diciembre 2012, Volumen 28, Número 4
Lecciones campesinas ante la desertificación

Cosecha de agua y crianza de alpacas

FERNANDO CAMILOAGA JIMÉNEZ | Página 11-13
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En los Andes del Perú, el cambio climático, en combinación con un paisaje degradado, está provocando severos impactos. Un conjunto de experiencias de “cosecha de agua”, promovidas por Desco, una importante ONG peruana, ha probado tener resultados positivos, especialmente cuando la construcción de microrrepresas se realiza con un enfoque de fortalecimiento de las organizaciones locales a través del involucramiento de los usuarios del agua y el apoyo de otros actores locales.

Desde hace 47 años, el Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (Desco) trabaja en diferentes partes del Perú, con diversos programas de desarrollo. Desde 1985 ha apoyado a los agricultores y criadores de alpacas de la zona surandina del país, que dependen de la comercialización de la carne y lana de alpaca, en la búsqueda de oportunidades de mercado  y de posibilidades para agregar valor a su producción. Los Andes del sur albergan a una de las zonas con mayores índices de pobreza del Perú, que enfrenta una severa erosión de su suelo, resultado, principalmente –según concluyen diversos estudios–, de la desaparición de la cobertura vegetal, así como del crecimiento poblacional y el aumento de la presión animal. Este es el principal motivo por el cual, en 1996, Desco decidió apoyar proyectos de cosecha de agua. La “cosecha del agua” se ha desarrollado en las cuencas altas del sur andino, espacio territorial donde los efectos del cambio climático global se manifiestan en la disminución e irregularidad de las lluvias, sequías y nevadas. Esta situación ha determinado una sobreexplotación de los recursos naturales y motivado la depredación de los pastizales naturales y de la vegetación arbustiva. El sobrepastoreo, fruto del sistema extensivo de crianza de los camélidos sudamericanos, ha erosionado los suelos y disminuido su capacidad de retención del agua.

Además de la pérdida severa de la fertilidad del suelo en la puna (páramo andino sobre los 4.000 msnm), los glaciares que alimentan a los ríos se están reduciendo notablemente, lo que significa cada vez menos afluencia de agua hacia los valles. Una estrategia para hacer frente a este problema es tratar de almacenar parte del agua que cae durante la temporada de lluvias y usarla durante los meses de sequía. En los últimos 15 años se han construido 137 microrrepresas que, en promedio, pueden almacenar 65.000 metros3 de agua. Comenzando por la provincia de Caylloma, Arequipa, los beneficios se pueden ver ahora en más de 100 localidades de las alturas de Arequipa, Puno y Ayacucho.

Más que represas

El primer paso es la identificación del lugar más adecuado para construir una microrrepresa, que puede ser una hondonada (depresión natural) o una laguna. Luego sigue la recolección de los materiales necesarios y la excavación y construcción.

Sin embargo, para la cosecha de agua no solamente se requiere la construcción de microrrepresas y canales. Además de la infraestructura necesaria, el trabajo también comprende el desarrollo de habilidades y capacidades de construcción y manejo de cada sistema. Esto incluye promover la participación de todos los pobladores para asegurar su sentido de propiedad y responsabilidad con el proyecto.

Una vez que se ha seleccionado la ubicación de la microrrepresa, se inicia el proceso con la firma de un convenio, mediante el cual se definen y consignan las tareas y aportes a que se obligan los beneficiarios del proyecto y la entidad que los apoya. Al inicio, los costos se dividían en partes iguales entre Desco y la organización local, pero los resultados positivos han motivado a las municipalidades y los gobiernos regionales a cubrir casi el 50% de los costos totales. Mientras Desco se hace responsable de los trabajos de construcción, las comunidades beneficiarias contribuyen con materiales locales y trabajo, y todos los agricultores acuerdan integrar la organización local. Esto es importante para asegurar una distribución justa y equitativa del agua durante el año, así como para garantizar la sostenibilidad del sistema. Durante 15 años de trabajo, hemos visto que la sencillez del proceso asegura su replicabilidad.

Gradualmente, más y más pobladores se convierten en técnicos y contribuyen con el fomento de la capacidad adquirida para que otros agricultores puedan iniciar procesos similares. El éxito no depende únicamente de las microrrepresas y canales o de la capacidad de construirlos. En cada uno de los 137 casos, la organización local juega un papel clave.

Las organizaciones existentes son reforzadas con la creación de un comité de riego, con funciones y responsabilidades de acuerdo con la legislación nacional, lo que significa que será reconocido oficialmente por las autoridades. Mientras que las regulaciones internas han permitido reducir los conflictos entre usuarios del agua dentro de una comunidad, el reconocimiento oficial ha ayudado a los usuarios en su lucha contra terceras partes demandantes de agua –en su mayoría compañías mineras de grande y pequeña escala–. Sin embargo, este problema se está dando cada vez con más frecuencia en las zonas andinas que son ricas en minerales.

Agua y cambios

Los impactos de nuestro trabajo no se limitan a la disponibilidad de agua para la irrigación y para el uso doméstico. Se han visto grandes cambios también en los pastos irrigados. Un análisis detallado fue elaborado en diferentes pueblos, incluyendo Quenco, Cala Cala, Cauca, Hanansaya y Toccra, donde, 46 meses después de que fueron terminadas las microrrepresas, se registró que la densidad de las plantas fue 120% más alta y los rendimientos, en términos de biomasa,

fueron 200% más altos. La biodiversidad local, el número de especies de plantas y el número de aves también aumentaron. Mejores pastos se traducen inmediatamente en más animales –casi dos veces más– y rebaños más saludables. Los criadores informaron que los animales pesaban más al nacer y que sus tasas de sobrevivencia eran más altas, lo cual se traduce en ingresos más altos. Se han visto muchos procesos positivos en las organizaciones locales, especialmente en términos de compromiso y participación.

En algunos casos, la creación de comités de riego ha conducido a mejores acuerdos de gestión de los recursos y menos conflictos, por ejemplo, en torno al uso de tierra comunal. Las organizaciones locales también se han beneficiado gracias al interés mostrado por las autoridades municipales y regionales, y por otras instituciones. Por los beneficios de un enfoque basado en la cosecha de agua, están interesadas en trabajar juntas para obtener rendimientos, productividad e ingresos más altos y, al mismo tiempo, luchar contra la desertificación y la degradación del suelo.

Fernando Camiloaga Jiménez
Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, Desco
Correo-e: fcamiloaga@descosur.org.pe

Esta publicación recoge la experiencia: http://www.descosur.org.pe/publicaciones/Manual004.pdf

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