septiembre 2014, Volumen 30, Número 3
El paisaje y la agricultura familiar campesina

Democratizando los paisajes. La brecha en la democracia del paisaje

ANDREW BUTLER | Página 28
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Hace más de 40 años la participación de las partes interesadas ha sido reconocida como fundamental en la planificación del paisaje, pero la democracia real ha demostrado ser esquiva. Por ejemplo, en Europa el principal impulsor legal y de las políticas en la última década ha sido el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), primer convenio internacional en abordar el paisaje directamente.

Establecido por el Consejo de Europa en 2000, proporciona una definición común del paisaje como: “… un área, tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”. Este punto de vista es el predominante a nivel mundial y hace que las percepciones y valores de aquellos que se involucran con los paisajes sean centrales para su comprensión. Tener como base experiencias individuales significa que el mismo paisaje puede ser visto de diferentes maneras, dependiendo de las distintas valoraciones.

Esto ha dado lugar a un llamado para que los paisajes sean manejados como entidades democráticas, pero la planificación de los paisajes rurales todavía tiende a ser realizada por personas que tienen poca o ninguna relación con ellos.

Las opiniones de personas ajenas al paisaje terminan por tener mayor peso y su planificación está dictada por las herramientas que los planificadores y los encargados de formular políticas tienen a su disposición. Ellos se ocupan del paisaje como una superficie puramente física, lo que va en contra de sus dimensiones humanas y culturales. No pueden ocuparse de los valores y percepciones diversas y dinámicas que son experimentadas en los paisajes. Actividades cruciales como la agricultura no pueden ser vistas simplemente como procesos ignorando el apego que cada agricultor siente hacia el paisaje. Los agricultores no son simples administradores del paisaje físico sino que deben ser reconocidos como portadores de valores que los conectan emocionalmente a su paisaje.

Paisaje cafetero en Colombia. Juan David Solano

Esta inconsistencia entre cómo se habla de los paisajes y cómo se los maneja apunta a una urgente necesidad de adaptar las herramientas que los planificadores del uso del territorio y los políticos encargados de tomar decisiones aplican al tratar con los paisajes. Los enfoques deben basarse en el diálogo, en el que la idea de paisaje se utiliza como un medio para fomentar la discusión, permitiendo que sean expuestos y reconocidos múltiples valores que incluso pueden ser contradictorios. Una perspectiva construida sobre múltiples interpretaciones del paisaje nos ayudará a alcanzar el objetivo de democratizarlo.
Pero ¿quién planificará el paisaje del futuro? ¿Seguirá siendo un dominio profesional o estarán aquellos que directamente involucrados lo experimentan y por ello pueden decidir la orientación y la forma que asumirá su paisaje?
Andrew Butler
Profesor universitario de planificación del paisaje en la Universidad
Sueca de Ciencias Agrícolas (SLU), Estocolmo.
andrew.butler@slu.se

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