julio 2010, Volumen 26, Número 2
Servicios financieros y agricultura campesina

El valor económico de la (agro)biodiversidad y los servicios del ecosistema

DORA VELÁSQUEZ | Página 36-40
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Aun tomando en cuenta que la biodiversidad con un valor utilitario actual representa una pequeña porción de toda la biodiversidad existente en la Tierra –cuyo mayor valor es de existencia y de uso a futuro–, lo cierto es que la biodiversidad constituye una fuente sustancial de los recursos naturales utilizados por la humanidad desde el origen de su existencia, sea como genes, especies o ecosistemas, pues de ella provienen los valiosos recursos agrícolas, pecuarios, forestales, piscícolas, así como los utilizados en otras áreas de la producción que involucran seres vivos (Martínez-Alier, 1999; Casas y Parra, 2007).

Productos de la cooperativa Grande Sertão / Foto: Archivo AS-PTA

Con el avance de la ciencia y la tecnología el espectro de uso de la biodiversidad se ha ampliado, en particular, como recurso genético. Con ello, potencialmente, el conjunto de la biodiversidad puede ser aprovechado, pues los genes de cualquier organismo podrían ser utilizados mediante procesos biotecnológicos modernos. Este espectro se amplía más aún si se suma el mantenimiento, uso y selección de la diversidad genética realizado a través del manejo campesino.

Efectivamente, la agrobiodiversidad manejada por los campesinos tiene un importante valor utilitario actual, no solo para ellos mismos, sino para la humanidad en su conjunto. Los agricultores tradicionales concentran en un espacio relativamente reducido una amplia gama de especies y de variedades dentro de las especies –domesticadas desde tiempos ancestrales hasta la actualidad– que constituyen productos con valor de uso y de intercambio requeridos para satisfacer las necesidades de la familia campesina, principalmente como base de su seguridad alimentaria y luego también para su salud (plantas medicinales), vivienda (fibras, madera) y energía (leña, bosta).

La importancia de la agrobiodiversidad nativa se extiende fuera del ámbito de lo tradicional, como hemos mencionado, no solo porque conforman la base del sistema alimentario mundial (sobre todo las plantas domesticadas), sino porque también son recursos genéticos altamente codiciados a nivel global, bajo la forma de semillas, variedades vegetales y animales, y parientes silvestres, principalmente los provenientes de países megadiversos como los latinoamericanos. El uso de la agrobiodiversidad nativa puede llegar a ser un rubro muy importante en la economía de un país; por ejemplo, en el caso del Perú, hace más de 10 años se afirmaba que “cerca del 65% de la agricultura nacional depende de las plantas nativas y aproximadamente el 95% de la ganadería peruana depende de las plantas forrajeras nativas. Se calcula que el uso de las plantas llega a cerca de cuatro mil millones de dólares al año, o sea, un promedio de 200 dólares por habitante” (Brack, 1999).

El uso de la biodiversidad (incluida la agrobiodiversidad) se da a través de los servicios que proveen los ecosistemas, los llamados servicios ecosistémicos o servicios ecológicos, sean estos de soporte del ecosistema (p.e., formación del suelo, ciclo del agua), provisión (p.e., alimentos, recursos genéticos), de regulación (p.e., plagas, clima) o culturales (p.e., sistema de conocimientos tradicionales) (Millenium Ecosystem Assessment, 2005). Es decir que el uso de la biodiversidad significa un costo para el ecosistema; en el caso particular de la agrobiodiversidad, significa un costo para el agroecosistema, conformado por los terrenos agrícolas (chacras, milpas, fundos) y el ecosistema natural que los rodea.

Efectivamente, el uso de la biodiversidad –a pesar de ser categorizada como recurso natural renovable– puede traer consigo la erosión genética (sea de especies, variedades o genes) y la contaminación del ambiente por la producción de desechos, si es que no se maneja adecuadamente. Esto es, si se va más allá de su capacidad de resiliencia, de los límites que hagan posible su renovación y la del ecosistema que los contiene. Hoy, los científicos del mundo consienten en que existe una tendencia de pérdida acelerada de la biodiversidad de tal magnitud que se requiere el diseño y desarrollo de múltiples estrategias orientadas a la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, con énfasis en la protección, la restauración y el manejo del ecosistema o el agroecosistema. Este tipo de consideraciones en cuanto al uso de la agrobiodiversidad son las que se deben tomar en cuenta cuando se habla de su valoración económica.

La valoración económica de la agrobiodiversidad
Cuando hablamos de valoración económica de la agrobiodiversidad, nos estamos refiriendo al valor que esta tiene en el mercado, de su valor de cambio. Del conjunto de los recursos genéticos de la agrobiodiversidad (los parientes silvestres, las variedades tradicionales mejoradas, las variedades modernas y los de la ingeniería genética), existe un mercado de semillas mejoradas modernas y de productos de la ingeniería genética que no solo son vendidos, sino que puede decirse que son monopolizados a través de un sistema de patentes. Sin embargo, los recursos genéticos producidos por la selección y mejora tradicional de plantas y recolectados en los campos están destinados básicamente al autoconsumo y al intercambio (no monetario). Cuando estos recursos genéticos tradicionales entran al mercado, son castigados por el precio.

Con la aparición de corrientes económicas –tales como la economía ecológica o la economía ambiental–, ha surgido la pregunta de cómo darle un valor económico a la agrobiodiversidad nativa tradicional, reconociéndola como un activo de ‘capital natural cultivado’, resultado de un trabajo acumulado durante milenios, y a los servicios que el ecosistema presta (llamados externalidades) que el mercado no reconoce. También, en la búsqueda por ampliar la comercialización de las variedades nativas y la mejora de los precios, existen alternativas que apuestan por buscar nichos de mercado para las variedades nativas a nivel nacional e internacional. Por último, aunque no por ello menos importante, está el mercado del germoplasma, de las semillas.

La agrobiodiversidad como capital natural y el pago de derechos a los agricultores
A nivel mundial, se ha llegado al consenso de que los ecosistemas de un país y sus servicios ecosistémicos representan un capital natural importante. Se afirma que el capital natural –comprendido por los ecosistemas, la biodiversidad y los recursos naturales– sostiene a las economías, sociedades y al bienestar individual (Millenium Ecosystem Assessment, 2005; TEEB, 2009). Diferentes países, entre ellos los latinoamericanos, han asumido la tarea de elaborar documentos oficiales que reúnen la información más completa sobre su capital natural, a fin de que sirva de base para la toma de decisiones en torno a la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, como es el caso de México (Sarukhán y otros, 2009).

En medios académicos y políticos se discute el valor que la agrobiodiversidad o biodiversidad agrícola tiene como activo de ‘capital natural cultivado’, de si ese valor que el mercado no recoge debería traducirse en valor monetario y sobre quién debería recibir esos ingresos. Los recursos genéticos agrícolas son un capital natural cultivado y no son sustituibles por el equipo de capital (incluidas las semillas mejoradas) que se usa en la agricultura moderna; a su vez, ese capital natural cultivado necesita el complemento del capital natural, es decir, los parientes silvestres (Martínez-Alier, 1999).

El planteamiento más extendido es que se dé el incentivo necesario para asegurar la conservación y el desarrollo de la biodiversidad agrícola. En esta línea, se pide el pago de derechos de los agricultores (que no son patentes ni derechos de propiedad intelectual), como un incentivo y recompensa a la conservación de la biodiversidad agrícola. La discusión sobre cómo se podría viabilizar este pago está en la agenda política actual. Existen esfuerzos recientes en algunos países latinoamericanos que presentaremos más adelante.

Recuadro 1

Pago por servicios de conservación de la biodiversidad y sus implicancias para la acción colectiva y los derechos de propiedad (caso: quinua).

Este estudio trata de determinar la potencialidad de la implementación de planes de “Pago por Servicios de Conservación de la Agrobiodiversidad” (PACS) que generen incentivos para la conservación de la biodiversidad agrícola y mejoren la subsistencia de las familias conservacionistas. Además, evaluamos el impacto de planes de pagos por conservación sobre los existentes derechos de propiedad y mecanismos de acción colectiva. Los análisis se basan en la aplicación de métodos participativos (juegos experimentales), entrevistas estructuradas a informantes claves e implementación de un concurso de conservación de variedades tradicionales en comunidades quechuas y aymaras productoras de quinua en Perú y Bolivia. En base a los resultados, se debe proponer a las agencias financiadoras y a los tomadores de decisiones el diseño de programas de PACS en las zonas del estudio, los cuales servirían para apoyar decisiones que facilitarán la conservación y los modos de subsistencia dentro del contexto de estrategias de conservación nacionales de la biodiversidad.

Responsables del estudio:
José Luis Soto, Enrique Valdivia (Centro de Investigación de Recursos Naturales y Medio Ambiente, Puno, Perú). Correo electrónico: josesoto1@hotmail.com
Adam Drucker (Bioversity International, Rome, Italy). Correo electrónico: a.drucker@cgiar.org
Ulf Narloch, Unai Pascual (Department of Land Economy, University of Cambridge, Reino Unido). Correo electrónico: ugn20@cam.ac.uk
Milton V. Pinto Porcel (Fundacion PROINPA, La Paz, Bolivia). Correo electrónico: m.pinto@proinpa.orgmvpp71@hotmail.com.

El pago por los costos de los servicios del agroecosistema (externalidades)
Frecuentemente, el costo de la pérdida de biodiversidad y de los servicios del ecosistema está estrechamente vinculado a la invisibilidad económica, lo cual acrecienta el riesgo de pérdida de lo que se puede considerar un bien público (Millenium Ecosystem Assessment, 2005; TEEB, 2009). Lograr la visualización económica de los costos de los servicios que el ecosistema brinda, en el caso de la agrobiodiversidad, significaría lograr la valoración de externalidades como: los flujos de energía y materiales que entran en la actividad agrícola (luz, agua, suelos, genes, nutrientes), los servicios proporcionados por el ambiente para la depuración o reciclaje de los desechos y de los daños ambientales actuales y futuros a causa de los residuos tóxicos no depurados o reciclados.

La cooperación entre economistas y otros científicos está logrando barajar varias soluciones de valoración económica de los costos del ecosistema. Una de ellas señala que resulta prioritario realizar evaluaciones o análisis de los costos y beneficios del uso del capital natural, internalizando los costos de pérdida de servicios del ecosistema o externalidades (Millenium Ecosystem Assessment, 2005; TEEB, 2009). Otra es que, basándose en que los costes y beneficios sociales son heterogéneos y no pueden ser comparados cuantitativamente entre ellos mismos y con otros, plantea una evaluación multicriterial (metodología que incopora y sintetiza los diferentes criterios que entran en el proceso de identificación de alternativas para la toma de decisiones), y un estudio de distribución ecológica (Martínez-Alier, 1999). Ambas alternativas son complejas, y aunque el análisis costo/beneficio se viene utilizando como base de la política pública en las decisiones ambientales –por nombrar un ejemplo–, todavía existen importantes dificultades metodológicas para los servicios más difíciles de medir (Millenium Ecosystem Assessment, 2005). Asimismo, existen otros métodos basados en averiguar la disposición a pagar de los visitantes o una población por un bien ambiental o por evitar un perjuicio, o la disposición de quienes sufren un perjuicio a aceptar una compensación por el daño ocasionado.

El valor comercial de la agrobiodiversidad
Mayormente, las variedades nativas son vendidas como productos de consumo en muy pequeñas cantidades en los mercados locales o regionales (como las ferias agropecuarias) o incluso en mercados de sectores populares de las grandes ciudades, donde suele asentarse la población que emigra de las áreas rurales. En los últimos años, empieza a tomar forma la comercialización de ciertas variedades nativas como productos procesados o gastronómicos, así como también el agroturismo, tratando de captar mercados internacionales sin poner en riesgo los recursos genéticos ni el medio ambiente. El mercado de productos orgánicos, que se viene extendiendo entre los pequeños agricultores de muchos países en vías de desarrollo (entre ellos, los latinoamericanos), también se presenta como una alternativa de comercialización de las variedades nativas producidas por agricultores tradicionales que se esfuerzan por ajustarse a los estándares de la agricultura agroecológica.

Este tipo de comercialización responde a lo que actualmente se conoce como biocomercio (biotrade), una iniciativa surgida con ocasión de la III Conferencia de las Partes (COP3) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), realizada en Buenos Aires (Argentina) en 1996 y promovida por el Centro de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). El programa de biocomercio está orientado a estimular el comercio y la inversión en los recursos de la diversidad biológica, buscando un menor impacto ambiental y la conservación de los recursos naturales mejorando la eficiencia de las empresas, esto es, promoviendo los econegocios y la ecoeficiencia (Brack, 1992).

De hecho, si bien se están dando experiencias interesantes en América Latina, la comercialización de variedades nativas en mercados nacionales e internacionales todavía se da a una escala muy reducida y todavía a precios poco satisfactorios. Sin embargo, ya existen acuerdos internacionales de estándares de producción y comercialización, tales como el comercio justo. Pero todavía hay incertidumbre acerca de los impactos que puede tener una comercialización de mayor escala sobre la conservación de la biodiversidad y la cultura tradicional, así como los beneficios que pueden obtener los agricultores tradicionales. Para que la venta de estos recursos biológicos sea una alternativa económica para el país y las comunidades que sostienen esta biodiversidad, se requiere de políticas gubernamentales basadas en un análisis serio sobre los riesgos que el mercado podría significar para la conservación de la biodiversidad y de la cultura que la sostiene. Los estudios realizados con el propósito de entender “cómo los mercados pueden afectar el uso de los recursos naturales, aspectos de la vida social y el conocimiento de la gente indígena” en las comunidades de México, son un esfuerzo en ese sentido (Godoy, 2001).

Finalmente, la comercialización de variedades nativas (sean plantas o animales) como germoplasma o semilla puede ser un mercado potencialmente muy rentable, si es que se reconocen los derechos de los agricultores. Actualmente, este mercado está dominado por los grandes laboratorios y está fuertemente amenazado por la biopiratería.

Algunos esfuerzos en América Latina
Un estudio en marcha muy interesante sobre pagos por servicios de conservación de la biodiversidad es el que viene impulsando un conjunto de investigadores de instituciones de Bolivia (Fundación PROINPA, La Paz, Bolivia), Perú (Centro de Investigación de Recursos Naturales y Medio Ambiente, Puno), Italia (Bioversity International, Rome) y Gran Bretaña (Department of Land Economy, University of Cambridge) con comunidades productoras de quinua en el Lago Titicaca en Puno- Perú y el área circundante al salar de Uyuni en Bolivia (ver Recuadro 1). Impulsar estudios similares puede ser el camino a seguir, de modo tal que se pueda contar con elementos sólidos para la toma de decisiones.

El estudio “The Economics of Ecosystems and Biodiversity”– TEEB (La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad), de tres años de duración (2007-2009), resalta varios éxitos logrados en América Latina y países de otros continentes donde el haber puesto en valor la biodiversidad ha fructificado en beneficios financieros (The Ecologist, 2009). Ver Recuadro 2.

En cuanto al biocomercio, las experiencias son bastante extendidas en América Latina. En el Cuadro 1 (ver en PDF) se ilustra una experiencia incipiente de agroturismo en agroecosistemas de cultivos altoandinos (en Bolivia) y otra experiencia más establecida de comercialización de pulpas de frutas congeladas en una región desértica (en Brasil).

Recuadro 2

Casos exitosos de valoración económica de la biodiversidad en países de América Latina, Asia y Europa

Haciendo comparaciones con el informe de Sir Nicholas Stern de 2006 sobre el costo del cambio climático, “The Economics of Ecosystems and Biodiversity Report” (TEEB), un gigantesco proyecto de tres años financiado por un conjunto de países de la UE, se estimó que la pérdida continua de bosques y biodiversidad podría costarnos entre £1.2-2.8 trillones al año. Los autores del estudio afirmaron que el valor de la biodiversidad era ‘invisible’ en el sistema económico actual y que la protección del mundo natural resultaba más barata que las costosas soluciones tecnológicas propuestas. Ofrecen algunos éxitos logrados en países de América Latina, Asia y Europa al haber obtenido beneficios financieros dándole valor económico a la biodiversidad:

• en Venezuela, la inversión en el sistema de áreas naturales protegidas está previniendo la sedimentación que de otra manera podría reducir las ganancias agrícolas en alrededor de $3.5 millones al año
• la inversión en la protección de la Reserva de la Biosfera Maya de Guatemala está generando un ingreso anual de casi $50 millones al año, ha generado 7.000 trabajos y ha dado un empuje a los ingresos de las familias locales
• la plantación y protección de cerca de 12.000 hectáreas de manglares en Vietnam cuesta más de $1 millón, pero el ahorro de gastos anuales en el mantenimiento de diques es de más de $7 millones
• uno de 40 trabajos en Europa están ahora vinculados con el medio ambiente y los servicios del ecosistema, trabajos que van desde ‘eco-tecnoindustrias’ a agricultura orgánica, forestería sostenible y ecoturismo

Fuente: The Ecologist, 13 de noviembre de 2009

A modo de conclusión
Estas perspectivas de valoración económica de la agrobiodiversidad nativa tradicional, sea como ‘capital natural cultivado’, servicios ecosistémicos, producto de consumo o germoplasma, son de suma importancia para la conservación de la biodiversidad y la cultura que la mantiene, así como para el bienestar presente y futuro de las familias agricultoras.

A decir verdad, llegar a acuerdos sobre esto, más que en el terreno de la economía descansa en el terreno de la política, en la voluntad y poder que pudieren tener los gobiernos nacionales, autoridades locales, organizaciones de agricultores, los mismos agricultores individuales y movimientos políticos de la sociedad civil. En ese sentido, es esencial que en la toma de decisiones estos actores tomen en cuenta cuáles son hoy en día los aspectos cruciales en torno a la valoración de la biodiversidad, el mercado y su relación con la conservación, para no poner en riesgo la fuente de recursos biológicos, el mantenimiento de los servicios ecosistémicos, la provisión de opciones para el futuro y el mantenimiento de la resiliencia del ecosistema.

Dora Velásquez Milla
Coordinadora de Ciencia y Tecnología en los Andes-CCTA
Correo electrónico: doravelasquez@yahoo.com

Referencias
– Boege, E. (2008). El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México: hacia la conservación in situ de la biodiversidad y agrobiodiversidad en los territorios indígenas. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, D.F. 342 p.
– Brack, A. (1999). Diccionario enciclopédico de plantas útiles del Perú. PNUD-CBC, Lima. 550 p.
– Casas, A. y Parra, F. (2007). Agrobiodiversidad, parientes silvestres y cultura. LEISA, vol.23, No.2, pp. 5-8
– Godoy, R. (2001). Indians, markets, and rainforests. Columbia University Press, Nueva York.
– Martínez-Alier, J. (1999). Introducción a la economía ecológica. Rubes, España. 142 p.
– Millenium Ecosystem Assessment, 2005. Ecosystems and human well-being: biodiversity synthesis. World Resources Institute, Washington, DC.
– Sarukhán, J. y otros. (2009). Capital natural de México. Síntesis: conocimiento actual, evaluación y perspectivas de sustentabilidad. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, México.

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