diciembre 2008, Volumen 24, Número 3
Agroecología para la inclusión

La canasta comunitaria: una plataforma urbano-rural para la seguridad alimentaria

EMMA KIRWAN | Página 26-29
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En Ecuador, los beneficios de un sistema alimentario saludable se están convirtiendo en un lujo inalcanzable para los pobres urbanos y rurales. El mercado moderno se ha inmiscuido entre los consumidores urbanos y los productores rurales.

Comerciantes mostrando sus productos en el Primer Encuentro de las Canastas Comunitarias de Quito, una feria organizada por la red de consumidores de Quito en noviembre de 2007 / Foto: autora

Los intermediarios controlan la distribución y los precios, y cobran caro por sus servicios. Estas transacciones afectan tanto a productores como a consumidores, quienes continúan teniendo que soportar precios injustos, la mala calidad de los productos y consecuencias funestas para el medio ambiente.

Desde 1987, un movimiento conocido como “las canastas comunitarias” ha contrarrestado las consecuencias dañinas de los mercados modernos. La canasta representa la porción básica de alimentos a la que todas las personas deberían tener derecho. El aspecto más impresionante de este movimiento es su origen de bases: es un movimiento nacido de la necesidad. En un país donde los gobiernos nacionales y locales no imponen medidas para garantizar la seguridad alimentaria, las canastas comunitarias proporcionan una red de seguridad para las poblaciones marginadas. Esto es especialmente cierto en el caso de aquellos que enfrentan un agudo riesgo de falta de acceso a los alimentos y cuyas oportunidades para generar ingresos son limitadas. El movimiento procura lograr que alimentos saludables sean asequibles para los habitantes urbanos de pocos recursos a través de procesos comunitarios y relaciones directas entre los consumidores y los productores agroecológicos.

Esencialmente, las canastas comunitarias son grupos de consumidores urbanos formados por lazos de vecindario o vinculados a través de iglesias, clubes o universidades. Por ejemplo, en Guayaquil, un grupo de estudiantes universitarios formó una canasta para contribuir al sustento de sus familias, mientras que la Canasta de Machala fue iniciada por una organización religiosa. Su objetivo de obtener alimentos saludables a un precio asequible se logra a través de un proceso básico: los participantes unen sus recursos para hacer compras al por mayor en el mercado público, las que luego son divididas entre las familias pertenecientes al grupo con el resultado de un ahorro considerable para todos.

En 1987, un grupo de 25 familias pertenecientes a una iglesia fundó la primera canasta comunitaria en Riobamba. Sin embargo, en 1999 el grupo se disolvió por motivos no especificados. Esto coincidió con una severa crisis económica y una inflación de proporciones dramáticas. El modelo de la canasta fue restablecido con urgencia en respuesta a la agravación de la pobreza y al acceso limitado a alimentos saludables. En el año 2000, siete familias de Riobamba formaron la Canasta Comunitaria Utopía. La experiencia se fue haciendo conocida durante los siguientes dos años hasta despertar interés a nivel nacional. Una variedad de visitantes, desde organizaciones sin fines de lucro, hasta miembros lejanos de las familias y representantes de los gobiernos locales, visitaron Utopía para aprender a replicar el modelo en sus respectivas regiones.

El movimiento ha estado cobrando impulso de manera sostenida desde el año 2000. Ha sido reconstruido y adaptado geográfica y demográficamente en otras ciudades, incluyendo Otavalo, Guayaquil, Cuenca, Machala, Santo Domingo e Ibarra. Incluye grupos compuestos por casi 1.500 consumidores, 600 familias de agricultores agroecológicos y varias organizaciones que brindan su apoyo. La Canasta Comunitaria El Carmen de Quito demuestra el crecimiento espectacular de este movimiento: a través de un programa radial y de comunicaciones de boca en boca, la Canasta creció de 25 familias en 2002 a 640 familias en 2005. Fue necesario que se dividiera en varios grupos más pequeños. La red nacional fue formalizada como la ‘Red Tierra y Canasta’ durante una convención en abril de 2008.

El proceso de La Canasta Comunitaria Utopía
La Canasta Comunitaria Utopía está conformada por alrededor de 80 familias de la ciudad de Riobamba, en el centro de Ecuador. El proceso se organiza una vez cada dos semanas. Los productos se obtienen de los mercados locales y de alrededor de media docena de familias de agricultores. Para asociarse, las familias deben pagar una cuota de inscripción de un dólar. La canasta funciona de la siguiente manera:

Jueves: Cada dos jueves los participantes pagan su canasta por adelantado (7,50 USD, precio que incluye 20 centavos por actividades administrativas y eventos adicionales) y dejan un saco grande o canasta que será llenado con sus productos.

Viernes: Un equipo rotativo estudia los precios en los mercados locales para elaborar el presupuesto y completar la lista de compras para el sábado.

Sábado: Un grupo seleccionado de compradores, entre 25 a 30 representantes de las familias, lleva a cabo el trabajo bajo la guía de uno de los seis líderes rotativos. Si los voluntarios no se presentan en el día que les fue asignado deben pagar una multa.

6:30am: Los voluntarios (hombres, mujeres y niños por igual) llegan al punto de reunión de la canasta, una calle que pueden ocupar gracias al permiso del municipio. El líder divide a los voluntarios en dos grupos. Un grupo se encarga de los fondos y de hacer las compras especificadas en el estudio del viernes, mientras que el segundo grupo prepara el área para recibir, dividir y empacar los productos.

7:00am: Se monta el equipo necesario para las actividades de la canasta. Balanzas, carpas, lonas, bancos, contenedores y bolsas de plástico son necesarios para proteger los productos y organizarlos, pesarlos, dividirlos y empacarlos adecuadamente.

8:00am: El grupo de compradores regresa en una camioneta alquilada con sus compras hechas al por mayor. Se descargan los productos y se reparte un refresco a todos. Al mismo tiempo llegan los productores agroecológicos para entregar sus productos directamente.

8:30am – 11:00am: Empieza un torbellino de actividades. Los voluntarios se reparten en tres grupos que se encargarán de las actividades relacionadas con la división de los productos: organizarlos, pesarlos y empacarlos. Primero, se divide el peso total de cada producto entre el número de familias, después de lo cual cada grupo se encarga de sus respectivas responsabilidades. Aunque esto continúa como si fuera una línea de ensamblaje durante 2-3 horas, no se puede decir que el trabajo sea aburrido. La risa y la conversación fluyen con facilidad entre los miembros y cada cinco minutos una nueva hortaliza o fruta aparece en escena.

11:00am – 12:00pm: Los sacos están empacados, casi cayéndose bajo el peso de los alimentos frescos. Se ofrece un segundo refresco antes de guardar el equipo, dejando solo los sacos y canastas formando filas ordenadas en la calle.

12:00pm – 1:00pm: Los consumidores llegan para recoger sus porciones prepagadas de alimentos.

La Canasta Comunitaria Utopía es administrada cuidadosamente por un grupo rotativo. Este grupo utiliza una serie de cuadros simples para registrar la información de contacto, horarios de los voluntarios, pagos, recibos, gastos totales y específicos, y análisis financieros bisemanales y comparaciones. Debido a que los grupos de Utopía participan activamente, cada individuo necesita presentarse como voluntario solo dos o tres veces por año. Esto significa que ahorran tiempo importante que de otra manera deberían gastar en el mercado.

Al aumentar su éxito, el movimiento ha atraído la atención de entidades políticas y de los medios, quienes están interesados en este modelo como una manera viable de combatir la inseguridad alimentaria. Los gobiernos locales han organizado recientemente sus propios grupos de ‘canasta’ o han canalizado fondos a través de organizaciones locales para que estas lo hagan.

De manera similar, organizaciones internacionales sin fines de lucro, tales como Heifer, Swiss Aid y World Neighbors, han mostrado interés por las implicancias del movimiento de la canasta comunitaria para el desarrollo rural y están cada vez más dispuestas a comprometer su apoyo económico y personal.

¿Cómo se benefician los consumidores?
Los miembros de una canasta comunitaria pueden obtener acceso a alimentos saludables a un menor precio a través de las organizaciones de su comunidad. La transparencia económica garantiza que las familias participantes tengan confianza en la organización y en el manejo de los fondos comunitarios. Los miembros son responsables de todas las transacciones, incluyendo las compras, ventas y análisis de mercado, los que con frecuencia son publicados para los miembros de la canasta.

Una miembro de la Canasta Comunitaria de Cuenca recoje su canasta bisemanal. Detrás de ella, los productos se dividen en raciones y están listas para ser empacadas en los sacos / Foto: autora

Aunque la opción de acceder a créditos es todavía poco común, algunos grupos reservan un porcentaje de los fondos comunitarios para brindar un crédito provisional a las familias que no pueden pagar. Gracias a la cooperación cuidadosa y reflexiva, los consumidores han logrado reducir los costos de los alimentos. El precio de una porción de canasta varía entre los grupos y depende de diversos factores: el número de integrantes del grupo, el número de productos por porción, la capacidad económica de los participantes, los costos administrativos y logísticos y los precios en los mercados locales (que reflejan los costos de transporte y cadenas intermediarias). A pesar de estas diferencias, los participantes de todo el país han concluido por lo general que, desde que se unieron a las canastas, el mayor cambio y beneficio que han experimentado es la seguridad económica. En este caso, los precios asequibles tienen un impacto directo en la seguridad alimentaria y la nutrición.

Ecuador es el decimoséptimo país del mundo en cuanto a biodiversidad, fuente de más de 80 variedades nativas de papa. A pesar de ello, la dieta de la población local está basada en el arroz, una variedad de papa (“Superchola”), trigo, maíz, y está complementada con alimentos procesados. A través de la compra al por mayor, la canasta comunitaria proporciona a las familias urbanas pobres opciones más nutritivas, porque incluye una selección de frutas frescas, hortalizas y legumbres que se ha ido volviendo cada vez más variada con el correr del tiempo. Como resultado, los consumidores introducen nuevos productos alimenticios en sus hogares y se les anima a aprender nuevas recetas a través de talleres y ensayos. Por consiguiente, los consumidores tienen el poder de recuperar tradiciones culinarias y variedades locales de plantas que se están perdiendo.

La calidad de nuestra comida refleja la calidad de nuestra comunidad
Un estudio a nivel nacional conducido en mayo de 2008 por el Instituto Nacional de Estadística y Censo de Ecuador, estimó que la “porción alimentaria básica mensual” para una familia urbana de cuatro personas es 170 USD. El ingreso promedio, sin embargo, permite que estas familias solo puedan gastar 105 USD en alimentos; esto indica que los consumidores deben comprar alimentos baratos, procesados industrialmente y de poco valor nutritivo. Sin embargo, como unidad colectiva, los consumidores urbanos se dan a sí mismos y a los agricultores pobres una oportunidad única para recuperar su derecho básico a la seguridad alimentaria y la estabilidad económica. En base al cálculo aproximado de lo que se gasta en alimentos, el total de la población urbana tiene un poder adquisitivo que asciende a 8,7 millones USD. Esta situación podría tener un gran impacto en las tendencias nacionales de consumo e influir sobre la producción agrícola (de la cual por lo menos el 80% está en las manos de pequeños agricultores).

A medida que las canastas comunitarias permiten ahorrar cada vez más en la compra de alimentos, los consumidores comienzan a preguntarse de dónde provienen, y surgen preguntas tales como: ¿de qué sirve ahorrar si estamos comiendo alimentos producidos con insumos químicos?, ¿en qué estamos gastando nuestro dinero en la actualidad y quién debería recibirlo? Con el paso del tiempo, los grupos han buscado establecer una relación más directa con los pequeños agricultores interesados en una producción más saludable. A partir de las visitas a las granjas, los miembros del grupo se informan de la realidad de la agricultura agroecológica. Gradualmente van aceptando que los productos naturales difieren de las variedades comerciales en cuanto a tamaño y apariencia, y que con frecuencia son más pequeños o pueden estar marcados por insectos, pero que por lo general tienen más sabor. Cuando la Canasta Comunitaria Utopía recibió el primer suministro de acelga de la variedad Rainbow Chard producida por un agricultor local, los consumidores se sintieron encantados por sus colores radiantes.

Igualmente, los agricultores se emocionaron ante este nuevo interés por sus acelgas. Uno de los productores manifestó: “a los 60 años, esta es la primera vez que he entregado mi producto en las manos de las mismas personas que lo comerán, la primera vez que las he mirado a los ojos, que las he conocido personalmente”. La mayoría de consumidores continuará priorizando lo económico antes que la calidad. Sin embargo, las experiencias de los grupos que están optando por sistemas alimentarios responsables servirán como proceso de aprendizaje para formar mercados donde la relación sea directa, entre las canastas comunitarias y los productores.

Cuando se crean relaciones directas, las canastas comunitarias hacen lo posible por garantizar que los productores reciban precios justos. Al comprar directamente de las chacras locales, los costos de transporte disminuyen y son muchas veces asumidos por el grupo. Los productores y consumidores se reúnen con frecuencia para ponerse de acuerdo sobre los precios, y los agricultores se benefician con arreglos que proporcionan un nivel de estabilidad, poco común en este tipo de negociaciones.

Productores de papa en Carchi
Graduados de las Escuelas de Campo para Agricultores (ECA) de la provincia norteña de Carchi han estado trabajando para reducir el uso de plaguicidas en sus cultivos de papa, especialmente el uso de insecticidas altamente tóxicos. A partir de sus investigaciones, han identificado una variedad de alternativas promisorias. Estas incluyen nuevas variedades de papas precoces que son resistentes a las enfermedades y pueden ser cosechadas antes de que las principales plagas de insectos completen sus ciclos de vida. Aunque se parecen a las variedades populares y su valor nutritivo es mayor, estas nuevas variedades aún no son populares. Los consumidores siguen pidiendo la “Superchola”, una variedad de crecimiento lento que requiere cuantiosas aplicaciones de plaguicidas.

La Canasta Comunitaria El Carmen de Quito invitó a Euler Fueltalta, un líder de las ECA de Carchi, a que los visitara y presentara evidencias de que los plaguicidas estaban causando serios problemas de salud entre los agricultores y sus familias en Carchi. Euler explicó que su grupo había encontrado alternativas, pero que necesitaban ayuda para crear un mercado para sus nuevas papas. Le dijo al grupo que los precios pagados en el mercado de Quito (cerca de 12 USD por un costal de 50 kg) eran el doble del precio pagado a los agricultores en sus parcelas. Afirmó que de contar con un mercado seguro, su grupo podía despachar un camión lleno de papas cada dos semanas a un precio de 10 USD por costal, permitiendo a los agricultores ganar ocho dólares por costal; un aumento de 30% sobre lo que se les pagaba en la actualidad. Además, podía garantizar que las papas estarían libres de plaguicidas altamente tóxicos y que ningún intermediario intervendría para hacerse de las ganancias de su grupo de pequeños agricultores. Después de negociar, la Canasta Comunitaria y Euler llegaron a un acuerdo: un camión lleno de papas cada dos semanas al precio de 10 USD por costal. ¡Se trataba de una situación en la que tanto los agricultores como los consumidores ganaban!

Además, las canastas trabajan con los productores para mejorar la calidad de sus productos y manejar la competencia. Por ejemplo, la Canasta Comunitaria Utopía, en Riobamba, recibió un suministro de cereales de mala calidad de un grupo de productores con quienes tenían una larga relación. Al mismo tiempo recibieron una oferta de cereales de mejor calidad de un nuevo grupo. Actuando en contra de la lógica del mercado, lo que hubiera significado romper los lazos existentes con el antiguo proveedor, la Canasta decidió alternar entre proveedores proporcionando información y apoyo al primero para ayudarlo a mejorar la calidad de sus productos. Como resultado, el grupo de productores eventualmente mejoró la calidad de sus productos y desde entonces ha logrado introducirse en nichos de mercados orgánicos a nivel nacional e internacional. Otros grupos de consumidores, tales como la Canasta Comunitaria Zapallo Verde, alternan sus proveedores con el fin de mantener la variedad e involucrar a varios productores al mismo tiempo. Las canastas comunitarias ofrecen espacios sociales creativos para el aprendizaje donde los consumidores y productores pueden construir relaciones más responsables que conducen a economías recíprocas y estables, alimentos más nutritivos y un entorno más saludable.

Planes para el futuro
A medida que las canastas comunitarias vayan adquiriendo mayor impulso, se han propuesto diversos proyectos para construir las economías locales en base a sistemas de producción que sean respetuosos con el medio ambiente. Una prioridad de este movimiento es crear conciencia entre los consumidores sobre el origen de los alimentos, para poder construir un sistema “de la chacra a la ciudad” que sea mutuamente beneficioso. Las propuestas que se enfocan en los consumidores incluyen talleres de nutrición y clases de cocina, visitas a las chacras y programas de intercambio, así como ferias educativas. De igual manera, los productores a pequeña escala deben identificar estrategias para la producción y la comercialización organizadas que permitan satisfacer las nuevas demandas, tanto en cantidad como en calidad de la producción. Las canastas comunitarias son parte, a nivel nacional, de redes sociales y políticas más amplias, tales como el Colectivo Agroecológico. También han participado en campañas a nivel nacional para promocionar sistemas alimentarios asequibles y saludables. Las canastas comunitarias han creado una oportunidad única para incluir a los pobres, urbanos y rurales, en un mercado que de otra manera los excluiría. Con el tiempo su esfuerzo se ha visto articulado a un movimiento internacional en pro de la “soberanía alimentaria”.

Emma Kirwan

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