La mayor parte de los alimentos a nivel mundial son cultivados, recolectados y cosechados por más de dos mil quinientos millones de pequeños agricultores, pastores trashumantes, habitantes de los bosques y pescadores –más de la mitad de los cuales son mujeres.
Los ingresos y el sustento de muchas personas se derivan de la venta, procesamiento e intercambio de alimentos locales. Basta pensar en todas las pequeñas industrias alimentarias en cada barrio de las ciudades del Sur y en las mujeres que sirven almuerzo y cena en sus puestos de comida en cada esquina. Los sistemas alimentarios localizados proporcionan la base de la nutrición, los ingresos, las economías y la cultura de personas de todo el mundo. Se inician a nivel de hogar y se expanden a los barrios, municipios y regiones. Tales sistemas alimentarios forman toda una red de organizaciones locales, cada una de ellas activa en diferentes sectores de la cadena alimentaria: producción, almacenamiento y distribución. Las mujeres constituyen la mayoría de la fuerza laboral de los sistemas alimentarios locales y contribuyen de manera significativa a la seguridad alimentaria y la economía local.
Desarrollo global a nivel local
Los gobiernos y las industrias alimentarias globales nos hacen creer que se avecina una nueva era en la cual las grandes empresas producirán alimentos para todos. La agenda política actual es tan dominante que la prensa, las universidades, los colegios y los servicios de extensión promueven implícitamente los mercados libres como la única y la mejor forma de desarrollo. Esto implica que la pequeña agricultura está pasada de moda: los pequeños agricultores dejarán sus aldeas y se establecerán en ciudades donde encontrarán trabajo relacionado a la industria o los servicios, y comprarán sus alimentos en los supermercados locales donde se venden alimentos de todos los continentes. Si falla la cosecha en una región global, otro proveedor se hará cargo. Esta agenda de seguridad alimentaria promete producción de alimentos en grandes cantidades, de manera que alcance para todos los habitantes del planeta.
Es una visión interesante, pero ¿es cierto que con mercados libres se garantiza la seguridad alimentaria? El libre comercio ha sido promovido durante las últimas décadas y, sin embargo, el año pasado, los mercados demostraron que no son esos proveedores estables de alimentos que se nos hizo creer. Cuando, a inicios del 2008, los inversionistas empezaron a acaparar alimentos, el precio del arroz alcanzó su nivel más alto y los países importadores fueron los que más sufrieron. El precio de los alimentos se duplicó y el número de personas hambrientas aumentó en casi 200 millones a nivel mundial. Para la doctrina del libre mercado los alimentos son una mercancía: el conjunto de la cadena industrial alimentaria se establece mejor cuando los precios del trabajo y de los otros insumos están en sus niveles más bajos. De esta manera, los agricultores se ven obligados a trabajar como peones agrícolas o a migrar a las ciudades en busca de otras fuentes de ingresos.
El precio de los alimentos en este tipo de sistema puede subir o bajar, empujando cada vez a más personas hacia la pobreza. Estos acontecimientos están fuera del control de los habitantes de zonas rurales y hasta de los gobiernos. La amenaza es mayor para las mujeres que para los hombres, debido a que en la mayoría de los hogares rurales son las mujeres las responsables de poner comida sobre la mesa todos los días. Más aún, la degradación de las condiciones de vida en los hogares rurales más pobres se ha traducido en todo lugar en mayores niveles de violencia -especialmente doméstica y sexual-, de la cual las primeras víctimas son las mujeres y niñas. Y, a pesar del libre mercado, en todo el mundo y en todas las profesiones de la cadena alimentaria los salarios promedio de las mujeres son significativamente menores que los de los hombres. En todo el mundo, las mujeres están subrepresentadas en los gobiernos, la investigación y la extensión agrícola, los sindicatos y las organizaciones de productores, y debido a ello no se presta la debida atención a sus intereses.
El derecho a la alimentación y a la producción sostenible de alimentos
Afortunadamente el mercado libre no es la única opción para lograr el desarrollo. Existen otros modelos de desarrollo para el futuro de la alimentación y la agricultura. Los agricultores, trabajadores de la alimentación, pastores nómadas y poblaciones nativas tienen un rol que cumplir en un sistema alimentario global diferente, más fiable. Y también las mujeres.
El modelo de soberanía alimentaria es una opción. El concepto de soberanía alimentaria había sido discutido por varios años cuando fue hecho público en la Conferencia Internacional de Vía Campesina (www.viacampesina.org) en Tlaxcala, México (abril de 1996). Según las palabras de Vía Campesina:
“La Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos a definir sus propios sistemas alimentarios y agrícolas; a proteger y regular la producción y el comercio agrícola internos para lograr objetivos de desarrollo sostenible; a determinar su grado de autosuficiencia; a limitar el dumping de productos a sus mercados (…). La Soberanía Alimentaria no niega el comercio internacional, más bien defiende la opción de formular aquellas políticas y prácticas comerciales que mejor sirvan a los derechos de la población a la alimentación y a disponer de productos agrícolas inocuos, saludables y ecológicamente sostenibles”.
Durante la Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1996, Vía Campesina presentó una serie de principios que se reforzaban mutuamente, ofrecían una alternativa a las políticas mundiales de comercio y podrían hacer realidad el derecho de las personas a la alimentación.
La soberanía alimentaria implica entonces el derecho de los individuos, los pueblos, las comunidades y los países a:
• la alimentación y a producir alimentos, lo que quiere decir que todos tienen derecho a alimentos inocuos, nutritivos y culturalmente apropiados, a los recursos para producir dichos alimentos y a la capacidad de mantenerse ellos y sus sociedades
• definir sus propias políticas agrícolas, laborales, pesqueras, alimentarias y de manejo de suelos y agua que sean ecológica, económica y socioculturalmente apropiadas para ellos y sus circunstancias específicas
manejar, utilizar y controlar aquellos recursos naturales que preservan la vida, como la tierra, el agua, las semillas, las razas de ganado y una mayor biodiversidad agrícola, sin restricciones causadas por el derecho a la propiedad intelectual y libres de organismos manipulados genéticamente
• producir y cosechar alimentos de manera ecológicamente sostenible, principalmente mediante una producción orgánica y con bajos insumos externos, así como con la pesca artesanal
• elegir su propio grado de autosuficiencia alimentaria y desarrollar sistemas alimentarios autónomos que reduzcan su dependencia de los mercados globales y las corporaciones
• proteger y regular la producción y el comercio domésticos y prevenir el dumping de alimentos a sus mercados y la asistencia alimentaria que no sea necesaria.
Una dieta diversa a partir del trueque
Los sistemas alimentarios autónomos y soberanos no son solo una ilusión. De hecho, existen muchos ejemplos. Las personas saben combinar las oportunidades con el control de sus medios de sustento de manera muy creativa. Un ejemplo de ello es el trueque que se practica en los pueblos del valle de Lares, en el departamento de Cusco, ubicado en los Andes del sur del Perú. La región tiene una extensión de alrededor de 3.600 km2 y abarca a más de 30 comunidades con más de 4.000 personas que practican el trueque. Está compuesta de tres zonas agroecológicas situadas a diferentes alturas sobre el nivel del mar (m.s.n.m.): la yunga (menos de 2.300), la quechua (entre 2.300-3.500) y la puna (más de 3.500). Cada semana las mujeres de la yunga llevan su fruta, café, yucas y coca; las mujeres de la quechua llevan maíz, legumbres y vegetales; y las mujeres de la puna llevan papas, tubérculos, lana y carne. Los productos son intercambiados en los mercados de trueque según medidas socialmente acordadas. Algunos productos son intercambiados uno a uno, tales como las papas y las yucas. Otros, en base a su volumen, como uno o dos puñados de un producto. Casi la tercera parte de los alimentos familiares provienen de los mercados de trueque, que son tradicionales en la zona. Se comercializa coca, lana, maíz y transporte. En la actualidad las mujeres consideran que los mercados de trueque son, después de la agricultura de subsistencia, la mejor manera de conseguir alimentos.
El marco de la política de soberanía alimentaria es elaborado por una red global de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil. El objetivo de estas organizaciones es reunir a las poblaciones indígenas, pastoriles y otros grupos rurales, tanto del Norte como del Sur, y brindarles una voz y la posibilidad de influir sobre los acontecimientos globales. Es la respuesta de los ciudadanos a las múltiples crisis sociales y ambientales inducidas por los sistemas alimentarios modernos (IAASTD, 2008; Pimbert, 2009).
Seguridad alimentaria, soberanía alimentaria y opciones políticas
El concepto de soberanía alimentaria fue desarrollado como reacción al creciente mal uso de seguridad alimentaria. Sin embargo, ambos conceptos son frecuentemente confundidos.
La definición dominante de seguridad alimentaria, aprobada en cumbres alimentarias y otras conferencias de alto nivel, implica el que todas las personas tengan suficientes alimentos de buena calidad para comer cada día. Pero no se preocupa por saber de dónde provienen esos alimentos, quién los produce o las condiciones en que son cultivados. Esto permite que los exportadores de alimentos afirmen que la mejor manera de garantizar la seguridad alimentaria en países pobres consiste en subsidiar e importar alimentos baratos o recibirlos gratis como asistencia alimentaria, en vez de que los produzcan ellos mismos. Eso lleva a que estos países se vuelvan más dependientes del mercado internacional, a que los pequeños agricultores, pastores trashumantes y pescadores abandonen sus tierras por ir a las ciudades y, en última instancia, a que empeore la seguridad alimentaria.
La soberanía alimentaria fomenta la autonomía de la comunidad; es decir, conduce a que hombres y mujeres determinen por sí mismos qué semillas siembran, qué animales crían, qué tipo de agricultura practican, en qué intercambios económicos participan y, a la larga, qué comen durante la cena. Aquí entra a tallar una dimensión política: contrariamente al concepto un tanto técnico de seguridad alimentaria, la soberanía alimentaria apunta a la responsabilidad que tienen pueblos y gobiernos de tomar en consideración las consecuencias locales de los procesos políticos y económicos a nivel macro.
La conexión entre mujeres y soberanía alimentaria es evidente. Las mujeres hacen la mayor parte del trabajo de producción agrícola y comercio de alimentos, ya que son las principales responsables de proveer alimentos para la familia. Sus maridos pueden estar más preocupados por los cultivos comerciales, ya que cada familia tiene gastos (impuestos, colegios, inversiones, etcétera). Gracias a su estrecha relación con la agricultura de subsistencia, las mujeres tienen conocimientos tradicionales no reconocidos sobre semillas, técnicas de cosecha y almacenamiento y productos tradicionales. La mayoría no tiene derechos de acceso a la tierra y el agua, y tienen muy poco poder de decisión.
Seguridad alimentaria y soberanía alimentaria en Níger
En Níger, África Occidental, el 65 % de la población rural pasa hambre con regularidad. Las organizaciones internacionales proporcionan asistencia alimentaria y han establecido un sistema de bancos de alimentos. Los alimentos se almacenan en aldeas pobres, donde las personas pueden vender sus cultivos al terminar la cosecha y comprar alimentos a precios razonables cuando hay escasez. De esta manera, las personas ahorran mucho dinero, ya que los precios de los alimentos en los mercados locales se triplican durante la temporada de hambruna. Tienen seguridad alimentaria, pero continúan dependiendo de la ayuda externa.
Cuando se les pregunta qué necesitarían para garantizar la producción de sus propios alimentos, la respuesta es clara: lo que necesitan es acceso constante y garantizado a la misma parcela de tierra. Bajo el sistema actual, los jefes tradicionales rotan sus parcelas de manera que los agricultores no pueden invertir en la tierra que cultivan; por lo tanto, no pueden mejorar la tierra. Algunas parcelas parecen ser productivas, pero la tierra de al lado parece serlo menos, de manera que parte de la tierra es subutilizada.
En otra parte de Níger los agricultores sembraron cinco millones de hectáreas de árboles luego de que les fuera otorgado el derecho a sembrar, cosechar y vender. En las zonas de tierras agroforestales el suelo recibe más sombra, es más fértil y, como resultado de ello, los niños están mejor alimentados. Las personas pueden producir sus propios alimentos y participar en el mercado si así lo desean. La gente que participa en esos programas se beneficia con una mayor soberanía alimentaria, con menor dependencia y mayor autonomía.
Las mujeres se pronuncian sobre el movimiento por la soberanía alimentaria
Las mujeres han dado forma de manera decisiva al concepto de soberanía alimentaria (Desmarais, 2007). Han establecido nuevos espacios en estructuras dominadas por los hombres, por ejemplo, a través de la Comisión de Mujeres de Vía Campesina. Asimismo, las mujeres han influenciado los debates sobre políticas globales. Algunos ejemplos:
Sobre el derecho a producir
• “los agricultores de todas partes tenemos el derecho a producir nuestros propios alimentos en nuestros propios países”, fue la insistencia de las mujeres, quienes tuvieron una fuerte influencia sobre la Declaración de los Derechos de las Campesinas y Campesinos (2009)
Sobre la agroecología
• las mujeres enfatizan la necesidad de reducir el uso de químicos que hace peligrar la salud (por ejemplo, los plaguicidas, antibióticos y las hormonas para el crecimiento)
Sobre los derechos de propiedad
• las mujeres han resaltado sistemáticamente la falta de un control de la equidad en la propiedad de la tierra y otros recursos, entre hombres y mujeres
Sobre la democracia y la participación ciudadana en la creación de políticas las mujeres enfatizan que su participación plena es necesaria para que se dé un acceso equitativo a la tierra y para garantizar el impacto positivo de las políticas agrícolas sobre sus vidas. Aquellos temas sobre los que las mujeres hacen hincapié son relevantes para todos los productores y consumidores de alimentos, no solo para las mujeres.
¿Cómo promover los roles de las mujeres y la soberanía alimentaria?
La agenda de la soberanía alimentaria estipula que no es el mercado el que debe controlar los sistemas alimentarios, sino las personas y sus organizaciones e instituciones democráticas. Las políticas en cuestión de alimentos son demasiado importantes como para dejarlas solo en manos de monopolios corporativos, profesionales de la agricultura o economistas; también deben ser dominio de hombres y mujeres comunes. La soberanía alimentaria implica una mayor participación ciudadana y formas más directas de democracia en la gobernanza de los sistemas alimentarios. Los ciudadanos, y especialmente las mujeres, deben cultivar las habilidades y procesos necesarios para una participación cívica activa en los asuntos públicos. Esto no es tarea fácil. Por ejemplo, las organizaciones locales cumplen un rol clave en las reformas para la soberanía alimentaria; sin embargo, no siempre crean suficiente espacio para las mujeres. Para que la voz de las mujeres pueda ser escuchada, estas organizaciones tienen que seguir las prioridades de las mujeres y apoyar el desarrollo de sus capacidades. Los sistemas alimentarios no son solo económicos, involucran el respeto a la población y a la naturaleza. Muchas economías de subsistencia respetan esos valores y saben cómo combinar la producción de autoconsumo y aquella orientada al mercado.
El movimiento de soberanía alimentaria debe enfrentar una red bien organizada de personas vinculadas a la ciencia, los negocios y la política de los grupos dominantes. La red de agricultores familiares, procesadores locales de alimentos y mujeres líderes necesita volverse más fuerte políticamente. Puede llegar a formar un movimiento que entrelaza aldeas, pueblos, barrios y unidades ecológicas, y funcionar como poder contestatario para promover un cambio sistémico profundo en la sociedad. Tal movimiento sería capaz tanto de oponerse como unirse a organizaciones del gobierno local y del Estado, así como a las grandes empresas alimentarias -siempre y cuando actúen en nombre de los ciudadanos comunes. Para ello, necesita recuperar y desarrollar conocimiento que sea ecológicamente apropiado, sensible respecto al género, socialmente justo y relevante para cada contexto.El proceso como un todo debería llevar a la democratización de la investigación, reuniendo a investigadores y familias productoras para determinar conjuntamente sus prioridades y campos. De manera similar, la soberanía alimentaria implica la implementación de una reforma agraria radical y la distribución equitativa en cuanto a género del derecho al acceso y uso de recursos que incluyan la tierra, el agua, los bosques, las semillas y los medios de producción. El concepto de los derechos de propiedad debe redefinirse, de manera que las personas más aptas para producir puedan tener acceso a la tierra y los bosques. Por último, todas las personas necesitan alguna seguridad material básica a fin de que puedan participar en estos nuevos espacios democráticos (Pimbert, 2009).
Muchas mujeres y sus redes están abocadas en la actualidad a estos procesos de transformación. Ellas, y los varones con quienes trabajan, están generando esperanzas y una nueva solidaridad conforme van globalizando la lucha por la soberanía alimentaria.
Michael Pimbert
Programa de Agricultura Sostenible, Biodiversidad y Medios de Sustento del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y Desarrollo (IIED), 3 Endsleigh Street, Londres WC1H ODD, Reino Unido.
Corrreo electrónico: michel.pimbert@iied.org
– Desmarais, A.A., 2007. La Vía Campesina. Globalisation and the power of peasants. Pluto Press, London.
– IAASTD, 2008. International Assessment of Agricultural Knowledge Science and Technology. Eds. Beverly D. McIntyre, Hans R. Herren, Judi Wakhungu, Robert T. Watson. Island Press.
– Vía Campesina, 1996. El Derecho a Producir y el Acceso a la Tierra. Posición de Vía Campesina en cuanto a Soberanía Alimentaria presentada en la Cumbre Alimentaria, 13–17 de noviembre 1996, Roma.
– Vía Campesina, 2009. Declaración de los Derechos de Campesinas y Campesinos, 2009, Seúl.
– Patel, R., 2007. Stuffed and starved. Markets, Power and the Hidden Battle for the World Food System. Portobello Books.
– Pimbert, M.P., 2009. Towards Food Sovereignty. Reclaiming autonomous food systems. (E-book). IIED, Londres. Disponible de: www.iied.org/natural-resources/publications/multimedia-publication-towards-food-sovereignty-reclaiming-autonomous-food-systems.