaran la situación y sugirieran maneras de superar la disputa con la comunidad. Esto dio lugar a un proyecto participativo que tuvo como objetivo mejorar las estructuras organizativas locales y la toma de decisiones colectivas con financiamiento de la misma reserva. El trabajo fue dirigido por Pronatura-Sur AC, una ONG mexicana que combina la conservación de la biodiversidad, la participación comunitaria y el desarrollo social.
A través del contacto intenso y de compartir sus intereses, necesidades y expectativas, la comunidad agrícola estableció una relación de confianza y la ONG se convirtió en un intermediario neutral entre los intereses locales y los externos.
La toma de decisiones colectivas se fortaleció con el establecimiento de un equipo de gestión comunitaria más fuerte y varios otros comités que desarrollaron planes, reglas y regulaciones, incluyendo multas por romper acuerdos. Las decisiones colectivas fueron tomadas por la toda comunidad durante reuniones o asambleas mensuales obligatorias.
Estas mejoras organizativas reforzaron la cohesión social dentro de la comunidad y fomentaron una mayor confianza hacia actores externos tales como las autoridades de la reserva.
Desarrollo de nuevos sistemas de cultivo
Tomando en cuenta que sus medios de subsistencia seguían amenazados y muchos de los antiguos migrantes estaban regresando, la comunidad invitó a la ONG a ayudarla a desarrollar sistemas de cultivo más sostenibles. Los líderes locales asumieron el reto y establecieron grupos democráticos de agricultores que trabajaron juntos en la producción, transformación y comercialización.
El primer proyecto se centró en el cultivo de la palma ornamental que antes solo existía como especie silvestre. La ONG ayudó a establecer viveros de palma y a organizar reuniones y visitas de intercambio para compartir conocimientos sobre técnicas de manejo de palma, producción y cosecha. Los agricultores comenzaron a procesarla ellos mismos y pronto negociaron con compradores nacionales e internacionales.
Una vez que adquirieron experiencia en la autoorganización, establecieron grupos similares para la producción de café y el manejo del fuego. Dado que sus opciones para fortalecer sus medios de subsistencia eran limitadas, muchas familias de agricultores empezaron a cultivar café bajo sombra en parcelas boscosas. El grupo de productores de café se dedicó a mejorar la calidad y cantidad de la producción y a lograr un mejor precio a través del intercambio de conocimientos y experiencias, obteniendo la certificación orgánica y vendiendo su producción en conjunto.
Esta comunidad y su paisaje enfrentaban amenazas en diversos frentes: cambios en los mercados nacionales y globales, y el establecimiento de una reserva de la biosfera con impactos sobre sus opciones de uso de la tierra. Pero al poder tomar decisiones a nivel local, la comunidad desarrolló nuevos sistemas sostenibles para el uso de la tierra logrando fuentes de ingreso más seguras, lo que empoderó a la comunidad y revaloró la importancia de los bosques en su paisaje agrícola.
Uno de los agricultores reflexionó sobre cómo cambiaron sus puntos de vista personales: “En el pasado nunca pensé sobre cómo cosechábamos árboles y hojas de palma. Recién ahora me he dado cuenta de que tenemos que ser responsables al manejar el bosque si queremos que la vida continúe aquí para nuestros hijos y nietos”.
Planificación territorial del paisaje
Los éxitos descritos aquí pueden ser atribuidos a una población local sumamente motivada y bien organizada, el apoyo a largo plazo de una ONG y la gran extensión de bosque manejada comunitariamente. Para fortalecer su capacidad de adaptación a los cambios futuros, la comunidad emprendió un proyecto participativo sobre planificación territorial comunitaria en 2010. Guiada por la ONG e investigadores de la Universidad de Wageningen, se enfocó en la elaboración de mapas y en discutir la adjudicación actual y futura del uso de la tierra. Se hizo un mapeo conjunto del uso de los campos y de la tierra que yacen dentro de la comunidad. Este ejercicio generó mucha discusión ya que los agricultores reflexionaron sobre los cambios en la propiedad y el uso de la tierra dentro de la comunidad, lo que permitió a todos una mayor comprensión del territorio que pertenecía a todos.
Algunas personas expresaron la necesidad de tratar las diferencias que aún persistían sobre el valor que se le daba a los bosques y la mejora de la colaboración entre los agricultores. Se desarrollaron herramientas innovadoras, tales como juegos de mesa basados en las características específicas de la comunidad para involucrar activamente a las personas y practicar la comunicación, coordinación y colaboración entre los agricultores. El juego alentó a los participantes a equilibrar las decisiones individuales y comunitarias sobre el uso de la tierra y el lugar del bosque en el paisaje. Los agricultores locales siguen teniendo puntos de vista diferentes sobre el valor de los bosques pero, al haberse fortalecido la toma de decisiones colectiva y el uso de herramientas de discusión, y al haber mayor colaboración dentro de la comunidad, están ahora en camino firme para lograr una visión de consenso sobre el futuro del paisaje.
Erika Speelman, Jeroen Groot, Kasper Kok, Pablo TittonellInvestigadores de la Universidad de Wageningen, Países Bajos
erika.speelman@wur.nl
Luis García-Barrios
Colegio de la Frontera Sur, Chiapas, México
Ediciones Anteriores
LEISA es una revista trimestral que busca difundir experiencias de agricultores familiares campesinos.
Por ello puedes revisar las ediciones anteriores.