Pese al costo reducido de implementar estas tecnologías, las familias tienen que realizar pequeñas inversiones para llevarlas a cabo. Difundir de manera ampliada la experiencia, a fin de que sean muchas las familias que incorporan las tecnologías, demanda una mayor escala de financiamiento. IAA tomó la iniciativa de presentar sus propuestas a la población y las autoridades y logró captar la atención de medios de comunicación y autoridades públicas, quienes se interesaron por conocer y visitar la experiencia. En varios distritos de Cusco, IAA había logrado que familias beneficiarias del programa Juntos destinen 50 de los 100 soles de un mes para la compra de semillas de hortalizas para instalar huertos y pastos asociados. Luego, en otro mes, logró que destinasen una parte de sus 100 soles para comprar reproductores de cuyes y gallinas ponedoras. Lo más destacable fue una experiencia en Huanoquite, provincia de Paruro en Cusco, donde, por su propia decisión, la experiencia se llevó a cabo con 750 familias participantes en Juntos (programa del Estado peruano creado para el apoyo directo a los más pobres, por el cual se entrega mensualmente un incentivo de 100 soles –aproximadamente 33 USD– a familias de las zonas más alejadas y pobres del Perú).
IAA propuso a la Fundación BBVA (propiedad del Banco Bilbao Viscaya Argentaria, de capitales españoles), al Banco de la Nación (banco estatal peruano), y a los programas sociales del gobierno peruano Juntos y Crecer (dirigidos a la superación de la pobreza y reducción de la desnutrición infantil en áreas rurales) que adelanten a cada familia 1.200 soles, es decir un monto equivalente a las cuotas de 100 soles de todo un año, para que las familias de Juntos puedan instalar 10 tecnologías, lo que les permitiría generar ingresos superiores a lo que reciben mensualmente del programa. Ese adelanto se reembolsaría descontando un monto de cada cuota mensual. Las instituciones financieras mostraron interés en la propuesta y se trabajó una propuesta piloto que involucraría 10.000 familias campesinas, con recursos financieros provistos por la banca estatal de desarrollo, pero el proyecto no llegó a cristalizar.
La Fundación BBVA, a través de su Caja Nuestra Gente, especializada en microfinanzas, concretó con IAA una experiencia en Quiruvilca, lugar donde Caja Nuestra Gente está a cargo de distribuir los fondos de Juntos y que a la vez es un escenario complejo por no existir motivación previa y por su cercanía a explotaciones mineras. La preparación y motivación para la experiencia estuvo a cargo de un yachachiq y la implementación fue conducida por uno de ellos y un promotor del programa gubernamental Sierra Productiva. Inicialmente, encontraron resistencia en las familias por el desconocimiento de la propuesta y la desconfianza, debida a los malos resultados de otras experiencias anteriores. De una meta mayor, lograron que 39 familias se decidan a participar. Luego de ver resultados, mostraron su interés para que la experiencia se ampliase a otras familias de Juntos y también a familias que no pertenecen a ese programa, las cuales pagarían el préstamo con sus propios recursos.
Así, no obstante las dificultades del contexto, la experiencia fue positiva y mostró las potencialidades de la colaboración con otros programas, como en el caso de Sierra Productiva. Quiruvilca fue escenario de visitas de directivos de Caja Nuestra Gente de varias regiones y también llegaron directivos de la Fundación BBVA desde Madrid. De esta manera, la colaboración entre Caja Nuestra Gente y el IAA se da sobre la base de una coincidencia entre los objetivos e intereses de ambas entidades. En el caso del IAA, la institución promueve la implementación ampliada de sus propuestas para impulsar el desarrollo de las familias campesinas andinas, mientras que la Caja Nuestra Gente trata de fomentar la inclusión financiera y social en las zonas más alejadas del Perú y así expandir sus actividades de microfinanzas en el ámbito rural.
La colaboración entre IAA y Caja Nuestra Gente ha permitido recoger la experiencia de la ONG para dar forma a un tipo de financiamiento adecuado a la realidad de las familias campesinas. Un aspecto importante es determinar el nivel de acceso a recursos, conocimientos y capacidad productiva de cada familia participante y sobre esa base escoger las tecnologías a implementar. Se clasifican las tecnologías en tres niveles: básicas, intermedias y avanzadas. Las tecnologías básicas incluyen riego por aspersión, implementación de huerto fijo a campo abierto o biohuertos, uso de pastos asociados o abonos orgánicos; las tecnologías intermedias abarcan crianza de cuyes o gallinas ponedoras, engorde de ganado, fitotoldos, elaboración artesanal de yogurt, quesos y mermeladas; y, finalmente, las tecnologías avanzadas que incluyen la cocina solar, la terma solar y los biodigestores. Una particularidad del crédito es que el agricultor no recibe el préstamo en efectivo, sino que directamente se le proporcionan las tecnologías, acompañadas del asesoramiento por parte de los yachachiq.
La capacitación empieza con un Plan de Progreso para cada familia, en el que se trazan las metas para la gestión del predio familiar. De esta manera se trata de que la familia tenga un avance gradual escalonado; a largo plazo, su meta es generar excedentes en la producción para poder comercializarlos. Caja Nuestra Gente orienta a este grupo de beneficiarios a invertir parte de los recursos en adquirir estas tecnologías para mejorar los rendimientos y que así tengan mejores posibilidades de pagar su crédito. De esta forma, el dinero que reciben de Juntos ya no solo sirve para cubrir sus necesidades mediatas, sino para que puedan mejorar su calidad de vida a través de la mejora de sus capacidades productivas.
A medida que las familias avanzan en su Plan de Progreso, dando lo que el IAA llama ‘salto emprendedor’, pueden estar en la capacidad de acceder a créditos de capitalización de mayor envergadura, una alternativa para familias más avanzadas en la gestión de sus recursos que se encuentra en elaboración.
La experiencia está mostrando resultados positivos y actualmente se están implementando y difundiendo diferentes módulos de tecnologías productivas en zonas rurales altoandinas como Yanaocca (capital de la provincia de Canas, departamento de Cusco, que ha sido el laboratorio para el desarrollo de las propuestas del IAA), Santiago de Chuco y Bambamarca (en los departamentos de La Libertad y Cajamarca, en los Andes del norte del Perú), entre otras zonas. Como resultado, se ha visto que sí se están mejorando paulatinamente los ingresos de las familias, se está fortaleciendo la seguridad alimentaria y, lo más importante, se está cambiando la mentalidad de los agricultores, ya que ya no solo piensan en sobrevivir, sino que piensan en el futuro y en progresar.
Este artículo ha sido redactado por los editores con el aporte de Mariola Arlandis de la Fundación BBVA- Madrid, y de Carlos Paredes del Instituto para una Alternativa Agraria (IAA, Cusco, Perú).