El Sistema de Cultivo Intensivo de Arroz (SICA, conocido internacionalmente como SRI por sus siglas en inglés) es una respuesta afirmativa para el cultivo de este cereal de forma intensiva sin necesidad de expandir la frontera agrícola, algo especialmente apropiado para países donde la tierra apta para la agricultura es ya escasa y, sobre todo, al no requerir la inundación de los terrenos, se constituye en un sistema de cultivo muy adecuado para las zonas áridas. En dichas zonas, muchas de ellas en los países en desarrollo, la disponibilidad de agua para riego es muy limitada y el sistema convencional de parcelas inundadas (rice paddies) causa la degradación de los suelos por salinización. Asímismo estudios recientes consideran que esta forma de cultivo, al liberar grandes cantidades de gas metano a la atmósfera, acelera el cambio climático (Nature Climate Change 3, 288–291, 2013).
No podemos dejar de mencionar que el arroz (Oryza sativa) constituye un alimento básico para gran parte de la humanidad y que para su cultivo le son dedicadas millones de hectáreas en el mundo. En América Latina y el Caribe, según información del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), el arroz es el grano alimenticio más importante, pero las condiciones ambientales de hoy en día no permiten ni económica ni ecológicamente seguir cultivándolo de la forma convencional. Nos preguntamos por qué habiendo experiencias de éxito comprobado de la aplicación del SICA en el Asia, y algunas pocas en nuestra región, este sistema no es objeto de mayor experimentación y difusión por los centros de investigación agronómica de América Latina y los organismos gubernamentales.
En una edición anterior de LEISA (22-4, marzo 2007) publicamos un artículo extenso de Norman Uphoff, de la Universidad de Cornell (“El Sistema de Intensificación del Arroz y sus implicancias para la agricultura”), en el que define sintéticamente el SIA (hoy SICA). Seis años después, el conjunto de editores de las revistas que conformamos la Red AgriCulturas decidimos dedicar un número al SICA, por lo que desde LEISA hicimos una convocatoria para el envío de artículos sobre experiencias llevadas a cabo en nuestra región. El razonamiento era que en todos estos años se debe haber llevado a cabo un buen número de experiencias que buscan adaptar las prácticas del SICA a las situaciones particulares que se encuentran en las diferentes regiones de nuestros países. Pero hemos encontrado que esas experiencias son escasas. Los editores de LEISA no hemos recibido, como en otras ediciones, una variedad de artículos de diferentes países. Entre los pocos artículos que recibimos sobre experiencias latinoamericanas de aplicación del SICA, seleccionamos aquellos que mejor se ajustan a los términos de la convocatoria. De allí que sólo hemos publicado las experiencias en la costa norte (Moya Zavaleta, p. 12) y en la selva alta (Fernández García, p. 14) del Perú, en Colombia (Acosta Buitrago, p. 18) y en República Dominicana (Sánchez Hermosillo, p. 21), junto con artículos más generales sobre el SICA y una experiencia en la India. Sin embargo, en nuestra sección FUENTES (página 26), se publican referencias bibliográficas de muchos artículos sobre investigaciones sobre el SICA, pero que no llegan a constituir experiencias en el campo del agricultor.
Esta escasez de iniciativas nos plantea varios interrogantes. ¿Por qué, si las ventajas del SICA para agricultores familiares como los de nuestros países parecen muy importantes, no se han hecho ensayos de aplicación en número significativo? ¿Cuál es la posición de los institutos de investigación gubernamentales al respecto? ¿De las ONG de nuestros países? ¿De las organizaciones donantes comprometidas con el desarrollo rural sostenible y la superación de la pobreza? ¿De los especialistas en las universidades? Ojalá que la difusión de esta edición de LEISA contribuya a una discusión entre todas las organizaciones interesadas, que lleve a la experimentación que se necesita.