mayo 2012, Volumen 28, Número 1
Insectos y Agricultores ¿amigos o enemigos?

Los insectos, los agricultores y el manejo de la finca

LUIS L. VÁZQUEZ MORENO | Página 5-8
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Los insectos interactúan en los agroecosistemas con diversas especies de plantas y otros organismos, pero el agricultor afecta el equilibrio establecido entre sus poblaciones y sus reguladores naturales mediante prácticas agrícolas desestabilizadoras como el incremento de su hospedante preferido (monocultivo) o el uso de sustancias tóxicas para controlarlos (insecticidas).

Sin embargo, es posible revertir estos procesos y manejar la finca de manera tal que los insectos se conviertan en un componente beneficioso para la estabilidad de su biodiversidad. Entender esta necesidad y saber cómo lograrlo son objetivos principales de la agroecología. Este artículo contribuye a informar sobre las interrelaciones y la posibilidad de coexistencia entre los insectos, los agricultores, los cultivos y el manejo de la finca.

Los insectos y el agricultor

Los insectos están relacionados con diversas actividades humanas entre las que se cuenta la producción agropecuaria. Es ahí donde llaman más la atención pues algunas especies se manifiestan como plagas, ocasionando pérdidas en los cultivos, gastos excesivos en las medidas de control y residuos de insecticidas en las cosechas que tienen efectos sobre la salud de los consumidores.

Sin embargo, la diversidad de especies de insectos y las funciones que estos cumplen en los agroecosistemas son generalmente desconocidas por los agricultores. Es por ello que, cuando observan su presencia en el cultivo, reaccionan con la intención de eliminarlos. Esta reacción es simplista y ha contribuido al establecimiento del círculo vicioso de los plaguicidas como única opción para el control de las plagas, con efectos secundarios bien conocidos, entre ellos la “miopía ecológica” de considerar a todos los insectos como plagas y pensar que en los campos de cultivo no puede haber ningún “bichito”.

El enfoque (comercial) del producto de control de plagas y el paradigma productivista en la agricultura convencional han contribuido a la globalización de los “paquetes tecnológicos”, acentuando el arraigo de esta percepción en los agricultores por más de 50 años y con una tendencia a incrementarse con el auge de la agricultura convencional biotecnológica.

Relaciones funcionales de los insectos en el agroecosistema

Los insectos tienen roles diversos en los ecosistemas. Unos son fitófagos, otros polinizadores, detritívoros, necrófagos, coprófagos, micófagos o florícolas, entre otras funciones. Muchas especies se relacionan entre sí mediante cadenas tróficas complejas, como es el caso de los parasitoides, predadores e hiperparásitos, que se alimentan y viven en poblaciones de fitófagos; también son interesantes los que transmiten patógenos a las plantas y otros organismos, así como los que cuidan y trasladan a otros insectos, entre muchos hábitos más que son menos perceptibles y no han sido suficientemente estudiados.

De esta diversidad de insectos en los agroecosistemas se ha llegado a conocer que, de los fitófagos, solo una ínfima parte (menos del 3%) se manifiestan como plagas, mientras que los restantes son regulados naturalmente por entomófagos y entomopatógenos, entre otros factores naturales. Por ello es importante que el agricultor conozca que no todos los insectos presentes en sus cultivos son plagas.

También es necesario comprender que los insectos fitófagos que habitan en los ecosistemas naturales generalmente se encuentran en equilibrio poblacional con sus reguladores naturales, mediante un sistema de relaciones que incluye a sus plantas hospedantes y a las características del clima, entre otros factores. En los sistemas agrícolas, debido al alto grado de modificaciones realizadas por la intervención humana, este equilibrio natural se altera, lo que contribuye a que algunas especies de insectos fitófagos incrementen sus poblaciones y se alimenten con más intensidad de una especie de planta, generalmente el cultivo de mayor extensión.

La selección de poblaciones de insectos fitófagos para convertirse en plagas

La intensificación de la producción agropecuaria ha sido el principal factor por el cual las poblaciones de algunas especies de insectos crecen hasta ser consideradas como plagas. En primer lugar, su proceso coevolutivo con los monocultivos ha contribuido a que las mismas especies se constituyan en fitófagos habituales en los países donde se cultiva intensivamente dicha planta. Esto ha sido favorecido por el comercio internacional y por factores de dispersión natural.

En segundo lugar, el proceso de producción agropecuaria convencional contribuye a la selección de nuevas poblaciones de especies de insectos fitófagos debido a la presión de selección que sobre sus genes ejercen los plaguicidas, los fertilizantes, la mecanización, el sistema de preparación del suelo, el sistema de riego y el monocultivo, entre otros componentes de las tecnologías intensivas. Surgen individuos tolerantes y resistentes a dichos efectos, con el consecuente desarrollo de nuevas poblaciones, cada vez más difíciles de controlar con métodos convencionales.

Así, es necesario revertir estos procesos de selección de poblaciones de insectos mediante nuevos enfoques en el manejo de plagas y cambios en los paradigmas productivos. La agroecología aporta las bases para lograrlo mediante procesos de transformación de fincas, en los cuales la biodiversidad es manejada para favorecer servicios ecológicos como la regulación de poblaciones de insectos fitófagos. Hay que desaprender el viejo enfoque de “proteger” y “defender” el cultivo, que significa actuar sobre las plagas, para adoptar un enfoque agroecológico de actuar sobre las causas, gestionando los sistemas de cultivo y crianza, los sistemas de producción y el sistema agrario.

Para demostrar las posibilidades de integración beneficiosa de los insectos en el manejo de fincas, a continuación se ofrecen algunos ejemplos de prácticas agroecológicas que pueden ser realizadas por los agricultores.

El maíz: reservorio de entomófagos

Un ejemplo que ayuda a ilustrar la importancia de las relaciones de los insectos en los agroecosistemas y su manejo es el del maíz y el cogollero o palomilla (Spodoptera frugiperda). Este insecto no solamente vive y se alimenta en la planta de maíz, sino también en el sorgo, el arroz, algunos pastos y gramíneas arvenses comúnmente consideradas como malezas, entre otras muchas plantas. Debido al monocultivo y la presión de selección en el cultivo intensivo del maíz y el arroz, se han generado biotipos resistentes de esta especie, y el proceso continuará como resultado de la introducción de variedades genéticamente modificadas como el maíz Bt. Además, los reguladores naturales (en Cuba existen siete especies de predadores, 20 de parasitoides y tres de entomopatógenos) también son sensibles a los efectos de degradación que tienen las prácticas convencionales.

Sucede lo mismo con el resto de reguladores naturales de las plagas que se alimentan del cogollo de la planta de maíz, lo que limita la actividad de estos organismos beneficiosos en la reducción de poblaciones de fitófagos en los agroecosistemas.

Las especies de reguladores naturales también se hospedan en las poblaciones del cogollero y de otras especies de insectos fitófagos (lepidópteros) que habitan en otras plantas, cultivadas y arvenses, en el mismo agroecosistema, constituyendo un sistema complejo de interacciones que contribuye a mantener cierto equilibrio poblacional fitófago-entomófago, el cual generalmente se ve afectado en los sistemas convencionales.

Uno de los reguladores naturales es el insecto Hyphantrophaga collina (Reinhard), que parasita larvas del cogollero en maíz, sorgo y arroz; larvas de Anticarsia gemmatilis en frijol y boniato (Ipomoea batatas); de Spodoptera ornithogalli en boniato, repollo y tomate; de Ascia monuste eubotea en repollo, y de Agrotis spp. en tomate, todos ellos relacionados con el maíz cuando se siembran  intercalados, en asocio o como barrera. Su presencia demuestra la utilidad de su manejo en la práctica agroecológica como reguladores naturales (gráfico 1), la cual prácticamente no existe en fincas con manejo convencional.

Los agricultores utilizan la planta de maíz como barrera viva alrededor de los campos de cultivos, como cultivo intercalado en franjas y asociado, en sistemas de rotación de cultivos, en sistemas de relevo de cultivos y en mosaicos de cultivos, entre otros (ver fotos, página 8), pues se ha comprobado que ofrece diversos servicios ecológicos en los agroecosistemas, principalmente los siguientes:uladores naturales es el insecto Hyphantrophaga collina (Reinhard), que parasita larvas del cogollero en maíz, sorgo y arroz; larvas de Anticarsia gemmatilis en frijol y boniato (Ipomoea batatas); de Spodoptera ornithogalli en boniato, repollo y tomate; de Ascia monuste eubotea en repollo, y de Agrotis spp. en tomate, todos ellos relacionados con el maíz cuando se siembran intercalados, en asocio o como barrera. Su presencia demuestra la utilidad de su manejo en la práctica agroecológica como reguladores naturales (gráfico 1), la cual prácticamente no existe en fincas con manejo convencional.

  • Regula el microclima en los agroecosistemas (humedad, corrientes superficiales de aire) y en el campo cultivado, lo que favorece la actividad de reguladores naturales (entomófagos yentomopatógenos).
  • Alienta los servicios ecológicos de las hormigas en el suelo.
  • Sirve como barrera viva antierosiva como práctica de conservación del suelo.
  • Sirve como barrera física ante poblaciones de insectos fitófagos, esporas de microorganismos y semillas de arvenses que arriban a los campos por diferentes vías.
  • Tiene efectos alelopáticos (acción de un organismo vegetal sobre otro) en varias especies de arvenses.
  • Es refugio temporal de poblaciones de reguladores naturales y de polinizadores.
  • Es reservorio de reguladores naturales entomófagos (crianza y multiplicación en fitófagos que se hospedan en el maíz como S. frugiperda, Heliothis zea, Diatraea lineolata, Diabrotica balteata, Rhopalosiphum maidis y otros).

Manejo y tolerancia de arvenses

Otro ejemplo son las arvenses, estigmatizadas como “malas hierbas” como consecuencia del desarrollo de la agricultura convencional. Tienen importantes funciones en los agroecosistemas, no solamente en la regulación del microclima y la conservación del suelo, sino al sustentar poblaciones de insectos fitófagos y de sus reguladores naturales, principalmente las arvenses que crecen en los alrededores de los campos de cultivo.

La agricultura convencional ha contribuido a la selección de poblaciones de algunas especies de arvenses. El uso de herbicidas y fertilizantes, las prácticas de preparación del suelo y el monocultivo han limitado los servicios ecológicos de estas plantas, incrementando su competencia con el cultivo o convirtiéndolas en reservorios de patógenos causantes de enfermedades en el cultivo. En el enfoque agroecológico los agricultores aprenden a tolerar especies y poblaciones de arvenses, dentro y fuera de los campos de cultivo, porque han comprobado sus ventajas y han entendido que no son tan “malas”.

En la región occidental de Cuba, algunos agricultores toleran poblaciones de la arvense conocida como “escoba amarga” (Partenium hysterophorus) cuando su intensidad no es elevada dentro de los campos y casi nunca las eliminan en los alrededores de los campos, pues constituyen reservorios eficientes de insectos conocidos como las “cotorritas” o “mariquitas” (Coccinellidae), que no afectan a los cultivos y son predadores de varias especies de áfidos o pulgones que sí actúan negativamente sobre el cultivo.

Manejo de la cerca o poste vivo perimetral

Un ejemplo de la importancia de manejar las plantas en las fincas, sean cultivadas o no, con el propósito de contribuir a la reducción de poblaciones de insectos fitófagos y favorecer las de insectosentomófagos (parasitoides y predadores) y polinizadores, es el caso de las cercas o postes vivos que se plantan en la periferia de las fincas, generalmente para delimitar la propiedad y limitar la entrada de personas y animales.

En agroecología, la integración de diversas especies de plantas que ofrecen servicios ecológicos constituye una práctica efectiva. En el caso de los insectos fitófagos que se manifiestan como plagas, además de constituir una barrera física ante poblaciones inmigrantes desde fincas cercanas las cercas también actúan como reservorio de entomófagos que están listos para realizar su actividad reguladora cuando se siembra el cultivo.

Es el caso del arbusto “piñón florido” (Gliricidia sepium), una especie que tradicionalmente se integra a las cercas vivas en Cuba, que hospeda poblaciones de siete especies de insectos fitófagos, de las cuales solamente el pulgón de los frijoles (Aphis craccivora) es plaga de cultivos. Sin embargo, este arbusto es reservorio de 21 especies de insectos entomófagos, de las cuales 19 regulan poblaciones de fitófagos plagas en diversos cultivos, principalmente de hortalizas y granos.

Control biológico con insectos entomófagos

Un último ejemplo sobre las posibilidades de integración de los insectos es el control biológico con insectos entomófagos, que se realiza mediante la selección, cría y liberación de especies eficientes en la regulación de poblaciones de insectos fitófagos y que puede practicarse mediante las siguientes técnicas:

  1. Cría masiva en laboratorio de insectos de calidad para liberaciones inundativas (control). Especies y ecotipos nacionales o locales, certificados, por ejemplo: parasitoides de huevos del género Trichogramma que se liberan en dosis de 30.000 a 50.000 mil individuos por hectárea para el control de poblaciones de insectos plagas en pastizales, arroz, caña de azúcar, hortalizas y otros cultivos.
  2. Cría artesanal, a pequeña escala, en locales adaptados y laboratorios, de insectos para liberaciones inoculativas (establecimiento y regulación). Especies y ecotipos locales, por ejemplo: diversas especies de parasitoides (Braconidae, Chalcididae, Eulophidae y otros) y de predadores (Coccinellidae, Anthocoridae, Reduviidae y otros) contra diversos insectos plagas en hortalizas.
  3. Fomento de reservorios en fincas para liberación directa en los campos (control y establecimiento). Especies y ecotipos locales, por ejemplo: reservorios artificiales (restos de la planta de plátano) debajo de arboledas para favorecer la multiplicación de la hormiga predadora Pheidole megacephala y trasladar colonias a campos de boniato o de plátano para la regulación de poblaciones de huevos y larvas de los curculiónidos Cylas formicarius y Cosmopolites sordidus respectivamente.

En estos casos, los entomófagos que se liberan, sea de forma inundativa o inoculativa, requieren de su integración con el manejo de plagas y del cultivo para evitar interferencias de otras prácticas como los plaguicidas, el riego y las labores culturales, además de realizar modificaciones en el hábitat que favorezcan su actividad. Se obtienen los mejores resultados en fincas diversificadas gestionadas sobre bases agroecológicas.

Conclusión

Ante las crisis actuales (económica, energética, ambiental y tecnológica), muchísimos agricultores que practican el manejo agroecológico han logrado alcanzar resiliencia en la regulación de poblaciones de insectos fitófagos (plagas), por lo que no requieren de la adquisición de productos químicos para mantenerlos en bajas poblaciones. Visitar estas fincas e intercambiar experiencias e información con los agricultores resulta muy provechoso para otros agricultores, técnicos, docentes, científicos y directivos.

Luis L. Vázquez Moreno
Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV), La Habana, Cuba
Correo-e: lvazquez@inisav.cullvazquezmoreno@yahoo.es

 

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