Este es, en pocas palabras, uno de los dramas del desarrollo rural: el crédito llevó a las personas a tener problemas, sin embargo, es lo que necesitan para resolver esos problemas aunque ya no pueden obtenerlo.
Autonomía y la libertad de los agricultores
La agricultura siempre requiere una base de recursos multifacética. Además de tierras, agua, animales, semillas, fertilizantes, mano de obra, conocimientos, edificios, instrumentos y redes sociales, los agricultores necesitan un capital de trabajo. Con frecuencia este capital de trabajo proviene de los ahorros generados durante ciclos de producción anteriores. De hecho, la agricultura no solo consiste en utilizar estos recursos para producir, se basa en igual medida en la reproducción y el desarrollo de esta base de recursos. Durante el proceso de producción los recursos se reproducen: las vaquillonas son criadas para que sean por lo menos tan productivas como las vacas a las que remplazarán; la fertilidad de los suelos debe ser mantenida y de preferencia mejorada; al cosechar papas, las semillas para el próximo año deben ser seleccionadas y guardadas. Todos estos recursos prometen buenas, y con un poco de suerte, mejores cosechas en el futuro. Este proceso de reproducción no solo se aplica a los recursos materiales, sino también a los recursos sociales, desde la mano de obra al interior de la familia (y/o la comunidad), hasta las redes sociales y el conocimiento. También se aplica al capital de trabajo.
La base de recursos disponible para los agricultores es el resultado de ciclos anteriores, ha sido creada en base al trabajo duro y la dedicación de la familia de agricultores. Como resultado, su trabajo representa autonomía (o ‘independencia’ como frecuentemente dicen los mismos agricultores), evita la necesidad de establecer relaciones de dependencia con otros. Los medios necesarios para producir están a la mano. Slicher van Bath, el gran historiador de la agricultura, se refería a esto como “la libertad de los agricultores”. Mantenía que esta era una libertad por partida doble. Primero, es una “libertad de” la dependencia y la explotación que se asocia a ella. No hay necesidad de alquilar tierras de grandes terratenientes ni de obtener un préstamo de un prestamista local, lo que conllevaría al pago de intereses muy altos. Pero también es “libertad para” dedicarse a la agricultura de una manera que corresponda a los intereses y perspectivas de la familia de agricultores. Los demás no pueden determinar cómo debería operar el agricultor, son los mismos agricultores quienes diseñan la manera en que quieren practicar la agricultura y desarrollar sus predios. La libertad de y la libertad para son ingredientes indispensables para un sector agrícola próspero.
La historia de la agricultura puede ser interpretada como una lucha por la autonomía, lucha que se da en predios individuales, pero también a nivel de comunidades agrícolas y movimientos de agricultores. Estos movimientos han sido la fuente de muchas cooperativas, incluidas cooperativas de crédito y ahorro para abordar el problema de los créditos.
Dependencia y supervivencia
La base de recursos autónoma, creada históricamente, está siendo amenazada en muchos lugares del mundo. La presión ejercida sobre la agricultura (el aumento de los costos de producción junto con el estancamiento o incluso la disminución de los precios de los productos), el sesgo urbano de las políticas de estado y los modelos tecnológicos que suponen gran cantidad de insumos externos, han contribuido a la erosión de la base de recursos autorregulada. La autonomía como base ha sido reemplazada por una amplia y densa red de relaciones de dependencia por el lado de los insumos para la agricultura. Estas relaciones de dependencia se suman a las que se establecen por el lado de los productos de la agricultura. Las primeras resultan con frecuencia en que las segundas sean considerablemente más severas. La dependencia del mercado de capitales es un ejemplo típico, en tanto el crédito obtenido de los bancos con frecuencia liga estrechamente a los pequeños agricultores a los grupos agroindustriales. Las cooperativas agrícolas y los pequeños agricultores en el Perú, por ejemplo, recibieron préstamos del ex Banco Agrario que consistían en ‘permisos para retiros’ que solo podían utilizar en grandes empresas agrocomerciales para ac-ceder a ciertas semillas y productos agroquímicos. No existía la posibilidad de utilizar el crédito de manera alternativa para comprar, por ejemplo, ganado o árboles frutales. Estos préstamos traían condiciones que especificaban qué productos debían cultivarse, de qué manera y, especialmente, a quién deberían ser vendidos. De esta manera, el mecanismo de crédito ligaba a los agricultores estrechamente a la lógica y las necesidades de la agroindustria. A través de estos ‘créditos condicionados’ la libertad para se pierde casi completamente.
Al hacer un balance entre autonomía y dependencia se pueden notar diferencias importantes entre los agricultores de pequeña escala, las regiones y países. En algunos países, los agricultores y sus instituciones tienen mucha más autonomía sobre sus recursos; en muchos otros, las malas condiciones del mercado, unidas a políticas rurales y agrarias adversas, han empobrecido a los agricultores y erosionado su base de recursos. A pesar de ello, algunos agricultores de pequeña escala han logrado mantener o reconstruir una fuerte base de recursos, minimizando con frecuencia el uso de insumos externos y evitando elevadas cargas financieras. La relevancia de esta estrategia, que consiste en la práctica de una ‘agricultura económica’, se torna más evidente en tiempos de crisis cuando estos agricultores, relativamente autónomos, están mejor preparados para sobrevivir en tiempos difíciles.
Mecanismos alternativos
¿Pero qué se puede hacer cuando, por el motivo que fuere, los pequeños agricultores se meten en problemas? Hagamos primero un escrutinio de los diferentes mecanismos que podrían ser empleados. A nivel de agricultores individuales existe una amplia gama de soluciones potenciales. Los créditos informales (con frecuencia entre diferentes agricultores sobre la base de que uno contribuye con tierras y mano de obra y el otro con el capital requerido), los grupos de ahorro (tales como los tontines en diversos países africanos) y las redes sociales (para la ayuda mutua) constituyen la primera categoría. La cooperación y una distribución equitativa de los riesgos son rasgos importantes de estas estrategias y constituyen un marcado contraste con la distribución desigual de riesgos que conlleva el crédito formal. En segundo lugar, hay mecanismos como el tener diversos trabajos (muy importante en la agricultura china) y la migración transnacional temporal (muy importante en muchos lugares de América Latina y Europa del Este, pero también hace no tanto tiempo en países como Portugal). Estos mecanismos permiten a los agricultores obtener ingresos de otras fuentes que luego pueden invertir en sus actividades agrícolas y, de esa manera, los agricultores construyen su propio capital de trabajo. En tercer lugar, existen nuevos mecanismos basados en la creación de nuevas actividades económicas en el predio mismo (tales como el procesamiento de productos, la comercialización directa, el agroturismo, la producción de energía, etc.) que pueden generar un flujo de caja considerable y reducir la necesidad de créditos. El problema, sin embargo, es que con frecuencia se necesita una suma importante de capital de trabajo para iniciar estas nuevas actividades, aunque a veces es posible un desarrollo paso a paso.
Hombre y mujer chinos arando la tierra
Foto: Autor
A nivel regional, los movimientos sociales pueden prestar una ayuda considerable. El movimiento agroecológico en América Latina, por ejemplo, asesora a los agricultores para el cambio de sus prácticas agrícolas por otras que requieran una cantidad mucho menor de insumos externos, lo que puede contribuir a reducir su dependencia de los mercados de capital. Es posible que estos mismos movimientos ayuden también a cambiar las políticas agrarias y rurales. La entrega de microcréditos es otro ejemplo, especialmente relevante para las mujeres rurales y los agricultores muy pobres.
Las políticas nacionales que favorecen a la agricultura también pueden ayudar de manera considerable a fortalecer la base autónoma de recursos de los agricultores de pequeña escala Estas políticas son con frecuencia mucho más efectivas. Las recientes experiencias en Brasil son ejemplares; entre ellas, los programas de contratación pública (que incluyen la distribución de raciones de comida para los escolares) están cada vez más vinculados a la producción local. Por lo menos el 30% de los alimentos comprados para estos programas debe ser adquirido localmente de los agricultores de pequeña escala. Esto brinda un enorme estímulo a los campesinos. El acceso a este ‘mercado’, recientemente creado, significa que pueden incrementar considerablemente sus medios de subsistencia y acumular ahorros que en el futuro los ayudarán a mejorar sus labores agrícolas. En vez de depender de supermercados o de grandes empresas agrícolas, el suministro de comidas escolares se ha ligado a un programa atractivo y sumamente eficaz para fortalecer la base de recursos de los pequeños agricultores.
La agenda
Una base autónoma de recursos autocontrolados es esencial para el crecimiento de la agricultura y la emancipación del campesinado. Sin embargo, la creación o recuperación de tal base autónoma de recursos es casi imposible a través de los mecanismos formales de crédito existentes. Por supuesto que el crédito puede ser útil, pero solo bajo ciertas condiciones. Primero, necesita ser parte de un programa más amplio que busque fortalecer las bases de recursos de los campesinos. En segundo lugar, debe entregarse ‘sin condiciones’ para permitir que los agricultores lo utilicen como lo crean más conveniente. Tercero, los riesgos incluidos deben ser compartidos equitativamente. Un examen de experimentos exitosos bien podría revelar criterios adicionales. De la misma manera que los agricultores diseñan maneras de practicar la agricultura que implican la promesa del progreso, se necesitan nuevos mecanismos de crédito que los ayuden a cumplir esa meta.
Jan Douwe van der Ploeg
Profesor de sociología rural en la Universidad de Wageningen, Países Bajos