julio 2010, Volumen 26, Número 2
Servicios financieros y agricultura campesina

La Cabrita: una experiencia productiva autónoma

LOS EDITORES | Página 20-21
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En LEISA 21-3 (diciembre de 2005) se publicó el artículo de La Cabrita, “Una experiencia familiar de Producción Ecológica”. Este número de la revista se centró en el tema de la crianza de animales menores y su importancia para la pequeña producción agrícola sostenible. Ahora, dado el tema de LEISA 26-2 (julio 2010), “Los servicios financieros y la agricultura sostenible a pequeña escala”, consideramos de interés informar sobre cómo el éxito de La Cabrita ha sido sostenible desde sus inicios en 1998, fecha en la cual Don Manuel y Doña Virginia decidieron trasladarse a Cerro Puquio para comenzar la empresa familiar con el apoyo de sus cuatro hijos, en ese tiempo estudiantes. Año tras año, la innovación y mejora continua ha sido una característica de la producción de esta pequeña empresa, a pesar de los muchos problemas que ha tenido que afrontar la familia, tales como el robo de sus animales y el incendio de la planta de procesamiento de leche y fabricación de queso y otros derivados lácteos.

En la planta, Milagros muestra el queso / Foto: Archivos LEISA-AL

Don Manuel, el padre (80), y Guicella (40), son los responsables de la crianza de las cabras y el cultivo de forraje; Milagros (35, dos hijos), es responsable de la planta de producción de leche y queso; Carlos (38), maneja la cría de cerdos junto con su madre, Doña Virginia (73); y Aracelli (32, dos hijos), quien junto con su esposo se dedica a la avicultura ecológica (gallinas, pollos y huevos). Toda la familia participa en las actividades de comercialización, las hijas mujeres y el padre en las Ferias Ecológicas semanales en la ciudad, y Carlos – el hijo varón– se encarga de la comercialización de los productos en restaurantes y supermercados. Los productos de La Cabrita cuentan con certificación orgánica reconocida a nivel internacional.

Cuando le preguntamos a Guicella (que aparece en las fotos de la granja junto a Don Manuel su padre): ¿cómo se las arreglan para financiar la producción?, ella nos respondió que no querían tener ninguna deuda con bancos u otros organismos financieros privados y que, al comienzo, contaban con un pequeño capital proveniente de la venta de la casa donde vivían antes de venir a Cerro Puquio: “Antes solíamos usar el monto de nuestros sueldos para la reinversión. No teníamos plata, pero nuestra comida, ropa y educación estaban garantizadas. Tras las dificultades que surgieron, luego de que nos asaltaron y se llevaron algo en lo que teníamos grandes esperanzas –las cerdas, que ya estaban para brindarnos los lechones para Navidad–, nos quedamos sin capital de trabajo, pero poco a poco, y gracias a la reinversión, pudimos levantarnos. Pero dos años después se produjo el incendio de la planta lechera y, entonces, nos vimos obligados a recurrir a entidades financieras. Nunca nos ha gustado trabajar con préstamos, no nos es muy agradable estar con la preocupación de que al final del mes llegará la cuenta del banco. Pero, después del incendio, nos vimos obligados a pedir un préstamo de dinero para equipar nuevamente la planta”.

Hace dos años que pasó lo del incendio y ahora el préstamo está casi cancelado, pues una de las condiciones del crédito conseguido por la familia Igreda era que este fuese cancelado en dos años. El préstamo no se obtuvo en un banco comercial, sino de una ONG local que tiene un programa de microcréditos para pequeños empresarios: “Este es un programa de crédito con intereses similares a los de los bancos, pero no con los requisitos bancarios; es decir, con los bancos comerciales uno puede pasarse 10 o 15 días explicando por teléfono al funcionario del banco: ‘tengo ahora algunas dificultades para el pago, espérenme’. Pero, los bancos no esperan y siempre están listos para hacer llamadas telefónicas o enviar cartas reclamándonos el pago y quejándose de nuestro retraso. En cambio, la ONG que nos otorgó el crédito tiene una relación amigable y, como conocen cómo trabajamos, no hubo dudas sobre nuestra capacidad para reembolsar el préstamo. Esta es una ONG que se dedica a proporcionar préstamos a los pequeños agricultores en el valle del Chillón y también a pequeños empresarios y comerciantes, porque a veces el incumplimiento de muchos de los procedimientos no te permite el acceso a las entidades financieras o ser elegible como sujeto de crédito. Por el contrario, la ONG cree en la palabra de las personas que solicitan un crédito, tiene confianza en el compromiso que asumes y basados en esta confianza es que te dan el préstamo”.

La Cabrita no pide préstamos para capital de trabajo, lo hace con su propio flujo de caja. Les preguntamos si esto significaba limitaciones para su trabajo: “Nos gustaría decir que sí, pero creemos que ‘dada la sábana, esta debe extenderse tanto como lo permita su tamaño’, y pensamos que nuestro desarrollo va en este sentido. Si nos embarcamos en un préstamo mucho más grande, el esfuerzo por cumplir con los pagos nos hará olvidar las cosas pequeñas. Por lo tanto, al no hacer las cosas con el debido cuidado, lo que puede pasar es que, al final, en total, perdamos más. De pronto, esta es una filosofía de un crecimiento muy lento, pero creemos que es el punto crucial para nuestra sostenibilidad”.

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